sábado, 28 de enero de 2012

UN ÁNGEL QUE FUMA

En Venezuela muchas iglesias miran con prejuicio a las personas que fuman... Esto va a sonar muy sensacionalista para mi propio gusto, pero hoy me habló un ángel que fumaba...

Créanme, fue un ángel. El sol del mediodía apuntaba directo a mis ojos mientras yo caminaba por las calles de Ciudad Ojeda en dirección a la plaza Alonso. Caminaba lleno de cargas, de esas que uno no puede soltar de las manos porque no se llevan sujetas con ellas. Más que quejas eran lamentos los que jugaban en mi alma, lamentos que no dependen del llanto, que no obedecen al anhelo de silencio que a veces se hace tan necesario. Yo quería silencio, no pensar, tan solo andar, sin llegar a ningún lugar. No entiendo por qué muchos insisten en que es importante un destino, yo prefiero los caminos a ningún lugar… A veces pienso que es porque nunca pertenecí a nada ni a nadie.

Como un forastero caminé, tal vez me viste caminando por esas calles, lejos de mí mismo. Pensé en mi padre y lo extrañé… ¿Por qué estoy tan lejos de él? Decidí que al amanecer lo visitaría y disfrutaría de estar allí. Pero mis angustias y preocupaciones no cesaron, tampoco la intensidad del sol. ¿Has sentido la angustia llorando en tus ojos? No son lágrimas, pero se sienten húmedas, no son tuyas pero lloran en ti…

Llegué a la plaza. Ella lucía triste y sola… ¿Por qué ya nadie se sienta a conversar en las plazas? Cuando niño viví frente a una plaza, la placita. En las mañanas las madres de mis amigos se sentaban en los bancos a conversar, algunas regaban los jardines de la placita desde adentro de sus casas; por las tardes, los más adolescentes y jóvenes jugaban beisbol o futbol en la placita. Y por las noches era el turno de los niños, salíamos de nuestras casas como de guaridas, disparados hacia afuera con una velocidad extrema, nos agrupábamos a conversar, jugábamos al escondido, gritábamos, cantábamos. Y las bancas eran ocupadas por los ancianos. Se veían sabios y poderosos, en esa placita aprendí que un día yo sería anciano.

Estaba ya sentado debajo de un árbol, en la plaza Alonso, recordando mi niñez para distraerme del presente, entonces escuché una voz ronca que me preguntó: “¿Estás buscando sombra?”.

Honestamente no me di cuenta cuando ese anciano se sentó a mi lado, fue como una aparición. El anciano sonrió y se llevó un cigarro a la boca y le dio un jalón sonriendo aun.
Dejó escapar el humo inhalado y me dijo: “Yo aquí escondiéndome de la vida”. Esta vez sonreí yo, y no pude ignorarlo.

-Es lo que provoca, eso quisiera a veces, vivir escondido mientras vivo.-le dije.

-¡Ah! Pero es bueno esconderse por ratico, luego hay que seguir luchando. Volver a enfrentar la vida. Aquí estoy yo, echando una fumadita, fumándome mis problemas… ¿Qué más puedo hacer?

Dejé de mirarlo un momento. ¿Qué más puedo hacer? Pensé en el lema de esas congregaciones que miran con prejuicios a personas como ese anciano, pero qué más puede hacer ese anciano. ¿Qué le ofrecen a cambio del cigarrillo como medio de escape? Solo un “Cristo es la solución”, genérico e inservible. ¡Y por favor! Que no me refiero a que Cristo es genérico e inservible, inservible es esa frase como herramienta de evangelismo huérfana de un programa socio-espiritual; es genérica, sirve para justificar la conciencia ante la responsabilidad social, para escapar de la necesidad que grita violentamente alrededor nuestro, que denuncia la dejadez de la institución cristiana frente a la sociedad como escenario. Aquel anciano se fumaba sus problemas, problemas que el llamado cristianismo no generó, no directamente, pero de los que tiene cierto grado de responsabilidad. Porque no quiere poner al servicio del bienestar social sus estructuras, porque no le interesa tocar al necesitado, escucharlo, porque tiene miedo de seguir a Cristo. Sí, el cristianismo institucionalizado, en términos generales, tiene miedo de seguir a Cristo. Porque las huellas de Cristo apuntan hacia la renovación de las actitudes de los “lideres religiosos”, porque las huellas de Cristo señalan el transito por la vía del servicio comunitario, de la entrega a cambio de nada, de la satisfacción que se encuentra en hacer sonreír al prójimo. Porque las huellas de Cristo nos obligan a recorrer los sistemas políticos y educativos para afectarlo y hacerlos inclinarse delante del bien común.

