miércoles, 5 de enero de 2011

SERIE COMPLETA DE "¿DIOS?"...

PREGUNTAS PELIGROSAS...

Una amiga me contaba que a su primo unos ladrones le robaron su motocicleta.

Él salió a pasear con su novia cuando lo interceptaron en medio de una calle, entregó la motocicleta a dos jóvenes armados, quienes al avanzar unos metros sacaron sus armas y dispararon en dirección al primo y la novia sin apuntar algún blanco específico. El primo de mi amiga fue impactado por una bala que perforó su brazo izquierdo, y a su novia una bala le atravesó el corazón dejándola sin vida al instante.

Mi amiga concluyó su relato diciéndome “la misericordia de ¿Dios? cuidó a mi primo”.

Y yo pregunté en silencio: ¿Por qué “la misericordia de ¿Dios?” no actuó antes?

Digo, sería verdadera misericordia si ese ¿Dios? hubiera intervenido en esa historia mucho antes, si el joven no hubiera podido salir, si no hubieran optado por esa calle…

Y sigo preguntando ¿Acaso esa “misericordia divina” no alcanzaba para evitar que la novia del joven muriera? ¿Y el brazo del joven, no está dentro de los términos de esa misericordia?

Ahora, habrá quien me diga que mis preguntas son una blasfemia contra el “¿Dios? misericordioso” . Pero… ¿No es a ese ¿Dios? a quien se le atribuye la bondad de permitir nuestra capacidad de raciocinio? ¿No sabría ese ¿Dios? que gracias a esa capacidad tendríamos la habilidad de cuestionar su “misericordia”?

Usted tal vez se pregunte a dónde llevan mis preguntas, pues yo creo que cada quien escoge su ruta y decide si ignorar sus propias preguntas o publicarlas en un blog.

Dejo mi última pregunta: ¿Si insistimos en la creencia de un ¿Dios? (a veces siento que llamarlo Dios es solo una forma cómoda de no preguntarse cuál es Su nombre y Cómo es en realidad) y descubriéramos la necesidad de replantearnos la forma en la que le hemos percibido, si tuviéramos que divorciarnos de la forma en la que hemos diseñado (énfasis en “hemos diseñado”) su carácter (dentro de lo que hemos introducido Su misericordia), su soberanía (y replantearos también la forma en la que interpretamos nuestros infortunios y sucesos generales), si tuviéramos que deshacer los sistemas que nos proporcionan supuestos prediseñados de un ¿Dios?... Nos alcanzaría el ánimo para seguir creyendo en la existencia de un Dios y estaríamos dispuestos a Conocer a ese Dios?

MI PROBLEMA CON ESE ¿DIOS?...
Mi problema con ese ¿Dios? que me pintó la religión es que es muy grande y está en el cielo: es tan grande que no tiene nada que ver con mi insignificante realidad, es tan grande que no puede entrar en mi diminuta existencia; está en el cielo, donde todo es canto de “tres veces santo”, donde todo es celestial, con ángeles, querubines, y todas esas cosas que se le hace difícil y poco atractivo venir aquí y estar a mi lado las madrugadas como estas, cuando siento la melancolía y culpa ante mis errores. Y fueron tantos años y tan sistemática la doctrina con la que la religión me pintó a ese ¿Dios?, con “D” mayúscula, que a veces se me hace difícil olvidarlo.

La religión me jodió (Si hermano: me jodió; si hermana: me jodió). Mi problema con ese retrato es que no puedo ignorar la realidad. Recuerdo aquel domingo de mis trece años cuando mi padre llegó a casa con un helado en su mano que dejó sobre la mesa donde con mi madre y mis dos hermanas esperábamos escuchar la razón por la que nos reunió allí. Sus ojos parecían que iban a explotar en cualquier momento y con su voz quebrada nos dijo: “Abuela Paula murió”. Recuerdo que mis hermanas comenzaron a llorar al instante y mi madre abrazó a mi padre, yo me levanté de la mesa y caminé hasta la sala, allí tomé una de las sillas y la lancé con toda mi fuerza contra la pared, luego corrí a la habitación, la misma donde durante las tres semanas en las que mi abuela estuvo en coma yo hacía “vigilia y ayuno” por la sanidad de mi abuela, y en mi habitación le grité a ese ¿Dios? mis por qué, nunca me respondió. Aquel domingo comencé a despertar y a darme cuenta de las incongruencias de ese ¿Dios?

