martes, 30 de diciembre de 2008

SIGO...

Sigo esperando que vuelvas… Creyendo que será un noviembre, que cada año me da la oportunidad de esperarte, que escucharé tu voz susurrando mi nombre y me despertarás de esta cordura que enloquece.

Sigo creyendo que encontraré en tus ojos la fantasía que romperá la maldición de esta realidad…

Caminando por las calles buscando tu rostro, queriendo atraparte. Pretendiendo que los niños pueden hablarme de ti, que los ancianos me acercan a ti, que los ángeles me muestran parte de ti.

Escribiendo como si me leyeras donde estás, para ver si te enamoro reflejando quien soy.

Siendo iluso, aunque este sendero me lleva a mil decepciones, aun así, iluso, espero un día encontrar tus manos y sentirlas tocando mis heridas.

Leyendo para ver si descubro más de tu misterio.

Sentado frente al mar, aprendiendo de su pasión…

Intentando descubrir el destino del viento, descifrar su lenguaje porque me han dicho que esconde tus palabras más antiguas, que guarda el secreto de una historia de amor legendaria… tal vez sea la nuestra.

Sonriendo aunque lloro… Quiero guardar un poquito de felicidad para ti.

Cazando historias porque creo que en ellas dejas huellas.

No siempre logro renovar mis fuerzas, no soy tan ágil, pero he aprendido a vivir sin ellas… deseando tu llegada.

A veces sediento…

Otras hambriento…

A veces débil…

Otras firme… pero inerte.

En ocasiones huyendo…

O escondido…

Pero siempre esperando.

Sigo creyendo que al tenerte en frente no te importarán mis errores…

Cansado, esperando reposar en tus brazos.

Mirando el cielo, pensando que con solo mirarlo mi alma desteñida absorberá su color azul.

Convencido de que aun si muero seguiré esperándote. Que un día despertarás mi alma y me enseñarás de nuevo a vivir… Pues sigo creyendo que un día ya lo hiciste.

Espero este nuevo año ser mejor… Y así, seguir esperándote…

sábado, 27 de diciembre de 2008

BUENOS TIEMPOS.

En el mes de noviembre del presente año tuve la suerte de conocer a Febe, solo diré de ella que ha resultado ser una buena amiga, muy especial, por razones que no mencionaré y que en corto tiempo no podría enumerar. Febe publica en el blog IZANDO VELAS. Lo menciono porque hace días publiqué un cuento titulado DESDE EL ALMA DE UN ADOLESCENTE, y días después ella me envió un relato que me ha conmovido, sobre todo porque pudiera ser perfectamente el otro lado de la historia… Bueno no les hablaré más y los dejo con el relato escrito por Febe Mendoza:

Hay días en los que siento que el tiempo se me ha escapado de las manos, días en los que el desánimo y la nostalgia se apoderan de mi mente. En estos días de brumas tenues de recuerdos, viene a mi mente Guillermo. Lo conocí en el restaurante en el que empecé a trabajar. Él fue mi maestro de cocina. Pasábamos horas juntos ante los fogones y el horno, y poco a poco, nos hicimos amigos. Él era muy tímido y retraído, y yo no podía evitar explotar de vez en cuando en risas y algún que otro grito: tenía 16 años, la vida entera por delante, y muchas ganas de vivir. Hay días en los que me gustaría volver a sentir como entonces… Fueron buenos tiempos.

Un día, me sorprendí imaginándolo decir otras cosas mientras me enseñaba el secreto de la tortilla de patatas. En mi mente me hablaba de historias en las que aparecíamos los dos. Ese día se ofreció para acompañarme a casa. Y ese, fue el primero de todos los demás paseos nocturnos por la avenida del Libertador. Cogida de su brazo caminábamos, entre risas y charlas, hasta encontrar un taxi. Todo el trayecto en coche lo hacíamos en silencio, conteniéndonos, para luego no encontrar el fin de nuestras palabras sentados en el portal de mi casa. Fue la primera persona a la que le hablé de mi padre, el primero con quién lloré sin temor a ser juzgada… de hecho, creo que me enamoré de él esa misa noche. Imaginé un largo camino a su lado, tranquilo, reposado. Un camino lleno de las historias que me contaba para secar mis lágrimas, repleto de risas y paseos… simplemente, un camino. Junto a él olvidé muchos daños y sufrimientos.

Fueron buenos tiempos, pero acabaron: un día, anunció que se marchaba. Y se fue. No volví a saber de él. Quizá, él fue mi primer amor, el primero que pensé que era perfecto… mi primera decepción. No tuvimos prisa en ser más que amigos. Yo me conformaba con andar a su lado por las noches, después de trabajar junto a él, oyendo sus historias sobre todo. Me fascinaba, y hacía que llegara a olvidarme de lo demás. Me olvidé de besarle, de decirle que le amaba. Olvidé decirle cuán feliz me hacía, cuánto tiempo sería capaz de pasar a su lado. Mientras disfrutaba de él se me olvidó retenerlo. Y se fue.

Estos días de nostalgia, paseo por la avenida del Libertador y no puedo evitar oír el tono de su voz, sentir el peso de su brazo apretando el mío sobre su cuerpo, recordar el sonido de su risa y el brillo de sus ojos… No puedo evitar pensar qué hubiera sido de mí si esos días no se hubieran acabado… ¡quién sabe qué será de él ahora!

A veces pienso que guardo un recuerdo idealizado de esos tiempos. Fueron buenos. Esos días, a su lado, fui feliz.

viernes, 26 de diciembre de 2008

PRESAGIOS...

-¿A qué le temes tanto?

- A la estabilidad.

Dolió aquella respuesta. Buscó su mirada pérdida, obligándolo a reposar sus ojos sobre ella. Su rostro reflejaba tristeza. Sí, ella sintió tristeza por no poder comprender aquel temor, y creía necesario entenderlo, pensó, sin saber por qué ni cómo, que de ello dependía su futuro. Como si ese temor amenazaba con separarlos. Consideró que él podría desaparecer sin dejar rastros, y por un momento creyó que ya había sucedido.

“Apenas lo conozco”, pensó ella. Pero era como si en su alma había restos de un pasado legendario, de otra vida ya compartida con él. En ese instante lo amó. Imaginó los amaneceres a su lado, las tardes bajo el cielo azul compartiendo la lectura de un libro, jugando por los jardines, y una vez más creyó que esas imágenes estaban vivas, que se revelaban al pasado…

Él la miró directo a los ojos, eran negros como la noche que escondía su pasado. Aquellos ojos mostraron un sendero y al final ella lo esperaba, con su dulzura, con cientos de abrazos prometidos alguna vez, esperando sus besos ausentes. Valía la pena cruzar aquel sendero, se escuchaban sus risas, y sentía ya el paso de los años junto a ella.

-¿Por qué le temes a la estabilidad?

Él apartó su mirada del sendero. Guardó silencio, no pensaba en la respuesta, ésta ya estaba escrita en su memoria. Solo posponía el futuro, como creyendo que el silencio puede detener el tiempo.

-Porque la estabilidad no es segura...

Ella aun no comprende, se sienta por las tardes bajo el cielo azul, lee algún libro extrañando algo que tal vez nunca sucedió, deseando recuperar lo que no puede reclamar, intentando entender cómo no puede ser segura la estabilidad.

Él sueña con aquellos ojos imaginando un sendero… Preguntándose si en verdad ella lo espera al final…

martes, 23 de diciembre de 2008

LA MAGIA DE SU VOZ.

Dedicado a Angélica Alvarado.

Pueden pensar que estas cosas no suceden, que no hay cabida para mi relato dentro de un tiempo y espacio real. Tal vez justificarán que es una realidad dentro de una fantasía, o un invento mío. A decir verdad la memoria me falla, y no recuerdo algunos nombres y lugares. He olvidado también si fui testigo, lo viví o lo escuché.

Como ustedes, he llegado a pensar que no suceden; aunque a veces, pienso que podrían pasar. Es como una de esas ilusas tonterías que te motivan a creer y esperar un milagro. Otras veces el relato hiere, pues la espera de un milagro puede cansar el alma.

¿Podría ser que alguno de ustedes pueda entenderme? Es como si quisieras y necesitaras rendirte, es como si eso es lo único que piensas, podría liberarte, pero resulta que has visto, vivido o escuchado un milagro, y no puedes soltar ese estúpido deseo de querer creer.

Otras veces pienso que un día alguien me dirá que es real, que ha escuchado su voz y ha encontrado en ella la libertad. Y en algunos momentos siento que este relato es una parte de mi futuro que alguien vio y jugó con el tiempo para sellarlo en mi alma, y así no permitirme detenerme.

¿Suceden estas cosas? No lo sé. Alguno de ustedes tal vez me lo dirá.

Cierto o no, futuro o pasado, fantasía o realidad, en este planeta o en otro muy distante… Cuando la ciencia no estorbaba, cuando no amenazaba la esperanza con sus nefastos pronósticos ni la infundía con sus pretensiones de curarlo todo, existió un ciego. No nació ciego, en algún momento de su vida perdió la vista, no recuerda cómo ni cuándo, no existen tiempos en mi relato. Decidió no recuperarla jamás, sin importar si podría ser posible o no, él no le daría su vida al juego del destino ni extendería su mano a la esperanza. Su mayor gloria: “él era dueño de su destino, él decidía ser ciego o no”. Y su decisión ya estaba tomada.

Su único recuerdo en el mundo de la vista era un puerto, nunca estuvo allí, no en cuerpo, pero un día el sol le señaló el lugar donde sus reflejos reposaban, donde el viento nacía y moría cada día, donde el mar dejaba descansar sus olas cansadas en su lucha de alcanzar la luna.

En el instante en que su visión se ausentó decidió caminar. Algunos dicen (eso dice mi relato, pero no recuerdo haber escuchado a alguien decirlo) que se orientaba por el sonido del mar, que ese sonido solo podía ser escuchado por un ciego. Otros han comentado que se guiaba por el camino que el viento dibujaba en la nada, camino que solo podía sentir y seguir él, a quien ni los múltiples y desordenados andares del viento podían confundir en su caminata. Supongo que todo esto era cierto, tan cierto como que buscaba aquel puerto señalado por el sol, lugar desconocido por todo ojo humano.

Sus pasos cansados, su cabello teñido por los años, su piel quebrada por la arena que golpeaba su trayectoria., su alma envejecida por la desesperanza decidida. La única razón de su andar fue (o tal vez es, o quizá será) la creencia de que al llegar al puerto podría entregar su alma y apagar su espíritu, pues allí reposaban todos los elementos de la naturaleza.

Dicen que en su peregrinaje se detenía en los pueblos (no recuerdo el nombre de ninguno) y los niños, curiosos, le rodeaban asombrados de ver que la leyenda del hombre ciego era cierta, él les describía aquel lugar y éstos lograban visualizarlo. Sus palabras tenían el poder de dibujar. Ahora que lo pienso pude haber sido uno de esos niño, no lo sé, pero tengo en mi mente la imagen de aquel puerto, donde las rocas parecen tocar el cielo y cantan ante las caricias del mar, donde la luna se muestra desnuda y las estrellas susurran sus nombres mientras titilan coquetas, en donde la arena yace sumisa, no hiere, sino que anhela ser pisada por un mortal, por uno ciego.

El hombre caminó por largos años, quisiera precisar la cantidad de años pero no existe la forma de saberlo. En algún momento decidió creer que aquel lugar no existía… Ese día, se detuvo cuando el sol amarillo abría paso para la noche, y estaba allí, en el puerto. Lo supo porque una voz tocó sus ojos, y sus ojos se abrieron, la vista volvió. Frente a él estaba ella, no quiso observar nada más, ella era el puerto, era la luna desnuda, en sus labios se escondía el nombre de cada estrella; él creyó ser una de esas grandes rocas que tocaban el cielo y cantaban cuando la voz de ella lo tocó. Sobre ella caían los reflejos del sol, en ella nacía y moría el viento que lo guiaba, sobre ella reposaban las olas del mar. Así, el que una vez fue ciego, le entregó su alma para reposar, y su espíritu, pero no se apagó, sino que se encendió y su cabello soltó el color de los años, las heridas de la arena en su piel cicatrizaron, y huyó la vejez de la desesperanza en su alma.

