viernes, 21 de mayo de 2010

QUE TÚ ERES MI DIOS...

A mi hijo Efraín Sosa, de seis años…

Que tú eres mi dios y nadie, nada más… Tú que no he aprendido entre ningunas paredes…

Que tu sonrisa supera el poder ausente de ese a quien llamaron todopoderoso, a quien excusan por su facultad de limitar su poder a los espejismos de sus voluntades que no terminan de reconciliarse… Y es que yo te veo sonreír y me siento pequeño, siento que necesito ser mejor para corresponder tu sonrisa libre, mágica, soberana.

Que tú eres mi dios, que no puedes estar en todo lugar y no necesitas estar en todo lugar porque no ambicionas más mundos que el tuyo, tienes principio y es mi alegría, tienes final que urge mis pasos… Mi dios, finito y mortal, a quien puedo tocar, que me abrazas y das reposo a mis horas, me hablas y distraes mis miedos… Mi dios, que no conoces mis pensamientos pero los cautivas cuando me miras… Y es que tu mirada me llena, si tú supieras cómo, cuánto me llena, y no lo sabes, dios finito, mortal…

Que sin ordenes vivo por ti, que sin promesas sueño por ti, que le das aliento a mi silencio y compañía a mis soledades…

Frente a ti el pasado tiene otra historia y se detiene… Junto a ti el presente se hace grande, fuerte, real, mientras sueña con los días que tus ojos verán… Y yo extiendo mi mano para alcanzarte, y toco tu mano, pequeña, frágil… Mi dios que no hiere… Por ti dispuesto estoy a enfrentar dioses que no eres tú…

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