Extraño, así fue. Aquella voz parecía despertar en él recuerdos almacenados en otra vida, sonrió al pensarlo, creía saber que eso no era posible, aunque ahora dudaba mientras lo escuchaba, su voz viajaba a través de esos caminos que nadie ve, flotaba por los aires atravesando la distancia hasta llegar a él. Su voz pronunciaba palabras que eran armonía, quietud, melodía para su alma, porque hasta ese día su alma era un animal rebelde que desconocía su propia naturaleza, que vagaba por los rincones de un bosque encantado donde siempre era de noche, su alma era una sombra eterna fusionada a la oscuridad… Pero ese día, al escucharla, su alma encontró un lugar para sentarse y contemplar la luz del sol bañando los senderos…
Sus ojos intentaron encontrarla, y olfatearon el rastro de su voz, intentando abrirse paso entre la multitud para llegar a ella, para contemplarla y saber que era real, que aquella voz brotaba de una fuente que podía palparse con la mirada y que no era tan solo un espejismo causado por su desesperación, quería beber de aquella fuente, y así, calmada su sed, entender por qué había gastado sus pasos caminando por desiertos con la ilusión de encontrarla, porque su vida era un desierto, siempre esquivando lugares, insatisfecho de las aldeas que ofrecieron su calor para hospedarlo, frustrado por no saber qué buscaba… Pero ahora, ese día creyó saberlo.
Sintió miedo, miedo a no saber cómo detenerse, a extrañar luego su sed, y no saber qué hacer sin más senderos; un forastero con hogar no sería más un forastero, entonces qué sería… Tuvo miedo de dejar de ser lo que siempre había sido y aventurarse a ser lo que nunca fue… Así son los miedos, se esconden justo detrás de la esperanza, para que así, cuando ésta va llegando a su fin quedar desnudos y espantar con su apariencia lo nuevo, lo esperado… Y es irracional, tal vez, sentir miedo de que se cumplan los sueños, de encontrar lo buscado, de alcanzar lo perseguido, puede que sea irracional, pero así sucede, qué podemos hacer… El miedo nubla el horizonte, es un reto y aceptarlo implica dar el último paso a ciegas, se ciegan los ojos y todos los sentidos, así que ese último paso debe darse confiando en la memoria.
Él dejó de escucharla, puede que ella aún cantaba, pero no podía escucharla, ahora, de nuevo, volvía a pensar que tal vez no era real, que nunca existió, que no la escuchó… Es como cuando aseguras tener pruebas de que Dios es real y al otro día resulta que no existieron las pruebas porque ya no las ves, o como cuando aseguras que no es real, que Dios no existe, y tienes todos los argumentos en contra de su existencia pero de pronto te das cuenta que tales argumentos no apagan la ilusión de creer que necesitas creer que es real, y entonces no te queda de otra que no argumentar, o argumentar que no debes hacerlo para convencerte de dar un salto, un último paso sin nada más que la memoria de recuerdos que no recuerdas si son reales… Dejó de escucharla pero convencido de haberla escuchado caminó confiando en nada, sin saber si creer o no, lleno de dudas, y la encontró, al final del camino, porque cuando encuentras tu lugar no necesitas caminos…
Sus ojos intentaron encontrarla, y olfatearon el rastro de su voz, intentando abrirse paso entre la multitud para llegar a ella, para contemplarla y saber que era real, que aquella voz brotaba de una fuente que podía palparse con la mirada y que no era tan solo un espejismo causado por su desesperación, quería beber de aquella fuente, y así, calmada su sed, entender por qué había gastado sus pasos caminando por desiertos con la ilusión de encontrarla, porque su vida era un desierto, siempre esquivando lugares, insatisfecho de las aldeas que ofrecieron su calor para hospedarlo, frustrado por no saber qué buscaba… Pero ahora, ese día creyó saberlo.
Sintió miedo, miedo a no saber cómo detenerse, a extrañar luego su sed, y no saber qué hacer sin más senderos; un forastero con hogar no sería más un forastero, entonces qué sería… Tuvo miedo de dejar de ser lo que siempre había sido y aventurarse a ser lo que nunca fue… Así son los miedos, se esconden justo detrás de la esperanza, para que así, cuando ésta va llegando a su fin quedar desnudos y espantar con su apariencia lo nuevo, lo esperado… Y es irracional, tal vez, sentir miedo de que se cumplan los sueños, de encontrar lo buscado, de alcanzar lo perseguido, puede que sea irracional, pero así sucede, qué podemos hacer… El miedo nubla el horizonte, es un reto y aceptarlo implica dar el último paso a ciegas, se ciegan los ojos y todos los sentidos, así que ese último paso debe darse confiando en la memoria.
Él dejó de escucharla, puede que ella aún cantaba, pero no podía escucharla, ahora, de nuevo, volvía a pensar que tal vez no era real, que nunca existió, que no la escuchó… Es como cuando aseguras tener pruebas de que Dios es real y al otro día resulta que no existieron las pruebas porque ya no las ves, o como cuando aseguras que no es real, que Dios no existe, y tienes todos los argumentos en contra de su existencia pero de pronto te das cuenta que tales argumentos no apagan la ilusión de creer que necesitas creer que es real, y entonces no te queda de otra que no argumentar, o argumentar que no debes hacerlo para convencerte de dar un salto, un último paso sin nada más que la memoria de recuerdos que no recuerdas si son reales… Dejó de escucharla pero convencido de haberla escuchado caminó confiando en nada, sin saber si creer o no, lleno de dudas, y la encontró, al final del camino, porque cuando encuentras tu lugar no necesitas caminos…