Lo he dicho ya, pueden pensar que estas cosas no suceden, yo he caminado por largos años, sigo ciego pues así lo he decidido, en mi mente esta la imagen de aquel puerto (no sé si lo vi, o escuché su relato), he caminado creyendo poder entregar mi alma y hundir mi espíritu hasta que se apague… Pero hoy he decidido creer que ese puerto no existió, no existe y no existirá…

lunes, 22 de diciembre de 2008

SE APRESURA EL 2009.

La suma de mis errores resta mis logros, incluso los de años anteriores. Los fracasos se multiplicaron hasta dividir mis triunfos. La vida se me complicó tanto que se me enredó lo simple.

Doce asaltos, violentos; sin golpes bajos, pero contundentes.

¿Un buen año? Sí que lo fue. Y créanme, a pesar de todo, lo digo en serio: fue un buen año. Estoy sobrio y despierto.

Ya finaliza el último round y aquí va mi mejor golpe, presumiendo acabar el encuentro con la victoria a mi favor, aun cuando los pronósticos de expertos me dan por derrotado:

“El mayor triunfo de un hombre es hacer de sus errores la base para futuros logros, encontrando en sus fracasos principios para simplificar la vida y hacer permanente sus logros”.

No dejan de doler las heridas de los asaltos anteriores; aun debo reparar daños en mis actitudes, quedan respuestas pendientes, preguntas por elaborar, supongo que por eso se apresura en llegar el 2009.

sábado, 20 de diciembre de 2008

DESDE EL ALMA DE UN LOCO...

“Intentar entender el alma de un loco es, tal vez, un destello de cordura”.

Quiero despertar de este sueño confuso que resulta de reglas lógicas, que se fundamenta en fórmulas inequívocas.

Quiero despertar de este sueño que predica un equilibrio macabro blindando una realidad exacta e inquebrantable, de ecuaciones prediseñadas e inevitable.

Donde todos los caminos llevan a un solo destino, y éste no es más que un sueño inconcluso, irrepetible y jamás soñado.

Donde el espacio lo ocupa el tiempo, y el tiempo no tiene espacio. Donde la fantasía llora la risa de la realidad confusa y se embriaga de argumentos imprescindibles (cree ella) y visibles, perdiendo su naturaleza.

Quiero despertar de este sueño en el que la libertad es un brazo encadenado y la opresión danza ilimitada.

En el que la alegría es una pared que esconde las palabras de un silencio que se niega a callar y el temor yace erguido y valiente.

Sueño, a veces, con despertar de este sueño…

viernes, 19 de diciembre de 2008

DESDE EL ALMA DE UNA CUBANA.

El siguiente artículo lo he extraído (sin permiso) del blog de Brisa, CANCIONES DE LA NOCHE. Sus letras a continuación reflejan un sentimiento muy universal...
“La tierra te duele, la tierra te da, en medio del alma cuando tu no estas, la tierra te empuja de raíz y cal, la tierra suspira si no te ve mas”...Gloria Estefan.

Hace tres meses que regrese de mi primer viaje a Cuba. Como más o menos todos pudieron leer, este regreso fue muy importante para mí, ya que era un viaje añorado y soñado. Fue una experiencia con muchas caras, emotiva, drástica, alegre, me faltarían palabras para describirla. En esos quince días, además de volver a los brazos de mi familia y amigos, volví a la realidad cubana, a la vida diaria de los cubanos. La euforia del reencuentro no hizo a un lado los inevitables momentos de tristeza y reflexión.

Volver a ver la incongruencia tan grande que sigue reinando en el sistema. Las desigualdades extremas en el país de las igualdades. Los carteles con consignas trilladas y vacías. La ideología muerta y absurda que todavía el gobierno insiste en revivir. De nuevo estaba ahí, en la Cuba donde los niños pierden la leche a los 7 años y donde te tocan tres huevos al mes, donde la piratería y lo ilegal es tan común como lo es el café, donde la internet es restringida y sin embargo se venden computadoras a precios ridículos en moneda convertible. La Cuba de los apagones, de la tarjeta de abastecimientos, de las colas, de los “gusanos” y los “yumas”, de las jineteras y los bici taxis, el mundo donde nací y crecí. Y me dolió.

Me dolió sentir la tiranía otra vez, la opresión, la frustración de todos los que quieren irse al precio que sea, respirar la realidad que no sale en las noticias. Y lo admito, hubo momentos en que me hirvió la sangre, de ver como un régimen sigue mintiendo y atropellando, provocando separaciones y lagrimas. Me dolió y me sigue doliendo, como a cada exiliado, este donde este.

Y no puedo dejar de desear ahora más que nunca, en esta Navidad, que las cosas cambien para mi tierra. Que Cuba sea libre, que los niños cubanos puedan un día abrir regalos bajo un árbol sin tener ya en sus mentes los juramentos comunistas. Que ya no haya balseros ni refugiados políticos. Que el mar hermoso que nos rodea solo nos bañe con amor y ya no llore viendo huir a sus hijos. Siento que es el regalo de Navidad que todos los cubanos queremos, paz y libertad para nuestra tierra.

lunes, 15 de diciembre de 2008

DESDE EL ALMA DE UN ADOLESCENTE

Les hablaré de Ninora. Ella es la chica más linda que he conocido. Claro, ustedes pensarán que a los 17 años uno no ha visto muchas chicas, pero sé que no necesito ver muchas para saberlo.

La conocí hace seis meses. Trabajo en un restauran de comida rápida. Soy Trainer, eso se lo debo a Cheo. Cheo es un amigo, él es goajiro, decidió venirse a la ciudad de los crepúsculos, cuando era un adolescente como yo, para probar su suerte y le ha ido bien. Él es gerente, como decimos allá: Corre Piso. Me ayudó para conseguir el ascenso a Trainer. El sueldo es casi el mismo de un empleado raso pero uno goza de privilegios, además, sino fuera Trainer no me hubiese atrevido jamás a hablarle a Ninora. Pero me tocó entrenarla. Ella aprendió rápido en cada puesto, es muy inteligente. Sí Ninora, eres linda e inteligente y tienes un buen corazón, un corazón muy grande. Sabes que lo pienso, porque te lo he dicho.

Con Ninora las palabras me salen fácil; yo no podría decirle a una chica que es linda y tiene un buen corazón a menos que sea ella. Si es otra chica se me traba la lengua, se me revuelve el estomago como si estuviera dentro de una licuadora y me siento un enano que no puede hablar. Imagínense que yo estoy frente a una chama, una que no sea Ninora, digamos que es una rubia, de curvas exactas y ojos claros, con una voz melodiosa y una sonrisa que mata, (¡rayos! acabo de describir a Ninora), vengo yo y le digo algo así:

- Hola pequeña, sabes eres la chica más linda que he visto, y a juzgar por tu sonrisa debes tener un gran corazón.

Entonces la rubia, o más bien digamos que es morena, la morena me mira y explota en risa. Y yo voy disminuyendo en tamaño hasta que soy un desgraciado enano que no puede hablar. De veras, no sé si me entienden, pero eso de los cortejos a mí me parece difícil.

Un día Cheo me dijo que yo le gustaba a Rosalinda. Les juro que pasé las dos horas siguientes imaginando el momento en que Rosalinda llegara al turno, cuando de repente está ella frente a mí, en la cocina, con su delantal puesto, lista para trabajar. Y Cheo mirándome desde la oficina, esperando a ver que iba a hacer yo, ella me mira con esos ojitos chiquitos y me dice “Hola, Trainer”. Y yo solo sonrío, con timidez exagerada, veo a Cheo y el tipo muerto de la risa en la oficina.

Pero con Ninora soy un gigante. Me haces sentir un gigante Ninora. Ella vive en un edificio cerca del Tamunangue. Es un gran edificio, de lujo y todo. Pero lo que más me gustan son las escaleras, las de la planta baja; a veces, nos toca el precierre o el cierre, ella me mira y me toma de un brazo y me dice “chamo, vamos a tomar un taxi, no esperemos el transporte”. Entonces caminamos hasta la avenida Libertador y esperamos a que un taxi nos pare. Es muy peligroso estar en la avenida Libertador a las 2am. Yo no me paro allí solo a esa hora ni de vaina. Pero con Ninora lo hago, porque con ella soy un gigante y hasta sé taekwondo. Luego llegamos hasta el Edificio Cristal y ella me pide que me quede un rato, bajamos del taxi y nos sentamos en las escaleras. Allí hablamos de cualquier tontería para distraernos, y de repente ella lo suelta, me refiero a la razón por la que me pidió que tomáramos un taxi, siempre hay una razón. Me dice que extraña a su padre, que su madre le ha prohibido verlo, que su hermana es rebelde, y tantas cosas. Yo le digo:

- Nino, no llores guarita, tu eres muy linda y tienes un gran corazón, no debes llorar.

Ella me mira con esa carita que me parte el alma, tanto que quiero llorar también. Le seco las lágrimas y le digo cualquier bobada y se ríe. Juro que no he visto un espectáculo más hermoso que su sonrisa. Tu sonrisa debería tener un monumento como el obelisco, Ninora. Sonriendo me abraza, y no hay dudas: soy un gigante.

El otro día le dije:

- Caminemos por la Libertador hasta llegar a tu casa.

- ¡Qué! ¿Estás loco? Es peligroso a esta hora.

- Vas a caminar conmigo.

Ella me tomó la mano y caminamos así por toda la avenida. Ninora, yo estaba chorreado de miedo, palabra que sí, pero valía la pena sentir tus dedos enlazados con los míos. Las calles de esta ciudad son diferentes cuando se caminan contigo. Parecíamos novios. Voy a extrañar las calles de Barquisimeto. Voy a extrañar tus dedos. No podré ver las escaleras de un edificio sin pensar en ti. Pero debo volver a Maracaibo, no me preguntes por qué, no sabría decírtelo.

Ninora dice que yo vine a Barquisimeto porque ella se lo pidió a Dios. Yo me río cada vez que la escucho, me río porque me gusta como lo dice. Dice que necesitaba un ángel, que ella no me conocía, pero que yo soy el ángel que le pidió a Dios. Yo no creo que soy un ángel, pero sé que vine por ella, que fueron sus oraciones las que me atrajeron. Un día me cansé de estar en Maracaibo y pensé “a dónde puedo ir” y me vino a la mente: “Barquisimeto”. Cheo se ríe cuando le cuento, él dice que si yo soy un ángel él es Dios. Cheo, tú no puedes ser Dios, Dios ni fuma ni anda en parrandas. También dice que yo debería pedirle el “empate” a Ninora. Él es muy ordinario para hablar, no dice: "pídele que sea tu novia”, sino que dice: “pídele el empate”.

No Cheo, yo no puedo hacer eso, allí sí se me enreda la lengua. Aunque yo la quiero mucho, sí Cheo, tanto que no me gusta verla llorando, que me conformo con ver su sonrisa linda. Yo sé que tu no lo entiendes amigo, lo tuyo son los “vacilones”, como dices tú. Eso de pasar un rato con una mujer y al otro día ni la llama. Para Cheo la vida es un momentito, es un juego. Es un buen tipo, pero como dice mi padre: está desorientado.

Ninora, estoy escribiendo de ti porque acabo de tener un sueño, más bien una pesadilla. Fue horrible. Yo tenía casi treinta años, una barba sin afeitar como en un mes y estaba solo, Ninora, en una ciudad inmensa, en una casa muy grande, muy grande para un hombre solo y con barba. Yo lloraba, lloraba aterrado, no tenía futuro y el pasado estorbaba. En mi sueño era de noche porque salí al frente de la casa y la calle estaba solitaria y oscura, sentía un frío que me congelaba hasta los huesos, la luna me asustaba, Nino, la noche se reía.

En mi sueño no habían escaleras ni estabas tú, y yo era un enano, un enano. Nino, yo no quiero llegar a los treinta, me da miedo. ¿Sabes? No quiero irme, no quiero soltar tus manos, no quiero perderme tus abrazos. Voy a extrañarte, de verdad, ya lo estoy haciendo. Anoche te prometí que volvería, tú me abrazaste. Aun siento tu abrazo, te dije que me lo llevaría para abrigarme.
Yo voy a volver, Ninora. Yo no quiero llegar a los treinta sin ti. Volveré y caminaremos por la Libertador, nos detendremos en el Obelisco y te contaré un millón de historias, y le haré un monumento a tu sonrisa. Y al llegar a tu edificio nos sentaremos en las escaleras, y voy a pedirte que seas mi novia, que te cases conmigo. Me convertiré en un ángel para ti. Porque sin ti, solo seré un enano que le teme a los treinta.

viernes, 12 de diciembre de 2008

DESDE EL ALMA DE UN ANCIANO...

