martes, 24 de marzo de 2009

NOS PERDIMOS...

Visitando los blogs amigos, encontré nuevo a Ava, la encontré perdida, y me di cuenta que yo también lo estoy, a continuación les dejo del blog de Ava, Inspiración Silenciosa, un post titulado “Y Me Perdí”, al que le he añadido algunas líneas, son las que están en cursivas. Saludos.

Me perdí esperando que el sol saliera para romper la oscuridad, a que se perdiera en el extraño cielo la ultima estrella que adornaba aquella singular noche con una luna enamorada; recuerdo creer que los ojos se me desgastarían por la multitud de emociones que cruzaron al observar a la gente caminar. Quise seguir los pasos de la gente, quise caminar de nuevo, pero seguía oscuro, y mis ojos temblaban por no poder ver, no camines, me dijeron y la gente se alejó, seguí perdido…

Me perdí en mis pensamientos, en aquellos en que me ensalzaba y compadecía de mi vida, en la que me burlaba de mi ignorancia y me mofaba de mis sentimientos de madurez y sabiduría, recuerdo haber visto cada extraño movimiento de las nubes con un aire filosófico. Aún más, estuve trayendo a la mente los instantes del pasado donde me sentí atraída a caer al suelo, en la que muchas veces me dejé abatir, en las que lloré, en las que odié, en las que viví en silencio. Seguí perdido, aunque en un mundo que bien conocí, pero que ha debido morir, sigue vivo, se disfraza de presente, se niega a morir, pero conciente de que solo es un espejismo, uno que puedo dominar.


Me perdí creyendo en este mundo, pensando que aquella maldad podía cambiar con tan solo desearlo, mientras que me dejaba escapar mi apatía y mi negativismo con canciones mezcladas con pasado y futuro. Lo único que quedo en mi memoria fue un pensamiento, un poema, una canción, una voz, un amor, una sonrisa, un instante...en resumen, lo que mi mente guardó y atesoró fueron pequeños fragmentos de mi vida, los cuales guardé solo para mi y mi soledad. Y perdido sonrío, pensando que a veces, solo a veces, estar perdido es mucho mejor, que puedo decidir dónde perderme…Sigo perdido.

jueves, 19 de marzo de 2009

PORQUE LA VIDA NO ES CORTA "DE DOCE YA VAN TRES"...

Un saludo a mis amigos, conocidos y desconocidos que pasan por casa, la vida no es corta, sino que a veces perdemos mucho tiempo. Aprendamos a vivir invirtiendo positivamente nuestras emociones, educando nuestras actitudes, esperanzados siempre en un mejor porvenir, que, como hace poco me comentó una gran mujer: “Un día dejará de ser esperanza”. Y tienes razón Carolina, un día nuestras esperanzas serán una realidad, sin más nada que esperar, sin necesidad de deseos adicionales. Entonces lamentaremos el tiempo perdido, gastado en odios y rencores, en comportamientos irracionales…
La vida es más que respirar, es aprender cada momento y ofrecer de lo que aprendemos, y es también aprehender y dar de lo que aprehendemos. Vivamos, sin detenernos, heridos tal vez, pero caminando, llorando quizá pero alimentándonos con esos recuerdos que motivan la sonrisa genuina e inocente que nos hace niños. A continuación les dejo un poema de una amiga, una gran amiga, que escribe con el alma y que sin duda sabe darle vida a las letras, a través de las cuáles nos ofrece de lo que a aprendido y aprehendido. Gracias Beatriz:

Va este Marzo,con nieve y sol y silencios mil.
Siento el aire nocturno y esos ruidos escondidos en la hierba,compañía soy de las horas que no hallan acomodo en ningún reloj.
Recojo los restos de una tarde,los restos de una poesía que lucha por ser, calmada la noche viene y me deja saber de su misterio y su arrebato, mucho me dice con sus ojos de día apagado.
Amando los momentos que van pasando, porque debo hacerlo para no sentir tanto los daños, y escapo hacia adentro haciéndome sorda a las notas falsas que otro va tocando, música sin alma no quiero, letras sin corazón lasmando lejos, prefiero sola amansar mi suelo de charlas con el Maestro.
De doce, tres ya van,sobrevividos, marcando espacios, y ayer una mariposa azul cayó en mi patio.

jueves, 12 de marzo de 2009

SIN DUDA...SOLO DIOS SATISFACE.