Volví mi mirada para ver al viejo, pero no estaba. Me levanté para buscarlo, pero no lo encontré. En el lugar donde se sentó estaba un el filtro de su cigarrillo y las huellas de sus cenizas. Y entonces quise pensar que fue un ángel, uno que fumó a mi lado para decirme que puedo esconderme de la vida un ratico, para respirar el aire, para escuchar a un anciano, para vivir. Y puedo volver a la vida viviendo. Sí, un ángel que denunció mi tranquilidad frente a la matriz donde se forman los problemas sociales, que me permitió observar las huellas de Cristo un momento.

En Venezuela la iglesia no debería mirar a las personas que fuman con prejuicio, debería ofrecerles una opción para drenar sus ansiedades; debería trabajar por el bienestar, para que disminuyan las causan que generan las ansiedades, debería plantearse programas socio-espirituales; pero más importante aún, a veces, debería salir a las plazas y permitir que un anciano o un ángel que fuma se siente a su lado…

domingo, 22 de enero de 2012

¿QUÉ SOÑASTE MIENTRAS LA TEMPESTAD AZOTÓ LA BARCA? (ES QUE HE VUELTO A LEER MATEO 8:23-27)

¿Qué soñaste mientras la tempestad azotó la barca? ¡Oh Bendito Cristo!
Yo quiero saber lo que tu descanso dibujó que ni el ritmo violento del mar,
Pudo tu sueño interrumpir… Tempestades y tormentas mis ojos han visto,
Y aun despierto interrumpieron mi andar…

Pero tú, bendito Cristo, dormías, sereno, como un niño que no teme la furia del viento.
Yo quiero creer que caminabas por estas calles, que visitaste mi hogar mientras dormías,
Que imaginaste mi rostro, allí dormido, y escuchaste en tu sueño mi lamento
Que te negabas a despertar porque querías,
Con tus manos mis lágrimas tocar,
Y susurrar a mi oído que al despertar,
Una historia para mi asegurarías…
Que ante ti la tormenta puede callar,
Y en tus pasos puedo confiar…

¿Qué soñaste allí dormido? ¿Una tempestad arrulló tu descanso?
Ante ti cansado he venido para que mi barca pilotees mientras avanzo…
Y es que tantas cosas de ti he oído,
Tantos cristos conocí en el camino,
Vientos recios mi fe han herido,
No se hacia dónde es el destino….

Quiero soñar contigo en los mares,
Que mis dudas y heridas me mantienen vivo,
Que despertamos para seguir los andares
Y a pesar de los valles sobrevivo…
¿Qué soñaste mientras la tempestad azotó la barca? ¡Oh Bendito Cristo!

HE VUELTO A LEER MATEO 8:23-27...

He vuelto a leer Mateo 8: 23-27. Es una gran historia, un buen relato. Un grupo de hombres que van en una barca pequeña y humilde, uno de ellos duerme y una gran tempestad se levanta en el mar agitando la barca, amenazando con destrucción. El que duerme es Jesús, un carpintero de una pequeña aldea.

El resto de los hombres se dedicaban a la pesca, entendían los asuntos de mares; más que un negocio la pesca fue para ellos un estilo de vida. Ellos saben que no se debe dormir en una barca, hay que estar atento al humor del mar. Pueden entender que Jesús duerma, no está acostumbrado a esos viajes, además seguro se siente cansado por las caminatas. De cualquier manera Jesús podría sentirse seguro, estaba rodeado de hombres expertos en mares.