Hoy no tengo historias para contar. Así que olvídense de mí. Yo quisiera hacerlo, lo de olvidarme de mí. ¿Se imaginan? Despierto un día y no sé quién soy y qué rayos hago despertándome tan temprano y luego quiero arruinarlo todo al piensar: “debo averiguar quién soy”. Y creo que el subconsciente me grita: “No lo hagas estúpido, ¿no es lo que has esperado?”. Pero no escucho nada y siento la necesidad de averiguar quién soy. Voy a escribirlo en un papel y lo guardaré bajo mi cama todos los días: “si despiertas y no sabes quién eres, no lo eches a perder, ni intentes averiguar tu identidad, invéntate otra”. Ahora me río pensando que tal vez lo leo y pienso algo como: “quién querría que me desmemoriara, me están ocultando algo”. Lo del papel no servirá, igual lo dejaré aquí.

Hoy soy un anciano. Sí, eso está bien. Soy un anciano de ochenta años. Mi nombre es Sadoc. Es el nombre que me gustaba para mi hijo menor. ¿Te acuerdas Angélica? Tú me dijiste algo como: “Ese nombre es de viejo”. Tenías razón, es un buen nombre para un viejo, para uno de ochenta años que vive en una montaña. Tuviste razón en muchas cosas, ¿recuerdas lo del proyecto? Decías: “para qué quieres enredarte la vida”. Ahora lo sé, lo sé porque soy un anciano que vive en una montaña y tiene un buen nombre.

Siempre quise vivir en una montaña. ¿Tú lo sabes? Sabes que nací en un valle bordeado por montañas y me arrancaron de mi tierra cuando solo era una criatura feliz sin ánimos de tomar decisiones. Por eso me gustan las montañas. ¿Tú qué piensas?

Yo creo que mi alma quedó conectada con las montañas y por eso a veces miro alrededor de esta ciudad y extraño las montañas que nunca han bordeado esta tierra. ¿Te acuerdas de Quebrada Honda? ¿Te sorprendiste, verdad? Me veías jugar “flichitas”, caminar sin camisa por las calles, gritar al vacío que separa a cada montaña. Era alguien diferente, era un niño, o quizá un anciano.

Me gusta vivir en esta montaña y tener un buen nombre. Aquí estoy lejos del amor y los errores. Leí en mi adolescencia que el amor es como un demonio, desde entonces me parece un gran peligro eso de entregar tu confianza a alguien que puede o no tomarla y tirarla contra el piso para verla hacerse mil pedacitos como de cristal que a su vez pueden hacerse en mil pedazos más, y reírse mientras se esparcen violentamente por los espacios como conquistándolos sin razón. Soy un anciano que no hablará del amor o de los errores.

Nunca me he sentado al lado de un anciano y escucharlo hablar sin que mencione su gran amor o un puñado de sus miles errores. ¿Te conté una vez, Ange, de mi visita al Asilo de Anciano? Fue en mi adolescencia. Fue idea de David. ¿Te acuerdas de él? Te hable una vez de David, ¿no? Mi amigo, compañero de estudios, que era católico. Bueno, ya sabes cómo son. Sí, los católicos como él, piadosos, de buen corazón, con esa extraña inclinación a las limosnas y esas cosas. Él llegó y me dijo:

- Ey Gusmar, ¿por qué no vamos al geriátrico?

Y yo que le respondo:

- ¿A Punta Gorda? ¿Al Asilo de ancianos?

Y él:

- Sí vale, a ese. Hay como cincuenta ancianos, seguro y se alegran con la visita de dos adolescentes.

Así pasó, todo un día rodeado de ancianos. Creo que los ancianos son como las montañas. No te rías, Ange, como las montañas. Lo sé porque mi alma estaba tranquila allí, escuchando miles de historias, historias de amor y de errores. Recuerdo que pensé algo como “para eso son los errores, para tener algo que contarle a los adolescentes cuando uno es anciano”. Me da risa Ange, a veces pienso grandes tonterías, como eso de amanecer desmemoriado un día. Y lo del papelito y que “si amaneces desmemoriado no intentes…”. De regreso al pueblo le digo a David:

- Es cierto eso ¿no?

Él sabía a lo que me refería, supongo que David también pensaba tonterías. Y volteo hacia la ventana, donde corrían los paisajes como a 120km/h, y le susurro a nadie: “sí, eso, que la vida no es tan corta”.

Pensé en los ancianos por muchos días. En sus errores. ¿Cuántos errores crees que lamentaré un día? ¿Me imaginas, Ange? Digo, yo en un ancianato, en uno de esos asilos, recibiendo la visita de dos adolescentes. No te rías, Ange. Me da miedo ¿sabes? Sí, miedo. Tanto que lloro. Tú sabes que lloro, me has visto llorar. ¿Te cansaste de verme llorar alguna vez? Te lo pregunto en tono serio. No sé por qué me preocupa ese rollo ahora. ¿Qué importancia tiene pensar en las lágrimas que ya se han derramado?

Mejor sigo escribiendo desde la montaña con mis manos arrugadas. No sé qué esperaba de ellas a mis ochentas. Están temblando y no puedo, o más bien no debo, exigirles que no tiemblen. Uno no debería dar órdenes absurdas, que no pueden cumplirse. Lo aprendí en mi adolescencia. Creo que fue leyendo “El Principito”. No lo recuerdo bien, a mi edad no debo exigirle a mi memoria que recuerde algunas cosas. Una vez pude darle una orden a mis manos, para entonces no temblaban. Pero cuando puedes dar una orden resulta que no sabes cómo hacerlo.

Creo que voy hablarles de mi amor y de mi error. No sé por qué, pero no puedo evitarlo. Debe ser porque es lo que hacemos los ancianos. Hablamos de amor y de error. Y a veces hasta lloramos cuando lo hacemos. Tal vez no lo noten, porque las lágrimas se esconden entre las arrugas, como agua entre surcos.

No sé por qué me sigue preocupando el asunto de las lágrimas. Ange, ¿Has notado que cuando lloro me tiemblan las manos? Lo menciono porque las veo temblar. Es como si esas gotas que se rebelan al encierro y la clandestinidad tuvieran más poder que el miedo. Nunca tiemblo de miedo, lo sabes. Sabes que prefiero caminar a temblar. Claro, sabes que cuando lloro es de miedo. ¿Has sentido ese miedo? Es como un nudo que se te hace en el estomago y se va enrollando hasta apretarte la garganta y sientes que las cuerdas vocales se enredan entre si y te das cuenta que ni puedes hablar. Entonces las lágrimas te ayudan a no ahogarte, a no estar callado. Y ese nudo que te ha enrollado hasta las entrañas murmura en tu alma: ¡futuuuurooooo! Pero te tiemblan las manos por las lágrimas, no por el miedo.

Es ya media noche, acabo de prender unos leños en la chimenea. Hace un frío horrible en esta montaña. A veces veo su silueta detrás de la niebla. Cuando la veo me tiemblan las manos, pero no son las lágrimas, es la vejez y no es el futuro, es el pasado. Bajo de la montaña una vez al mes, desde mi adolescencia. A los trece pasé frente a la librería. Y la vi por primera vez, sus mejillas rosadas y sus ojos negros detrás de los anteojos, eran hermosos, quiero decir sus ojos, no los anteojos. Entré y los nervios me atacaron, siempre fue así. No pude decir ni una papa. Solo señalé un libro con mi mano, y luego otro como dando tiempo a ver si se soltaba ese nudo. Fue inútil. Salí de la librería con dos libros en mi mano, su rostro en mi memoria y las palabras aprisionadas en mi estomago.

Tenían que ser esos libros. Precisamente esos. Tú tenías que escribirlos, Gabriel García Márquez. Claro, tú te sentaste y pensaste: voy a hacer del amor un asco. Y ¡plaf! Cayeron del cielo dos historias para asustar a un adolescente. Y tuve que leer esa, justo en mi adolescencia, justo cuando descubría el amor: “Del amor y Otros Demonios”.

¿Tenías que desgraciarle la vida a ese pobre cura que se enamoró de Sierva María? ¿Tenías que asquear el amor? ¿No podías detenerte a la mitad de tus historias y saborear un buen café? Un café siempre ayuda ¿sabes? Sí, relaja y te sientes como que puedes controlar el universo entero y quieres hacerlo, para acabar con la guerra y el hambre, ¡Para darle a un cura una larga vida al lado de su gran amor!

¿Te acuerdas Ange, cuando te conté la historia del cura? Tú me mirabas y te reías, no sé si de lo ridícula que es la historia o de la fascinación con la que yo la contaba. Tal vez pensabas: “no te basta con tus problemas, tienes que leer la patética vida de un cura inventado por un escritor que tal vez nunca ha saboreado un buen café”. Lo sé, ahora lo sé porque soy un anciano enredándole la vida a los que leen y se preguntan: “¿Este loco, es un anciano o no lo es? Pero funciona a veces. Eso de meterse en la vida de un cura o de un anciano de ochenta años y contar una historia que ni uno sabe cómo terminarla. Sí, funciona, debe ser porque el alma es rebelde, y quiere probar siempre que un escritor no puede tener razón acerca del amor.

Se me pasó la vida así. Visitando la librería, señalando libros. Ayer pensé ir a la librería y hablarle, y contarle lo estúpido que he sido al creer que por confesarle mi amor terminaré en un hospital lavando las llagas de una docena de leprosos sin precaución, deseando ser contagiado. ¿No les parece ridícula la historia de ese cura? Entonces hoy me levanté y vi ese libro, el segundo que señalé aquella vez, no lo leí nunca, le digo, Señor Márquez, después de leer “Del amor y Otros Demonios” no quise leer más nada suyo. Entonces vi el título: “Mis Putas Tristes”. La curiosidad finalmente me venció. ¡Y encuentro la trágica historia de un anciano que se enamora en la víspera de sus noventas y su vida se desmorona lentamente! Usted y yo definitivamente no podríamos ser amigos. ¿Tenías que hacer un infeliz del anciano en la víspera de sus noventa?

Tenías razón Angélica, Sadoc no es un buen nombre para un niño…

jueves, 11 de diciembre de 2008

LA LOCURA DE MI BUSQUEDA...

Ella sale cuando el sol apenas se muestra. Camina por las calles, calles muertas y vivas; por donde han transitado la alegría y la tristeza; donde han reposado los sueños, los que aun son sueños y los que ahora pesan, creo que los llaman: pesadillas.

Ella respira, a veces para vivir y otras para atrapar el aire que muchos han rechazado. Hay quienes rechazan el aire porque se niegan a danzar eso que llaman vida. Otros porque no pueden atraparlo. Ella puede hacerlo; no es que quiera, sino que puede. Es su habilidad, no la ha pedido, pero la tiene. Y hay cosas, unas se llaman “habilidades”, que no pueden soltarse. ¿Maldición o bendición? ¿Quién puede saberlo? ¿Para qué pensar en ello? ¿De qué serviría saberlo?

Muchos piensan que es un mito, una leyenda urbana. Y yo, a veces hablo de ella con locura. Mis ojos brillan cuando lo hago, mis manos se llenan de vida y cuando mis labios intentan pronunciar su nombre… Es absurdo el intento.

He querido encontrarla, en ocasiones creo seguir su rastro sintiendo que es ella quien me sigue. Y no sé si jugamos o son cosas mías, pero prefiero no saberlo, ya saben ¿De qué serviría?

Sé que existe, pero creemos que saber que una persona existe y no verla es ridículo, y entonces ¡plaf! “dejamos de creer”. Menospreciamos lo que sentimos cuando no es apoyado por la vista, lo creemos un sentimiento inválido, minusválido. Pero yo he sentido que existe.

Lleva un lienzo que cuelga enrollado en su espalda, y un bolso que rodea su cintura, en él colores y pinceles, y tablas desarmadas. Cuando sabe que ha caminado suficiente y respirado lo debido se sienta. No escoge el lugar al azar. Simplemente se sienta porque ha llegado. En un banco o en el césped, debajo de un árbol o el cielo, da igual, pues ella solo se sienta. Desenrolla su lienzo ignorando al mundo con su mirada, pero sintiéndolo pasear por sus pulmones. Arma sus tablas y extiende el lienzo, y muestra sus armas: pinceles y colores. Y hace lo suyo. Yo daría la mitad de mi vida por verla haciéndolo. Le da vida a la muerte, alegra la tristeza, viste de compañía a la ausencia, le da espacio al vacío. Lo hace y no lo sabe. Ella solo se expresa. Es la naturaleza de un héroe, eso pienso: “salva sin hacerlo”, por eso no presume. Y sospecho que es la razón por la que se siente incompleta, porque lo que hace no es para ella, aunque solo se expresa. ¿Cómo lo sé? Solo lo siento, no sé si es suficiente y no quiero saberlo.