Me habían dicho que ¿Dios? concedía todo lo que uno pedía en nombre de su “hijo”. Durante el acto fúnebre un reverendo de ese ¿Dios? me dijo que su ¿Dios? había permitido lo mejor. ¿Cómo podía ser eso lo mejor para un adolescente?

Hoy oigo el eco de la religión que me dice: “Declara que estás en victoria, ¿Dios? bendice a aquellos que están en victoria”. ¿Yo debía declararme en victoria mientras me moría de dolor al ver la urna con el cuerpo de mi abuela descendiendo dentro de un hoyo? ¿La resucitaría ese ¿Dios? si yo me declaraba en victoria? ¡Por favor, no me jodan más!

Estoy realmente harto de ese ¿Dios? para perfectos, justos y fuertes. Estoy harto de ese ¿Dios? a quien hay que pagarle un precio por sus favores, estoy harto de ese ¿Dios? al que debo buscar por conveniencia y que al parecer es tan lastimosa su imagen que se hace atractivo a sí mismo por lo que puede hacer y no por lo que es.

Me dicen los “tele evangelistas” que se auto proclaman embajadores de ese ¿Dios?: “ayuna, vigila, rómpete las rodillas haciéndole tus peticiones, demuestra tu “fe”, tienes que ser un vencedor”. ¡Por favor! No me digan que debo pasar toda una madrugada de rodilla dándole lastima a su ¿Dios? porque fueron miles las madrugadas en las que apliqué sus formulas mágicas y solo pude lograr confundirme. ¿Y qué me dicen de mi amiga que debe ver a su madre todos los días sobre una cama desconociéndolo todo? ¿Puede ese ¿Dios? decir que es amor y exigirle a ella que no sienta dolor y que se sienta en victoria? ¿Puede exigirle que se rompa las rodillas cuando su alma está hecha pedazos? ¿Qué me dicen de mi amiga que después de diez años de matrimonio escuchó a su esposo decirle que se va y que simplemente no la ama? Han pasado seis meses y aun se siente sola y fracasada. ¿Ese ¿Dios? no está con ella porque es débil y se siente fracasada? ¿Qué me dicen del adolescente que sin padre y sin hermanos sufrió hace tres meses la muerte de su madre y lloró en mi hombro haciéndome mil preguntas que nunca podré responderle? Hace unos días lo vi de nuevo y sigue triste y con sus preguntas ¿Qué le dice ese ¿Dios? al adolescente? ¿Supéralo y olvida la muerte de tu madre para poder estar contigo? ¿Lo ven?

Mi problema con ese ¿Dios? es que premia a los fuertes, a los justos, a los victoriosos, al que tiene el valor de engañarse a sí mismo diciéndose que está bien, distrayéndose de su propia realidad porque es pecado ante su ¿Dios? sentirse miserable, porque para entrar en la “esfera de poder” de ese ¿Dios? debe vivir como grande y como en el cielo, de la misma forma que se supone vive ese ¿Dios?

Son muchos más los problemas que tengo con ese ¿Dios? La religión me dijo que si ese ¿Dios?, que si Él, (con E mayúscula porque así me lo dibujaron) está conmigo actuará siempre a mi favor. Si ¿Él? Hubiera resucitado a mi abuela, entonces estaba conmigo y por consecuencia yo podría ser considerado un hombre de “fe”. Pues no soy un hombre de poder y el asunto de mi abuela fue solo el principio; no soy justo, perfecto ni fuerte, no puedo ignorar la realidad que me golpea a diario y menos decir con descarada hipocresía y una sonrisa de “señorita América” que me siento en victoria cuando madrugadas como estas me siento cansado de intentos fallidos y lamento tantas cosas.

Definitivamente ese no es el de quien nos hablan las Escrituras, pueden escribirlo que D mayúscula, pueden decirme que se llama Dios, pero no es el que creo los cielos y la tierra, no es el que se hizo humano para andar entre nosotros y mostrarnos su imagen, su amor.