Saludos amigos blogueros. Hoy quiero presentarles a un amigo, un hermano, que además es hijo del pueblo legendario de El Consejo De Ciruma. Hace un tiempo publicó un blog que visito con frecuencia, y como le he dicho, suele dejar un grato sabor en el alma. Lo que leerán a continuación es escrito por él y publicado en su blog SOLO DIOS SATISFACE. Él lo ha titulado "Cinco de la Tarde". Espero que lo disfruten y les invito a visitarle.
"Recuerdo haber caminado por esa plaza pensando, miraba yo las palomas y los niños comiendo helados, en mi mente había un constante pensamiento, que aunque parecía aquietarse, regresaba con mayor furor, vi a una anciana cruzando lenta la calle, a un perro errante que lamía migas sobre un periódico viejo, también a chicos que jugueteaban en sus patinetas, a una pareja muy joven que estaba sobre el césped mirando al cielo.
Aquel pensamiento volvía a azotarme, no podía hacerme el ignorante. Caminé alrededor de una fuente de agua en la que había monedas, talvez de remotos deseos. Me senté junto a una niña que leía una historieta de amor, cerca de mi pasó una chica rubia que trotaba despacio, una pelota llegó a mis pies liego de haberse escapado de las frágiles manos de un bebé, al lanzársela las campanas de la antigua catedral avisaban las cinco de la tarde. Quise pasar por alto lo que tenía que afrontar, preferiría mil veces un examen de calculo diferencial a tener que vivir ese instante de angustia, un payaso hacía malabares rodeado de niños, esos que solo piensan en diversión, caminé sin estar seguro y sin terminar mi pensamiento, un triciclo se interpuso a mi paso, me detuve por menos de un instante, miré atrás y vi un grupo de chicos limpiabotas sonriendo entre sí con alegría.
Realmente hubiese preferido hacer cualquier cosa a tener que marchar, proseguí con rumbo indefinido, ya me alejaba de aquella plaza solo veía la estatua de un olvidado prócer sobre la que posaban dos gorriones café. Apenas oía a lo lejos el ruido de la melancólica campanilla del heladero, mi paso era firme cuando un mendigo me paralizó por completo, una enorme sonrisa adornaba su cara, sus anteojos negros brillaban con el sol, le di tres monedas o cuatro, no recuerdo realmente, pero sí el “Dios te ayude” que su arrugada boca pronunció, miré nuevamente hacía esa plaza, talvez pensando en perderme en la sonrisa de un niño y olvidar que ya eran las cinco de la tarde.
No se lo que pasó por mi mente; pero al poco rato estaba sentado sobre una caja de refrescos vacía, a mi mente llegó la imagen del corazón rosa que estampaba la historieta de aquella niña, sus blancas manos pasando hoja tras hoja, ya que eran las cinco; para ellos hora de mirar al cielo y del ejercicio rutinario, para mi no, no era yo uno de los niños que miraban alegres los trucos simples de un payaso, ni un gorrión que vagaba en el hombro de un personaje de antaño, no, ni siquiera la anciana que tenía suficiente tiempo para cruzar una avenida. Sentado, sin helados ni pelota, sin historieta de amor, ni sonrisas, no era siquiera una moneda oxidada en aquella vieja fuente.Sería fulminante tener que enfrentarme a aquello, yo que he desempeñado de guardacostas y domador… pero en fin, aquella plaza marcó en mi vida horas de incertidumbre, paralizado estático y con ánimo latente, miles de imágenes abordaban mi mente en un segundo: desaparecer en ese instante, ser un niño, un payaso o un tranquilo gorrión, todo menos darme cuenta que siendo las cinco de la tarde ya debía enfrentarme a mi cruel circunstancia, una plaza en la que hubiese querido ser una inerte estatua; que mis oídos estuviesen macizos en mármol, nunca haber oído el sonido de las campanas, las trenzas de mis zapatos se habían desatado, me incliné lentamente, poniendo el pie sobre un trozo de neumático antiguo, hice un lazo tras otro en el mismo zapato, pude ver una comunidad de hormigas alrededor de una galleta de chocolate, por instantes envidié a una de esas diminutas criaturas que llevan una vida aparentemente sencilla y sin complicaciones, para ellas no tendría ningún significado ver al reloj marcar las cinco de la tarde , seguirían en su trabajo, sin ningún conflicto.
Me levanté caminé erguido directamente hacia la parada de taxis, al cruzar la primera cuadra, vi dos muchachas que con algarabía hablaban en un teléfono público, un joven de arete y cabellera larga haciendo una bombita de goma de mascar, la vi explotar y él estaba tranquilo, creo que no le importaba que fueran las cinco de la tarde.Seguí mi camino sin olvidar la plaza, muy pronto ya esta frente a cinco autos sobre los cuales la luz del sol hacía un triste destello, un minuto más y estaría frente a la bestialidad que me aguardaba aquella hora, recordar las monedas en la fuente despertó en mi una sed repentina, de haber sido aquella rana no tendría sed ni estaría por abordar un taxi hacia la vertiginosa realidad, creo que de haber tomado toda el agua no hubiese podido aquietar mi sed."