La busco, no me interesa probar su existencia. La busco porque me siento incompleto y aclaro: no soy un héroe; y créanme no podría serlo jamás. Mi búsqueda viene de otra naturaleza: cobardía.

La busco porque siento su ausencia, como si aquí habría estado, porque toco el vacío sin espacio, porque la nostalgia me asalta y por un millón de razones más. Yo no salgo junto al sol, espero que adelante sus pasos porque tengo miedo de perderme, o de encontrarme, si, de encontrarme perdido. Pero no me he sentado aquí para hablar de mí, me gustaría dibujar las letras como lo hace ella; pero solo sé escribir, es lo que hago: dejar palabras en un papel, a veces sin sentido, sin profundidad, sin propósitos, sin ánimo de ser leídas, pérdidas, encontradas, rebeldes o sumisas. Solo son palabras.

Y comparto su sentimiento, sé que ella lo siente. Ese inepto deseo de cambiar mi habilidad, ¿lo has sentido verdad? Sé que lo has sentido, sentado aquí en este banco, frente a aquel hospital, sueño que sé que lo has sentido. No sé por qué sentarme aquí, no lo escogí al azar, solo lo hice, ahora sé que estuviste aquí un día, no sé si ayer u hoy, pero estuviste. Sentiste esa tristeza que encontré aquí, estaba sentada cuando llegué, digo: la tristeza. Hoy quiero que se quede conmigo, solo conmigo, que te suelte aunque sea solo por hoy, para que puedas pintar mi alegría, para que respires mi vida.

Ahora les pregunto a ustedes que leen mi relato, al que prometo volver en breve, ¿imaginan lo que sucedería si se fusionaran las letras escritas y las pintadas? “Magia”. Sé que es la magia que muchos buscan hoy caminando por las calles y yo sé que existe esa magia, con la que se puede burlar a la misma muerte y arrancarle el destino que presume. Creo, y quiero decir “aseguro”, que esa magia inhabilita la distancia, sustituye las palabras, establece una conexión. Volvamos al relato.

Ella quiso pintar hoy, esta vez se sentó debajo de un árbol que escondía al cielo, en un banco que pisaba el césped. Frente a un hospital donde la muerte esclaviza a la vida, donde la tristeza ríe sobre la alegría, donde la compañía no es nada y da igual la ausencia, donde el espacio es solo un vacío, debo decir: “un maldito vacío”. Allí sentada intentó hacerlo, apoyó el pincel sobre el lienzo, luego de tocar los colores sin ver lo que hacía. Solo logró algunos trazos sin sentido. Sucede, pensamos que lo que hacemos no tiene sentido, ¿lo has pensado verdad? Y allí viene el “que tonto soy” “a quien le importa si lo dejo” “es una idiotez todo esto” y tantos argumentos sin fundamentos. ¿Está bien dicho? “Argumentos sin fundamentos”, ¿puede existir tal cosa? Supongo que existe, pues la siento. Da igual, son solo palabras en un papel.

Rasgó el lienzo en dos. No sé que pasó con la otra parte. Pero llegué aquí, a este banco, siguiendo su rastro, mientras sentía que sus pinceles me seguían, y he tomado este papel sobre el cual escribo, en la parte posterior de un dibujo aparentemente sin sentido, lo volteo justo en este momento…

He visto el dibujo, es cierto, no tiene sentido, es mi alma. Has dibujado mi alma, tal vez creyendo que era la tuya, tal vez lo era, ¿De que serviría saberlo? Es mi alma sin sentido.

Me levanto, y aquí dejo este papel, seguiré caminando, tal vez vuelvas a sentarte en este banco, espero no te espere mi tristeza, ¿o es tuya? Espero consigas esta nota, la dejaré debajo de este banco, frente a aquel hospital, escondida del cielo, reposando sobre el césped; tal vez este papel diga un día que fui real y tu lo fuiste, aunque lo sé, solo son palabras escritas en un papel.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

SI HOY FUERA ESE DIA...

Si fuera hoy el día, si me dijeran: hoy es el último día de tu vida…

Pensaría en escribir.

No buscaría compañía… Hoy estorbarían…

No pediría un deseo… Hoy no sé cómo hacerlo.

No caminaría si quiera… Hoy estoy cansado.

Solo mis manos se moverían. Ellas vivirían por sí solas con espíritu. Ellas caminarían por las veredas de mi alma y recorrerían incluso los rincones que abandoné. Saltarían la pared que tanto evito, y tal vez hasta la pintarían, si, creo que lo harían.

Escribiría de los sueños no concretados, de aquellos abandonados por quedar solo. Escribiría de este sentimiento que en una semana me castiga en extremo y me hace leer sin leer, caminar sin caminar, sonreír sin sentir la dicha de hacerlo.

Si fuera hoy el día, no pediría otro más… No sentiría miedo, hoy el miedo se ausenta, hoy nada podría sorprenderme. Nada.

Me burlaría de los fantasmas que rompen el silencio nocturno e intentan desvelarme. Me desvelaría pero para burlarme. Miraría el cielo, no por creer que no volveré a verlo, solo por mirarlo, porque qué otra cosa podría hacer.

Escribiría un millón de historias en una hora, y tomaría cada papel escrito y lo arrojaría por las ventanas de mi casa. Tal vez solo así alguien que pase, sabrá que una vez existió Gusmar.

Las letras tal vez quitarían el sabor amargo de mi amargura, tal vez sería dulce, como es dulce ya mi locura.

Si hoy fuera el último día, escogería entre mis amigos, a quienes son y siento de verdad mis amigos y les pediría una historia a cada uno, y les regalaría yo una a cada uno.

Escribiría improvisando, sin tener argumento, sin respetar los tiempos, sin dejarme vencer por los esquemas que una vez me vencieron.

Si hoy fuera ese día, solo diría; dame una hora para escribir.

lunes, 1 de diciembre de 2008

VEREMOS DE NUEVO LAS ESTRELLAS.

Dedicado a Beatriz, escrito por la mano izquierda de la otra parte que se sienta frente al mar de Paraguaipoa.

Fue un viernes. Salí a las 3:40am de mi empleo y me antojé de una arepa rellena con pollo. Decidí ir al Terminal de Cabimas, entre las 2am y 4am “el paisa” está justo frente a la parada de “Cabimas-Lagunillas”, ubica sus peroles en una banca de concreto destinada para los pasajeros de la línea, dejando solo una disponible para ellos.

Comer a que “el paisa” es todo un evento, para mí siempre lo es. Uno puede conseguir allí a jóvenes que andan en “rumbas”, a pasajeros que llegan a la ciudad a esas horas, o que simplemente están haciendo escala para continuar su trayecto, hombres y mujeres que esperan a algún familiar, y hasta trabajadores que cumplen horarios nocturnos y salen en la madrugada con antojos de comer arepa, alguno de ellos tal vez con sed de una nueva historia.

Cuando llegué estaba el paisa sirviendo unas arepas, la única banca disponible estaba ocupada por dos mujeres, una de tal vez 26 años de edad y la otra calculé que estaría cerca de los 30, esta última tenía un niño de 5 años sentado en sus piernas. Frente a ellas, de pie y al lado del brazo derecho del paisa, un hombre de unos 35 años de edad con actitud jovial. Detrás del paisa cuatro carros por puesto de la línea ya mencionada. Y frente a él, a espalda de las dos mujeres un auto, un corsa cuatro puertas color azul.

Me paré a la izquierda del paisa e hice mi pedido perturbado por la belleza del rostro de la mujer más joven. Sus ojos eran negros y llenos de misterios, como una noche sin estrellas. Su cabello, exactamente del mismo color de sus ojos, caía sobre sus hombros con una elegancia y soberanía que parecía ver caer la lluvia sobre las montañas. Su rostro definido por líneas delicadas, su piel blanca como la niebla que a las 6pm cubre los cerros de Aroa. Sus labios delgados y definidos, rojos como llenos de vida y poseedores de alma, tan rojos que su brillo me invitaban a ver el amanecer.

- ¿Qué más, amigo? ¿Cómo estuvo el trabajo?

La voz del paisa me recordó el por qué estaba yo allí. Conteste su pregunta e hice mi pedido, decidido a ignorar el rostro de aquella mujer inicié una conversación con el paisa mientras comía. El tema escogido: las elecciones regionales del domingo 23 de noviembre y la interpelación del ex gobernador del Zulia, elegido ahora alcalde de la ciudad de Maracaibo.

De vez en cuando sentía que ella me miraba y en una de esas ocasiones decidí enfrentar mi suposición y la miré encontrándose nuestras miradas por cinco segundos pues ella esquivó mis ojos al sentirlos sobre los suyos. De nuevo me sentí como hechizado por su belleza y está vez imaginé cómo sería su sonrisa, sospeché que quizá podría ser tan cautivante como los cantos de loreley, despertando la conciencia de cualquier alma en pena haciéndole sentir el peso de la miserabilidad de la condición humana y la necesidad olvidad de perseguir una estrella.

- ¿Otra arepa o ya está pesado?

De nuevo el paisa trayéndome al Terminal de Cabimas.

- Así está bien paisa- Respondí y pagué lo consumido.

El hombre frente a las mujeres pagó su cuenta y ella se levantó de la banca y caminó hacia el auto, el corsa azul, apoyando su espalda sobre él como dejando reposar su cuerpo. El niño en las piernas de la otra mujer se levantó y sentándose ahora en las piernas del hombre que se sentó a su lado.

Yo caminé sin pensarlo en dirección al corsa azul, pasé frente a ella y seguí mi camino solo cinco pasos adelante. Me devolví y frente a ella, le dije:

- Hola, ¿no me busco problemas con tu hermano si hablo contigo unos minutos?

Me miró directo a los ojos uniendo sus cejas.

- ¿Por qué dices que es mi hermano? Podría ser mi esposo, de mal carácter, y estarías en líos.

- Él tiene un anillo y ella también- Le dije, señalando a la mujer que ahora estaba de pie frente a su esposo mirándonos a nosotros- y, además, tienes el mismo color de ojos que tu hermano.

Recorrió con su mirada el paisaje frente a ella como aparentando no estar interesada en conversar con un extraño.

- Bien, debo irme- Dije luego de unos segundos. Ella me miró como esperando algo más, yo di la espalda y pensando en que debía decirle lo que sentí al pasar frente a ella decidí voltear de nuevo.

- Mientras comía te observaba, y debo decirte que eres muy linda. Me pregunté por qué no te vi sonreír y hace unos minutos al pasar frente a ti y verte mirando al cielo como buscando las estrellas creo que lo supe, solo quiero decirte que aunque no las veas hoy, ellas están allí; tal vez sientas que no están porque así lo dice tu vista, pero una noche de estas volverás a verlas y sabrás que siempre estuvieron allí.

Ella miró al cielo y luego me miró a mí, sonriendo. “Puedo perseguir una estrella”, pensé. Y luego murmuré:

- No me equivoqué sobre tu sonrisa.

Ella me miró interrogándome con un gesto en su rostro, sin intención de traducir con palabras su pregunta. Y yo no tenía la intención de contestarle.

- Ahora sí, debo irme. Fue un placer.

Antes de dar la espalda ella me dijo:

- Espera, ¿no preguntarás mi nombre?

- No, hoy no. Acostumbro a venir los viernes y sábados a esta hora, un día tal vez volvemos a coincidir y puede que me des tu nombre.

sábado, 29 de noviembre de 2008

CUANDO DULCE ERA LA VIDA...

- Si mueres te llevas mi vida… Sin ti yo estaría muerto.

Alirio sujetaba la mano de su esposa que inconciente era trasladada en una camilla por los enfermeros del Hospital Universitario De Maracaibo. Lo obligaron a esperar en el pasillo, mientras en el quirófano los médicos hacían lo suyo. Caminaba de un extremo a otro, giraba en círculos sobre el mismo punto. Llevaba sus manos a la cabeza y de vez en cuando golpeaba las paredes como para dejar escapar inútilmente sus nervios.

Miraba a la sala de espera y allí nos veía, los amigos y familiares más cercanos a él y a ella, de vez en cuando se acercaba a nosotros y observaba en silencio hacia el pasillo como si no existiera nada más a su alrededor.

