En el mes de noviembre del presente año tuve la suerte de conocer a Febe, solo diré de ella que ha resultado ser una buena amiga, muy especial, por razones que no mencionaré y que en corto tiempo no podría enumerar. Febe publica en el blog IZANDO VELAS. Lo menciono porque hace días publiqué un cuento titulado DESDE EL ALMA DE UN ADOLESCENTE, y días después ella me envió un relato que me ha conmovido, sobre todo porque pudiera ser perfectamente el otro lado de la historia… Bueno no les hablaré más y los dejo con el relato escrito por Febe Mendoza:
Hay días en los que siento que el tiempo se me ha escapado de las manos, días en los que el desánimo y la nostalgia se apoderan de mi mente. En estos días de brumas tenues de recuerdos, viene a mi mente Guillermo. Lo conocí en el restaurante en el que empecé a trabajar. Él fue mi maestro de cocina. Pasábamos horas juntos ante los fogones y el horno, y poco a poco, nos hicimos amigos. Él era muy tímido y retraído, y yo no podía evitar explotar de vez en cuando en risas y algún que otro grito: tenía 16 años, la vida entera por delante, y muchas ganas de vivir. Hay días en los que me gustaría volver a sentir como entonces… Fueron buenos tiempos.
Un día, me sorprendí imaginándolo decir otras cosas mientras me enseñaba el secreto de la tortilla de patatas. En mi mente me hablaba de historias en las que aparecíamos los dos. Ese día se ofreció para acompañarme a casa. Y ese, fue el primero de todos los demás paseos nocturnos por la avenida del Libertador. Cogida de su brazo caminábamos, entre risas y charlas, hasta encontrar un taxi. Todo el trayecto en coche lo hacíamos en silencio, conteniéndonos, para luego no encontrar el fin de nuestras palabras sentados en el portal de mi casa. Fue la primera persona a la que le hablé de mi padre, el primero con quién lloré sin temor a ser juzgada… de hecho, creo que me enamoré de él esa misa noche. Imaginé un largo camino a su lado, tranquilo, reposado. Un camino lleno de las historias que me contaba para secar mis lágrimas, repleto de risas y paseos… simplemente, un camino. Junto a él olvidé muchos daños y sufrimientos.
Fueron buenos tiempos, pero acabaron: un día, anunció que se marchaba. Y se fue. No volví a saber de él. Quizá, él fue mi primer amor, el primero que pensé que era perfecto… mi primera decepción. No tuvimos prisa en ser más que amigos. Yo me conformaba con andar a su lado por las noches, después de trabajar junto a él, oyendo sus historias sobre todo. Me fascinaba, y hacía que llegara a olvidarme de lo demás. Me olvidé de besarle, de decirle que le amaba. Olvidé decirle cuán feliz me hacía, cuánto tiempo sería capaz de pasar a su lado. Mientras disfrutaba de él se me olvidó retenerlo. Y se fue.
Estos días de nostalgia, paseo por la avenida del Libertador y no puedo evitar oír el tono de su voz, sentir el peso de su brazo apretando el mío sobre su cuerpo, recordar el sonido de su risa y el brillo de sus ojos… No puedo evitar pensar qué hubiera sido de mí si esos días no se hubieran acabado… ¡quién sabe qué será de él ahora!
A veces pienso que guardo un recuerdo idealizado de esos tiempos. Fueron buenos. Esos días, a su lado, fui feliz.
Hay días en los que siento que el tiempo se me ha escapado de las manos, días en los que el desánimo y la nostalgia se apoderan de mi mente. En estos días de brumas tenues de recuerdos, viene a mi mente Guillermo. Lo conocí en el restaurante en el que empecé a trabajar. Él fue mi maestro de cocina. Pasábamos horas juntos ante los fogones y el horno, y poco a poco, nos hicimos amigos. Él era muy tímido y retraído, y yo no podía evitar explotar de vez en cuando en risas y algún que otro grito: tenía 16 años, la vida entera por delante, y muchas ganas de vivir. Hay días en los que me gustaría volver a sentir como entonces… Fueron buenos tiempos.