La mayoría ha escuchado sobre esta historia, los cristianos la han hecho una de sus favoritas en muchas congregaciones. Si usted es alguien que visita frecuentemente alguna congregación seguro ha escuchado al menos un sermón basado en esta historia. Yo escuché cientos de sermones durante muchos años que describían asombrosamente y con mucho atractivo la escena en que los discípulos atemorizados despiertan a Jesús y él habla a los vientos y los mares y éstos se calman. Así Mateo 8:23-27 se convirtió para mí en el pasaje bíblico en que Jesús calma la tempestad. Creí que ya nada podía encontrar en ese relato. ¿Qué podría ser más grandioso en la narración de Mateo?

Hace unos minutos lo leí nuevamente, sí, todavía leo la Biblia de vez en cuando. Desperté pensando en Jesús, en el Cristo que heredé y al que adoré cuando pertenecí a una expresión del sistema cristiano que siente atracción hacia lo sensacional y que responde emocionalmente a todo cuanto lee. Hoy creo que Jesús, el Cristo, es mucho más que una fuente de sensacionalismo, que merece ser contemplado pausadamente, con atención. Creo entender que las narraciones bíblicas en las que su nombre sobresale son puntos de vistas del narrador en cuanto a sus actuaciones, que incluso quien narra intenta arrojar su criterio sobre el cómo Cristo fue observado y sentido por otros. Ahora, cuando leo las narraciones bíblicas sobre él, intento entender el por qué el narrador decidió narrar esa historia, el por qué plasmó su narración desde tal punto de vista. Y leyendo de nuevo el pasaje que antes identifiqué como “Jesús calma la tempestad” me pregunté por qué se les ocurrió a doce hombres expertos en asuntos del mar despertar a un carpintero para pedirle auxilio en medio de la tempestad.

Muchos me dirán: porque él era el Cristo, el todopoderoso, el papá de los helados, el que dominaba la tempestad, a quien los vientos y los mares le obedecen. Pero para los discípulos él no era, o al menos aun no lo reconocían, el Cristo. No podían afirmarlo a pesar de las señales y sus palabras. Para los discípulos tampoco era un todopoderoso, solo un profeta con habilidades, y en el caso de Pedro y quizá algunos otros era el Hijo del Dios Viviente. Una declaración que dejó escapar Pedro en una oportunidad. ¿Pero imaginaban ellos que Jesús calmaría la tempestad? El asombro de ellos después de hacerlo nos da la respuesta. Ellos se maravillaron y preguntaban: “¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”. No sabían que él lo haría, no lo imaginaron.

Entonces, ¿por qué despertaron a Jesús? Porque les inspiró confianza, porque algo podía hacer, porque lo vieron extendiendo siempre la mano al necesitado, dando respuesta a los hombres. Algo podría hacer y de no poder al menos era mejor pasar por la tempestad teniéndolo despierto, escuchándolo, mirando sus ojos y recordando los buenos momentos vividos en tierra firme. Ante la dificultad ellos solo podían pensar en él, porque él les inspiró confianza.

Este pasaje es una denuncia en nuestra contra. Sí, en contra de quienes decimos seguir a Cristo. No solo en contra de la iglesia institucionalizada, no solo en contra de las organizaciones o denominaciones, no solo en contra de las expresiones del sistema cristiano. También nos acusa a quienes hemos decidido transitar, a quienes nos negamos a comprometernos con doctrinas y bandos. ¿Qué inspiramos en quienes nos rodean? ¿Qué recuerdan de nosotros quienes nos han tropezado en el camino? ¿Somos una opción en medio de la tempestad? Reflexionemos, seguir a Cristo es intentar imitarle. Es sonreírle a quien nos saluda, es saludar al que pasa por nuestro lado, es detenernos a escuchar, a conversar, es extender la mano con nuestros recursos, con lo poco o lo mucho que tenemos. Es cierto, la iglesia institucionalizada, las organizaciones cristianas y denominaciones, las expresiones cristianas deben fomentar un escenario más humano, un ambiente de armonía, desarrollar proyectos y programas en apoyo del bienestar social y tantas cosas más… Pero nosotros qué… También debemos hacerlo. Que quienes nos conocen no tengan temor de despertarnos en el viaje y compartir sus cargas con nosotros… Te invito, con mucha humildad, a leer de nuevo Mateo 8:13-27 y encontrarte una vez más con el Cristo que dormido tal vez soñó con una sociedad mejor…

jueves, 19 de enero de 2012

DE ESAS CARTAS QUE JAMÁS ENVIÉ...