No pasaron 30 minutos. Un doctor se acercó a nosotros su cara desnudaba el anuncio entre sus labios. Algunos se acercaron al doctor que se paró justo al frente de Alirio. Yo me quedé sentado detrás de ellos junto a otros amigos. Apenas el doctor dio la espalda Alirio caminó hasta la última silla detrás de mi, ignorando el resto del mundo, y sentado, con sus ojos abiertos, lloró en silencio. Todos lloraban, yo también lloré.

Veintidós años de edad tenía Alirio cuando murió su esposa. Apenas un año atrás se habían casado. Fui caballero en su matrimonio. Hasta entonces fue un joven de temperamento sanguíneo, soñador y optimista. En ocasiones compartimos sueños, nos reuníamos algunos sábados en su casa o en alguna de los que integrábamos el grupo y veíamos películas o jugábamos dominó hasta el amanecer. Pero tras la muerte de Dulce, su esposa, Alirio cambió por completo. Lloró muchas noches durante meses, yo lo vi llorar algunas veces; solo lloraba, nunca lo escuché haciendo preguntas o reproches, nunca pronunció una queja. En ocasiones intenté consolarlo con palabras, pero yo mismo lo sabía, solo eran palabras y hay momentos en las que las palabras estorban.

Un día nuestras vidas tomaron senderos contrarios. Amigos en común, preocupados, me informaban de vez en cuando que Alirio evitaba las reuniones y poco se le veía en las calles. Al parecer su vida se limitaba a la rutina laboral y visitas de vez en cuando a la iglesia donde él le juró amor eterno a su esposa. Yo pensaba “para Alirio, la vida perdió su sabor a Dulce”.

Seis años después perdió literalmente su fuerza. Tal era su condición que en ocasiones se le dificultaba sostener un vaso con agua. Su mirada parecía cada vez más perdida.

Anoche recibí una llamada, la voz de mi hermana menor me decía: “Gusmar, Alirio murió hace una hora producto de un tumor en el cerebro del que nadie sabía nada”.

Hace un par de horas vi su rostro detrás del vidrio del féretro, y, tal vez sean cosas mías, pero me pareció verle sonreír, pensé “tal vez encontró en su muerte el dulce sabor que perdió en su vida”. Y lloré en silencio, sin hacer preguntas o reproches, sin pronunciar una queja, así seguro lo deseó él. Pero no pude evitar, mientras lloraba, recordar aquellos sueños de los que una vez hablamos cuando dulce era el sabor de la vida.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

LO HE DICHO ANTES: ÉL ES MI HÉROE.

Mi hijo preguntó:

- ¿Papi, puedo hacer castillos de arena?

Yo respondí:

- No hijo, ya está oscureciendo. No es hora de hacer castillos de arena.

Mi hijo miró al cielo, supongo que para ver que ciertamente el sol se ocultaba. Luego posó su mirada en el horizonte y tras una pausa silenciosa me miró y nuevamente preguntó:

- ¿Papi, puedo hacer castillos de arena?

Creyendo oportuno el momento y correcta la lección lo senté en mis piernas y amorosamente le dije:

- Hijo, hay preguntas que, sin importar cuántas veces preguntes, siempre tendrán las mismas respuestas.

Debo confesar que sentí tristeza al decirlo, por él y por mi.

Tristeza por él pues sabía que en verdad quería jugar con la arena, y odio negarle sus peticiones y créanme no exagero en la forma como lo digo, realmente odio hacerlo; tengo serias razones para ello, tal vez un día les cuente, por ahora es una de esas historias que no quiero escribir.

También tristeza por mi porque de inmediato pensé en las preguntas a las que creí haber renunciado pero que nuevamente arden en mi alma por estos días. Pensé en mi vano esfuerzo por ignorarlas y no pronunciarlas otra vez; en mi resignación que no termina de sobrevivir.

Suspiré al ver los ojos de mi hijo al escuchar mi estúpida explicación. Su mirada parecía apagarse al igual que su ilusión de obtener otra respuesta. “Tal vez esa sea la expresión de mis ojos, tal vez algunos lo ven o tal vez no por mi esfuerzo al disimularlo”, no lo pensé en ese momento, lo pienso ahora mientras escribo.

Mi hijo bajó de mis piernas y se paró frente a mí y con una tonta sonrisa y sus brazos abiertos me dijo:

- Pero papi, yo sé que puedes darme otra respuesta… ¿Me dejas jugar con la arena?

Juro que quise llorar, quise hacer mía su tonta sonrisa.

- Ve hijo, ve a jugar con la arena. Yo voy a estar viéndote desde aquí. Todavía no está tan oscuro.

Hoy, tres días después, sigo pensando en ello. Y lo admito, me falta mucho por aprender… Quizá deba sentar a mi hijo en mis piernas con más frecuencia…

Lo he dicho antes: él es mi héroe.

jueves, 20 de noviembre de 2008

LA MIRADA DE NAHUM

Dedicado a Nahum, un día quiero tener tu mirada…

Trabajé hasta las 4:45am y a las 6:00am estaba en el Terminal de Cabimas, con mi maleta esperando un carro “por puesto”, para trasladarme al Consejo de Ciruma donde el pastor Fabio me estaría esperando a las 9am para llevarme a Agua Santa. En Agua Santa visitaría algunos lugares buscando respuestas y al mismo tiempo indagar un poco sobre una historia que estoy escribiendo.

Llegó el carro por puesto y tres pasajeros se embarcaron en los puestos de atrás, yo decidí ir delante, pensaba pagar los dos puestos, a fin de apresurar la salida del vehículo, cuando una joven de unos 26 años de edad llegó y le permití embarcarse primero quedando ella al lado del chofer y yo a su lado junto a la ventanilla. Pasé la mitad del viaje pensando en mi historia, ignorando la notable incomodidad de la chica, mi meditación fue interrumpida por una llamada telefónica. Era mi hermana preguntándome cuánto tiempo tardaría en llegar al pueblo, advirtiéndome que a las 8:15am el Pastor Fabio estaría frente a la casa.

Apenas corté la llamada miré a la chica y con una sonrisa decidí hablarle:

- Se te ha hecho largo el viaje.

Ella sonrió también y respondió:

- Si, bastante largo, ya me estoy volviendo loca.

- Aguanta un poco que en 20 minutos estaremos llegando, sería una lastima internarte en el manicomio del pueblo… No vas muy seguido ¿Cierto?

- En realidad es mi segunda visita, voy a cubrirle una guardia a una amiga.

- ¡Ah! Eres doctora-

- Y tu… ¿Eres psíquico?- Dijo ella con una mirada de asombro y emoción.

Yo reí pues su mirada me hizo más gracia que sus palabras, luego contesté:

- No soy psíquico, solo observo y escucho. El único lugar donde puedes cubrir una guardia un día domingo en el pueblo es en el ambulatorio.

- Tienes razón pero igual pudiste pensar que soy enfermera y no exactamente doctora.

- Supongo que tengo algo de psíquico.

Se quitó la prenda con la que sujetaba su cabello, luego lo acarició como estirándolo para finalmente sujetarlo de nuevo.

“Se siente cómoda conversando, y tal vez quiera seguir conversando”, pensé al ver lo que hizo con su cabello, así que pensando estar en lo correcto pregunté:

- ¿Alguna experiencia digna de ser contada en tu primera visita al pueblo?

- La verdad si. Fue en horas del mediodía, cubría la guardia sin novedad cuando un señor de unos cincuenta años de edad llegó con su hijo de catorce años, tenía dificultades para respirar y llevaba casi cuatro horas con un dolor de cabeza nada normal. Su padre me dijo que hacía poco más de un año a su hijo le diagnosticaron leucemia. Pero en los dos últimos meses no había presentado ningún tipo de complicaciones y ellos habían sido constantes con el tratamiento. El estado del adolescente era grave, ante su gravedad decidí ordenar su traslado con urgencia al Universitario de Maracaibo. Mientras daba las instrucciones al enfermero escuché al adolescente decir: “papi dile a mamá que recuerde que yo estaré bien”. De inmediato volteé hacia ellos y vi en los ojos del adolescente una tranquilidad que te juro me asustó. Su padre le tomó la mano y así lo llevaron adentro de la ambulancia, acompañándole en el viajo su padre y un enfermero. ¿Sabes qué sucedió?

Antes de que ella continuara su relato le respondí:

- No llegó al universitario, justo en el momento en que la ambulancia iba a cruzar el puente sobre el lago el adolescente murió y su padre ordenó a la ambulancia que volviera al pueblo, pero antes de morir, el muchacho con notable esfuerzo y ya casi sin voz dijo nuevamente a su padre: “recuérdale a mamá, papá, recuerdale…”-

Ella me miró, esta vez con serio asombro:

- De verdad, ¿no eres psíquico?

- No lo soy, conozco a Humberto Medina, el padre de Nahum, el adolescente que atendiste. Su abuelo, Guillermo Medina, es amigo de mis padres.

- Pasé muchos días pensando en la mirada de ese muchacho- Interrumpió ella reflexivamente- Me he preguntado cómo alguien puede tener tanta paz presintiendo su muerte y cómo podía él pensar en la tranquilidad de su madre. Porque yo sé que él presentía que iba a morir…

- Lo sabía doctora. Ese mañana, Nahum se levantó con un gran dolor de cabeza, pero le preparó el desayuno a su madre y luego le leyó el capítulo 14 del libro de Job. Al culminar la lectura le dijo a su madre: “Mamá, yo voy a morir, pero estaré mejor, debes estar tranquila, yo estaré bien”. Su medre le suplicó que no repitiera eso y él la abrazó. Luego durante el almuerzo Nahum le repitió lo mismo, y agregó “este dolor de cabeza no se lo deseo a nadie”. Su madre se alarmó y llamó a Humberto, y bueno, ya sabes lo demás.

Ella me miró y me dijo:

- Pues parecía estar verdaderamente seguro de que estaría bien.

- Estaba seguro. Estaba más seguro de su destino que de la misma muerte.

- ¿A qué religión pertenecía? ¿Era católico? ¿Evangélico?

- No doctora, ni lo uno ni lo otro, fíjate no le dio tiempo de ser católico ni evangélico, ni musulmán, ni budista, ni testigo de Jehová… No tenía religión, pero tenía la seguridad de que un Dios bondadoso y amoroso había enviado a su hijo Jesucristo para expiar mediante la muerte la culpa del hombre, creyendo así que después de la muerte su destino era, digamos, el paraíso. Por eso reflejaba esa mirada durante todo el padecimiento de su enfermedad e incluso el día de su muerte, por eso tuvo valor para infundirle ánimo a su madre.

Ella se quedó en silencio unos segundos y luego con gran sinceridad y como decepcionada de su meditación dijo:

- Suena muy sencillo, ¿Cierto? Quiero decir, no puede ser tan fácil.

- Técnicamente doctora, no es tan fácil, ¿no ves que se te hace difícil aceptar tan sencilla verdad? Se llama “Gracia” y ha sido el tema de todos los tiempos y todas las religiones, así que podríamos creer que es cierto, pues no es tan sencillo creerlo.

- Dime, ¿tú crees que sea así?

Esta vez fui yo quien quedó en silencio. Esa pregunta me a sorprendido tantas veces…

- Me conviene creerlo, si lo creo…

- Si convencerme de ello hará que mis ojos brilles como los de aquel muchacho, vale la pena intentar creerlo.

Y yo pensaba: “este retiro sin duda alguna será fructífero, ya comienzo a hallar respuestas”.

El auto se detuvo frente al ambulatorio y bajé del auto para abrirle paso.

- Fue un placer- Me dijo extendiéndome su mano.

- El pacer fue mío- Le dije. Pensé en darle mi nombre para conocer el suyo, pero preferí no hacerlo, para creer que aquella doctora fue solo un ángel anónimo dándome la bienvenida a lo que sería unos días de encuentro conmigo y con Dios.

sábado, 15 de noviembre de 2008

TRES O CUATRO DIAS...

Estaré ausente.

Seràn tres o tal vez cuatro días.

No es que esté cansado de bloguear, eso no pasará, pues no podría cansarme de escribir, sería como cansarme de respirar (en el sentido literal).

Simplemente me alejo de la ciudad unos días, y de mucha gente, para ver si me acerco un poco más a mí.

