miércoles, 12 de enero de 2011

ALGÚN DIA LO SABRÁS... (A MANERA DE PROLOGO).

Tal vez tarde, así lo pensé al comenzar a escribir; tal vez a tiempo, un rayo de ilusión que atravesó mi alma y me hizo soñar. Soñando la vi tan cerca de mí a través de mis letras, riendo y llorando, con sus ojos cargados de experiencias e imágenes que compiló lejos de mí, pero reunidas en sus ojos apuntaban al alma de mis letras, letras que son mi alma y que hoy, tarde o a tiempo, decidí dejar escapar para jugar con el tiempo y el espacio, y así darle la oportunidad a mi sueño de cruzar al mundo despierto.

Y es que mi mundo no fue el mismo sin ella, ni antes, ni después. A veces pienso que solo existí cuando ella estuvo cerca de mí, fueron buenos aquellos días, tantos que algunas veces soy tentado a pensar que no existió, que solo fue un sueño y que mi vida fue siempre un desastre y la idea de encontrarla mi tormento. Es mi memoria que ya cansada y anciana juega conmigo y yo se lo permito porque a mi edad no es mucho lo que puedo permitirme. Hoy soy solo eso, un anciano, mis ojos también están cargados de imágenes, de fracasos, errores y de logros. Y he aprendido a no lamentar mis errores, ya es tarde para lamentos, a no llorar mis fracasos, tantas lágrimas lloré y ellas no pudieron llevarme de vuelta al pasado para remendar los pasos mal andados, he aprendido que cada logro alcanzado es solo eso: un logro alcanzado. Tal vez perdí el sentido del gusto y no le encuentro sabor a la vida, o tal vez ella era la vida y desde su ausencia no hubo vida.

Nunca fui tan melancólico, pero hoy que la recuerdo y escribo para ella, mi alma suelta las amarras con las que secuestrada estuvo prisionera tan dentro de mí que la perdí de vista y desconozco hoy su aspecto, como también desconozco mis letras. Sé que ella reconocería mi alma, o quiero creer que así sería, me sorprendo al verme iluso soñando con que algún día estas mis letras, lleguen a sus manos y ella al verlas reconozca la historia y me recuerde, quizá nunca me olvidó, como yo nunca la pude olvidar, y mis letras la traigan a mí, o me lleven a ella. Algún día ya es una frase en mi contra, y he recorrido su espacio en el tiempo que me sobró, pero no me queda ya mucho tiempo y sé que tampoco resta mucho espacio. Por eso todo mi esfuerzo, que no es mucho ya, lo dirijo a la culminación de este manuscrito, y voy escribiendo como un sediento atraviesa un desierto con la esperanza de encontrar un charco si quiera donde calmar su sed. Quisiera vivir para alcanzar a verla de nuevo, he comenzado a ver cada día como un milagro al encontrarme despierto en mi cama en cada amanecer y sonrío a veces por la idea de que pudiera ser que el propósito de tan necio milagro sea llevarme hasta ella una vez más.

martes, 11 de enero de 2011

CRONICAS DE UN DESPERTAR... (NO ES PRETENSIÓN DE IMPONER).

Haber despertado, y lograr cambiar mi perspectiva sobre cualidades como la debilidad y reconocerlas como potenciales estructuras para un cristianismo como escenario que pueda derrocar ese cristianismo de historieta, ese mundo de cristal del cual emergí, me permitió tomar más en serio mi relación con el tiempo y el espacio al cual irremediablemente estoy sometido, me permitió intentar centrarme más en mi búsqueda y ver más allá de los límites sectarios a los que por años estuve sometido.

Comencé a preocuparme más por los asuntos tocantes al encuentro de un Dios, dejando a un lado los conceptos prefabricados con el paso de los siglos y que vinieron resultando de la mezcla de visiones culturales y contextos atados a diferentes edades, cuando esto sucede te das cuenta que no tienes dios, porque no te has preocupado realmente en buscarlo sino que te has entregado a la suerte de las interpretaciones y dibujos heredados. También quise entender la obra de Cristo, conocerla, y ocurrió lo mismo, me estorbaron los sermones que hasta entonces le daban matices favorables al sistema cristiano heredado y protegido fanáticamente, también las doctrinas que intentaban mostrarse como interpretaciones de sus palabras y actos, odié la osadía de quienes viciados por las estructura de un sistema opresivo se proclamaban a sí mismos voceros de los designios divinos y en nombre del Cristo proferían supuestos deseos de él, como si éste fuera un muñeco sentado en sus piernas y ellos ventrílocuos frente a sus oyentes. Pude desnudar conceptos como unción y sujeción, entre otros, cuyas estructuras conceptuales indican que han mutado desde su origen al ritmo de las ambiciones y metas del sistema convirtiéndose en estrategias para oprimir y suprimir todo tipo de rasgos que indiquen el despertar del individuo y la rebelión ante las incongruencias y contradicciones en las doctrinas que promueve el cristianismo heredado y ante sus intenciones proselitistas.

Comprendí que el ser humano a través de la historia ha reclamado su independencia frente a la opresión religiosa, política, económica, y demás. El surgimiento de rebeliones y reformas dentro del mismo cristianismo es prueba de ello, el hombre ha intentado desprenderse a través de los siglos de la manipulación a través de la religión, queriendo demostrar que su sensibilidad hacia la “sed espiritual” no lo convierte en un monigote de ningún sistema religioso. Pero de esa misma forma la historia refleja que la obstinación del hombre y sus ambiciones llevan a institucionalizar los caminos emprendidos con libertad como esclavizadores. Sucede porque el despertar sugiere una constante génesis, reforma, nos reclama como forjadores pero para que el desempeño de nuestra responsabilidad como tales sea eficaz, para que podamos construir un escenario acorde a lo que en principio nos movió debemos mantenernos alertas, regenerando nuestros métodos, examinando nuestras intenciones y propuestas. Debemos mantener nuestra disposición a la debilidad. ¿Podemos forjar un nuevo camino? Creo que más bien un nuevo modelo que sirva para la construcción de un nuevo camino. Y hay una gran diferencia entre un nuevo camino y un nuevo modelo, entre un nuevo cristianismo y una nueva expresión del cristianismo, un nuevo sistema y un nuevo escenario para la constante génesis de los sistemas.

Despertar no es pretender imponer, no nos impulsa a “un nuevo destino”, a “un nuevo propósito”. El hombre siempre como masa o sociedad ha querido como destino una mejor calidad social y ha asumido como propósito un mejor desempeño para la construcción de su destino. Haber despertado me permitió saber que puedo tener un concepto propio de Cristo y una interpretación inédita de su obra. Y aprendí a ver a mi lado antes de ver hacia arriba, que importa el mundo ahora, como escenario ahora, que importa el mundo mañana, como escenario mañana, pero que para llegar al mañana debo hacer lo que ahora me corresponde. Cristo actúo cuando caminó en esta tierra, actuó de tal forma que afectó el escenario en el que desempeñó su actuación, el mundo que conoció, transformó la forma como muchos veían la sociedad y propuso con sus palabras y actuación un mejor orden social, y su obra sirvió en un período de transición de tal forma que en un período siguiente aquellos que se decían seguidores de Cristo construyeron a partir de su actuación, porque él había dejado su actuación y palabras como herramientas.

Despertar no es correr hacia otro mundo de cristal, no es escribir otra historieta, es ver la realidad que nos rodea y asumir nuestro rol social, nuestro desempeño como agentes en un período de transición, en el que estamos obligados a dejar herramientas para que en un siguiente período se continúe la construcción de un mejor escenario. Es asumir nuestro compromiso con los valores que vimos ausentes en aquel sistema al cual pertenecimos o nos sometimos, cuya ausencia nos arrinconó a despertar, y mantenernos en constante génesis para no viciarnos de actitudes dogmaticas que puedan llevarnos a la tentación de proponer o construir estructuras de opresión expresadas en formas novedosas. Nuestro rol social nos llevará constantemente a proponer reformas en las estructuras sistemáticas que surjan como parte de un nuevo orden en el escenario humano, y estas reformas deberán abogar a favor de que se mantenga el respeto hacia las distintas expresiones ideológicas, lo cual podría resultar dificultoso pues se deberá apuntar en contra de las estructuras opresivas y actitudes limitante de muchos sistemas que con sus metas proselitistas, métodos ortodoxos, recursos dogmáticos continuarán proponiendo un escenario hostil y contrario a la evolución social. Hoy después de transitar junto al tiempo por la ruta del despertar, mientras actúo en el espacio donde me ha tocado estar, sigo buscando, intentando sugerir estructuras débiles sin pretensión de imponer sino más bien de aportar para un escenario dócil, donde el bienestar social y humano esté por encima de cualquier pretensión dogmática, y a veces creo saber que esta fue la intención de Cristo…

CRONICAS DE UN DESPERTAR... (NO ES DEBILIDAD NEGATIVA).

Así lo creí, pensé que la debilidad era negativa y por mucho tiempo estuve aislado de los grupos religiosos, de reuniones eclesiásticas, de los debates teológicos, de las conversaciones tocante al cristianismo o cualquier otro sistema religioso, intenté conservar algunas amistades cultivadas en aquel mundo en el que fui criado y que había empezado a estorbarme, pero pronto descubrí que en la mayoría de ellos reinaban las mismas actitudes que regían el sistema opresivo del cual huí. Muchos se alejaron marcando un jamás regreso, exponiéndome con altiva honestidad sus argumentos que me etiquetaban de hereje y peligro para lo que llamaban relación con “Dios” y práctica de los principios cristianos, muchos de éstos me acusaron de tropiezo en sus crecimientos; otros sencillamente abandonaron la cuadra sin explicar ni intentar comprender, de vez en cuando enviaban mensajes o llamaban justificando la distancia con excusas y explicaciones de ocupaciones y complicaciones hasta que ya ni siquiera el remordimiento los mantuvo cerca.

Debo reconocer que en cierta forma me afectó todo aquello. Por una parte sentía que me desprendía de toda una vida, sin embargo, mi carácter nómada (puesto que fui criado de mudanza y mudanza por el ejercicio eclesiástico que desempeñaban mis padres dentro de una organización cristiana) me permitió adaptarme a una vida sin grupos. Enfrenté el miedo de estar equivocado, y noté que precisamente ese miedo es el que puede mantener viva la sed que nos mueve hacia direcciones desconocidas, aprecié el valor de la duda, de cuestionar todo cuanto creí correcto e infalible, y descubrí que la duda es aliada a la sed de la verdad, del conocimiento, de la búsqueda. Pero el cambio de mi percepción sobre el miedo y las dudas no fue inmediato, ya que erradas creencias al respecto se habían arraigado en mí.

No se permite la duda ni el miedo dentro de un sistema, se condiciona al hombre a aceptar y repetir tanto una doctrina vestida de argumento hasta que se acepta como convicción y se hace racional sin haberse razonado; la duda y el miedo es enemiga de un sistema y dentro de él se consideran “demonios”, “actitudes negativas”, “productos de la carne”, “falta de fe”, porque sencillamente debilitan en el ser humano su disposición a mantenerse esclavo a un sistema de creencias aceptado como verdadero y único bajo los efectos sensacionalistas de sus espejismos. La ausencia de la duda y el miedo fortalece un sistema y lo hace perenne, mientras que la presencia del miedo y la duda esto desnuda la tradición como método y autoridad debilitando su transición ortodoxa.

Dentro del cristianismo heredado, ortodoxo, tradicional, troncal o como quiera llamarse al sistema cristiano que es producto de un progreso forzado y su ambición de trascender y mantenerse al control de las edades, el miedo y la duda son sinónimos de debilidad y la debilidad es un rasgo negativo. Dentro de sus fronteras se estimula una actitud de competencia que otorga el derecho de reclamar la admiración y el respeto, esta actitud adjudica el deber de actuar con arrogancia y transfiere la atribución de menospreciar a aquellos que consideraban inferiores. Es contradictorio a lo que en palabras se pregona y a la actuación de Cristo, así que se justifican ciertos principios con pasajes escriturales que bien pueden ser considerados como testimoniales o históricos y no como relatos que pretendieron arrojar presupuestos éticos para un sistema religioso. La debilidad es menospreciada y todo aquello que se considera sinónimo de debilidad. Cualquier laico dentro de algunas de las congregaciones que pretenda cuestionar algún aspecto doctrinal es presa de la debilidad. Por lo tanto muchos prefieren mantenerse dentro de estas esferas callando y distrayendo sus dudas y miedos, para no quedar excluidos del grupo o sufrir los penosos métodos disciplinarios destinados a erradicar lo que se considera “demonios”, “actitudes negativas”, “productos de la carne” o “falta de fe”, ya que la debilidad es un paso a la herejía y puede convertir al hombre en ateo, pues todo aquel que no someta su cosmovisión a la concepción tradicional y heredada de “Dios” de inmediato es ubicado entre las garras del ateísmo y señalado como una infección en potencia al bienestar espiritual de quienes le rodeen.