La vida no es tan corta como la percibimos. Los sentidos suelen engañarnos y nuestra percepción es viciada por conceptos o sentimientos… O sentimientos que construyen conceptos, o conceptos que originan sentimientos… No es tan corta, tal vez, pero transitarla es complicada.

El tiempo parece fugaz porque cuando despertamos parece tarde, hemos avanzado mucho en el trayecto de la vida; sin embargo, el tiempo siempre es tiempo, no es que transcurre, sino que transcurrimos nosotros en el espacio y a través del tiempo.

Pero algunas veces te detienes por cansancio y otras porque has entendido que debes hacerlo. Lo cierto es que al detenerte miras alrededor y notas todo el cambio fuera de ti: la gente ha envejecido, rostros nuevos te rodean, han cambiado las estructuras físicas, los eventos históricos. Te das cuenta del degaste de las paredes, hay muchos cambios; solo un mínimo sigue siendo igual.

Miras tu rostro en el espejo y lo ves. No es tu rostro, en él hay estragos del tiempo transcurrido… Es allí, dentro de tus ojos, del otro lado de ese par de ventanas que dan al alma.

Basta enumerar los recuerdos, pasear con ellos, sentir el espesor del pasado que te acompaña desde la última vez que te detuviste frente al espejo; son muchos recuerdos, no han podido transcurrir en una vida fugaz, es mucho el andar sobre el tiempo. Y si despiertas dispuesto a reconocer cada recuerdo contra los que luchaste por suprimir terminarás susurrándote a ti mismo frente al espejo: “no es tan corta la vida, he perdido tanto tiempo…”

Es un lamento, son las ganas de recuperar los pasos dados, pasos con los que frente al espejo se construye el pasado, todo ha podido ser tan distinto, pero ya nada puede hacerse, solo queda el camino por recorrer… Sí, podríamos evitar lamentarnos más adelante, es todo lo que podemos hacer… Y ese todo puede ser suficiente.

¿Se puede reconstruir el pasado? Yo creo que sí, el pasado siempre va cobrando y entregando vida, mientras avanzamos él va avanzando. Y si nos detenemos allí se detendrá, junto a nosotros, sentándose al lado nuestro, sonriendo si sonreímos, llorando si lloramos. Dispuesto a alimentarse de nuestras quejas o gratitud. Y al levantarnos, se levantará también.

Hoy les escribo esperanzado en que esta carta en sus manos y recorrida con sus ojos les permita entender que vivir es agonizar a diario, es despertar cada momento y mirar hacia adentro para extenderse al horizonte; que vivir es escucharse a uno mismo lamentándose y reír, y con la risa burlar los fantasmas que distrajeron el llanto… Que el pasado soy yo y son ustedes, que también soy presente y futuro, que también ustedes son presente y futuro… Nunca fugaces… Sino tan extensos como el camino, ese camino que llamamos vida… Y que al final del camino, cuando fundidos con el horizonte, vuelvan sus rostros para mirar el trayecto recorrido sonrían porque entendieron la vida, porque vivieron la vida…

martes, 17 de enero de 2012

DIALOGO ABIERTO...

‎"Si creemos que el cielo es nuestra tierra, allá debemos enviar todas nuestras riquezas, y no retenerlas aquí, donde habremos de dejarlas de un momento a otro, cuando debamos partir. ¿Y cómo las transportaremos? Ayudando a los pobres en sus necesidades, ya que el Señor tiene en cuenta todo cuanto se les da, como si a Él mismo le fuese dado (Mateo 25.40)" (Juan Calvino; INSTITUCION DE LA RELIGIÓN CRISTIANA; Volumen II;p.645)...