Y no es que publicar en el blog me estorbe para ello…

… Sencillamente tengo sed… Mucha sed…

Gracias por pasar, aquí estaré en tres o tal vez cuatro días.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

ÁNGELES QUE SONRÍEN

Dedicado a Maryurys, un ángel que roba historias a cazadores de historias…

- Déjame conocerte, no sientas temor- Dijo ella con dulzura y sinceridad. Atraída por el misterio en los ojos de él, sospechando que su silencio era el llanto de un alma herida y su sonrisa un maquillaje. Obsesionada por descubrir el origen de esas heridas, creyendo que podía curarlas con un toque.

Él la miró fijamente y su sonrisa se borró, como sintiendo una amenaza detrás de aquellas palabras.

- Disculpa, debo atender algunas cosas- Y así se excusó él. Lo dijo sin mirarla a los ojos, tal vez por temor, fingiendo distracción. Se levantó sin pronunciar una sola palabra más y abandonó la plazoleta de la facultad caminando de espalda a ella.

Ella lo observó salir y pararse frente a la parada de los buses estudiantiles.

Yo frente a ella observaba en silencio, sonriendo. Pensando que es absurdo proteger las heridas que no nos protegen, sino que nos privan de buenas experiencias; que a veces nos acostumbramos al dolor que las heridas nos producen; que inconciente o concientemente en ocasiones decidimos no renacer sino sumergirnos aun más dentro del mundo del dolor, creyendo que transitamos mas cómodamente por él porque ya conocemos sus veredas.

Pensaba también en que a veces nos resignamos a soñar con nuevos amores, sin querer despertar; que construimos logros deseados, en un mundo de fantasías que viene a constituir nuestra entera realidad; que establecemos metas por alcanzar, sin ánimo de dar el primer paso hacia las mismas.

Y ya no podía dejar de pensar, veía la silueta de aquel joven esperando su autobús y divagaba: preferimos crear personajes exitosos y audaces, leer historias de nuevas oportunidades, cualquier cosa antes de trazar nuevos intentos; a veces confundimos la soledad con el aislamiento, y otras veces rechazamos la ayuda de verdaderos ángeles que jamás sumarían daños a nuestras actitudes.

Aun así no me arriesgué a juzgarlo. Me distraje perdiéndole de vista. Miré dentro de mí y vi heridas aun abiertas para las cuales no he admitido cura. El recuerdo me señaló trayéndome la imagen de un ángel que una vez me sonrío. La memoria se unió al ataque presentándome un informe de las últimas obras que he leído, de los personajes que he creado, de las historias que he escrito, de los intentos ausentes y las oportunidades rechazadas que suman mis logros inexistentes. Al final del inventario estuve conciente de mi morbosa comodidad ante el dolor.

Cerré la obra que tenía en mis manos, la que leía antes de notar la presencia de aquella pareja frente a mí, y leí en la portada: “Los Hijos del Capitán Grant, de Julio Verne”. Entonces sonreí preguntándome desde cuando dedicaba tanto tiempo a la lectura de obras de aventuras. Levanté mi mirada y me di cuenta que ella aun estaba allí, sentada frente a mí, me regaló una cordial sonrisa que correspondí y al instante sentí que había visto esa sonrisa antes, en otro rostro. En ese momento vi al joven regresar hasta ella, no me había dado cuenta que mientras miraba dentro de mí él había dejado pasar el autobús que cubría la ruta hasta su casa decidiendo volver a la plazoleta a reencontrarse con ella que lo esperaba como segura de que volvería.

- Tal vez un restaurante sea mejor lugar para que me conozcas mientras almorzamos, ¿te parece?- Dijo él, luego de arrebatar los libros que ella sostenía en sus manos apoyándolos en sus piernas.

Ella se levantó con rapidez y lo abrazó sin decir nada, luego se separó de él y los vi caminar hasta la salida de la facultad.

“Solo es cuestión de decidir”, pensé. Busqué en el directorio de mi celular el número del ángel que una vez me sonrió. Contestó la operadora diciéndome que ella no podía atender mi llamada, que dejara un mensaje y a la brevedad posible me devolvería la llamada.

Corté sin dejar mensaje, “tal vez otro día”, me dije mientras guardaba nuevamente mi celular, y seguí leyendo el capítulo 7 de “Los Hijos del Capitán Grant”

martes, 11 de noviembre de 2008

¿QUÉ SERÍA DE KEY?

La encontré acostada en una hamaca colgada en el porche de su casa. Me acosté a su lado quedando mis pies junto a su cabeza y los suyos junto a la mía. Sus padres salieron al porche y nos encontraron en plena batalla de cosquillas.

-¡Gusmar!- Exclamó su padre al verme- ¿Cómo estas?

- Bien, gracias y ¿ustedes qué tal?

- Estamos bien- Esta vez respondía su madre sonriendo, y luego su padre me preguntó:

- ¿Me acompañas al servicio esta noche?

- Seguro no hay rollo, pasas por mí.

Así se embarcaron en su camioneta y salieron dejándonos solos a Key y a mí. Y antes de poder reiniciar la batalla pendiente ella me miró, la forma como lo hizo anunciaba alguna tragedia.

Key es una niña de 20 años muy linda e inteligente, la conocí cuando ella tenía siete años de edad y yo trece. Sus padres son pastores en un pueblito llamado “Agua Santa”, amigos de los míos. Por mi costumbre de andar de “trotamundo” no atesoramos muchos recuerdos en común, pero si suficientes para reírnos de muchos desaciertos y reflexionar en lo poco que hemos compartido. Para mi es como una de mis hermanas. Si alguien se atreve a insinuarle que entre nosotros hay algo más que amistad ella responde: “él es como mi hermano”, y yo afirmo: “si no la hubiera conocido cuando era una “triponcita” tal vez” y ella termina golpeándome con su codo en mi estomago.

Tras aquella mirada la escuché decir:

- Me caso el 29 de este mes.

La noticia me alegró al instante, ya mi hermana menor me había comentado semanas atrás que ella pensaba casarse, no me pareció buena idea de momento, pues pensé que era muy joven para emprender tal viaje, pero igual me alegré por ella, y escucharla decírmelo personalmente me llenó de emoción por ella, la cual disimulé un poco ya que ella mantenía aquella mirada. Resultó confuso para mí por unos segundos y antes de manifestar mi confusión ella llevó sus manos a su vientre dándose tres palmaditas y fue suficiente para entender, aunque hubiera preferido que no hubiese nada que entender.

- ¿Te casas por eso?- Pregunté preocupado.

- Ya veníamos planeando casarnos hace unos cuatros meses. Tuvimos que adelantar la fecha.

Quedé en silencio por casi un minuto, sin dejar de ver sus ojos. Podía hacerle un millón de preguntas, o hacerle escuchar un sermón, reprocharle por no haber tenido cuidado y esperar hasta el matrimonio, podía decirle algo como: “has decepcionado a tus padres”, o “tu falta es un grave pecado”, pude haber hecho un “acto de confrontación” o tantas cosas más. Y la verdad, tuve deseo de hacer alguna de estas, no acabo de entender por qué, pero antes de hacerlo caí en conciencia de que seguro sus padre ya lo habían hecho, ya ella había escuchado todo el sermón al respecto, también pensé en estas alturas debió haber enfrentado la directiva de la pequeña congregación que pastorean sus padres, de seguro se le había impuesto cierta medida disciplinaria, y conozco el mecanismo y las sentencias de este tipo de directivas que muchas veces terminan alejando la esperanza de perdón y un mejor porvenir. Por la expresión en su mirada supe también que ha reflexionado mucho al respecto. Así que dejé a un lado el disimulo de mi emoción y con toda sinceridad y una gran sonrisa le dije:

- Un hijo es una bendición. Me alegro- Su mirada cambió al instante, como si hubiera estado esperando una reacción así. Al ver de nuevo el brillo en sus ojos le dije:

- Tendré que prepararte un “pollo con vegetales” para celebrar- Me reí pues siempre bromeamos con esta receta, y ella me golpeó en la cabeza con sus pies mientras reía también.

Se levantó de la hamaca y corrió al interior de la casa regresando rápidamente con un ecograma que mostraba el resultado del embarazo y una prematura foto de la criatura en formación.

- ¡Tienes diez semanas! Te falta poco ya- Dije riendo.

Ella me mostraba cada parte de la criatura de tres centímetros, presumiendo que si ya los brazos se están formando, que si lo otro, yo la escuchaba atento.

- Entonces el 29 se me casa una hermanita.

El resto de la tarde se me fue durmiendo al lado de ella, me sentía seriamente cansado por el trabajo nocturno previo al domingo. Al despertar ya sus padres habían llegado y ella me tenía una torta y un jugo de piña que disfruté.

De regreso a casa pensaba en qué sería de Key sin la corrección y apoyo de sus padres y la comprensión de sus amigos. Creo que he visto la respuesta en muchas jóvenes frustradas y abandonadas… ¿Por qué no extenderles la mano en señal de apoyo?

sábado, 8 de noviembre de 2008

OH BENDITA ESPERANZA...

Y siguió caminando… Solo y sin vida, perdido y sin destino.

Sin sospechar que los brazos de la esperanza siempre están abiertos.

Tarde o temprano caería rendido ante ella, que es compañía y respiro, que es camino y refugio.

Sin saber que abrazado por ella volvería a vivir… Y vivo seguir caminando tendría sentido...

¡OH bendita esperanza mantén tus brazos abiertos!

viernes, 7 de noviembre de 2008

SOLO QUIERO ENCONTRARTE...

Anoche llegué cansado y derrotado… Y quise encontrarte…

Quise tenerte entre mis brazos y escucharte hablar en tu idioma, dulce idioma, extraño idioma, ese que me enseñaste y que una vez hablé, idioma de un corazón puro y sencillo, con el que me contaminaste y me arrancaste de este mundo.

¡Cómo extraño sentirme teniéndote aquí! Y por más que lo intento no consigo sentirme de esa forma sino estas, es que el recuerdo no me alcanza.

Extraño tu pequeña vida, suficiente para darle vida a mi vida que sin ti me sobra.

Solo quise encontrarte anoche y choqué contra esa pared, una y otra vez choqué, como si quisiera herirme yo mismo, para poder herir mi recuerdo de ti y que no me duela más al recordarte y así no verme obligado a esconder mi dolor, porque si bien duele, más duele esconderlo…

Sigo jugando como un día lo hicimos pero me faltan tus manos y estorban mis lágrimas… Sigo llamándote como si al escucharme pudieras venir, me guindo de ojos pequeños como si en ellos pudiera sostener tu alma, donde escondí una parte de la mía.

Solo quería encontrarte… ¿Por qué sentí como el peso de un pecado?

¿Qué hay de malo en querer encontrarte para suicidar esta maldita vidasinti?

Se acerca el día que no fue más día sin ti… Y otra vez querré encontrarte…

jueves, 6 de noviembre de 2008

ENSEÑAME A CONFIAR...

Muy bien, no respondas a mis preguntas…

No exigiré más explicaciones.

Intentaré creer con certeza que lo que haces y aun lo que dejas de hacer es por mi bien…

O tal vez por el bien de los dos…

Así que buen Dios, en ti deposito mi confianza… ¿Podrías enseñarme a confiar?

miércoles, 5 de noviembre de 2008

DEL BLOG DE AVA... INSPIRACIÓN SILENCIOSA...

Ava, como le conozco a través de su blog, es una talentosa joven, cuyos relatos fluyen de una inspiración silenciosa que logra poner en manifiesto infinitos sentimientos con los que todo ser humano puede identificarse. Me gusta visitar su blog, que además de buenas letras, ofrece cambiantes diseños, haciéndome sentir, en cada visita, como si entrara por primera vez.

He decidido tomar de su blog uno de los tantos relatos que me han gustado, para elegirlo he tenido que leer mis favoritos una y otra vez, queriendo postearlos todos, pero les dejaré éste, con una cordial invitación a que visiten su blog y descubran relatos impresionantes e inspiradores…
A continuación SEGUNDO SUEÑO: UN ADIOS...

Solo logré vislumbrar tu espalda cuando te fuiste, partiste tan rápido que apenas si pude ordenar mis pensamientos con las frases fulminantes que me dirigiste.

-No me esperes, no volveré, continua con tu vida porque yo ya no perteneceré a tu mundo.

Por lo menos, mi corazón logro deshacerse de tu imagen que me hacia llorar cada cinco minutos, tus palabras que tanto me destruyeron fueron borradas de mi mente y de mi alma, todo para evitar querer arrojarme al vacío. Ahora observo las cosas de otra forma, me di cuenta que no valía la pena, pero cuando a una le ciegan los sentimientos la mente deja de razonar y se siguen los impulsos.