Así que de alguna u otra manera pensamos que es mejor estar aislado, para que no se nos tilde de débiles, o acuse de hereje o ateo, para que no se nos etiquete fuera de un mundo donde ya no somos etiquetados, para que nos se nos arrincone a un grupo que tal vez tiene su propio concepto de debilidad con el que se intenta coartar las expresiones de dudas y miedos que continuarán porque hemos despertado, y estar despiertos es sentir la realidad y verla, es reconocer una sed que nos mueve a buscar nuestro origen, es ver al prójimo como a nosotros mismos y por lo tanto respetar la forma en la que decidió buscar, es preocuparse por el mañana, sumar al bienestar social, es descubrir que somos una pieza importante en la construcción de un escenario con mejores condiciones a favor de la vida y el desarrollo de la misma. Pero así como el despertar no es sinónimo de debilidad negativa, también he visto y he dicho que no es camino solitario. Aunque al principio nos sentimos débiles y puede que nuestra debilidad nos avergüence.

En aquel entonces, cuando finalmente acepte mis miedos y dudas, y decidí que no me reprimiría de reconocer y prestar atención a mi debilidad para continuar mi búsqueda pensé que no sabría qué dirección tomar, a dónde apuntar… Suele pasar, crees que compartir o expresar tus dudar te hará verte como una persona sin carácter o “inmadura en la fe”; pero tal vez aun la duda de expresar tus miedos y el miedo de hablar de tus dudas sea catalizadores para la construcción de tu vida como un escenario que sirva como refugio para el nacimiento y evolución de tu vida como una mejor expresión. (Así como la debilidad como estructura de un sistema le permite servirse como escenario evolutivo acorde para el surgimiento de un nuevo y mejor hombre o expresión humana y por lo tanto una mejor sociedad, por lo tanto incrustar la debilidad como estructura del cristianismo lo llevará a servirse como escenario para el renacimiento de la religión y la espiritualidad, y tal vez como un modelo para la renovación de los sistemas políticos, económicos, éticos, etc. Por lo tanto puede que el despertar del cristianismo como sistema colectivo puede ser el inicio de su evolución).

CRONICAS DE UN DESPERTAR... (NO ES CAMINO SOLITARIO).

Hace algunos años pensé que sí, que éste era un camino solitario. Y cada vez que me reúno con alguien que ha despertado y ha logrado mantener con vida su búsqueda, luego de sufrir las decepciones al descubrir las ficciones e incongruencias estructurales del cristianismo heredado, me doy cuenta que también lo pensó al despertar.

Es lógico que así sea. Como muchos de ellos, y tal vez como tú, yo estuve inmerso en un mundo de cristal, un cristianismo construido sobre bases y filosofías que por tradición se aceptaban sin confrontación, cuyas incongruencias se justificaban con argumentos sin argumentos, de hecho llamados argumentos por su “antigüedad”, sin importar que su permanencia a través de los años se debe precisamente a que nadie se atrevió jamás a cuestionar su racionalidad; estuve inmerso en un mundo de cristal rodeado de gente que al igual que yo creía con sinceridad que aquel era el camino correcto, gente que tenía una sed de encontrar respuesta y cuya sed fue perdiendo su agonía al ser calmada con “sustancia ortodoxas”, sustituyendo aquella sed por un sentimiento tonto de miedo a encontrar la verdad fuera de un espejismo mal llamado verdad. Fue difícil descubrir y aceptar que aquellas bases y filosofías contradecían al mismo a quien reclamábamos como fundador del sistema que reconocíamos como único camino y única herramienta de búsqueda, fue dificultoso reconocer que aquel sistema incubaba actitudes en nosotros que nos hacían actuar de forma contraria a las actitudes y comportamiento del “fundador” del sistema; mucho más difícil fue reconocer que esa figura y dibujo de historieta a quien llamábamos Cristo no era el mismo de quien realmente hablaban los relatos bíblicos, pues ese Cristo nunca habló de un sistema, ni siquiera mostró interés en fundar uno o ser registrado como autoridad por algun sistema.

Una vez que descubres estas cosas y aceptas la realidad, sientes que todo un mundo ha dejado de existir, te preguntas si habrán otros que hayan escapado de aquella fantasía. Pero no termina allí, queda un vacío, ya hay conductas viciadas, comportamientos condicionados, temores que se anidaron en tu sistema de pensamientos y de alguna forma aquella fantasía te mantenía distraído del vacío, justificaba tus vicios y generaba las condiciones para los comportamientos aprendidos y aceptados como apegados a una ética doctrinal que regía aquel sistema de pensamientos. No sales al mundo real gritando que crees haber descubierto una gran mentira, ni creando un movimiento paralelo para intentar apegarte a nuevas expresiones éticas que te permitan justificar tu comportamiento, no si realmente has despertado. Sales al mundo real queriendo descubrir, sí, pero intentando no influenciar a nadie porque ya has visto el peligro de influir sobre otros llevándolos por un camino equivocado, o pregonándolo camino exclusivo; te cuidas también de ser influenciado, vas aprendiendo que existen muchas expresiones del camino o la ruta que crees que debes seguir, y que muchos solo intentan alimentar su ego mediante la satisfacción de ser reconocidos guías en algunas rutas.

Observas a tu alrededor, te das cuenta que puedes respetar las herramientas y camino de búsqueda de cada quien, de momento te asombras, pero reconoces que es parte de la dinámica de aceptarte en un mundo real en el que la pluralidad es constante, no puedes vivir luchando en contra de todo lo que te rodea, eso no es amor ni seguir la paz. Pero sucede algo más, sientes que aquello que oprime al hombre debe ser oprimido, y debe ser erradicado porque precisamente eso atenta en contra del hombre. Intentas clasificar cuáles son las estructuras que hacen opresivo un sistema: aquellas que para mantenerse erigidas reclaman el sometimiento a ciegas de la voluntad humana, aquellas que para ser útiles deben apuntar en contra de la pluralidad, las que para mantener al sistema vigente y bien posicionado van en contra de la inclusión y fomentan la competencia, las estructuras que justifican la exclusividad y reclaman márgenes que mantengan distantes al hombre de las corrientes y pensamientos contrarios al sistema que sostienen. En resumen te das cuentas que las actitudes ortodoxas, dogmaticas, proselitistas, excluyentes y absolutistas son precisamente actitudes de un sistema cuyas estructuras apuntan en contra de un escenario más humano y social.

Examinas la ambición de un sistema viciado con esas actitudes, y comienzas a soñar con un sistema reconciliador, o más allá de eso, con un escenario que permita la libre actuación del hombre y libertad en su búsqueda, sueñas con que ese escenario pueda servir como cuna del nacimiento de una nueva sociedad, por lo tanto de un nuevo hombre, una expresión más humana de las características y condiciones de la sociedad, que arroje sistemas de orden social más productivos y afines al bienestar humano y a la evolución de sus sistemas políticos, éticos, económicos, etc.

Piensas que tal vez la decepción de un camino auto nombrado espiritual y que dista de la realidad humana te ha llevado a vincular tu búsqueda con un extremo terrenal, así que guardas silencio, decides hacerlo por mucho tiempo porque crees que estás solo, que pregonar tu conclusión sería exponerte a la burla por iluso, que tu “descubrimiento” es utópico, que tus argumentos se confundirían con presupuestos liberales, y no saliste de un bando ortodoxo para militar en filas liberales, ambos son sistemas opresivos, la expresión liberal dentro del cristianismo y otros sistemas tienen sus versiones de actitudes ortodoxas, dogmaticas, proselitistas, excluyentes y absolutistas. Así que crees estar solo porque no perteneces ni a ortodoxos o conservadores ni a liberales, porque no reconoces un conjunto de doctrinas como autoridad y te niegas a aceptar alguna percepción del cristianismo como infalible.

Te das cuenta que no es importante ser cristiano, después de todo el concepto actual del cristianismo dista de lo que con su obra Cristo señaló. Así que te niegas también a ser etiquetado, pero ves que todos a tu alrededor son agrupados o se agrupan bajo las sombras de alguna etiqueta, así que piensas que estás solo…

miércoles, 5 de enero de 2011

YO SIN TI...

Sin silencios me quedo, es que ya no sé cómo callar, pero tampoco qué decir… Mi paciencia se impacienta y mi intranquilidad cruza sus brazos sin saber qué hacer. Sin ti todo es anormal, tanto que no sé ya qué escribir y tengo tanto qué decir…Las letras desfilan con esperanza de que tú observando tropieces y tropezando te enteres que aquí estoy yo, esperando con mis manos en los bolsillos, buscando una razón para no razonar y descubrir que el tiempo avanza a un ritmo que sobrepasa mi finito aliento…

Sin soledades me siento, ya cansado nada importa, y sin soledades espero al día en el que ya sin esperas llegues y me salves, porque es condena estar aquí, porque es un infierno estar sin ti… Ignorando razones y buscándolas luego, dibujando sin colores, cantando sin canciones, sin un camino para transitar mientras camino, sin un lugar para reposar mientras reposo… Es que no queda nada y yo soy nada, es que tú lo eres todo y no sé dónde estás… Y mil preguntas me rodean, buscando respuestas, y mil respuestas apuntan en mi contra, buscan preguntas…

Sin vida vivo, tengo vida sin vivir, hoy no sé cómo decir, no sé a dónde ir, no sé por qué seguir… Hoy soy vacío dentro de un abismo, soy hogar desolado que camina desiertos desorientado, buscando un alma que le ocupe, llorando recuerdos que sin memoria se esfuerzan por recordar. Soy caos, caos infeliz que ya no avanza, que no destruye, que no hace nada, caos frustrado perdido en laberintos sin finales, atado…

SERIE COMPLETA DE "REFLEXIONES ESCRITAS LOS DOMINGOS EN MI HOGAR"...

REFLEXIÓN DE UN DOMINGO EN MI HOGAR...

No soy liberal ni liberador. No pretendo influir en el despertar de nadie, o sumar a su estado dormido. Entiendo que muchos al leerme o escucharme juzguen mi acción como un intento de “convertir a otros”. No es mi intención.

Solo puede ser libre quien desee serlo, se desea ser libre cuando se entiende la opresión de la que no solo se es esclavo, sino muchas veces libertado, digamos, atado libremente. Existe una esclavitud que regocija, una que se fundamenta en una serie de conceptos y ficciones que visten de conocimiento la ignorancia y altera la capacidad que tiene el ser de percibir sus ataduras. Ayuda mucho a esta esclavitud la compañía, yugos grupales, cadenas corporales. Cuando el ser, estando oprimido, atado (dormido), se siente en compañía, habiéndose modificado los conceptos que estructuran la libertad, surgen sentimientos que silencian la sed por verdadera libertad, convirtiéndose la compañía en un consuelo que refuerza la conformidad a la opresión.

Yo comparto sin pretensión de darme a entender, sino de ser entendido, de ser entendido por quien no necesita entender, por quien no necesita leerme, así lo que comparto, escrito o pronunciado, pueda traducirse en un encuentro. Ya no quiero cargar sobre mis hombres con el peso del despertar de nadie (hubo un tiempo en el que si quise llevarlo, peso que es producto de la ortodoxia que heredé de la derecha, y que al salir de la derecha, siendo de izquierda, queriendo ser librador, llevé también, con otros nombres quizá. Hoy no encajo ni en una derecha ni en una izquierda y no pretendo hacerlo, como tampoco pretendo seguir llevando el peso de “liberar” ni con ese ni con ningún otro nombre).

No es “algo lindo” que alguien despierte a causa de lo escrito por uno o hablado por uno, es más bien lamentable que el ser humano siga cultivando dependencia en cualquiera de sus expresiones, dependencia que esclaviza, que se traduce en comodidad y pereza.

¿Qué pasa cuando alguien cree despertar a causa de uno? Sencillo, su intento de mantenerse despierto seguirá dependiendo de uno, antes de saberlo renunciará a la habilidad natural que tiene el ser de generar su propia libertad. Al mismo tiempo se atraviesa por el riesgo de sucumbir ante la tentación de crear un imperio propio, un sistema, de ser esclavizador con el método de vender libertades a precio de fortunas.

Hoy, en este trayecto, creo más en lo encuentros, aclaro que “creo” no es que tengo fe en ellos como método, sino que al momento de compartir por medio de las palabras escritas o de las palabras pronunciadas lo hago para tropezar con gente despierta, que sepa ya de lo que hablo, o sino lo sabe, que esté en la búsqueda constante de lo que yo digo buscar, y que su busca no se adhiera en ninguna manera a la dependencia. Mi pretensión no es una utopía, por medio de los senderos de las palabras escritas y habladas he tropezado con personas que buscan, otras han tropezado conmigo. De allí surge una amistad, sin ser la amistad una dependencia, pues la amistad verdadera no buscar servirse, no es el objetivo de una amistad. Cuando sucede, cuando dentro de la amistad uno parece servirse del otro, el servicio es accidental, no buscado ni generado. No hay yugos en la amistad. Yo creo en la amistad pretendida por quien despierta, así creo en el encuentro entre unos con otros, por medio de los senderos que uno se hace para buscar, creo que es más productivo que el sometimiento constante o cualquier otro grado de dependencia. Yo creo que quien al leerme o escucharme piensa que empieza a entender algo es porque ya lo había entendido antes de tropezar conmigo, así que si en verdad ha sucedido así su búsqueda seguirá continua e independiente.
Querer liberar, pienso, es ya una actitud ortodoxa. Así los llamados de izquierdas los interpreto como otra manifestación de la ortodoxia, de hecho la izquierda dentro de un sistema defiende el mismo sistema, reformando, rediseñando los conceptos y estructuras a favor del grupo que intenta imponerse sobre el grupo que ha estado impuesto sobre ellos. Los conservadores también pretenden liberar en su empeño de “atraer”, “convertir” encerrar a otros en sus círculos. ¿Qué ofrecen liberales y ortodoxos? Con otros conceptos pretenden lo mismo, tienen el mismo propósito, ofrecen el mismo sistema. Entre derecha e izquierda, liberales y ortodoxos, dentro del cristianismo, no hay una verdadera ruptura, ambas desean constantemente imponerse como sistemas, trazarse como esquemas, generar dependencia.