EL ¿DIOS? DE MI PADRE...
El año en el que tomé la decisión de desatarme de la camisa de fuerza llamada religión fue el mismo año en el que mi padre decidió entregar sus credenciales y romper todo vinculo con la organización cristiana a la cual había servido durante veinte años como reverendo ordenado. Seis años habían pasado desde la muerte de mi abuela. Recuerdo que su decisión fue interpretada como un acto de rebeldía contra el ¿Dios? de los reverendos. Un boletín informativo corrió por todo el territorio nacional advirtiéndoles a las iglesias afiliadas a la organización que Gustavo Sosa, mi padre, ya no contaba con la cobertura de ellos y la razón era sencilla: El ex reverendo era un hereje.

Yo vivía en una ciudad lejos de la casa de mis padres. Ese año mi padre me visitó y por primera vez hablamos de la muerte de Paula Sosa, mi abuela. Le pregunté cómo había podido llegar a casa tranquilo, comiendo un helado, para darnos la noticia de su muerte, le pregunté cómo podía seguir creyendo en su ¿Dios? a pesar de que éste no había hecho nada a favor de su madre, le pregunté cómo era que aun cuando sus ex colegas lo difamaban él seguía sirviéndole a ese ¿Dios?

Aquella conversación vino a ser como mi estrella al norte para guiarme en el camino que empezaba a recorrer. El día de la muerte de mi abuela mi padre salió de casa a visitarla al hospital, esa mañana él iba rogándole a su ¿Dios? que hiciera un milagro sobre la vida de su madre; durante las tres semanas que ella estuvo en como más de una docena de reverendos hablaron en nombre de aquel ¿Dios? diciendo que ese “todopoderoso” levantaría a mi abuela de la cama, pero que la prontitud del milagro dependía de la fe de la familia, por supuesto, el poder del “todopoderoso” pintado por hombres dependía de la capacidad del hombre. Mi padre me dijo que aquel no era su ¿Dios? y que al llegar al hospital encontró a su madre muerta. Claro que sintió dolor, ni siquiera pudo verla viva esa mañana, ni siquiera pudo estar con ella en el momento de su muerte. Pero él no creía en su ¿Dios? por lo que éste podía hacer o por lo que quería hacer, lo amaba por lo que era.

“Lo conocí a mis diecisiete años, y desde entonces lo he amado”, me dijo.

Esa mañana, mientras hablaba con mi padre comprendí que yo necesitaba conocer al Creador de los cielos y la tierra para amarlo, no conocer sus actos, tampoco sus decisiones o su poder, yo necesitaba saber quién es él y cuál es su nombre.

Tres jóvenes judíos le conocieron, y aun cuando ese ¿Dios? permitió el cautiverio de la nación de estos jóvenes y aun cuando estaban siendo amenazados con ser echados a un horno de fuego sino adoraban a un dios dependiente de los hombres y al que tal vez llamaban dios con D mayúscula ellos declararon que el ¿Dios? a quien ellos conocieron tenía el poder de librarlos del horno de fuego y aclararon además que si él ya había decidido no librarlos igual no adorarían a ese dios hecho por hombres. La historia dice que fueron echados al horno de fuego el ¿Dios? de ellos manifestó su compañía. He escuchado a muchos relatar esta historia, y cuando lo hacen muestran mayor asombro en el hecho de que esos jóvenes no fueron consumidos por el fuego, les asombra el poder del ¿Dios? de esos jóvenes y basándose en ese hecho dibujan a un ¿Dios? que premió la osada declaración de los jóvenes judíos.

Mi padre me hizo entender que lo importante de ese relato es que el ¿Dios? de ellos, que es el ¿Dios? de mi padre, los acompañó dentro del horno de fuego. Y ese es el mismo ¿Dios? que siglos más tarde acompañó a Juan el bautista en una celda hasta el día de su decapitación aun cuando ese Juan el bautista había señalado al Cristo como el Cordero de Dios. Comprendí que necesitaba conocer a ese ¿Dios? que conocieron aquellos jóvenes, a ese que había estado conmigo hasta ese día y de quien yo solo había anhelado sus actos. Comprendí que la historia del Lázaro resucitado no era tampoco tan asombrosa por la resurrección de ese hombre, sino porque ese ¿Dios?, el ¿Dios? de mi padre, manifestó su presencia, hecho hombre, a dos hermanas dolidas, y más asombroso aun: lloró con ellas. Y a pesar de que estas dos mujeres no hicieron alguna declaración victoriosa, o como la de aquellos tres jóvenes, decidió resucitarle al hermano.