Quisiera ser más fuerte, poder esconder mis emociones pero mis ojos me traicionan y las viejas heridas siempre amenazan con volverse abrir, a volver a herir; la vida es un delicado hilo que uno deja de aprender cuando deja de existir, porque mientras vivimos aprendemos algo nuevo sobre nosotros y sobre todo lo que vemos, escuchamos y sentimos.

martes, 4 de noviembre de 2008

LOS OJOS DE UN LOBO...

Anoche vi un lobo caminando por las montañas de Yaracuy. Su caminar pausado, desesperadamente pausado… Como calculando cada paso, pero en realidad, solo estaba cansado y, al parecer, un poco asustado…

Aun, cansado y tal vez asustado se negaba a detenerse. Lucía anciano, eran sus ojos, sí, en sus ojos se veía la vejez de su alma. A simple vista sus ojos destellaban ira y ferocidad, pero me bastó detenerme solo unos segundos y observarlo directamente a los ojos y se desnudaba la vejez de su alma.

… Silencioso… Agotado… Solitario… Lastimado…

Caminaba sediento, sin embargo, evitaba el río de quebrada honda, que cruza las montañas de Yaracuy. Pero lo supe, otra vez al ver sus ojos lo supe, no eran las aguas de río las que evitaba, era el reflejo que proyecta el río, no su propio reflejo.

¿Qué puede asustar a un anciano lobo que ha librado grandes batallas?

Seguí observando al lobo y me di cuenta que en su caminar evitaba los senderos delimitados entre los árboles, como si tales caminos fueran demasiados seguros para él. Pero la verdad, es que este lobo prefería estar bajo la sombra de los árboles…

¿De qué se esconde un lobo?

Caminaba sin detenerse, pero no pudo evitarlo…

De repente se vio en la cima de una montaña, donde nace aquel río… Donde no hay árboles debajo de los cuales esconderse…

Y frente a él, y reflejada en el río, estaba ella… La luna… Una hermosa luna llena…

Lo vi como temblar por un momento… Intentó retroceder, pero en cambio soltó aterradores aullidos… Sentí temor por un momento, creí necesario alejarme un poco. Pero miré una vez más sus ojos. Y vi de nuevo a través de ellos, aullaba de miedo, miedo a la luna, de quien se escondía mientras caminaba. Pensé que es estúpido que un animal tan feroz y temible tiemble ante la presencia de la luna… Allí desperté.

Al despertar tenía en mi mente la imagen de sus ojos, como si aun estuviera frente a mí. Miré el reloj y eran las tres de la madrugada… Luego vi la ventana y supuse que la luna estaba detrás de ella, temblé por un momento y retrocedí en mi cama…

sábado, 1 de noviembre de 2008

DESDE LA OTRA PARTE QUE SOSTIENE SUS MANOS...

Ayer apenas publiqué el post titulado: SOLO QUIERO PREGUNTAR, recibí un comentario a mi correo. Lo primero que leí fue:

“Mira las confesiones que me arrancaste cuando leí tu post...si te sirve para escribir algo… ya sabes…”

No me extrañó eso de “si te sirve para escribir algo”, es que lleva tiempo haciéndolo, con una sola frase, o con una historia ella me ha inspirado en muchas oportunidades, pero ayer cuando leí sus confesiones por un momento las confundí con las mías. Yo acababa de terminar algo que publicaré el lunes o martes y me asombró que el sentimiento que su confesiones (que son sin dudas las mías) reflejaba es el mismo que me llevó a escribir.

Y aunque un mar inmenso nos separa he llegado a creer que ella lleva en sus manos una parte de mí, tal vez por eso tenga sentido mis andares incansables… Antes de dejarlos con lo que ella me envió permítanme agradecerle por tan valiosa amistad que me brinda, por sus letras que confundo con las mías muchas veces, por las historias que me ha permitido escribir, por ser en ocasiones el deposito de tantas preguntas que nacen y parecen morir, gracias amiga… Tus confesiones que son mías son exactamente una buena apertura para este mes:

"Hoy me duelen mil cosas y se revuelven dentro de mi…

Me duele la ausencia, la nostalgia…

Me duele esta dualidad de tener que vivir con los pies en un lado y el corazón en otro.

Me duelen tantos fracasos y decepciones, me duele no tener sueños.

Me duele dormir y no querer despertar, me duele reír con esa cosquilla amarga en el pecho.

Me duele no ser lo que otros esperan, lo que otros quieran, no ser lo que yo misma (o) había soñado, me duele ser tan débil, me duele amar tanto, querer tanto, pensar tanto.

Me duelen las heridas, las viejas, las nuevas, las cerradas y las que aun están abiertas. Me duele el daño, el golpe, la memoria traicionera y punzante. Me duele sentirme lejos, aislada (o), perdida (o). Me duele la vida, y me duele no amar más la misma Vida en mi vida".

viernes, 31 de octubre de 2008

SOLO QUIERO PREGUNTAR...

¿Cómo me pierdo del camino perdido que me acerca a la distancia?

¿Cómo me libero de las cadenas de la libertad que me hacen prisionero?

¿Cómo renuncio a la compañía de la grata soledad que alimenta a mi alma solitaria?

¿Cómo pronuncio un deseo cuando mi único deseo es poder desear de nuevo?

¿Cómo espero lo mejor si cansado de esperar me he sentado aquí mientras espero?

¿Cómo querer una respuesta si lo único que quiero es preguntar?

jueves, 30 de octubre de 2008

SE ACERCA NOVIEMBRE...

Se acerca noviembre…

Estos días han sido violentos, problemas que asaltaron mi rutina me forzaron a tomar aceleradamente decisiones bajo presión… Pero hoy, una suave y cálida brisa matutina me envolvió cuando a las 4am me senté en el frente de mi casa para observar el cielo despojarse del manto negro y ver así los primeros rayos del sol. Y me pareció escuchar entre aquella brisa: se acerca noviembre…

Noviembre representa tantas cosas, pudiera pintarlo de muchos colores. De alegrías y tristezas que guardan mi memoria. De sueños inconclusos, de promesas por cumplir, de misiones abortadas, de razones para celebrar y motivos para llorar. Un mes de sorpresas, buenas y malas.

Noviembre silencia mi alma, me obliga a caminar, a abrazar con más fuerza la soledad, me hace huir para de nuevo me entregarme a la esperanza.

En noviembre miro el cielo cada mañana y recuerdo que la búsqueda continúa, que aun no encuentro ni comprendo. Recibo llamadas de viejos amigos ausentes y me recuerdan que he caminado mucho, que he visto más aun y escuchado lo suficiente, hasta ahora.

En noviembre comienzo de cero, me desprendo una vez más. Es un mes para mirar con más cuidado dentro de mí, y me asusta siempre, pues por lo general no es bueno lo que veo. Pero sonrío en noviembre, aun cuando quiero llorar… Sonrío… Aun llorando… Sonrío.

Se despierta mi locura… Nunca me toma descuidado, pero nunca puedo estar completamente preparado. Y aun cuando no me gustan las sorpresas no lamento no estar completamente preparado, pues al fin y al cabo, no es una sorpresa no estarlo.

El frío de noviembre congela mi alma, pero es un frío grato, que me permite burlarme de la muerte.

Es un buen mes para volver, por eso espero en noviembre el regreso prometido.

Es un baúl que guarda los deseos de toda una vida… Es mi cómplice…

Un verdugo que azota mis errores, que señala mis fracasos, que me lleva al aprendizaje. Es un fantasma que se burla por las noches y al amanecer se muestra indefenso, no porque lo sea, sino porque plantea una tregua a mi favor.

Noviembre desnuda mis problemas, no los que me rodean, sino aquellos que llevo por dentro, y se hacen absurdos. Desnuda también mis vicios, y desnudos me recuerdan que soy cobarde.

Mis manos no se cansan en noviembre, mis ojos no se rinden, compiten con el insomnio, mis oídos solo quieren escuchar, mis labios se sellan…

Escaparé unos días de noviembre, será inevitable, siempre lo es… Dejaré de existir por unos días, y solo seremos noviembre y yo. Escuchará mis quejas y reclamos, sentirá mis golpes en su pecho…Se acerca noviembre… Otro round y por muy optimista que quiera ser, perderé… Lo sé… Perderé. Pero solo en noviembre mi derrota resulta dulce, victoriosa

miércoles, 29 de octubre de 2008

UNA PREGUNTA CUYA RESPUESTA A VECES ME ATERRA.

Ella me ha contado muchas historias. Todas suyas. Sinceramente me asombra la cantidad de historias que ha vivido en sus cortos 28 años de edad.

Hace dos meses su tío recibió un tiro que no iba dirigido a él… Una historia que les contaré luego, aquel día, cuando al recibir la noticia llegué a su casa quedó una pregunta suspendida en el aire, una pregunta que anoche retomó su fuerza…

Ayer se cumplían dos meses de la violenta y accidental muerte de su tío. La encontré llorando en la cocina y me paré frente a ella con respetuoso silencio. Ella observaba una foto en su celular y sonriéndome entre lágrimas giró su celular hacia mí, mostrándome la pantalla. Era una foto de su niña, que en ese momento se encontraba en casa de la abuela. Una niña muy hermosa, de ocho años de edad, muy parecida a su madre por cierto. No me extrañaba que llorara mientras veía la foto.

En otras oportunidades me comentó cómo su tío fue como un padre para su niña.

-¿Te he contado lo que sucedió con él? ¿Con el padre de mi hija, te he contado?- Me preguntó ahogada aun entre las lágrimas.


Le dije que me ha contado muchas historias, pero que nunca me ha dicho por qué él no está con ella. Secó sus lágrimas, intentó recuperar la calma, y escuché aquella historia.

Carlos era un joven soñador, de escasos recursos económicos, sin títulos académicos, pero hábil para aprender cualquier labor. Él y Mary se enamoraron cuando apenas eran adolescentes y a la edad de diecinueve años decidieron casarse.

Construyeron un humilde rancho en el fondo de la casa de la madre de Mary. Un año después nacía aquella linda niña. Y luego, sin esperarlo Carlos quedó desempleado. Durante 6 meses Carlos salía a la calle buscando cualquier tipo de empleo, pero la mayoría de las veces llegaba frustrado a casa, lleno de impotencia.

-“Él quería mucho a mi niña -me dijo Mary- por las noches él lloraba viéndola dormir y me decía: Mary, pronto voy a encontrar trabajo y ustedes van a vivir como unas princesas, ya vas a ver que todo va a cambiar”.

Y así lo creía ella. Durante esos seis meses recibieron la ayuda de los familiares de ella, lo cual lejos de tranquilizar a Carlos lo hacía sentir miserable. Se convirtió en un hombre silencioso y distanciado. Un día cansado de la situación Carlos le dijo a Mary que se iría a Mérida, a otro estado, allá de seguro sus tíos le darían empleo en las tierras y luego de tres meses, en los que estaría ahorrando, volvería por ellas y todo sería diferente.

Mary lo apoyó aunque no le agradaba la idea de tenerlo lejos, pero al menos era una esperanza.

Carlos se fue. Y durante los primeros dos meses ella recibía un sobre que él le enviaba con dinero, suficiente para que ella y su niña pudieran alimentarse. Y cada tarde ella recibía una llamada de él. En su tono se notaba diferente, había vuelto a ser su Carlos.

Pero algo sucedió al tercer mes, cesaron las llamadas, y no llegó el dinero con el sobre.

Fue extraño. Carlos le había dado a ella contactos en Mérida donde podría localizarlo, números de teléfonos de sus tíos, direcciones físicas, etc. No había indicios de que hubiera planeado abandonarla. Ella se comunicó con todos los números que tenía y pero sus tíos le dijeron que llevaban días sin saber de Carlos, que esperarían una semana y, luego, de no aparecer lo buscarían.

Pasaron semanas, meses y luego un año. Y no encontraron rastros de Carlos. Sus familiares supusieron que tal vez murió ahogado en un río y la corriente arrastró su cuerpo lejos del estado.

Han pasado ocho años, Mary se niega a creer que Carlos la ha abandonado, que pueda tener una familia en otro lugar.

-“Él nos amaba, éramos sus princesas”.

Ella quiere creer que no ha muerto. Luego de contarme su historia, me miró y sus lágrimas se asomaban lentamente de nuevo mientras me decía:

- Anoche miré a través de mi ventana y lo vi venir a lo lejos, desperté a mi hija, a su princesa, y le dije “papi está de vuelta” y ambas corrimos hacia él, lo abrazamos… Pero en ese momento desperté, era un sueño. Quise mirar por la ventana, pero no me atreví.