La dependencia es el alimento de todo sistema, se nutre de la dependencia, cuando un liberal u ortodoxo predica libertad ridiculizando la dependencia a un sistema de creencias establecido, lo hace para causar la necesidad de independencia hacia ese sistema de creencia y atrayendo al individuo hacia la dependencia del sistema de creencia propia. Es irónico que la ortodoxia se crea a sí misma como sistema real basándose en una serie de ficciones, así crea un “sistema mundano” como enemigo contra quien luchar y a su vez de quien alimentarse, luego, se desprende de la ortodoxia un grupo llamado liberal que ha aprendido las “mañas” de la ortodoxia y que al parecer no tiene interés de “cambiar sus actitudes” y se declara a sí mismo amigo del “sistema mundano” y libertador del mismo a través de sus “ideologías” apunta contra la ortodoxia como enemigo contra el cual luchar y a su vez de quien alimentarse, pero tanto uno como el otro son parte del mismo sistema, así que ofrecen la misma opción: la opción de hacer sentir el regocijo de la esclavitud.

Creo que despertar equivale a no generar dependencia, creo que las criticas de uno que ha despertado deben estar libres de la pretensión de venderse a sí mismo como opción, como libertador.

OTRA REFLEXIÓN DE UN DOMINGO EN MI HOGAR...
Intento volver a los poemas, pero será la “maldición de noviembre” que no me permite distraerme de estos asuntos.

Constantemente recibo y escucho comentarios de personas que parecen no interpretarme bien, me perciben defensor de algo inexistente, y en sus comentarios, incluso interpretaciones de mí, parten de estructuras tan inexistentes como lo es aquello de lo que me perciben defensor. No pertenezco a ningún grupo, y no podría, al igual que muchos (sí, sé que son muchos) no encajo dentro de algún sistema, y no deseo hacerlo.

No tengo palabras constantes, no puedo adherirme a una forma o estilo de léxico, no confío en palabras establecidas porque detrás de cada palabra hay una estructura que debe ser analizada y por lo general miente en relación a la palabra que lo define, o tal vez miente la palabra en relación a aquello que es definido. Vivo en un laberinto de palabras, eso sí, moviéndome entre estructuras, huyendo tal vez constantemente al mismo ritmo que me voy descubriendo. Le temo al dogmatismo, al que se impone y al que soy tentado imponer. Creo en una libertad aun no encontrada, que me obliga a redefinirla, que me niega su figura como lugar y me habla de caminos que no se cansan; creo en una verdad que no defino, que me obliga a pensar que la verdad es indefinible, que no se puede nombrar, que una vez que se encuentra en una aparente totalidad deja de ser verdad para convertirse en pequeñas mentiras sin un valor real. Creo en la escasez de las palabras, y en ocasiones, en lo innecesario de ellas, en la ineficacia de ellas. No entiendo las formulas porque se contradicen, porque se aplican a contextos permanentes para ser útiles, contextos que no existen pues tiempo y espacio no se detienen y considero que eso merece atención.

Creo en el lenguaje y la comunicación como vehículos que conducen más no como instrumentos de opresión, como medio de imposición. Amo el arte, no el propio pues carezco de habilidades, pero amo y creo en el arte, en el que nace de la interpretación de la belleza, en el que surge espontáneamente y con el único propósito de ser lenguaje y comunicar, de brindar belleza. No creo en el arte que pretende ser instrumento de sistemas, ya su origen miente, no es arte, es banalidad, esclavitud en sí que pretende esclavizar. Yo amo el arte espontaneo, verdadero, puro, infinito en todo lo que ofrece, así como es la verdad que no sé describir. Creo que un artista no se nombra a sí mismo e intenta apartarse de su creación al momento de crear, que llega a despreciarse en cierta medida frente a su obra y ese desprecio de “sí” frente “a” genera amor “hacia”.

Creo en la sed, en la sed desnuda, en la sed natural. Esa que te mueve, que busca, que es como tiempo y espacio, que te distrae de pretender tanto, que te cuida de pretender poco, que no te conforma a nada. Creo en las interrogantes, pienso que se generan a sí mismas cuando uno se niega a sí mismo, creo que las interrogantes trazan un camino que no se sospecha y que no se deben asesinar con presupuestos, que las interrogantes son útiles contra toda herencia, que permiten hacer “camino al andar”, creo en esas interrogantes que asaltan, que atracan en la tranquilidad y causan erupción de la existencia, en esas que surgen sin vicios. Odio los vicios, tanto que en oportunidades he llegado a odiarme a mí mismo, odio los vicios que tienen su origen en la ambición, los que tienen su cuna en las comodidades.

Respeto la historia, la que no se somete sino que se refleja a sí misma, acepto que sea frágil y modificable, pero confío en su poder de sacudirse de toda interpretación y del mismo caos que le genera la retórica. Aprecio la retórica como arte. La exposición de argumentos me aburre, pero intento prestar atención. Me decepcionan, me cansan más allá del mismo cansancio, los argumentos no propios, sin orígenes, sin el aval de la experiencia, sin la disciplina de la búsqueda verdadera, sin el toque suave del arte puro. Admiro la existencia y lo que ella proclama. Admiro los objetos y de dónde provienen y a dónde conducen.

Entiendo que como yo muchos perciben, muchos aman, muchos odian. Comprendo que podemos encontrarnos en el punto de algunas creencias, pero definitivamente no me uniría a nadie como defensor de lo que percibo, de lo que amo y de lo que odio, porque entonces podría pasar que deje de prestarle atención al tiempo y espacio…

OTRA MÁS: REFLEXIÓN DE UN DOMINGO EN MI HOGAR...
“Te vendo mi libertad a precio de tu esclavitud”.

Esta parece ser la frase que mejor define la acción e intención de muchos que se dedican a la tarea de mostrarse liberadores en el escenario religioso. Y no me refiero solo a “liberadores” ubicados en una “izquierda de ficción” (ya he explicado que esta actitud es tan ortodoxa como lo es la ortodoxia formal o “dominante” nombrada derecha). También los que dicen ubicarse en una derecha se muestran liberadores. Ambos escenarios (derecha e izquierda) se adornan de tradiciones, crean y proclaman necesidades, se inventan reformas que guardan la esencia de sus tradiciones cambiando solo la forma de presentarlas. He aprendido a no aceptar sus nombres, sino a analizar sus estructuras, y del análisis caigo siempre en el mismo terreno, convenciéndome cada día de que no existen derecha e izquierda dentro de la religión, aunque sí polos, ubicados o agrupados en extremos opuestos (dentro del mismo escenario, por supuesto) pero unidos por un mismo hilo conductual en sus discursos. La imposición de ideas caracteriza a quienes ofrecen libertades, haciendo percibir la libertad como una criatura que clama por ser domada, por lo tanto, según todo esto para conseguir la libertad se hacen necesarios los nombres, mecanismos, esquemas. Y un nombre suele agrupar “todo lo necesario”. En este sentido si le dices a alguien “libertado al cristianismo” que no necesitas ser cristiano para ser libre, te preguntará o se preguntará “¿Entonces cómo debo llamarme?” “¿Qué debo hacer?” “¿Cuáles pasos seguir?”.

He tropezado con hombres que se jactan de no pertenecer a ninguna iglesia “evangélica”, y ahora ser “testigos de Jehová”, otros que se jactan de no ser más “católicos” y ahora ser “evangélicos”, otros que creen haberse librado de las cadenas de la religión con solo decir “no soy religioso, soy cristiano”. Y desde sus sectas proclaman tener la libertad para quienes les rodean y que ésta solo puede alcanzarse mediante la aceptación de los preceptos dentro de sus sectas. No se dan cuenta que solo cambian de formatos, que “una vida de congregación” nada tiene que ver con la libertad.

¿No se puede concebir la libertad siendo libres?

La religión, hasta las nombradas “no religiones”, ofrece libertades de bolsillos, a cambio de la entrega de los individuos a sus dogmas y preceptos. Es una libertad condicionada, por lo tanto no es libertad, así son liberadores de solo nombre, pero sus predicas delatan sus actitudes esclavizadoras. Quienes se auto nombran conservadores parecen más “obstinados” en el afán de esclavizar al individuo a su sistema, quienes se proclaman liberales se trazan el mismo objetivo y pretenden alcanzarlo con más sutileza.

Yo creo en la ruptura de sistemas como proceso para desdibujar la libertad, sin pretensiones de establecer señales en el camino. Y debo confesar que he perdido la fe en los maestros que afirman “predicar” verdades bíblicas pues al final solo te venden “dogmas biblificados”. Creo en la necesidad de una “libertad libre e inédita”, creo en la diversidad de caminos no señalados ni trazados, creo que no existe un único recurso sino herramientas, creo en la comunicación no forzada por una línea de pensamientos, sin objetivos oculto, creo en el placer puro de comunicar. Creo en las brechas que originan las críticas no doblegadas a ningún sistema. Creo necesaria la libertad, amo la libertad, pero no quisiera pretender jamás (espero librarme siempre de ese vicio) libertar a nadie. Solo espero un día mirar y sentir la alegría de observar que muchos han comprendido que la libertad es un camino sobre el cual hay que andar sin detenerse.

OTRO DOMINGO, OTRA REFLEXIÓN...
Pienso en aquellos años, cuando la “vida congregacional” era para mí una tradición y un requisito. Una tradición vestida de autoridad, incuestionable, insustituible; un requisito para una “salvación” producto de la sistematización de instrumentos sin “autoridad trascendente” y que solo puede ser “comprendida” cuando elementos como “vida congregacional” pasan a ser vicios de “fácil consumo”. (Pues la autoridad que poseen esos instrumentos, que la necesidad de sistematizar ha hecho trascendentes, en realidad caduca en relación a espacio y tiempo y su utilidad evoluciona ajustándose a los cambios y su posición en el espacio sujetos al tiempo). Así, en aquellos años, la llamada, reclamada, pregonada “vida congregacional” era un instrumento para otros que, adictos también pero en calidad de “distribuidores”, aprovechaban sus “posiciones” y para mí era un producto necesario para “regocijarme en esclavitud”.

Es complicado a veces explicarlo, pues hay términos que “cristianizados” parecen “generalizar” al ser utilizados. Sin embargo, creo que una vida congregacional puede llegar a ser productiva, pero no creo en ello como una tradición que debe ser heredada y mucho menos impuesta como herencia (y mucho menos creo en una “vida congregacional” que para imponerse como herencia es parte de un juego de intereses o apunta hacia un interés mayor que el mismo hombre). Creo en su utilidad más allá de las estructuras ficticias de la “religión organizada” (este termino no es mío, pero lo he tomado de quien lo utiliza, en mi afán de hacerme entender sin que se me perciba enemigo de alguna secta específica, a usted que sabe quién es muchas gracias sus “treguas” y “sutilidad” con la “religión organizada” seguro será fructífera).

Creo en una vida congregacional espontánea, no generada, no producida, no hecha “necesaria”, no al servicio de un sistema (aquí me detengo para aclarar también que si bien esta vida congregacional puede ser una “estructura débil” de un sistema, debe estar al servicio del hombre y no del sistema, de hecho para hacerse débil le es estrictamente necesario estar al servicio del hombre y así adaptarse o aceptarse en medio de los cambios necesarios).

Creo en una vida congregacional desvinculada de intereses políticos o religiosos (o de una política religiosa, esto tomando en cuenta la política como herramienta para conseguir poder y control dentro de la religión). Creo en una vida congregacional que no se rinde a rótulos, que nace en el encuentro, que dirige hacia la evolución mucho más que hacia el progreso (he visto que “progreso” es un término utilizado para apuntar o subrayar el resultado de la “mano del hombre” de acuerdo a sus intereses en relación a lo que se proyecta, mientras que la evolución viene a denotar todo aquello que es avance natural, desprendido de intereses prediseñados, si bien la evolución natural de una cuestión puede ser interpretada a favor de un progreso especifico y de todos los intereses que visten tal progreso, también es cierto que el mismo trayecto que va trazando la evolución natural irá desmintiendo las interpretaciones a favor de algún progreso especifico; la historia ya nos ha hablado de ello y confío en la utilidad natural de la historia que asegura que así seguirá siendo ).

Creo en una vida congregacional que no es el producto de “libertades de bolsillos”, que no es vehículo que conduce por un camino prediseñado y heredado y que ha sido señalado por la misma manía de convertir la tradición en autoridad (hago énfasis en “la misma manía”, no me refiero al hombre que se beneficia de esta manía, me refiero al vicio que lo mueve, muchas veces heredado y no percibido por él mismo). Creo en una vida congregacional que así como no es producto de “libertades de bolsillos” tampoco es nido donde se reparten esos folletos o historietas (“las libertades de bolsillos” llamo yo al resultado de la argumentación e interpretación de hechos históricos mediante métodos sistemáticos dirigidos por intereses diseñados o concluidos antes de recurrir a tales hecho históricos, por lo tanto en el camino de la argumentación e interpretación se someterá el análisis a lo ya concluido y no habrá intereses de extraer conclusiones para establecer un supuesto y a partir de allí continuar el estudio de otros aspectos de la Historia). Creo en una vida congregacional que no estorba, que no causa dependencia, que no cercena libertad y verdad (ambos unidos como un solo término), que no la coacciona, que no la condiciona.