Un día, me sorprendí imaginándolo decir otras cosas mientras me enseñaba el secreto de la tortilla de patatas. En mi mente me hablaba de historias en las que aparecíamos los dos. Ese día se ofreció para acompañarme a casa. Y ese, fue el primero de todos los demás paseos nocturnos por la avenida del Libertador. Cogida de su brazo caminábamos, entre risas y charlas, hasta encontrar un taxi. Todo el trayecto en coche lo hacíamos en silencio, conteniéndonos, para luego no encontrar el fin de nuestras palabras sentados en el portal de mi casa. Fue la primera persona a la que le hablé de mi padre, el primero con quién lloré sin temor a ser juzgada… de hecho, creo que me enamoré de él esa misa noche. Imaginé un largo camino a su lado, tranquilo, reposado. Un camino lleno de las historias que me contaba para secar mis lágrimas, repleto de risas y paseos… simplemente, un camino. Junto a él olvidé muchos daños y sufrimientos.
Fueron buenos tiempos, pero acabaron: un día, anunció que se marchaba. Y se fue. No volví a saber de él. Quizá, él fue mi primer amor, el primero que pensé que era perfecto… mi primera decepción. No tuvimos prisa en ser más que amigos. Yo me conformaba con andar a su lado por las noches, después de trabajar junto a él, oyendo sus historias sobre todo. Me fascinaba, y hacía que llegara a olvidarme de lo demás. Me olvidé de besarle, de decirle que le amaba. Olvidé decirle cuán feliz me hacía, cuánto tiempo sería capaz de pasar a su lado. Mientras disfrutaba de él se me olvidó retenerlo. Y se fue.
Estos días de nostalgia, paseo por la avenida del Libertador y no puedo evitar oír el tono de su voz, sentir el peso de su brazo apretando el mío sobre su cuerpo, recordar el sonido de su risa y el brillo de sus ojos… No puedo evitar pensar qué hubiera sido de mí si esos días no se hubieran acabado… ¡quién sabe qué será de él ahora!
A veces pienso que guardo un recuerdo idealizado de esos tiempos. Fueron buenos. Esos días, a su lado, fui feliz.
11 comentarios:
Me encantó el otro lado de la historia ...
Que bello recordar que te hicieron feliz ...
Si, de hecho, me ha hecho desear que Ninora exista...Saludos.
:)
aaaaaiiii!!!
gracias.
Esta historia desencadena muchos recuerdos... ¡Qué intensos pueden ser esos amores adolescentes! Ha pasado tanto tiempo..., yo tenía 15 y él se llamaba Daniel... Algún día debería escribirlo.
Un abrazo.
que lindos tiempos
yo aun vivo los mejores dias de mi vida, al lado de mi familia =D ahora no puedo pedir mas.
Como siemore, un placer leerte
un beso
Ely CErvantes
Sentí una nostalgia con este relato. ¿Quién no ha tenido buenos tiempos?, y querer volver atrás.
Un abrazo,
Claudia.
Yo tambien me puse nostalgica.Linda historia Febe, gracias por compartirla.
Saludos chamito.
Hola, gracias a todos por pasar, que bueno que hayan disfrutado esta historia, escrita por Febe.Saludos.
muy hermoso lo que escribiste.
quiero que sepas que porque me gusto tu blog te nombre en el mio, espero que pases.
besos grandes y feliz año nuevo
muy hermoso lo que escribiste.
quiero que sepas que porque me gusto tu blog te nombre en el mio, espero que pases.
besos grandes y feliz año nuevo
Es una bella historia, es como a veces digo paradojicamente que hay tiempos tan buenos que jamás olvidaremos aunque no podamos recordarlos.
Saludos.
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