Gusmar Sosa: lo que me llamó la atención de esta declaración de Juan Calvino fue el desafío que lanza: "si creemos que el cielo es nuestra tierra...", la confrontación con la que seduce: "¿Cómo las transportaremos?"... Y la transformación a través de la acción definida de ese ideal aparentemente utópico a una invitación: "ayudando a los pobres en sus necesidades...".

Juan Manuel Gómez: Tienes toda la razón Gusmar. El problema radica en nuestros "amigos", (usted sabe cuales son) dirán que no es necesario, "que a los pobres siempre los vamos a tener". ¡Que poco retumba hoy el juicio escatológico de Mateo 25: 31-46! definitivamente tenemos un evangelio , déspota, desorientado, desdibujado, destructivo, descarado, despilfarrador, despiadado, desfasado, desencarnado, deshumanizante. Todos estos "des" porque no "das"…

Gusmar Sosa: Muy cierto, es un evangelio cuyas buenas noticias son malas para el "mundano"; y nuestros buenos amigos pretenden ignorar continuamente que este mundo será herencia a sus hijos y a los hijos de sus hijos... Y lo que dejemos hablará de nuestro carácter o guardará silencio, y ese silencio podría ser nuestro juicio en contra...

Juan Manuel Gómez: Son los extremos Gusmar, yo no sé por qué razón a nosotros los creyentes nos cuesta vivir en el equilibrio. La religión oficial en determinado momentos de su historia se olvidó de la fe y se dedicó a las obras. Después vinieron todos estos grupos "cristianos" y de "garaje", y se enfocaron en la fe olvidando la misericordia y la solidaridad. Es más cómodo ubicarse en posiciones o categorías de "o esto o aquello", o "esto contra aquello"; y mucho más difícil ubicarse en "esto y aquello"; Debemos comprender que se trata de "esto Y aquello", no de "esto o aquello"..., de lo contrario es inevitable caer en algún tipo de fanatismo siempre disfrazado con textos bíblicos. Razón tenía Bonhoeffer cuando decía: "Observo aquí de continuo que muy pocos hombres tienen la capacidad para albergar en sí, al mismo tiempo, muchas cosas". Muy pocos hombres, y en especial muy pocos creyentes, tienen la capacidad de asumir o de incluir en sus categorías, nociones y formas de pensar la "Y" decisiva…

El diálogo sigue abierto, te invito a unirte... Sobre este u otros temas...

(Juan Manuel Gómez es de Bogotá, Colombia. Incansable crítico a la teología cristiana y caminante de rutas).

sábado, 14 de enero de 2012

EL "DESDOBLAMIENTO" DE DIEGO. (CUENTO).

Desdoblar es formar dos o más cosas por separación de los elementos que suelen estar juntos en otra; en Yaracuy, Estado donde nací, escuché una vez a un anciano hablar del “desdoblamiento”.

Había ido con mi madre a visitar al abuelo, él vive en un cerro llamado Quebrada Honda, este cerro está al pie de Aroa. Allá arriba los ancianos están casados con supersticiones que son más bien cultura e identidad propia de la América virgen, de esa cuyo nombre no era América. La identidad y cultura de nuestros orígenes sigue viva en muchos cerros y veredas de estas tierras y con un poco de suerte podemos escucharlas hablando y con esfuerzo y conciencia podemos ser portadores de ellas.

Llegamos al samán, un árbol majestuoso, enorme y de poderosa apariencia, como esos que describen en los cuentos. Allí estuvimos media hora esperando a los jeep que suben al cerro. Dos ancianos conversaban al lado nuestro, y fue entonces cuando uno de ellos dijo: “Ese guaro sí que se desdoblaba, ningún brujo pudo igualar al Diego en estas tierras, salía de sí mismo y su alma montaba sobre la brisa y con ella paseaba por toditas estas montañas”. El otro sin asombro lo interrumpió y dijo: “¡Ah! Mi padre me contó una vez que su abuelo lo conoció, y que él podía ver espíritus y almas; y en una de esas en que el Diego se desdobló, el alma suya se quedó mirando su propio cuerpo con cara de lamento y al dar la espalda nunca más volvió”.