Creo en una vida congregacional que no se somete a un sistema; que no dibuja estrictamente la reunión dentro de un local y mucho menos el cumplimiento de prerrequisitos que sin ellos no puede hablarse del dibujo que es descrito por ese término. Creo que cuando tropiezo con un amigo o amiga y nos permitimos dentro de las dos rutinas encontradas un minuto o dos horas para sonreírnos, para “actualizarnos”, para desarrollar ideas en común o contrarias, le damos vida a la cuestión congregacional productiva; creo que cuando chateo a través de cualquier red social con alguien y “discutimos” sobre puntos de igual interés o de interés opuesto le damos vida a la cuestión congregacional, respetando la libertad suprema, por lo tanto desvistiéndonos del “interés maniático” de convertir al otro a mi interés. He sentido muchas veces un mejor calor bajo esa forma congregacional y he visto mayor utilidad en ella que en lo que fue en aquellos años para mí “vida congregacional”.

Creo que la mejor vida congregacional que experimento es esa que respiro cuando estoy en mi hogar.


VARIOS PARRAFOS ESCRITOS VARIOS DOMINGOS EN UN MISMO HOGAR
Estos párrafos que quiero compartir con ustedes los he extraído de mis notas escritas algunos domingos en mi hogar, cada uno ha generado una reflexión, y pretendo unificar cada reflexión para presentar de una forma más entendible mi idea de una nueva forma de hacer sistemas al servicio del hombre… Ya estuve tentado a desarrollar más la idea, pero no quiero extenderme. En mi “obsesión” he introducido muchas de estas ideas en un nuevo proyecto que intento culminar. Gracias por el tiempo que dedican a la lectura de mis intentos de comunicación y encuentros…


“…La historia se escribe con tinta propia, tuerce, genera, produce, esparce. Se revela a la quietud, evoluciona, avanza, arrincona. El hombre, diminuto entre las garras de la historia, es llevado por los vientos que soplan desde más allá de la misma tierra, desde más allá de la naturaleza, intenta sobrevivir, intenta no desaparecer, y mientras el hombre avanza dentro del tiempo inminente, se enfrenta contra las garras de la historia y va caducando dentro del tiempo. No es la evolución enemiga del hombre, es el hombre su propio enemigo y sin saberlo quizá, en su pretensión de control y poder, hace del progreso un instrumento, de la evolución un desvío y de su propia humanidad un objetivo. Y así la historia, que ya ha dado sus pasos muere para seguir renaciendo, y el hombre enemigo de sí mismo convierte la historia en método”.

“…Ha sido la batalla humana de todos los siglos la imposición de sistemas liberales que se originan por la opresión de sistemas conservadores. Y a sido vicio de todos los siglos que el sistema liberador, siendo joven aun, mute a conservador mediante una ortodoxia sutil y le de continuidad a la batalla de todos los siglos. La aparición, nada accidental, de sistemas liberadores revelan los intentos de la historia por dejar ver su trayecto natural y la mutación de estos sistemas a opresores reflejan los causes que parten desde su trayecto natural y que son nombrados progresos aun cuando sus estructuras desmienten sus nombramientos”.

“…Yo veo la historia así como al tiempo, intocable y que todo lo abarca, y la percibo como una forma de expresión de un lenguaje, y soy tentado a creer en la historia como instrumento de búsqueda y comprensión de ese “alguien” a quien los sistemas religiosos, católicos o protestantes, llaman “Dios”. Y sé que es imposible un siglo sin sistemas pero historia y tiempo, y la lucha de la evolución natural de la historia contra el progreso manipulado, nos han dejado ver algunas de las estructuras que deben ser las bases de un sistema natural y a favor de la cuestión humana, que sea útil y no contrario al hombre y su búsqueda”.

“…Y de esta manera pienso que un sistema ha de ser débil, sujeto a la evolución natural, sin pretensión de inmortalizarse como cauce sino más bien abierto a la necesidad de cambios; también debe plantarse como un escenario de dialogo, lo que supone exaltar como cualidad la tolerancia que la ortodoxia intenta silenciar; ha de hacerse percibir como un camino amplio, de innumerables veredas, despojado de pretensiones de poder y control, en el que política, religión y demás subsistemas sean veredas de libertad y no métodos de progresos esclavizadores”.


UNA PARTE DE LA HISTORIA, VISTA A TRAVÉS DE UN DOMINGO EN MI HOGAR...
La religión protestante fue, en el primer tercio del siglo XIX, un instrumento para consolidar el ideal liberador que surgió durante los años de luchas independentistas. Tras siglos de coloniaje, de progreso construido a favor de los colonizadores, los extranjeros que pretendieron conquistar las tierras que llamaron nuevo mundo sintieron nuevamente el furor de la evolución de la historia natural, furor despertado en el hombre latino, furor que surgía de la sed por libertad, de sendero propio, de búsqueda inédita, sed que aunque puede distraerse y apagarse termina dejándose sentir en el alma y según la cantidad de años apagada así mismo es la fuerza con la que mueve al hombre. Se levantó el hombre contra la esclavitud política, contra la manipulación de ideas, contra la religión como instrumento de un progreso cuyas estructuras desfavorecían al mismo hombre. Un huracán de conflictos arrasó contra el orden impuesto tras siglos de coloniaje y se pretendió encontrar independencia a través de la renovación de las estructuras que conformaban el sistema imperante.

Fue un proceso lento, y entre otras estructuras se creyó necesaria la renovación de la religión, una religión propia se hacía necesaria, un instrumento que permitiera la búsqueda del Dios sin que ésta sirviera de tropiezo al ideal liberador y que a su vez fuera un arma contra la religión católica que había venido a ser un sistema religioso al servicio del poder y control social de una política que rebajaba la posición del hombre latino, pues hasta el momento solo había logrado cercenar la libertad. Se encontró en la religión protestante un aliado. Así los independentistas adoptaron y esparcieron a un ritmo lento la fe protestante y más lentamente se fue clavando de raíz en la región latinoamericana, sin embargo, los años de campaña independentista no vieron el éxito de la pretensión de sus precursores a través de la religión. Pero en el primer tercio del siglo XIX ya echaba raíces en varios países y en los países que adoptaron el protestantismo se notó el debilitamiento, desde la religión, de las bases del sistema opresor que aun no desaparecía del todo. Se redescubrió que la interpretación y práctica de la fe que ofrecía el protestantismo era adecuada para el movimiento liberador y se retomó, como instrumento afianzando, las estrategias desde el control social y el poder económico. Así se logró separar la religión católica del Estado en los países liberales, y esto resultó en independencia educativa, la educación ya no era controlada por la religión sino por el estado, la secularización de la religión, el despojo de su poder monolítico, redujo su alcance.

La religión católica se apresuró a mutar para encontrar un lugar dentro del nuevo escenario latinoamericano y redujo, más obligada que por decisión propia, su ambición de poder y control social. El vacío que dejó su mutación fue abarcado por la nueva religión protestante.

Sin embargo, la religión protestante no era del todo inédita, y otras regiones aprovecharon el escenario para incrustarse también en el nuevo mundo y desarrollar una nueva forma de coloniaje que daría vida, mediante una no muy lenta mutación del joven sistema liberador, a un nuevo sistema opresor que se conocería como imperialismo. La nueva religión serviría de vehículo, y éstas regiones y sus ideales fueron aceptados sin oposición, al principio, como aliadas del nuevo sistema liberador. De esta forma, la pretensión de la religión como un camino más amplio, originada en los años de independencia, y la urgencia de una ruptura violenta con la religión católica tomada en serio en los años de expansión liberadora, llevó al hombre a cometer los mismos errores sistemáticos, esta vez a favor del nuevo ideal.

Ha sido la batalla humana de todos los siglos: la imposición de sistemas liberales que se originan por la opresión de sistemas conservadores. Y a sido vicio de todos los siglos que el sistema liberador, siendo joven aun, mute a conservador mediante una ortodoxia sutil y le de continuidad a la batalla de todos los siglos. La aparición, nada accidental, de sistemas liberadores revelan los intentos de la historia por dejar ver su trayecto natural y la mutación de estos sistemas a opresores reflejan los causes que parten desde su trayecto natural y que son nombrados progresos aun cuando sus estructuras desmienten sus nombramientos. Hoy ambos sistemas religiosos han logrado sobrevivir en el escenario de la historia latinoamericana y dentro de la dinámica de sistemas libradores contra sistemas opresores, y para ello han establecido treguas dentro de sí mismo en relación a sus pretensiones y posiciones, han usado instrumentos y canonizado palabras que llegan a integrar una ortodoxia propia, limitando la sed de búsqueda del hombre.

Yo veo la historia así como al tiempo, intocable y que todo lo abarca, y la percibo como una forma de expresión de un lenguaje, y soy tentado a creer en la historia como instrumento de búsqueda y comprensión de ese alguien a quien los sistemas religiosos, católicos o protestantes, llaman Dios. Y sé que es imposible un siglo sin sistemas pero historia y tiempo, la lucha de la evolución contra el progreso manipulado, nos han dejado ver algunas de las estructuras que deben ser las bases de un sistema natural y a favor de la cuestión humana, que sea útil y no contrario al hombre y su búsqueda. Y de esta manera pienso que un sistema ha de ser débil, sujeto a la evolución natural, sin pretensión de inmortalizarse como cauce sino más bien abierto a la necesidad de cambios; también debe plantarse como un escenario de dialogo, lo que supone exaltar como cualidad la tolerancia que la ortodoxia intenta silenciar; ha de hacerse percibir como un camino amplio, de innumerables veredas, despojado de pretensiones de poder y control, en el que política, religión y demás subsistemas sean veredas de libertad y no métodos de progresos esclavizadores, yo insisto hasta el cansancio, es tiempo de generar estructuras débiles a fin de hacer morir “el sistema” e iniciar la era de “los escenarios”.


TRAYECTO NATURAL DE LA HISTORIA, CONCIENCIA HISTORICA, ESTRUCTURAS DEBILES (VISIÓN DE ESCENARIOS).
Aquí voy con esto, y pido disculpa por la manera informal en que lo presento, pero va naciendo un domingo y los domingos, borracho de hogar y fumando tranquilidad, me siento libre para meditar y plasmar esto que nace de mi necesidad de hacer más comprensible lo que he llamado hasta ahora una “visión de escenarios”, que puede generarse mediante la "conciencia histórica" de su constante aparición en el trayecto natural de la historia. Y esta compresión, comienzo a sospechar, depende de que se logre aceptar como construible a partir del contexto actual.

Apunto hacia la “muerte natural de la visión sistemática” y hacia el nacimiento de escenarios donde los bloques inmersos dentro de las estructuras de lo que hasta hoy se percibe como sistema sean más bien ambientes de supervivencia de la especie humana y las estructuras sean veredas dentro del escenario. Esta visión generaría a su vez la muerte de ideales que suponen la supremacía del más fuerte de acuerdo a su habilidad de control, generando actitudes “inhumanas”, hoy asimiladas y aceptadas como parte de la misma condición humana, ya que se han instaurado normales y necesarias también, provocando la autoridad de conceptos totalitaristas y absolutistas que marcan las definiciones del éxito y el progreso, irónicamente contrarias a nuestra evolución en sintonía con la historia. De estas definiciones que surgen de aquellos conceptos (totalitaristas y absolutistas), que se han provocado por actitudes inhumanas y son el resultado de ideales de control (todo esto un juego que crea la misma visión sistemática) se alimenta la pretensión de poder que ha venido a regir la dirección de los cauces llamados progresos. Y esta pretensión de poder la creemos ya inseparable de los bloques inmersos dentro de las estructuras más generales del sistema que afecta nuestra edad, tanto que es defendida y protegida (la pretensión de poder) sin tomar en cuenta que rebaja la cuestión humana y la hace sierva de formas sutiles de esclavitud, esclavitud que hace suponer que la libertad es un solo camino, y es el mejor camino, y por lo tanto el único, aquel más numeroso, más antiguo y de mayor alcance (creencia que depende de ideales construidos sobre la tradición como instrumento de autoridad y no como arte y carácter de la historia escrita), así se crea la negación a la facultad de cuestionar, de encontrar orígenes y medir proyecciones, predicándose dentro de cada bloque (auto nombrado el mejor y único camino) hermandad y tolerancia, como si eso pudiera llamarse hermandad y tolerancia siendo más bien exclusivismo, característica de vicios totalitaristas y absolutistas que siguen manchando la historia y aberrando nuestra condición humana, dándole un sentido cada vez más contrario a su esencia. Hoy se hace necesario un alto, y una pausa en los causes construidos a partir del trayecto natural de la historia y volver a él para tomar su dirección que es más real y humana.


Hasta ahora entiendo que se perciba utópico mi planteamiento de restar espacio a la forma como se generan hasta ahora sistemas, estructuras y bloques que rigen nuestra interacción humana, sobre todo al manifestar que apunto hacia la “muerte natural de la visión sistemática”, pero puedo decir que esta visión puede afectar nuestro aquí y ahora, y puedo decirlo sin el temor tonto de sentirme utópico e idealista. Me confieso atado, en otros tiempos, a este temor, me confieso aun fatalista al mismo tiempo que prisionero de esperanzas, me confieso aun amante del futuro sabiendo o creyendo saber que el futuro es una manifestación del tiempo nunca tangible, carente de “destino” como estado lugar, y tal vez estos son mis errores, pero me mantienen en movimiento y en constante búsqueda, así que no los menosprecio ni me menosprecio por ellos.