Ese es el mismo ¿Dios? de quien Jacob, anciano y cansado, dijo: “…el ¿Dios? que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal…”. Y lo dijo a pesar de que, como dirían los reverendos, ese ¿Dios? “permitió” que su hijo desapareciera por años y “permitió” creerlo muerto, éste Jacob se expresó de esa forma a pesar de que, como dirían los reverendos, ese ¿Dios? “permitió” que Jacob viviera años sintiéndose culpable por la supuesta muerte de su hijo amado. Sin duda Jacob a su ¿Dios?, al ¿Dios? de mi padre. Y ese ¿Dios? no se cansó de presentarse a sí mismo como el ¿Dios? de Abraham, de Isaac y de Jacob; tres hombres que nunca hicieron una declaración de victoria, que murieron creyendo en una promesa que nunca vieron cumplida, que no serían tomados en cuenta jamás por una revista de hombres exitosos, que cometieron errores que hoy no les sería perdonado por ninguna organización religiosa, tres hombres que caminaron errantes, pero tres hombres que respondieron a la necesidad de tener una relación y conocer no a un ¿Dios? cuya imagen dependía de cómo ellos lo dibujaran, sino a un ¿Dios? que se presenta a sí mismo, a un ¿Dios? cuyo nombre e identidad es suficiente para desear conocerle y amarlo, de quien no es tan importante obtener favores, y sobre estos tres hombres dice la Escritura: “…Por lo cual no se avergüenza de llamarse ¿Dios? de ellos…”.

Han pasado nueve años desde aquella conversación con mi padre y esa conversación sigue siendo mi estrella al norte en este camino.
EL POBRE ¿DIOS?
En los locales conocidos como congregaciones cristianas, los que están por este lado del sur, les temen a lo que ellos llaman “canciones mundanas”. Y no voy a hablar de eso porque sinceramente me agota el tema, es que me parece tan tonto escuchar a un joven decir, como si fuera un experto en el asunto, que no escucha músicas “mundanas” porque contienen mensajes subliminales, por supuesto lo dice sin tener la menor idea de la amenaza de lo que llaman “canciones cristianas” que venden doctrinas realmente peligrosas.

De verdad me agota el tema, que si fulano de tal es “fuera de orden” porque escucha a Bocelli, que si la estación radial fulana está “descarriándose” porque un tal Gusmar tiene un programa en el que coloca temas de Tiziano, y tantas tonterías más. Y da pereza detenerse a explicarles tantas cosas que de plano no quieren entender y menos escuchar. Solo por ejemplo, y aquí cierro este asunto, ¿qué tal si eso de los mensajes subliminales no es más que una estrategia del mercado “cristiano” para desplazar las ventas de producciones que ellos no consideran cristianas entre los creyentes y así posicionarse en las esferas cristianas? Es solo un ejemplo de lo que podríamos pensar respecto al tema. Allí lo dejo y voy a lo que me interesa hablar.

Comento todo esto porque cuando la bautizada, en los locales llamados cristianos por este lado del sur, “diabólica” Shakira lanzó su tema “Octavo día” sonaron las alarmas en los escenarios cristianos.

Les dolió la frase: “…Quién se iba a imaginar que el mismo dios al regresar iba a encontrarlo todo en un desorden infernal Y que se iba a convertir en un desempleado más De la tasa que anualmente está creciendo sin parar...”.

Les dolió la frase: “...Si a falta de ocupación o de excesiva soledad Dios no resistiera más y se marchara a otro lugar Sería nuestra perdición, no habría otro remedio más Que adorar a Michael Jackson, a Bill Clinton o a Tarzan...”.


Pero lo que más les dolió, lo que realmente les dolió fue esta: “...Pobre de dios que no sale en revistas Que no es modelo ni artista o de familia real...”

Y es que ésta mujer hablaba precisamente del ¿Dios? de ellos, del pobre ¿Dios? De ese que está obligado a utilizar el recurso de los milagros para hacerse atractivo, de ese que parece desesperado por la fealdad de su imagen y la poca hermosura en su personalidad y debe hacer morisquetas para compensar su desventaja. Ese que no espera ser conocido, incapaz de sostener una conversación interesante, que se limita a esperar una oración de fe y así impresionar con sus actos. Ese ¿Dios? que parece haber plasmado en la Escritura una serie de formulas que activan un mecanismo que resulta en la dinámica de su poder.