El jeep llegó y subimos al cerro. Yo no olvidé esa conversación, asombro y miedo la sellaron en mi memoria. En el trayecto imaginé que el alma de ese tal Diego podría estar paseando por allí, gimiendo en las noches, atormentada. Me pregunté por qué no volvió a su cuerpo, qué vería allí que le dio tanta pena y pintó en su rostro el lamento. Con el tiempo comprendí que para los yaracuyanos, para esos ancianos custodios de la identidad de su tierra, el alma de Diego paseando por las montañas no es un cuento que los amenaza. En otra de las visitas no me aguanté y le pregunté a mi abuelo y él riendo exclamó: “¡Ah! ¡Viejos sin oficios esos! Es una leyenda vieja de antes, no es que su alma esté penando. El Diego se soltó de su cuerpo porque ya no aguantaba su vida. Decían los de antes que era vanidoso por su habilidad, porque podía desdoblarse pues. Y una tarde al salir de su cuerpo se dio cuenta que no valía medio, así que se entregó a las montañas”.

Al parecer, el Diego, al separarse de sí mismo era una cosa completamente distinta a lo que era dentro de su cuerpo. A lo mejor ese es solo un cuento, pero es uno que transmite una gran sabiduría. A veces hay que mirarse desde afuera, renunciar a uno mismo y entregarse a los montes. Y fue lo que sucedió cuando, aún en la cama, logré desencadenarme del aturdimiento de mi despertar...

jueves, 12 de enero de 2012



En el Estado Zulia de Venezuela el libro será distribuido por la Fundación Dulce Refugio...

Puedes solicitarlo en cualquier librería cristiana de Latinoamerica o directamente a la Empresa Editorial Christian Editing

¿ UTOPÍAS?

Y el sur, libre, no volverá a rendirse delante de imperios ideológicos que pretenden su alma..

Será una bandera, señal de que es posible un mejor porvenir ahora y aquí...

martes, 10 de enero de 2012

Convocan al Premio Relato Cristiano 2012.

La Empresa Editorial Christian Editing extiende la siguiente invitación, como una expresión de oportunidades, me uno a la invitación haciendo eco, dando fe de que el Premio Relato Cristiano no monopoliza las oportunidades. En su primera edición, sin conocer o tener previo contacto con ninguno de sus integrantes, fui uno de los diez ganadores con mi relato "La fe de mi Padre", que forma parte del libro "10 Excelentes Historias Jamás Contadas" publicado y distribuido por Christian Editing en toda Latinoamerica...

Para leer sobre ésta convocatoria y otras más presiona AQUI

lunes, 9 de enero de 2012

NEGRO SOBRE BLANCO, ZULIA...

El día de hoy me he aliado con Richard Sabogal, director nacional de Negro Sobre Blanco, de esta alianza nace Negro Sobre Blanco Zulia...

Una de las pautas estratégicas definidas es la difusión de una serie de concursos nacionales como expresiones de inclusión para autores no publicados... Cabe destacar que actualmente Negro Sobre Blanco está convocando a la segunda edición del Concurso "Por Una Venezuela Literaria", sobre las bases y premios que ofrecemos puedes leer en el blog oficial del Distrito Zulia.

Aprovecho la oportunidad para extender la invitación a quienes puedan estar interesados en publicar sus artículos en nuestro blog oficial, pertenecientes o no al Estado Zulia de Venezuela.

Te invito a visitar ahora mismo "Desde el Zulia"...

viernes, 6 de enero de 2012

BREVE RELATO PARA REFLEXIONAR SOBRE LA NECESIDAD DE MENGUAR...

Sonrió recordando las palabras de su madre, la interpretación del evangelio y las doctrinas aprendidas siempre fueron para ella suficientes ante cualquier problema. Quizá su madre tuvo razón, puede que él necesitó entender su posición tan diminuta en el mundo, su existencia finita y limitada delante de la existencia de un Dios que se extiende por la eternidad; quizá su consciencia golpeaba con fuerza en el alma para despertar y así hacerle transitar las veredas que le condujeran a los brazos de Dios. ¡Y por qué no! Chocar con la existencia de Cristo, con la vida del Salvador, le permitiría transitar una de esas veredas que son necesarias en la búsqueda de la verdad.