He visto que una edad se construye a sí misma (en unidad con el hombre) sobre las bases de la última (a manera de oposición a la edad que muere) y que esta última viene a generar los conceptos y supuestos que alimentarán a la naciente y allí creo que está el punto de encuentro de las edades y la unidad de la historia misma con el hombre y su cualidad evolutiva (ya que estos encuentros vienen a ser como eslabones en su evolución, la de hombre e historia como unidad). Por eso creo necesaria una “conciencia histórica” (no como facultad de la historia separada del hombre, sino de la historia en el hombre mientras el hombre se sumerge en la historia) y que esta sirva de instrumento a la visión de escenarios como sustituta de la visión de sistemas. Y creo que esta conciencia histórica y la posible pretensión de esta visión como planteamiento recuperable por la edad próxima para la construcción de sí misma va ubicándola dentro del contexto actual mirado desde “el futuro” (mi pecado, mi error), así como también asimilar la necesidad de estructuras débiles y de generar espacios para sus orígenes es el punto que amenaza con romper con la utopía dentro de mi planteamiento. Sin embargo, sigo insatisfecho con su inserción en el contexto actual limitada a una mirada desde una edad próxima, es decir, asimilar la necesidad no garantiza la acción a favor de lo que he definido como estructura débiles que vendrían a establecer la visión de escenarios. ¿Cómo generar las estructuras débiles? Considero que llegar a la respuesta sería causar un leve estallido que ubicaría aun más esta propuesta dentro del contexto actual. De manera que me siento en la necesidad no de construir o generar estructuras débiles, sino de hacerlas percibir construible y generables.

En este punto es donde intento constantemente la apertura del dialogo referente al tema, dialogo abierto, arrojando proposiciones e intentando mantenerme al margen de la ambición progresista para adecuarme más bien al ritmo evolutivo. Así que voy proponiendo la ruptura de la percepción del éxito evolutivo basado en la proliferación de un solo escenario y el proselitismo como gasolina del motor evolutivo, es decir, propongo que, mientras siga viva la visión de sistema se intente percibir el éxito evolutivo ligado a una cualidad de mantener el respeto y la valorización del hombre sin someter respeto y valor del hombre a creencias (incluso sistemáticas). Entiendo que, a simple vista, esto hace débil la pretensión de hacer imperante la visión de escenarios y que esta ahogue la de sistemas, pero ya lo he dicho antes: “confío en el trayecto natural de la historia” y en la utilidad de los caracteres naturales que ha arrojado “segundos” antes de sufrir “orígenes de progresos”. Yo creo necesariamente adaptable esta visión incluso a los bloques inmersos dentro de la visión sistemática, y lo creo necesario porque a través de esa débil cualidad de introducirse al servicio de los bloques sistemáticos se puede originar (como naturalmente está sucediendo en muchos bloques en el intento de recuperarse el trayecto) el estallido de las ambiciones totalitaristas y absolutistas, que someten a esclavitudes nombradas libertades; y creo que ese proceso natural (la inserción de la debilidad dentro de las estructuras de la visión actual) evita daños sobre la cuestión humana a manera que la evolución histórica va imponiendo su ritmo y la visión de escenario va instaurándose desde la visión actual, alineándonos al proceso natural (“evolucionista” “¿evolutista?”) romperemos con el vicio progresista y todos sus componentes que desvían al hombre del trayecto natural y que adormece su conciencia histórica. De esta forma planteo la muerte de “la visión sistemática” como un proceso natural en el que el hombre recupera su sintonía con la historia.

Por ahora me conformo con estas dos proposiciones: “la ruptura de la percepción del éxito evolutivo basado en la proliferación de un solo escenario y el proselitismo como gasolina del motor evolutivo”. Que llevan a la construcción de estructuras débiles para erigir escenarios donde hay sistemas. Por ahora lo creo suficiente para desligar mi planteamiento de la seducción utópica. Aun me quedan muchas proposiciones, pero intento avanzar sin afán, trato de aprender de la historia y mantenerme consiente de ella y mi unidad con ella, así que seguiré “arrojando” (termino que, bajo este contexto, agradezco a Carolina García) mi confianza en el ritmo natural de la historia y me permitiré por ahora un pecado poético (sí, tal vez otro de mis errores) para decir que “pretendo escuchar su canción y bailar junto a ella su ritmo”

SERIE COMPLETA DE "¿DIOS?"...

PREGUNTAS PELIGROSAS...

Una amiga me contaba que a su primo unos ladrones le robaron su motocicleta.

Él salió a pasear con su novia cuando lo interceptaron en medio de una calle, entregó la motocicleta a dos jóvenes armados, quienes al avanzar unos metros sacaron sus armas y dispararon en dirección al primo y la novia sin apuntar algún blanco específico. El primo de mi amiga fue impactado por una bala que perforó su brazo izquierdo, y a su novia una bala le atravesó el corazón dejándola sin vida al instante.

Mi amiga concluyó su relato diciéndome “la misericordia de ¿Dios? cuidó a mi primo”.

Y yo pregunté en silencio: ¿Por qué “la misericordia de ¿Dios?” no actuó antes?

Digo, sería verdadera misericordia si ese ¿Dios? hubiera intervenido en esa historia mucho antes, si el joven no hubiera podido salir, si no hubieran optado por esa calle…

Y sigo preguntando ¿Acaso esa “misericordia divina” no alcanzaba para evitar que la novia del joven muriera? ¿Y el brazo del joven, no está dentro de los términos de esa misericordia?

Ahora, habrá quien me diga que mis preguntas son una blasfemia contra el “¿Dios? misericordioso” . Pero… ¿No es a ese ¿Dios? a quien se le atribuye la bondad de permitir nuestra capacidad de raciocinio? ¿No sabría ese ¿Dios? que gracias a esa capacidad tendríamos la habilidad de cuestionar su “misericordia”?

Usted tal vez se pregunte a dónde llevan mis preguntas, pues yo creo que cada quien escoge su ruta y decide si ignorar sus propias preguntas o publicarlas en un blog.

Dejo mi última pregunta: ¿Si insistimos en la creencia de un ¿Dios? (a veces siento que llamarlo Dios es solo una forma cómoda de no preguntarse cuál es Su nombre y Cómo es en realidad) y descubriéramos la necesidad de replantearnos la forma en la que le hemos percibido, si tuviéramos que divorciarnos de la forma en la que hemos diseñado (énfasis en “hemos diseñado”) su carácter (dentro de lo que hemos introducido Su misericordia), su soberanía (y replantearos también la forma en la que interpretamos nuestros infortunios y sucesos generales), si tuviéramos que deshacer los sistemas que nos proporcionan supuestos prediseñados de un ¿Dios?... Nos alcanzaría el ánimo para seguir creyendo en la existencia de un Dios y estaríamos dispuestos a Conocer a ese Dios?

MI PROBLEMA CON ESE ¿DIOS?...
Mi problema con ese ¿Dios? que me pintó la religión es que es muy grande y está en el cielo: es tan grande que no tiene nada que ver con mi insignificante realidad, es tan grande que no puede entrar en mi diminuta existencia; está en el cielo, donde todo es canto de “tres veces santo”, donde todo es celestial, con ángeles, querubines, y todas esas cosas que se le hace difícil y poco atractivo venir aquí y estar a mi lado las madrugadas como estas, cuando siento la melancolía y culpa ante mis errores. Y fueron tantos años y tan sistemática la doctrina con la que la religión me pintó a ese ¿Dios?, con “D” mayúscula, que a veces se me hace difícil olvidarlo.

La religión me jodió (Si hermano: me jodió; si hermana: me jodió). Mi problema con ese retrato es que no puedo ignorar la realidad. Recuerdo aquel domingo de mis trece años cuando mi padre llegó a casa con un helado en su mano que dejó sobre la mesa donde con mi madre y mis dos hermanas esperábamos escuchar la razón por la que nos reunió allí. Sus ojos parecían que iban a explotar en cualquier momento y con su voz quebrada nos dijo: “Abuela Paula murió”. Recuerdo que mis hermanas comenzaron a llorar al instante y mi madre abrazó a mi padre, yo me levanté de la mesa y caminé hasta la sala, allí tomé una de las sillas y la lancé con toda mi fuerza contra la pared, luego corrí a la habitación, la misma donde durante las tres semanas en las que mi abuela estuvo en coma yo hacía “vigilia y ayuno” por la sanidad de mi abuela, y en mi habitación le grité a ese ¿Dios? mis por qué, nunca me respondió. Aquel domingo comencé a despertar y a darme cuenta de las incongruencias de ese ¿Dios?

Me habían dicho que ¿Dios? concedía todo lo que uno pedía en nombre de su “hijo”. Durante el acto fúnebre un reverendo de ese ¿Dios? me dijo que su ¿Dios? había permitido lo mejor. ¿Cómo podía ser eso lo mejor para un adolescente?

Hoy oigo el eco de la religión que me dice: “Declara que estás en victoria, ¿Dios? bendice a aquellos que están en victoria”. ¿Yo debía declararme en victoria mientras me moría de dolor al ver la urna con el cuerpo de mi abuela descendiendo dentro de un hoyo? ¿La resucitaría ese ¿Dios? si yo me declaraba en victoria? ¡Por favor, no me jodan más!

Estoy realmente harto de ese ¿Dios? para perfectos, justos y fuertes. Estoy harto de ese ¿Dios? a quien hay que pagarle un precio por sus favores, estoy harto de ese ¿Dios? al que debo buscar por conveniencia y que al parecer es tan lastimosa su imagen que se hace atractivo a sí mismo por lo que puede hacer y no por lo que es.

Me dicen los “tele evangelistas” que se auto proclaman embajadores de ese ¿Dios?: “ayuna, vigila, rómpete las rodillas haciéndole tus peticiones, demuestra tu “fe”, tienes que ser un vencedor”. ¡Por favor! No me digan que debo pasar toda una madrugada de rodilla dándole lastima a su ¿Dios? porque fueron miles las madrugadas en las que apliqué sus formulas mágicas y solo pude lograr confundirme. ¿Y qué me dicen de mi amiga que debe ver a su madre todos los días sobre una cama desconociéndolo todo? ¿Puede ese ¿Dios? decir que es amor y exigirle a ella que no sienta dolor y que se sienta en victoria? ¿Puede exigirle que se rompa las rodillas cuando su alma está hecha pedazos? ¿Qué me dicen de mi amiga que después de diez años de matrimonio escuchó a su esposo decirle que se va y que simplemente no la ama? Han pasado seis meses y aun se siente sola y fracasada. ¿Ese ¿Dios? no está con ella porque es débil y se siente fracasada? ¿Qué me dicen del adolescente que sin padre y sin hermanos sufrió hace tres meses la muerte de su madre y lloró en mi hombro haciéndome mil preguntas que nunca podré responderle? Hace unos días lo vi de nuevo y sigue triste y con sus preguntas ¿Qué le dice ese ¿Dios? al adolescente? ¿Supéralo y olvida la muerte de tu madre para poder estar contigo? ¿Lo ven?

Mi problema con ese ¿Dios? es que premia a los fuertes, a los justos, a los victoriosos, al que tiene el valor de engañarse a sí mismo diciéndose que está bien, distrayéndose de su propia realidad porque es pecado ante su ¿Dios? sentirse miserable, porque para entrar en la “esfera de poder” de ese ¿Dios? debe vivir como grande y como en el cielo, de la misma forma que se supone vive ese ¿Dios?

Son muchos más los problemas que tengo con ese ¿Dios? La religión me dijo que si ese ¿Dios?, que si Él, (con E mayúscula porque así me lo dibujaron) está conmigo actuará siempre a mi favor. Si ¿Él? Hubiera resucitado a mi abuela, entonces estaba conmigo y por consecuencia yo podría ser considerado un hombre de “fe”. Pues no soy un hombre de poder y el asunto de mi abuela fue solo el principio; no soy justo, perfecto ni fuerte, no puedo ignorar la realidad que me golpea a diario y menos decir con descarada hipocresía y una sonrisa de “señorita América” que me siento en victoria cuando madrugadas como estas me siento cansado de intentos fallidos y lamento tantas cosas.

Definitivamente ese no es el de quien nos hablan las Escrituras, pueden escribirlo que D mayúscula, pueden decirme que se llama Dios, pero no es el que creo los cielos y la tierra, no es el que se hizo humano para andar entre nosotros y mostrarnos su imagen, su amor.

EL ¿DIOS? DE MI PADRE...
El año en el que tomé la decisión de desatarme de la camisa de fuerza llamada religión fue el mismo año en el que mi padre decidió entregar sus credenciales y romper todo vinculo con la organización cristiana a la cual había servido durante veinte años como reverendo ordenado. Seis años habían pasado desde la muerte de mi abuela. Recuerdo que su decisión fue interpretada como un acto de rebeldía contra el ¿Dios? de los reverendos. Un boletín informativo corrió por todo el territorio nacional advirtiéndoles a las iglesias afiliadas a la organización que Gustavo Sosa, mi padre, ya no contaba con la cobertura de ellos y la razón era sencilla: El ex reverendo era un hereje.