Ese ¿Dios? no parece estar interesado en dar a conocer su identidad, parece alguien inseguro, tímido y torpe en el juego de la seducción, de esos tipos que conocen a una chica y no estrechan su mano con seguridad ni sonríen para decir: “Hola, mi nombre es...”; parece más bien del tipo que tímidamente se presenta diciendo: “Soy médico, trabajo en una clínica reconocida de la ciudad, mi turno es el mejor y llevo veinte años ejerciendo y tengo un montón de recursos”. No dice su nombre, intenta impresionar con lo que hace, y da la espalda aliviado y pensando haber dejado una buena impresión sin importarle no haber dicho su nombre o el hecho de que la chica tal vez ni se acuerde de él a menos que necesite un contacto en la clínica, personalmente yo lo vería de lejos presentándose a la chica y pensaría “¡Qué perdedor! ¡Pobre tipo! Y eso es lo que pienso de ese ¿Dios? desesperado porque conozcan su poder y lo que hace, que no le interesa que el hombre se detenga a conocerle, que se esconde en el cielo, para mi es un perdedor, un pobre ¿Dios?, un don nadie. Y ese no es el ¿Dios? de las Escrituras; es más bien el de las más famosas, si tristemente las más famosas, “canciones cristianas”, el que le teme a los interpretes diabólicos, el que le teme a quienes escriben del Verdadero, del Creador, del Inmutable, el que necesita ser defendido por fanáticos, el que se limita a actuar dentro de un local cristiano, que le da miedo mezclarse con la rutina humana.

¡Pobre ¿Dios?! ¡Pobres hombres que confían en su pobre ¿Dios?!

Y los dejo con una frase extraída por otro de los intérpretes que llaman diabólicos, y seguro es una de las frases que deben estar doliéndole al pobre ¿Dios?:

“…Para acudir a la fortuna te venden dioses novedosos…”.

EL ¿DIOS? MECANICO...
Durante mucho tiempo me enseñaron, y yo quise aprender, que la Biblia era la “garantía del creyente”, “la regla de fe”, una “enciclopedia de sanas doctrinas”, un “conjunto de formulas”. Según algunos, y son muchos estos algunos, el ¿Dios? que inspiró lo que llamamos Sagradas Escrituras es, al parecer, un ¿Dios? mecánico.

Repito: lo que llamamos. Aunque duela y aunque los algunos que todo lo encajonan se nieguen a entender que es importante aclarar en ciertos casos que mucho de lo que afirmamos es sencillamente lo que llamamos. ¿Estoy negando que eso que llamamos las Sagradas Escrituras ha sido inspirada por quien creó los cielos y la tierra? No, simplemente estoy diciendo que según algunos “lo que” inspiró eso que llamamos las Sagradas Escrituras fue un ¿Dios? mecánico. (Y note que digo “lo que” espero hacerme entender a continuación).

Muchos han decidido creer que esa cosa, ese “lo que” y no “el que”, lanzó un montón de leyes que se rigen por sí solas y así el ¿Dios? mecánico puede atender los cantos angelicales con títulos “tres veces santo” y no se distrae con los asuntos humanos, evitando contaminar su divinidad.

¿Quieres presentarte delante ese ¿Dios? mecánico?

Sencillo, descubre los misterios de sus formulas, asciende al nivel tres en el que serás perfecto y merecedor de su atención.

¿Quieres un favor de ese ¿Dios? mecánico?

Más sencillo aun, puedes elegir entre ayuno, clamor, vigilia o pactos. Intenta con la ley “siembra y cosecha”, esa es una forma infalible y si falla el defecto está en ti.

Pero ni se te ocurra verlo como alguien, pues está claro que no es alguien, es algo. La idea de conocer a ¿Dios? para quienes lo ven tan mecánico es impensable, ridícula e innecesaria. Es perder el tiempo. De cualquier forma en este caso no piensan en conocer sino en descubrir y la única forma de descubrirlo es otra formula: analiza sus actos, descubre el esquema “bíblico” de su actuación. Tal y como se puede conocer un objeto mecánico. Y como es el mismo ayer, hoy y por los siglos conócelo por su ayer registrado en las Sagradas Escrituras. Y es que la forma en la que percibimos a ¿Dios? define la forma como interpretamos lo que produce (pero en este caso, en el caso del ¿Dios? mecánico, lo que ha producido, ya no produce todo es consecuencia de aplicar correctamente las formulas inspiradas).