Yo la miré, y la abracé, llevando su rostro a mi hombro y allí la escuché decir con gran esfuerzo:

- Si él está vivo va a volver. Nosotras somos sus princesas…

Y luego de una pausa que me aterró, pues supuse lo que vendría, me preguntó:

- Gusmar, ¿Crees que Dios permitió que muriera en un río?

La separé de mi cuerpo, una vez más aquella pregunta hiriéndome en el alma, la he escuchado tantas veces, un millón de veces en mis labios… ¿Pudo Dios permitir…?

Intenté que no notara mi propio conflicto:

- No lo sé Mary, no sé si sucedió, y si Dios lo permitió. La verdad, a veces prefiero no obtener respuestas a preguntas como esas, me asustan algunas respuestas. Pero algo sé y es que tú eres una mujer valiente. Y Dios ha permitido que junto a tu hija permanezcas en pie ante tantas dificultades… Eso lo sé Mary.

martes, 28 de octubre de 2008

HOY SOLO QUIERO...

Hoy solo quiero...
Encontrar una historia, pudiera simplemente publicar algunas de las que ya he escrito, fue un fin de semana interesante, y leo una buena obra de Julio Verne que despierta grandes ideas, por cierto se la recomiendo "Los Hijos del Capitan Grant", muy buena. Un poder en la narrativa que te lleva a cada lugar recorrido...
Pero bueno, trataré de encontrar una historia, una buena y ya veremos mañana, me rehúso a públicar alguna historia ya escrita hasta no encontrar una por escribir.
Saludos a todos. Gracias por pasar.

sábado, 25 de octubre de 2008

UN POCO DE LOCURA...

Si tan solo pudiera ser no ser más cobarde y atreverme una vez más, recuperar la juventud que hace rato se me fue de entre las manos.

Si pudiera ser no ser de ningún lugar y detener mi andar cansado de los andares incansables.

Si pudiera ganarle al miedo de perder, para perder ante el miedo de ganar y creer que hay una oportunidad, que vale la pena arriesgar.

Si pudiera sentirme inseguro de no estar seguro para estar seguro de mi inseguridad.

Si pudiera ver con mis ojos cerrados para poder abrirlos sin dejar de ver.

Si pudieran mis manos ser no útiles para que inútiles se extiendan a ti y sean verdaderamente útiles.

Si pudiera ser completamente no independiente para no entregar mi confianza a medias creyendo que debo cuidarme.

Si pudiera estar no estacionado en el no presente, que tampoco es futuro y no termina de ser pasado.

Si pudiera herir mis heridas y verlas agonizar hasta morir, para poder vivir sin las amenazas de mis heridas.

Si pudiera argumentar que puedo no argumentar ante la esperanza para abrazar la ilusión de esperar un final feliz.

Si pudiera ser constante en esta inconstancia en ser constante para no vacilar entre decidir no actuar y no decidir actuar.

Si pudiera renunciar al no renunciar y no estar lejos de ti cuando se que estas no lejos.

Si pudiera no callar mi silencio para que puedas escucharlo cuando estoy en silencio.

Si pudiera vaciar este vacío, para permitirte acercarte y que puedas llenarlo de no vacío.

Si pudiera desgastar el desgaste de mi alma para que renovada se alejen de mí las no buenas emociones que la desgastan.

Si pudiera cometer el error de no haber cometido algunos errores, para vestir de inexperiencia mis experiencias y así desesperar la quietud que me acerca a la distancia.

viernes, 24 de octubre de 2008

LEJOS DE LOS GRITOS DE UN CONFERENCISTA

El siguiente post lo publiqué el pasado miercoles 22 de Octubre en TSN, tal vez existan personas que me visitan que aun no conocen ese blog, les invito a visitarlo, mientras tanto los dejo con esto:
¡Tienes que pararte firme delante del Señor y exigirle tu bendición!
¡El Señor está cansado de tu actitud lastimera!
¡Pasa al frente esta noche y recibe lo que él tiene para ti!
Pensé que ya había escuchado suficiente, así que me levanté de mi asiento. No fui el único en hacerlo, la mitad de la congregación se puso en pie y caminó hacia el escenario, yo caminé al lado opuesto.
Mientras salía del local escuché los últimos gritos del conferencista:
¡Levanta tu mano! ¡Reclama tu bendición!
¡Lucha con tu ángel!
¡La victoria depende de ti!
Tomé un taxi que me llevó al hotel. Me senté en la cama, junto a la soledad de la habitación, frente a la ausencia inexistente, pero tan pesada, y al silencio de su voz, con el corazón aun lastimado y mi alma más sedienta. Llevé mis manos a mi rostro y cerré mis ojos, de cualquier forma, abiertos igual eran inútiles…
“Señor no puedo pararme firme delante de ti, al menos no esta noche… Tampoco puedo evitar tan mísera actitud… Derrotado, así me siento. No creo tener nada que reclamarte para mí, es que me cuesta creer que puedas tener una deuda conmigo…No estoy conforme con todo lo que está ocurriéndome, pero no puedo decir que no lo merezco…¿Qué puedo exigirte?Solo puedo implorar tu misericordia y favor. Sí, rogarte, es lo único que puedo hacer. Y si realmente no es la actitud que deseas, nuevamente imploro tu misericordia y favor”.
Abrí mis ojos. No sentí ningún cambio. Pero un pasaje bíblico vino a mi mente y lo busqué de inmediato en mi Biblia para leerlo. No recuerdo cuando fue la primera vez que lo leí, pero sé que antes pudo ser solo una lectura, pero aquella noche en la soledad de una habitación de hotel y lejos e los gritos de un conferencista fue mucho más que una lectura, fue el mismo Dios rompiendo el silencio y sonriéndole a un infeliz ser humano angustiado y confundido…
“Escuchando, he oído, a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tu eres Jehová mi Dios.Porque después que me aparté tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi muslo; me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud.
¿No es Efraín hijo precioso para mí? ¿No es niño en quien me deleito? Pues desde que hablé de él, me he acordado de él constantemente. Por eso mis entrañas se conmovieron por él; ciertamente tendré de él misericordia, dice Jehová”.
(Jeremías 31:18-20)
15/06/2006.

AZUL...

Disfrazaré la realidad… Por ti o tal vez por mí, disfrazaré la realidad.


Pintaré de colores este cuadro gris. Será difícil pero lo intentaré.


¿Qué puedo perder en el intento que no halla perdido ya? (Y créeme lo digo consciente de lo que significa, tengo mi inventario de pérdidas actualizado).


Le daré un color azul, como el cielo que es tuyo y es mío. El cielo que es testigo de mi leyenda, que esconde los secretos de mi historia, y ha robado mis miradas desesperadas. El cielo que se viste de negro para recibir la luna donde cuelgo mis nostalgias.


Azul será mi realidad, como es el mar cuando es espejo de nuestro cielo, y es también nuestro espejo. El mar que refleja tu carácter imponente y arrebatador, pues t has robado mi corazón. El mar que refleja mi ilusión, la que crece y se agita cuando pienso en tus ojos, como se agitan las olas del mar al sentir el hechizo de su luna.


Y pintada de azul mi realidad me burlaré de las cadenas que han intentado sujetarme, que en ocasiones seducen mi torpe espíritu que se acobarda ante lo gris.


Será azul, como las aves que ayer vi volar. Alguien me dijo que un ave azul no puede ser enjaulada, muere al instante, porque es una criatura que se alimenta de la libertad. Entendí por qué en ocasiones me ahogo y agonizo, es que tú pintaste mi alma de azul.


Azul como el recuerdo de aquel día cuando te vi y sentí tus manos entre las mías, me parece aun sentirlas mientras escribo.


Ahora que lo pienso ¿Realmente es gris mi realidad? ¿Realmente intento pintarla de azul? ¿O es azul y la disfrazo de gris, descubriendo su color cuando creo pintarla?


Tal vez la respuesta la tienes tú. Yo te buscaré, llegaré a ti, alimentaré mi alma… Y soñaré… (Si algo no puede hacer la realidad gris e evitar que yo sueñe)… Soñaré que un día estaré frente a ti, bajo nuestro cielo, frente a nuestro mar, viendo las aves azules volar entre nuestro cielo y nuestro mar, mientras te escucho decirme: “Tu Eres mi Azul”.


Posdata: “Pensar que toda la creación es Suya y Mía”.

miércoles, 22 de octubre de 2008

SOLO FUI UN TESTIGO. (PARTE FINAL).

… Mientras caminaba se atrevió a argumentar contra aquellas burlas. ¿Acaso las tecnicas aprendidas los últimos dos años no podrían permitirle el éxito en una relación estable? ¿No es ese el verdadero fin del arte de la seducción?

“Ya no eres el mismo de antes… Ahora posees conocimiento. Hasta ahora lo has usado para conquistas pasajeras, pero puedes cambiar la dirección solo debes enfocarte”.

Pasó frente al bar, tal vez ya era la medianoche cuando frente al bar decidió que esa noche no bebería. Siguió caminando la cuadra pendiente y llegó a su casa.

Al entrar a la habitación rememoró cada detalle de aquel encuentro. Se concentró primero en el color de los accesorios que ella llevaba. Él sabe que los colores que una mujer decide llevar van más allá de una combinación de acuerdo a la ocasión, de hecho el criterio de los colores convenientes para alguna ocasión esconde claves que permiten descubrir ciertos rasgos del perfil psicológico de una mujer. Luego recordó el maquillaje de su rostro. Así podría tener cierta idea del grado de auto valorización ante la presión social en su entorno. Es normal ver a una mujer muy bien maquillada en una reunión como aquella, pero más normal es ver mujeres exageradamente maquilladas reflejando así problemas de autoestima, como intentando compensar en la apariencia del rostro la carencia de destrezas sociales, revelando problemas de timidez. Analizó el desempeño de ella y las reacciones durante el abordaje, interpretó su lenguaje corporal.

Sin duda alguna aquella mujer era especial, sencilla y sincera, dulce, con criterios definidos, firme para alcanzar sus metas. Nunca me dijo como lo dedujo pero creyó saber también que ella esperaba con ilusión la llegada del verdadero amor, que deseaba soltar las cuerdas que sujetaban su ternura, que también tenía sed, sed de amar y ser amada, y no por ser víctima de alguna traición, sino porque ella había nacido para amar y solo amando se sentiría completa. Pensó que esa noche ella, acostada en su cama estaría pensando en él, recordando cada palabra que le pronunció, deseando otro encuentro, no una cita, él sabe que ella no es buena reaccionando ante las citas, ella desearía otro encuentro casual. Seguro ella soñaría con una relación en la que pudiera depositar sus ilusiones reprimidas por no haber encontrado un hombre que le brindara confort emocional.

En su habitación pretendió haber vencido a los fantasmas. Pero sintió ansiedad ante la posible decisión de abrirle las puertas al amor, sentía que perdía el control. Casi la una de la mañana, decidió salir y sentarse frente a la calle de espalda a su casa. Encendió un cigarro y lo absorbía como si del humo dependiera su vida.

La batalla aun no había terminado. Los fantasmas solo se habían ausentado un momento, el tiempo suficiente como para mutar la apariencia y cambiar la estrategia…

“¿Crees realmente que mereces ser amado?”

“¿Qué tal si terminas hiriéndola?”

“Ya no eres el mismo de antes… Tus hábitos terminarán venciéndote”.

Sintió que aquellas palabras golpeaban su alma y de inmediato se puso en pie, apoyando su espalda en la pared que cerca su casa…

“Es cierto – reflexionó – ella merece a alguien mejor”.

Y hubo un ganador, y una sentencia desfavorable para él, pero seguro a favor de ella, al menos así lo pensó él.

Casi las 2am, caminó la cuadra de regreso al viejo bar, ya saben para ahogar sus penas.

Eran las 5:15 a.m. cuando pasé frente a la plaza en dirección a la casa de la cultura y nuevamente lo vi sentado, fumando. Me acerqué, apenas me vio sonrió torpemente y me dijo: “¿Quieres escuchar una historia?”… Me senté a su lado…

Ayer supe que ella aun espera su llamada y recuerda con curiosidad que aquella noche mientras él caminaba desde donde estaban los recién casados hasta la salida de la fiesta él le envió un mensaje a su celular, el mensaje solo decía: “tengo un plan”.