Yo vivía en una ciudad lejos de la casa de mis padres. Ese año mi padre me visitó y por primera vez hablamos de la muerte de Paula Sosa, mi abuela. Le pregunté cómo había podido llegar a casa tranquilo, comiendo un helado, para darnos la noticia de su muerte, le pregunté cómo podía seguir creyendo en su ¿Dios? a pesar de que éste no había hecho nada a favor de su madre, le pregunté cómo era que aun cuando sus ex colegas lo difamaban él seguía sirviéndole a ese ¿Dios?

Aquella conversación vino a ser como mi estrella al norte para guiarme en el camino que empezaba a recorrer. El día de la muerte de mi abuela mi padre salió de casa a visitarla al hospital, esa mañana él iba rogándole a su ¿Dios? que hiciera un milagro sobre la vida de su madre; durante las tres semanas que ella estuvo en como más de una docena de reverendos hablaron en nombre de aquel ¿Dios? diciendo que ese “todopoderoso” levantaría a mi abuela de la cama, pero que la prontitud del milagro dependía de la fe de la familia, por supuesto, el poder del “todopoderoso” pintado por hombres dependía de la capacidad del hombre. Mi padre me dijo que aquel no era su ¿Dios? y que al llegar al hospital encontró a su madre muerta. Claro que sintió dolor, ni siquiera pudo verla viva esa mañana, ni siquiera pudo estar con ella en el momento de su muerte. Pero él no creía en su ¿Dios? por lo que éste podía hacer o por lo que quería hacer, lo amaba por lo que era.

“Lo conocí a mis diecisiete años, y desde entonces lo he amado”, me dijo.

Esa mañana, mientras hablaba con mi padre comprendí que yo necesitaba conocer al Creador de los cielos y la tierra para amarlo, no conocer sus actos, tampoco sus decisiones o su poder, yo necesitaba saber quién es él y cuál es su nombre.

Tres jóvenes judíos le conocieron, y aun cuando ese ¿Dios? permitió el cautiverio de la nación de estos jóvenes y aun cuando estaban siendo amenazados con ser echados a un horno de fuego sino adoraban a un dios dependiente de los hombres y al que tal vez llamaban dios con D mayúscula ellos declararon que el ¿Dios? a quien ellos conocieron tenía el poder de librarlos del horno de fuego y aclararon además que si él ya había decidido no librarlos igual no adorarían a ese dios hecho por hombres. La historia dice que fueron echados al horno de fuego el ¿Dios? de ellos manifestó su compañía. He escuchado a muchos relatar esta historia, y cuando lo hacen muestran mayor asombro en el hecho de que esos jóvenes no fueron consumidos por el fuego, les asombra el poder del ¿Dios? de esos jóvenes y basándose en ese hecho dibujan a un ¿Dios? que premió la osada declaración de los jóvenes judíos.

Mi padre me hizo entender que lo importante de ese relato es que el ¿Dios? de ellos, que es el ¿Dios? de mi padre, los acompañó dentro del horno de fuego. Y ese es el mismo ¿Dios? que siglos más tarde acompañó a Juan el bautista en una celda hasta el día de su decapitación aun cuando ese Juan el bautista había señalado al Cristo como el Cordero de Dios. Comprendí que necesitaba conocer a ese ¿Dios? que conocieron aquellos jóvenes, a ese que había estado conmigo hasta ese día y de quien yo solo había anhelado sus actos. Comprendí que la historia del Lázaro resucitado no era tampoco tan asombrosa por la resurrección de ese hombre, sino porque ese ¿Dios?, el ¿Dios? de mi padre, manifestó su presencia, hecho hombre, a dos hermanas dolidas, y más asombroso aun: lloró con ellas. Y a pesar de que estas dos mujeres no hicieron alguna declaración victoriosa, o como la de aquellos tres jóvenes, decidió resucitarle al hermano.

Ese es el mismo ¿Dios? de quien Jacob, anciano y cansado, dijo: “…el ¿Dios? que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal…”. Y lo dijo a pesar de que, como dirían los reverendos, ese ¿Dios? “permitió” que su hijo desapareciera por años y “permitió” creerlo muerto, éste Jacob se expresó de esa forma a pesar de que, como dirían los reverendos, ese ¿Dios? “permitió” que Jacob viviera años sintiéndose culpable por la supuesta muerte de su hijo amado. Sin duda Jacob a su ¿Dios?, al ¿Dios? de mi padre. Y ese ¿Dios? no se cansó de presentarse a sí mismo como el ¿Dios? de Abraham, de Isaac y de Jacob; tres hombres que nunca hicieron una declaración de victoria, que murieron creyendo en una promesa que nunca vieron cumplida, que no serían tomados en cuenta jamás por una revista de hombres exitosos, que cometieron errores que hoy no les sería perdonado por ninguna organización religiosa, tres hombres que caminaron errantes, pero tres hombres que respondieron a la necesidad de tener una relación y conocer no a un ¿Dios? cuya imagen dependía de cómo ellos lo dibujaran, sino a un ¿Dios? que se presenta a sí mismo, a un ¿Dios? cuyo nombre e identidad es suficiente para desear conocerle y amarlo, de quien no es tan importante obtener favores, y sobre estos tres hombres dice la Escritura: “…Por lo cual no se avergüenza de llamarse ¿Dios? de ellos…”.

Han pasado nueve años desde aquella conversación con mi padre y esa conversación sigue siendo mi estrella al norte en este camino.
EL POBRE ¿DIOS?
En los locales conocidos como congregaciones cristianas, los que están por este lado del sur, les temen a lo que ellos llaman “canciones mundanas”. Y no voy a hablar de eso porque sinceramente me agota el tema, es que me parece tan tonto escuchar a un joven decir, como si fuera un experto en el asunto, que no escucha músicas “mundanas” porque contienen mensajes subliminales, por supuesto lo dice sin tener la menor idea de la amenaza de lo que llaman “canciones cristianas” que venden doctrinas realmente peligrosas.

De verdad me agota el tema, que si fulano de tal es “fuera de orden” porque escucha a Bocelli, que si la estación radial fulana está “descarriándose” porque un tal Gusmar tiene un programa en el que coloca temas de Tiziano, y tantas tonterías más. Y da pereza detenerse a explicarles tantas cosas que de plano no quieren entender y menos escuchar. Solo por ejemplo, y aquí cierro este asunto, ¿qué tal si eso de los mensajes subliminales no es más que una estrategia del mercado “cristiano” para desplazar las ventas de producciones que ellos no consideran cristianas entre los creyentes y así posicionarse en las esferas cristianas? Es solo un ejemplo de lo que podríamos pensar respecto al tema. Allí lo dejo y voy a lo que me interesa hablar.

Comento todo esto porque cuando la bautizada, en los locales llamados cristianos por este lado del sur, “diabólica” Shakira lanzó su tema “Octavo día” sonaron las alarmas en los escenarios cristianos.

Les dolió la frase: “…Quién se iba a imaginar que el mismo dios al regresar iba a encontrarlo todo en un desorden infernal Y que se iba a convertir en un desempleado más De la tasa que anualmente está creciendo sin parar...”.

Les dolió la frase: “...Si a falta de ocupación o de excesiva soledad Dios no resistiera más y se marchara a otro lugar Sería nuestra perdición, no habría otro remedio más Que adorar a Michael Jackson, a Bill Clinton o a Tarzan...”.


Pero lo que más les dolió, lo que realmente les dolió fue esta: “...Pobre de dios que no sale en revistas Que no es modelo ni artista o de familia real...”

Y es que ésta mujer hablaba precisamente del ¿Dios? de ellos, del pobre ¿Dios? De ese que está obligado a utilizar el recurso de los milagros para hacerse atractivo, de ese que parece desesperado por la fealdad de su imagen y la poca hermosura en su personalidad y debe hacer morisquetas para compensar su desventaja. Ese que no espera ser conocido, incapaz de sostener una conversación interesante, que se limita a esperar una oración de fe y así impresionar con sus actos. Ese ¿Dios? que parece haber plasmado en la Escritura una serie de formulas que activan un mecanismo que resulta en la dinámica de su poder.

Ese ¿Dios? no parece estar interesado en dar a conocer su identidad, parece alguien inseguro, tímido y torpe en el juego de la seducción, de esos tipos que conocen a una chica y no estrechan su mano con seguridad ni sonríen para decir: “Hola, mi nombre es...”; parece más bien del tipo que tímidamente se presenta diciendo: “Soy médico, trabajo en una clínica reconocida de la ciudad, mi turno es el mejor y llevo veinte años ejerciendo y tengo un montón de recursos”. No dice su nombre, intenta impresionar con lo que hace, y da la espalda aliviado y pensando haber dejado una buena impresión sin importarle no haber dicho su nombre o el hecho de que la chica tal vez ni se acuerde de él a menos que necesite un contacto en la clínica, personalmente yo lo vería de lejos presentándose a la chica y pensaría “¡Qué perdedor! ¡Pobre tipo! Y eso es lo que pienso de ese ¿Dios? desesperado porque conozcan su poder y lo que hace, que no le interesa que el hombre se detenga a conocerle, que se esconde en el cielo, para mi es un perdedor, un pobre ¿Dios?, un don nadie. Y ese no es el ¿Dios? de las Escrituras; es más bien el de las más famosas, si tristemente las más famosas, “canciones cristianas”, el que le teme a los interpretes diabólicos, el que le teme a quienes escriben del Verdadero, del Creador, del Inmutable, el que necesita ser defendido por fanáticos, el que se limita a actuar dentro de un local cristiano, que le da miedo mezclarse con la rutina humana.

¡Pobre ¿Dios?! ¡Pobres hombres que confían en su pobre ¿Dios?!

Y los dejo con una frase extraída por otro de los intérpretes que llaman diabólicos, y seguro es una de las frases que deben estar doliéndole al pobre ¿Dios?:

“…Para acudir a la fortuna te venden dioses novedosos…”.

EL ¿DIOS? MECANICO...
Durante mucho tiempo me enseñaron, y yo quise aprender, que la Biblia era la “garantía del creyente”, “la regla de fe”, una “enciclopedia de sanas doctrinas”, un “conjunto de formulas”. Según algunos, y son muchos estos algunos, el ¿Dios? que inspiró lo que llamamos Sagradas Escrituras es, al parecer, un ¿Dios? mecánico.

Repito: lo que llamamos. Aunque duela y aunque los algunos que todo lo encajonan se nieguen a entender que es importante aclarar en ciertos casos que mucho de lo que afirmamos es sencillamente lo que llamamos. ¿Estoy negando que eso que llamamos las Sagradas Escrituras ha sido inspirada por quien creó los cielos y la tierra? No, simplemente estoy diciendo que según algunos “lo que” inspiró eso que llamamos las Sagradas Escrituras fue un ¿Dios? mecánico. (Y note que digo “lo que” espero hacerme entender a continuación).

Muchos han decidido creer que esa cosa, ese “lo que” y no “el que”, lanzó un montón de leyes que se rigen por sí solas y así el ¿Dios? mecánico puede atender los cantos angelicales con títulos “tres veces santo” y no se distrae con los asuntos humanos, evitando contaminar su divinidad.

¿Quieres presentarte delante ese ¿Dios? mecánico?

Sencillo, descubre los misterios de sus formulas, asciende al nivel tres en el que serás perfecto y merecedor de su atención.

¿Quieres un favor de ese ¿Dios? mecánico?

Más sencillo aun, puedes elegir entre ayuno, clamor, vigilia o pactos. Intenta con la ley “siembra y cosecha”, esa es una forma infalible y si falla el defecto está en ti.

Pero ni se te ocurra verlo como alguien, pues está claro que no es alguien, es algo. La idea de conocer a ¿Dios? para quienes lo ven tan mecánico es impensable, ridícula e innecesaria. Es perder el tiempo. De cualquier forma en este caso no piensan en conocer sino en descubrir y la única forma de descubrirlo es otra formula: analiza sus actos, descubre el esquema “bíblico” de su actuación. Tal y como se puede conocer un objeto mecánico. Y como es el mismo ayer, hoy y por los siglos conócelo por su ayer registrado en las Sagradas Escrituras. Y es que la forma en la que percibimos a ¿Dios? define la forma como interpretamos lo que produce (pero en este caso, en el caso del ¿Dios? mecánico, lo que ha producido, ya no produce todo es consecuencia de aplicar correctamente las formulas inspiradas).

Lo que queda por decir lo diré en otras oportunidades, por ahora para culminar postearé una carta que le escribí a mi madre hace ya algún tiempo y que guarda relación con lo dicho anteriormente. A pesar del avance en el camino en estos años en algunas de las siguientes líneas, he decidido postearla sin modificaciones, (solo obviando algunas líneas de la carta) excepto los signos de interrogaciones en el caso de ¿Dios?

“…Madre, la Biblia no es la regla de fe del creyente, ni un conjunto de formulas, mecanismos o sistemas. La Biblia es el testimonio de ¿Él? Es un espejo del Verdadero. No es la garantía de cómo actuará, es su eco llamando nuestra atención, intentando pararse frente a nosotros diciéndonos: “Quiero que sepas que Yo Soy, conóceme, tengamos una relación, una real, dejemos a un lado ese asunto de lo que yo puedo hacer, dejémoslo en segundo lugar. Soy más de lo que puedo hacer, muero por ti porque te amo, me hago hombre no porque puedo hacerlo, no para impresionarte con un nacimiento virginal, sino porque Soy amor, porque quiero que me toques, que me veas llorando, caminando, porque Soy”.