martes, 3 de marzo de 2009

LOS OJOS DEL MAESTRO.

-¡Papá!- Exclamó el niño de seis años desde su cama al ver que su padre abandonaba la habitación sin el hábito nocturno. Éste, se detuvo al mismo tiempo que una sonrisa centellaba en su rostro.

-¿Qué sucede?- Preguntó aun de espalda a su hijo que guardó silencio observando a su padre volviendo hacia él y cuando lo sintió sentado a su lado, en la cama, le dijo abrazándolo:

-Sabía que no te irías sin contarme una historia- El padre acarició el cabello del pequeño, casi seguro de que el acto de contarle historias era tan satisfactorio para él mismo que superaba la emoción del niño al escucharlas.

-Hoy te contaré la mejor historia que puedas escuchar.

Su mirada se perdía entre imágenes que formaban parte de los recuerdos de su niñez. Fijó sus ojos en los de su hijo, el pequeño ubicó sus brazos detrás de la cabeza haciendo de ellos una cómoda almohada. El melancólico padre esperó hasta ver que el niño estaba listo para escucharlo. – Te contaré una historia de la que fui testigo-. Le dijo.

-Padre, ¿Eres el héroe de la historia?-. Interrumpió el niño acostumbrado a escuchar las hazañas de personajes heroicos, unos reales y otros ficticios, cuyos actos eran narrados con el fin de cultivar en él buenos principios y costumbres.

-No, aunque al día siguiente muchos comentaban mi intervención y algunos me atribuían un grado de heroísmo y otros aseguraban que fui un instrumento para el único y verdadero héroe de esta historia… No fui ni lo uno ni lo otro.

Sus ojos se humedecieron al instante, tuvo que luchar para no enmudecer a causa de la emoción y pronunciar así las siguientes palabras:

-Yo solo fui un afortunado… Años después supe que aquel día, el maestro, como lo llamaban entonces sus seguidores, solo quería apartarse de la gente, deseaba internarse en la soledad propia, lo necesitaba después de escuchar sobre la muerte de su primo Juan. Aquel día para mí, no fue un maestro… Fue mucho más…

Ese fue el inicio de su historia, y continuó:

- Pero aquel hombre nunca se doblegó ante el egoísmo, jamás priorizó sus necesidades por encima de las del prójimo. Mientras sus palabras podían impresionar al más pretensioso erudito y despertar el alma de cualquier ser humano vivo o muerto – sonrió por un momento – Sus actos, siempre en armonía con sus palabras, despertaban en el hombre la extraña ilusión de estar frente al Mesías. La tarde en la que quiso abrazar la soledad se vio interrumpida por una gran multitud, tal vez cinco mil personas le rodearon, tal vez diez mil ojos le observaron, y la misma cantidad de brazos se extendieron hacia él... Esperando recibir.