¿Resolvió “la oración de fe” la sed y búsqueda que despertaban en su alma? ¿Esa sed y búsqueda ha sido resuelta en nosotros con una sencilla oración de fe? Es una pregunta peligrosa, lo reconozco. ¿Nunca te has detenido hacerte esa pregunta? Yo me lo pregunté muchas veces, tratando de convencerme de que la respuesta es un “sí”, “sí, todo está resuelto”, “sí, ya no hay sed”, “sí, se acabó la búsqueda”. Él intentó hacerse uno con las doctrinas que aseguran que todo está resuelto. Pero la verdad es que una “oración de fe” es “linda” para marcar un inicio; chocar con la existencia de Cristo, decidir creer en su existencia, en su historicidad, en su papel salvador es solo un inicio. Aún queda mucho por resolver… ¿Cómo interpretamos la vida de Cristo? ¿Cómo la convertimos en agua para calmar constantemente esa sed? ¿Cómo nos mantenemos en el camino que él marcó con su propia vida al exclamar su “yo soy el camino”? ¿Cómo le descubrimos como verdad pronunciada en sí mismo?

Las mismas doctrinas cristianas muchas veces tienden a ser desvíos en el camino que él (Cristo) declaró ser; es agotador transitar esos desvíos, la invitación del Cristo al declarar su “venid a mí los cargados y cansados…” hoy parece resonar y hacer eco incluso en quienes se incorporan a las membresías de congregaciones ortodoxas o liberales. Y él piensa en ello parado frente a la biblioteca, sosteniendo la que fue su primera Biblia. Él fue formado en una congregación ortodoxa, pentecostal, en la que se profesaba un profundo y honesto sentimiento hacia la expresión más tradicional de lo que llamaban “evangelio”, y un día ni las doctrinas ni las prácticas aprendidas pudieron callar la agonía de sentirse aún perdido, sediento, cansado, sin propósito, como si estuviera en casa pero perdido. Y mientras estuvo en la ciudad creyó descubrir la verdadera expresión del cristianismo, la más congruente con Cristo; se unió a la lista de miembros de una iglesia que se autodenominaba “libre” por no pertenecer a un concilio, ni ser dirigida por tradiciones, pero en ocasiones la percibía más bien libre de la responsabilidad de seguir los pasos de Cristo y su desempeño a favor de la sociedad y esclava de fórmulas mágicas que solo despertaban sensacionalismo y emoción.

En medio de su reflexión un segundo pasaje bíblico relampagueó en su memoria, Juan 3:30. Sonrió porque aún recordaba el título que identifica el pasaje. Ese pasaje bíblico estuvo rondándole en la mente por muchos meses durante sus veinte años de edad. Para entonces ya había calmado su inquietud con la decisión de aceptar las doctrinas como absolutas e incuestionables, como suficientes y genéricas; pero la separación de sus padres despertó en él una dolida rebeldía contra la que intentó luchar, logró apagar la intensidad de su furor para no caer en extremos viciosos pero no pudo evitar recaer en terrenos de incredulidades y cuestionamientos frente al cristianismo y evangelio. Sin embargo, a su manera su madre logró inculcar en él un sentimiento de temor hacia Cristo y también su padre con sus confesiones de admiración hacia la obra de Cristo a favor de los pobres y la sociedad; y tanto el temor inculcado por su madre y las confesiones de admiración de su padre lo llevó a trazar una línea divisora entre Cristo, cristianismo y evangelio como religión. Así resolvió que Juan 3:30 desnuda la necesidad de separarse incluso de la pretensión de resolver a Cristo en la vida de uno a través de doctrinas y sistemas, eso también es menguar.

miércoles, 4 de enero de 2012

UNA SENCILLA REFLEXIÓN...