…Pienso que por eso a veces nos enredamos con las supuestas contradicciones de ¿Dios?, porque queremos definir sus actos y a través de ellos conocerlo. La “fe cristiana” ha generado numerosas doctrinas y pretendemos que nuestra comprensión de lo que llamamos ¿Dios? dependa de ellas, y lo peor es que ¿Dios? parece no ajustarse a todas ellas… Así hemos ido diseñando un ¿Dios? de acuerdo a las doctrinas que surgen del intento de interpretar sus actos, por eso tantas incongruencias. Las doctrinas pretenden mantener a salvo un sistema… Y ¿Dios? sigue allí, siendo el que es. Y sigue el eco de su llamado original.

Madre hemos intentado conocer a ¿Dios? mediante los planes que hemos creído descubrir, hemos deformado la imagen de ese ¿Dios?, hemos generado otros ¿Dios?...”

MUCHO MAS QUE UN ¿DIOS?...
Hoy quiero aclarar a quienes vienen leyendo la serie que estos artículos no tienen como objetivo culpar al Creador de los cielos y la tierra de la muerte de mi abuela, ni de los infortunios propios o ajenos. Tampoco negar la existencia de un Creador, de alguien superior que se hizo hombre y se nos mostró de diversas formas, entre ellas a través de la persona de Jesucristo. Lo aclaro no por tener la necesidad de hacerlo, es decir, no intento cuidar mi imagen o dar excusas, como me dijo hace poco un hombre a quien considero mi amigo “estoy sano en salud”. Lo aclaro más bien para que los objetivos de esta serie puedan lograrse en quienes leen, y en quienes leen con cierto prejuicio.

Continúo. Los infortunios vividos y vistos en quienes me rodean causaron en mí, en cierto tiempo, confusión, decepción y frustración. Estos sentimientos surgieron en mí como consecuencias de mis creencias relacionadas a ese ¿Dios? que me pintaron y que yo, iluso y fanático, acepté sin cuestionar nada. Pero estos sucesos despertaron mi sed, o mejor dicho: me hicieron más consciente de mi sed. Y esta sed me llevó a caminar, a emprender la búsqueda de agua para saciarme. Me obligó a salir del conformismo que me hacía aceptar todo cuanto vendían sobre ese ¿Dios?, hecho por hombres. Me di cuenta que hablar de Él como un ¿Dios?, según la imagen que me había construido de un ¿Dios? incluso con “d” mayúscula, no era hablar de Él, no era hablar del Creador, del que se hizo hombre. Este conflicto me llevó a preguntarme ¿sino es un ¿Dios?, y no es un humano, si tampoco es una cosa, entonces qué es?

Para entonces tenía claro que debía percibirlo y buscarlo como a “alguien” y no como a “algo”, como alguien no humano y tampoco ¿Dios?, repito: según la imagen que me había construido de un ¿Dios? incluso con “d” mayúscula.

Encontré una confusión parecida en un hombre llamado Moisés, de quien se habla en las Sagradas Escrituras.

Cuando el Creador, el ¿Dios? Verdadero, el que se muestra así mismo en las Escritura, el que Vive, es decir, el que no depende de nuestro raciocinio para vivir, el que Existe por sí mismo, cuando Él comisiona a Moisés para la tarea de libertar a los hijos de Israel, Moisés se preguntó y le preguntó a Él: “Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les responderé?”.

Sabía que era real quien le hablaba, porque le hablaba, pero cómo le explicaba a sus paisanos sobre la existencia de aquella voz. Es curioso porque Moisés pudo obviar ese asunto y conformarse con dibujarles la idea de un ¿Dios? “zarza ardiendo en fuego”. El dibujo pudo haber sido atractivo para los suyos. Sin embargo, Moisés sabía de dioses, e incluso tal vez de dioses con “d” mayúscula, y aquel que hablaba no se sentía ni lucía como un ¿Dios? de esos conocidos.

La respuesta de aquella voz fue la que me llamó más la atención en ese pasaje. Él respondió a Moisés: “Yo Soy El Que Soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo Soy me envió a vosotros”.

No lo envió una “zarza ardiendo en fuego parlante”, ni siquiera una voz, lo envió alguien que Es, alguien con identidad definida y no dependiente del tiempo, es decir, alguien que no depende del pasado, presente o futuro. Cuando leemos que “Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos”, no debemos pensar en que esas palabras nos revelan una formula para conocer el patrón de ¿Dios?, no se trata de sus actos, no nos dice que como Él “obró” así Él “obra” y “obrará”. Esas palabras nos hablan de Él, de su identidad que no está sujeta al tiempo.

Ningún ser humano puede afirmar “yo soy”, sin obviar que su identidad y todos los elementos que la componen cambian constantemente de acuerdo al tiempo que transcurre, y que incluso su comportamiento dependerá de su identidad. Cuando fui niño yo era como un niño porque fui niño, cuando fui joven yo era como joven porque fui joven, cuando soy adulto yo soy como adulto porque soy adulto, cuando sea anciano seré como anciano porque seré anciano. Y en cada etapa vamos cambiando, y lo que somos irá dependiendo de muchos factores que están sujetos al tiempo. El Yo Soy es un ser no dependiente ni sujeto a nada.

En este sentido hablar de quien inspiró las Escrituras, de quien se hizo hombre manifestándose en la persona de Jesucristo, es hablar del Yo Soy, llamarlo ¿Dios? sería acertado siempre y cuando estemos consciente que no es un ¿Dios? sujeto a “leyes” que ya a “lanzado al mundo”, que tampoco es un ¿Dios? comprometido “a su palabra”, es decir, no es ese pobre ¿Dios? que se hace atractivo a sí mismo queriéndose mostrar como una especia de genio. No es un ¿Dios? comprometido con un sistema al que quieren llamar “¿Dios? de orden” (luego hablaremos de ello). Llamar ¿Dios? al que Es, sería hacerlo entonces consciente y aclarándole a quienes nos escuchan hablar de Él que no es un ¿Dios? hecho por hombres y esquemas.

Por esta razón yo prefiero decir que no es un ¿Dios?, para mí es mucho más que eso que ahora llaman ¿Dios?

Si nos vamos entendiendo, entonces continuemos en esta búsqueda. La serie continua.


EL ¿DIOS? DE SISTEMAS...
A veces, cuando es necesario dentro de lo innecesario, digo que soy un ex cristiano intentando seguir a Jesucristo. Y no soy el primero ni el único que lo dice. Me sorprendió haber leído hace algunos meses un artículo escrito al respecto escrito por Claudia Lama, a quien considero mi amiga. Y siempre que digo que soy un ex cristiano intentando seguir a Jesucristo siento la motivación de recomendar el blog de mi amiga.

Lo menciono hoy porque el cristianismo ha reclamado, y así lo ha declarado, tener la razón en cuanto a toda cuestión de ¿Dios? El cristianismo se ha autodefinido como un movimiento fundado por el Cristo, teniendo en cuenta que ese Cristo es el Hijo de Dios y el movimiento dice “seguir al Cristo Hijo de Dios”. Si le preguntas a una persona que ha sido formada dentro del cristianismo por qué sigue al Cristo Hijo de Dios te responderá de la forma más natural: “porque es la salvación”.

Aclaro, el presente artículo no tiene como objetivo atacar a ninguna de las denominaciones o representantes del cristianismo en general, sino mostrar un defecto que ya no debe ignorarse más y que deforma en el hombre la imagen del Creador y lo reduce a la posición de un ¿Dios? más. Entiendo que algunas personas en el lugar de “cristianismo” leerán con la figura de ¿Dios? en sus mentes, y sentirán que mis argumentos atacan al ¿Dios? del cristianismo. El ¿Dios? del cristianismo parece estar ligado y dependiendo del cristianismo mismo, así que atacar al cristianismo y mostrar sus defectos es ciertamente demostrar que la imagen que han dibujado de ese ¿Dios? es una distorsión “grosera” del “Yo Soy” que inspiró las Escrituras y que además se hizo hombre.

El cristianismo ha venido a ser un sistema del que se desprenden doctrinas, dogmas, o más bien doctrinas dogmaticas, ideas, principios y una serie de “artículos” más que rigen directa o indirectamente a todo aquel que se encierra dentro de ese sistema en el que nada puede ser cuestionado aun cuando todo es cuestionable. Es un sistema opresivo, una vez dentro el individuo interna una serie de argumentos prefabricados y éste siente la necesidad de mantenerse dentro del sistema para continuar con vida y agradar al ¿Dios? del sistema. Yo he llamado a ese sistema “mundo de cristal”, y en mi blog personal hablo en algunos artículos con más detalles sobre las razones por las que debe ser considerado un mundo de cristal.

El mayor de los problemas, y es el que me motiva a escribir este capítulo, es que las doctrinas, dogmas, ideas, principios y todo el conjunto de “artículos” dentro del cristianismo han sido creados para resguardar la imagen de un ¿Dios? moldeado al sistema, así el sistema se divorcia de la necesidad de encontrar al Verdadero y Único y abraza más bien la oportunidad de presentar al ¿Dios? que se han creado, cuya imagen les ayuda a mantener vivo el sistema.


La salvación es dentro del cristianismo la idea central y la herramienta más útil para el adoctrinamiento. El individuo acepta como cierto e incuestionable todo el conjunto de “artículos” creados porque estos aseguran la garantía de la salvación. El ¿Dios? del sistema es entonces un ser cuyo único valor es “salvación”. Y como los artículos vendidos dentro del cristianismo son presentados como extraídos del “corazón de su ¿Dios?” todo lo que éste ¿Dios? ha generado ha sido para cumplir su única razón de ser: la salvación.

La salvación garantiza la vida eterna. Y así ¿Dios? pasa a segundo o cualquier otro lugar. Todo cuanto el individuo debe hacer, lo debe hacer pensando en la salvación y vida eterna. Dentro de ese sistema la Escritura inspirada ha sido inspirada por supuesto por el ¿Dios? del sistema y es un laberinto que lleva a la salvación y por lo tanto a la vida eterna. Salvación y vida eterna dentro de ese sistema son elementos externos a ¿Dios? Entiendo que por esta razón la gracia se hace insuficiente o modificable. Pues de ser suficiente o de ser tal y como es el sistema perdería su sentido y su ¿Dios? también. Así la gracia, cualidad del Verdadero y Vivo, es contradictoria dentro del cristianismo.

Todo esto nos lleva a formular una pregunta: ¿Es necesario seguir a Cristo en nuestra búsqueda y necesidad de conocer al Creador? Es necesario seguirlo, y para seguirlo no es necesario “hacerse cristiano”. Es necesario seguirle entendiendo en primer lugar que seguirle es intentar conocerle, es iniciar y mantener una relación. Es necesario seguirle entendiendo en segundo lugar que Jesucristo es el “Yo Soy” que se le presentó a Moisés. Y así al someter al ¿Dios? de sistemas ante la persona de Jesucristo encontraremos que tal ¿Dios? es un ¿Dios? muerto, de ficción. Este Jesucristo, el “yo Soy” hecho hombre, nos da el sentido correcto de la Escritura e incluso de la “salvación y vida eterna” y ese sentido rompe con el empeño del ser humano de crear sistemas para alcanzar “salvación y vida eterna”. Jesucristo dice: “Escudriñad las escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna y ellas son las que dan testimonios de mi”.

No sé si pueden notarlo, pero esas palabras colocan todo en su orden. El asunto de la salvación y vida eterna que es considerado un elemento externo a ¿Dios? que debe alcanzarse mediante el cumplimiento de una serie de requisitos que forman parte de un supuesto plan es colocado aquí dentro de Jesucristo que es el Creador hecho hombre. Es decir, Jesucristo no niega que en ellas (Escrituras) está la vida eterna, aun cuando aclara “a vosotros os parece”, pero aun así afirma y concluye en que “ellas son las que dan testimonio de él”. Si en ellas hay salvación y vida eterna es porque hablan de él. Él es el tema central de la Escritura. La salvación y vida eterna es parte de su atractivo, por lo tanto la forma de hallarlas está en él, no en sistema ni en ningunos de sus “artículos”. Está en su ser, así como la gracia misma está en él y no se desprende de él.

El Creador no es un ¿Dios? de sistemas, y ni la persona de Cristo ni la Escritura inspirada fueron intentos por crear sistemas, por lo tanto aceptar que para conocerle es indispensable y extremadamente necesario “ser cristiano” es desde ese momento salir al encuentro de un ¿Dios? hecho por hombres.

ELIAS Y EL ¿DIOS? DE MUCHOS...
Durante años escuché sermones, así los llamaban con orgullo, basados en ese “pasaje bíblico” en el que Elías (a quien me vendieron como el “profeta de fuego¨) enfrenta a sacerdotes de Baal, un dios construido por hombres y que seguro sus sacerdotes nombraban con “d” mayúscula. Lo que hoy me parece curioso es que estos sermones señalaban el desempeño de Elías como protagónico y como la razón de existencia del “pasaje bíblico”, dando a entender que el ¿Dios? de ellos inspiró las Escrituras para resaltar a Elías y hacerlo un modelo para todo aquel que quiere figurar como un hombre de éxito dentro del sistema cristiano. Así se centraban en su desempeño para llegar a la definición del ¿Dios? de ellos, aun cuando yo sospecho que no tenían la menor idea de que en tales exposiciones dibujaban la imagen del ¿Dios? al que dicen servir.