Inclinó su rostro, movido por una solemne indignación y con tono melancólico dijo: - …Sin nada que ofrecerle al maestro, ni siquiera apoyo, él que nunca esperó recibir nada y siempre estuvo dispuesto a dar – Levantó el rostro fijando nuevamente sus ojos sobre el niño para continuar:

-La noche nos sorprendió. Y todos, algunos más conformes que otros, decidimos partir. Cada cual a su refugio, sin preguntarse ninguno por la suerte del maestro bajo el manto de la noche. Pero Él no era un maestro; era el Mesías. Y sin siquiera tomar en cuenta la actitud de ninguno, tuvo compasión. No nos permitió partir, no sin antes alimentarnos a todos: a los conformes y a los inconformes. Yo paseaba entre la multitud con mi canasta, llevaba en ella cinco panecillos de cebada y dos pececillos. De repente alguien se acercó a mi y me dijo que le diera mi canasta que el maestro quería con ella alimentar a la multitud. Escuché murmurar a alguien que “era una locura”, unos me decían: “no se la des”, “quiere aprovecharse de tu inocencia”. Otros me dijeron que aquel era un bribón que quería alimentarse con mi vianda. Otros rieron pensando que el hombre que me pidió mi vianda en nombre del maestro hacía un chiste. Pero yo era un niño, no sabía sacar cuentas. Le entregué mi canasta y al cabo de unos minutos toda la multitud se alimentaba con mi vianda, incluso aquel que dijo que lo que pretendía el seguidor del maestro era una locura.

El niño escuchaba el relato fascinado. Como es de esperarse no mostró asombro adicional por la cantidad de hombres alimentados con la vianda de su padre. Es una virtud de los niños burlarse de las cifras que a los adultos enloquecen. A un niño le asombra el amor incondicional de sus padres, el latido de un cachorro que lo recibe cuando llega del colegio, la bondad de los abuelos, el canto de las aves sorprendidas por el amanecer, el color del cielo mientras se prepara para el abandono del sol y la llegada de la luna. ¡Pero números! Ni lo intentes, da igual un millón de estrellas sobre el cielo a una, de hecho para un niño una estrella siempre es suficiente.

El padre ajustó la cobija al cuerpo de su hijo, ritual con el que acostumbraba a anunciar los finales de sus historias. Y luego que hubo hecho esto con una nostalgia más notable prosiguió su relato:

-Cuando la multitud sació su hambre, los seguidores del maestro recogieron lo que sobró. Yo aproveché aquel momento para acercarme al maestro. Parecía distraído, tal vez pensaba en los buenos momentos que vivió junto con su primo Juan. Él estaba de espaldas, pero creo que sintió mi presencia porque volteó clavando su mirada directamente en mí. Vi sus ojos, no eran ojos de hombre, eran profundos y llenos de pasión; brillaban como el sol, ardían en el corazón. Sentí que estaba frente al mismo Dios. “Eres el Mesías”, pensé y al instante Él me sonrió; sentí que no había pensado, que había hablado con Él. Años después un hombre me dijo: “Vi al maestro colgado en un madero, azotado y burlado por los hombres, algo me hizo pensar que era más que un maestro porque sus ojos estaban llenos de paz en su notable agonía, pensé que estaba frente al mismo Mesías, de inmediato Él me miró fijamente y sonrió, creo que Él escuchó mis pensamientos”.

En ese momento el niño mostró gran asombro.

-Padre, es la mejor historia que me has contado -. El padre sintió que un sentimiento indescriptible su espíritu, pensó que realmente nada podía compararse con el acto de contarle historias a su hijo. El hijo sintió los labios de su padre sellando un beso en su frente al mismo tiempo que un par de lágrimas humedecían su cabello. Luego lo escuchó decir:

-Aquel día, mientras el sol se marchaba y la luna se mostraba tímida fui un niño afortunado. Cada vez que veo tus ojos recuerdo a aquel Mesías y siento que sigo siendo un niño, uno muy afortunado.

Así el padre abandonó la habitación tras recibir un abrazo de su pequeño que ya solo en la habitación con sus ojos cerrados pensó: “maestro, yo también creo que eres mi Dios”.

Y yo creo que desde el cielo Él mantiene sus ojos fijos sobre el niño, escuchando sus pensamientos, al mismo tiempo que una sonrisa se dibuja en su rostro.