Uno de los relatos que más me gusta en relación al nacimiento de Cristo es el que narra Lucas en el capítulo dos de su evangelio. Ocho días después de su nacimiento José y María deciden llevar a Jesús al templo para presentarlo y hacer los sacrificios pertinentes. Ese mismo día un anciano llamado Simeón va al templo, y al ver a la pareja y su niño tomó al niño en sus brazos y exclamó:


“Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel”.


Me gusta este relato porque las palabras de Simeón desnuda el destino del niño, lo acusa de “la salvación que ha sido preparada en presencia de todos los pueblos”. Creo que sus palabras debieron despertar la curiosidad de María y José y de todos los que escucharon las palabras del anciano. María debió pensar en esas palabras durante el crecimiento del niño, en su adolescencia y juventud, y luego al verlo partir por las veredas de los pueblos y escuchar de sus obras. Tuvo que recordarlas al ver a su hijo colgando de un madero y expirando. Las palabras de Simeón nos ayudan a entender el destino de aquel niño que ahora reconocemos como el Cristo.


El niño Jesús fue la respuesta a la oración del pueblo, que clamaba por redención y lloraba por un cambio en su estructura social, que esperaba todo aquello que resumían en la expresión de “la salvación”. La vida de Cristo es acusada de salvación por este anciano, así que su vida es el ejemplo de la salvación que todo aquel que dice ser “seguidor de Cristo” está obligado a vivir. Su ejemplo de salvación debe transmitirse a través de nuestros pasos. Él en respuesta a la oración de una nación es nuestro ejemplo. Así debemos entenderlo. Y él en respuesta, él como salvación no se permitió ser limitado por las tradiciones, su desempeño socio espiritual fue indetenible; las leyes impuestas por el aparato religioso que además regía a la política tuvieron que adaptarse a él, y aquellos que le confrontaron para detenerle tuvieron que verlo actuar a favor de la sociedad y vivir la frustración de no poder detenerlo.


Jesús fue un espejismo en medio de la realidad. Porque la realidad decía que no se podía obrar un sábado y Jesús obró para el bienestar del hombre un sábado, porque la realidad decía que los sermones se dictaban en las sinagogas y Jesús expresaba sus sermones en un monte, o en la orilla del mar sentado en una barca, o mientras caminaba por las veredas de los pueblos. La realidad construida por las tradiciones, sus estructuras, sus conceptos no pudieron detener al Cristo porque él actuó siendo superior a la realidad: siendo respuesta y salvación.


Contrario a la actuación de Cristo la mayoría de los individuos que dicen ser cristianos se divorcian de la responsabilidad social, y conceptualizan la espiritualidad en separación y total contraposición a la sociedad... A veces Dios suele ser la excusa perfecta, la justificación genérica. La teología muchas veces se convierte en una herramienta útil para la dejadez. Millones de “creyentes” se aferran a argumentos fríos como “no somos de este mundo”, “todo está en las manos de Dios”, “Dios es Soberano”.


Hay incluso un apartado completo dentro de la teología para explicar la Soberanía de Dios, muchos aseguran que Dios tiene tres voluntades: su voluntad perfecta, permisiva y aquella que se remite al libre albedrío del hombre. Y éstos se dedican a desarrollar argumentos lo suficientemente amplios como para que el alma del creyente repose en alguna de esas tres voluntades divinas y justifique su indiferencia social. El creyente solo tiene que absorber la teología cristiana a su sistema de creencias, sin ni siquiera entender que es teología lo que absorbe, y de esa forma también puede callar su consciencia. Sin embargo, ¿es culpable la teología cristiana o la religión? Yo pienso que es culpable el hombre y su afán por controlarlo todo, haciendo de los instrumentos como teología y religión métodos para el proselitismo; que tanto religión como teología, incluso política, ciencia, y tantos conceptos más, nacieron como instrumentos de búsquedas; que tales conceptos expresan el deseo del hombre por encontrar una identidad, una verdad y una libertad trascendente...


Cristo no limitó su actuación ni siquiera por los esquemas de "soberanía divina"... Me gusta pensar que el anciano Simeón vio en un intstante la vida que trazaría el niño Jesús que sostuvo en sus brazos y así maravillado exclamó de gratitud...