Hoy, mientras recuerdo alguno de esos sermones se me hace obvio: el ¿Dios? que estos me dibujaron era uno del mismo calibre de Baal. La imagen que muchos proyectan de ¿Dios? es la de un ser amante de sacrificios, y este ¿Dios? de los sacrificios “respalda” a todo aquel que logra arrancarle las “señales y prodigios”, “señales y prodigios” son indicadores del apoyo de este ¿Dios? y el apoyo se traduce como éxito y actitudes que agradan a tal ¿Dios? Todo cuanto los servidores de este ¿Dios? interpretan lo hacen con esa fórmula barata: sacrificios + señales y prodigios= apoyo divino. De manera que la compañía de ¿Dios? y su “intervención” a “favor o en contra” son productos que resultan del esfuerzo humano.

Es obvio para mí, todo esto es un cuadro que nos permite ver el reflejo de un ¿Dios? cuyo atractivo es el “poder” y su poder está limitado a la capacidad humana, un ¿Dios? dependiente de sacrificios y esfuerzos. La imagen de este ¿Dios? es nociva para el hombre y es también útil para sus “representantes” en el intento de manipular a quienes “sedientos y cansados” se inclinan ante sus “coberturas”. Estos representantes por lo general ocultan móviles, se afanan por ser los más reconocidos, los más nombrados, “caciques” de parcelas, y utilizan la imagen de ese ¿Dios? para mantener un orden obsesivo en sus sistemas y para activar la voluntad de sus seguidores a merced de sus metas personales de “crecimiento y orden” variantes que les permite a estos “venderse” dentro del sistema como hombres de “éxito”. Nuestro Creador, tuvo cuidado de alertarnos sobre estos a través de los escritos de los apóstoles.

Según todo este ideal enfermizo y absurdo el fuego que cayó del cielo fue un producto del sacrificio de Elías al exponer su vida al riesgo de retar a los sacerdotes de Baal quienes eran apoyados por el régimen político de turno, sumado al cuidado que tuvo en la construcción y estética del altar donde presentó el sacrificio. Toman cada detalle para simbolizar aspectos que se deben tener en cuenta en el proceso de sacrificio. El argumento supone que un solo error, un descuido, una piedra mal puesta, un paso en falso del profeta Elías y no habría descendido fuego sobre el altar. Y ese mismo argumento es aplicado a los “pasajes bíblicos” en los que el Dios Real y Verdadero se presenta a sí mismo. Ya lo he dicho antes: “todo cuanto interpretan lo hacen con esa formula barata: sacrificios + señales y prodigios= apoyo divino”. Así predican con tono altanero que la sanidad del ciego Bartimeo fue el producto de su sacrificio al enfrentar a la multitud que servía de obstáculo entre él y el Cristo; de igual forma aseguran que la mujer del flujo de sangre “recibió” su milagro gracias a su osadía de tocar el manto de Cristo que suponía un gran sacrificio; para ellos el leproso que se le acercó a Jesús en Marcos 1: 40-42 logró desprenderle a ¿Dios? su sanidad mediante un mecanismo que supone su sacrificio: “Rogó e hincó la rodilla”, y he escuchado a muchos vender este modelo como una formula infalible para obtener “favores” de ¿Dios? siempre con la aclaratoria de que si falla es un problema de actitud humana o “no rogaste lo suficiente ni estuviste con tu rodilla hincada el tiempo necesario”, sencillamente “el poder” de ¿Dios?, el más grande atractivo de este ¿Dios?, depende del esfuerzo humano. Lo que reduce automáticamente, a mi parecer, tal atractivo a un chiste.

Ahora bien, si un Dios es dependiente del esfuerzo humano, si un Dios necesita de sacrificios para destellar poder entonces a quien se dirigió Elías no fue un Dios, pues quien consumió el altar con fuego lo hizo porque así lo había decidido ya, sin importar lo que Elías hizo o pudo haber hecho, ya Él había decidido hacerlo. Note usted mismo que en ese relato el llamado “profeta de fuego” conversa con nuestro creador y en su conversación u oración afirma haber actuado de esa forma porque Él (quien hizo descender fuego) así lo había ordenado. Su actuación no puede tomarse como un mecanismo o sacrificio, había recibido instrucciones y esto garantizaba que su actuación tendría resultado positivo, así que actuó confiado, el anuncio de los resultados pudo haberle inspirado la confianza y seguridad de que no correría peligro. Elías no tiene merito alguno en esta historia en la que quien la inspiró intenta mostrarse a sí mismo. La compañía de nuestro Creador no se mide por lo que llamamos “intervención”, o “prodigios y señales”, ya que lo que podríamos llamar “no intervención” sería ya una forma de intervenir si ya hemos presupuesto la realidad de su existencia. De insistir en que eso que llaman poder es parte de su atractivo tendríamos que concluir en que actúa por sí mismo y no actúa por sí mismo también, y su no actuación sería ya una forma de actuar.

Si Elías nos visitara hoy y escuchara hablar de ese ¿Dios? dependiente de los sacrificios y esfuerzo sin duda diría: “Ya conozco a ese ¿Dios?, en mis tiempos lo llamaban Baal, es un ¿Dios? muerto, hecho por hombres”.

¿REALMENTE ES ASUNTO DE DIOS?
Fue lamentable lo que ocurrió, y fue exactamente hoy cinco de septiembre entre las ocho y nueve de la mañana. La doña de aproximadamente sesenta años de edad decidió ir en autobús a Punto Gorda, un pequeño municipio de la Costa Oriental de Lago, ubicado a cuarenta y cinco minutos del Consejo de Ciruma, pueblito en el que ella vivía; en realidad habría ido en carrito por puesto y entonces habría evitado cruzar la intercomunal, el asunto es que no habían carritos en la parada así que se sentó en la plaza un rato y pasó el autobús y se embarcó. La doña no iba sola, pero la sobrina que iba a acompañarla se quedó dormida y ella no quiso esperar a que se hiciera más tarde porque le urgía ver a su hermana que yacía postrada en cama desde hacía días.


El autobús la dejó en la parada de Punta Gorda y del otro lado de la intercomunal estaban algunos sobrinos suyos atendiendo un puesto de comida, ella cruzó la calle sin que ellos pudieran notar su presencia al otro lado hasta que escucharon un impacto y al mirar hacía la avenida vieron el cuerpo de su tía, la doña Rosa, rebotar sobre la calle de asfalto… De inmediato corrieron hasta el cuerpo, una ambulancia del cuerpo de bomberos pasaba por el lugar en ese momento así que sin perder tiempo fue trasladada al hospital de Cabimas al que entró con vida murmurando algunas palabras sin sentido, y al cabo de unos minutos murió.

Diez minutos después de su muerte yo estaba sentado en la Plaza Las Banderas del Consejo de Ciruma, estaba allí porque había decidido caminar un rato por el pueblo y sentarme en ese lugar para pensar en mis próximas decisiones, frente a mí una señora abrazaba a otra y la escuché claramente cuando dijo “tía Rosa murió”. Minutos después supe que se trataba de la doña, madre de un par de amigos míos. Al anochecer supe que ya habían traído el cuerpo al pueblo y fui al hogar de la familia Gutiérrez para apoyarles en su dolor. Al llegar encontré en el patio a todos sentados alrededor de un hombre con una Biblia en su mano, que decía ser pastor cristiano, el tipo sonreía como un loco, y decía cosas como que “los ángeles estaban de fiesta en los cielos por la muerte de la doña” y que él también “se alegraba porque ella estaba en su verdadero hogar”. Pensé en qué diablos podía haber fumado aquel hombre para tener los cojones de pararse frente a los familiares dolidos y decir que habían ángeles haciendo parranda por la misma razón que ellos aquí en la tierra lloraban y querían morir también. Pero lo que me llevó al borde de mi cólera silente fue la frase con la que terminó su discurso antes de hacer su “oración por la fortaleza de los familiares de la doña”, él dijo: “la muerte de la doña Rosa es asunto de Dios”.

Allí está mi problema con quienes se hacen llamar representantes del cristianismo, o “embajadores de Cristo”, allí está mi problema con estas sectas que se hacen llamar cristianas o que no sé si lo son, no soy experto en cristianismo, pero sé que si eso es cristianismo entonces es un asco, un insulto a la esperanza de una mejor expresión humana. Allí está mi problema con los “conceptos heredados que definen al Dios cristiano”, y me jode más la paciencia el hecho de que insistan en llamar a tal concepto “Dios verdadero”. Intentan interpretar lo que desconocen con un “es asunto de Dios”, intentan callar el dolor y reprimirlo con un “es asunto de Dios”, ¿por qué es asunto de Dios? ¿Acaso solo lo dicen porque no pueden entenderlo? ¿Es Dios la respuesta fácil a lo desconocido? ¿Es Dios una respuesta elaborada, prefabricada, todo uso? Hubo un terremoto en Haití: Asunto de Dios; un accidente en las minas de Chile: Asunto de Dios; un fallo en el veredicto a favor de la injusticia: Asunto de Dios. ¿Qué Dios es ese? Tal vez uno que merece mi desprecio, si en realidad existiera.

Yo sigo mi búsqueda, realmente no puedo aceptar a ese Dios prefabricado por religiones, por pensadores que se limitan a respuestas tan dañinas y tontas como “asunto de Dios”. No aceptaré jamás la existencia de un Dios que solo es una herramienta genérica para el hombre, ni siquiera si me ofrece mil cielos con parrandas de ángeles, ni siquiera si me amenaza con mil infiernos de lagos de fuegos que nunca se apagan.

Dios, dios, diosito, papa dios...
No me molesta que la gente hable de dios como si fuera su compadre, o su juguete o su genio o lo que la gente quiera creer sobre su dios; no es mi problema si le atribuyen el origen de todo y ponen en sus manos el final, ni siquiera me interesa si le construyen un hogar en el cielo y sueñan con pasar una eternidad batiendo las manos para alimentarle el ego mientras aquí se alimentan su propio ego catalogándose así mismos como adoradores y reclamando “adoración en tercer grado” para ellos por ser adoradores…


En realidad ha dejado de importarme las contradicciones del mismo cristianismo o de sus militantes, o autonombrados representantes, he dicho que dentro de la “comunidad cristiana” existen o le dan existencia a innumerable dioses o tal vez mil caras a su dios, pero ha dejado de ser mi rollo, evito estos temas con fanáticos que están dispuestos a matar justificándose con un “es mi deber mantener y defender mi posición”, la verdad fui así en un tiempo, así que por qué voy ahora a menospreciar o intentar herir con mis razonamientos a quienes son como alguna vez fui yo; y no es que tenga miedo a sus argumentos, solo me aburren…

¿Por qué hoy y por qué esto? Tres sucesos ayer me motivaron: el primero fue una agradable conversación con un escritor de un texto de teología que considero bueno y básico, para mi sorpresa milita dentro de una organización cristiana que tiende a mostrarse ortodoxa en términos generales, este hombre es además profesor de una importante institución teológica dentro de esa organización, y me asombró, realmente me asombró el hecho de que pudiéramos entendernos en el mismo lenguaje y coincidir en algunos planteamientos, esta conversación me recordó que es inevitable la evolución de la búsqueda del hombre por encima del progreso del cristianismo u otras religiones (argumento que he llegado ha plantear en mi blog en artículos etiquetados como “mundo de cristal”, léase si se quiere entender mejor la expresión “evolución de la búsqueda por encima del progreso…”), y encendió esta conversación mi pasión por estos temas; el segundo suceso fue observar la reacción de algunas personas ante una imagen publicada en el blog de Anyul Led Rivas, consideradas por algunos una blasfemia contra Cristo, me recordó como estos temas a veces encienden incluso mi buen humor. El tercer suceso no encendió ni pasión ni humor, sino ira. Recibí una “exhortación” por escribir dios en minúscula, y la explicación por la que debía corregir mi error… bueno se resume en una expresión “fue una mierda”…

Milité dentro del cristianismo creyendo en dios, bueno en Dios (¿notan la diferencia?). Un dios con mayúscula porque me decían que así debía escribirse porque enorme es su poder, porque enorme es su misericordia, porque enorme es su amor y todo lo suyo es enorme, incluso el precio que hace pagar a quienes deciden rechazar su enorme amor, haciéndose enorme la obligación de amarle… Disculpen la ironía aquellos que puedan sentirse ofendido por ello, ¿pero no es contradictorio el hecho de que por amor amenace a amarle al precio de una condenación eterna en un infierno inimaginable? Puede existir un ser así e incluso ser llamado Dios (con mayúscula y todo)… ¿hace esta “cualidad suya” (amor que amenaza) de la palabra Dios una palabra respetable y digna de adoración? Entonces me miran con odio cuando digo que no puedo creer en un Dios así, y que además me importa poco escribirlo con mayúscula o minúscula… Creo que esto da mucho para pensar si estamos dispuestos a pensar; creo que aquel que siga dispuesto a hablar de dioses y de sus amores, incluso aquel que piensa que el dios cristiano, dibujado por el cristianismo en progreso a través de los siglos, es un dios de amor infinito está en el deber de pensar, de cuestionar, de comparar los argumentos con los que construye a su dios y lo presenta al mundo, está en el deber de hacerlo digno de ser mayúsculo, respetable, adorable… No me vengan con amenazas de infiernos para obligarme a otorgarle mi respeto… Es tonto pensar que librarse de la etiqueta cristiana y que según argumentos tan tontos como los de un dios enorme y contradictorio hacerse acreedor de la etiqueta ateo es sinónimo de condenación eterna… Es tiempo de pensar…