Lo que queda por decir lo diré en otras oportunidades, por ahora para culminar postearé una carta que le escribí a mi madre hace ya algún tiempo y que guarda relación con lo dicho anteriormente. A pesar del avance en el camino en estos años en algunas de las siguientes líneas, he decidido postearla sin modificaciones, (solo obviando algunas líneas de la carta) excepto los signos de interrogaciones en el caso de ¿Dios?

“…Madre, la Biblia no es la regla de fe del creyente, ni un conjunto de formulas, mecanismos o sistemas. La Biblia es el testimonio de ¿Él? Es un espejo del Verdadero. No es la garantía de cómo actuará, es su eco llamando nuestra atención, intentando pararse frente a nosotros diciéndonos: “Quiero que sepas que Yo Soy, conóceme, tengamos una relación, una real, dejemos a un lado ese asunto de lo que yo puedo hacer, dejémoslo en segundo lugar. Soy más de lo que puedo hacer, muero por ti porque te amo, me hago hombre no porque puedo hacerlo, no para impresionarte con un nacimiento virginal, sino porque Soy amor, porque quiero que me toques, que me veas llorando, caminando, porque Soy”.

…Pienso que por eso a veces nos enredamos con las supuestas contradicciones de ¿Dios?, porque queremos definir sus actos y a través de ellos conocerlo. La “fe cristiana” ha generado numerosas doctrinas y pretendemos que nuestra comprensión de lo que llamamos ¿Dios? dependa de ellas, y lo peor es que ¿Dios? parece no ajustarse a todas ellas… Así hemos ido diseñando un ¿Dios? de acuerdo a las doctrinas que surgen del intento de interpretar sus actos, por eso tantas incongruencias. Las doctrinas pretenden mantener a salvo un sistema… Y ¿Dios? sigue allí, siendo el que es. Y sigue el eco de su llamado original.

Madre hemos intentado conocer a ¿Dios? mediante los planes que hemos creído descubrir, hemos deformado la imagen de ese ¿Dios?, hemos generado otros ¿Dios?...”

MUCHO MAS QUE UN ¿DIOS?...
Hoy quiero aclarar a quienes vienen leyendo la serie que estos artículos no tienen como objetivo culpar al Creador de los cielos y la tierra de la muerte de mi abuela, ni de los infortunios propios o ajenos. Tampoco negar la existencia de un Creador, de alguien superior que se hizo hombre y se nos mostró de diversas formas, entre ellas a través de la persona de Jesucristo. Lo aclaro no por tener la necesidad de hacerlo, es decir, no intento cuidar mi imagen o dar excusas, como me dijo hace poco un hombre a quien considero mi amigo “estoy sano en salud”. Lo aclaro más bien para que los objetivos de esta serie puedan lograrse en quienes leen, y en quienes leen con cierto prejuicio.

Continúo. Los infortunios vividos y vistos en quienes me rodean causaron en mí, en cierto tiempo, confusión, decepción y frustración. Estos sentimientos surgieron en mí como consecuencias de mis creencias relacionadas a ese ¿Dios? que me pintaron y que yo, iluso y fanático, acepté sin cuestionar nada. Pero estos sucesos despertaron mi sed, o mejor dicho: me hicieron más consciente de mi sed. Y esta sed me llevó a caminar, a emprender la búsqueda de agua para saciarme. Me obligó a salir del conformismo que me hacía aceptar todo cuanto vendían sobre ese ¿Dios?, hecho por hombres. Me di cuenta que hablar de Él como un ¿Dios?, según la imagen que me había construido de un ¿Dios? incluso con “d” mayúscula, no era hablar de Él, no era hablar del Creador, del que se hizo hombre. Este conflicto me llevó a preguntarme ¿sino es un ¿Dios?, y no es un humano, si tampoco es una cosa, entonces qué es?

Para entonces tenía claro que debía percibirlo y buscarlo como a “alguien” y no como a “algo”, como alguien no humano y tampoco ¿Dios?, repito: según la imagen que me había construido de un ¿Dios? incluso con “d” mayúscula.

Encontré una confusión parecida en un hombre llamado Moisés, de quien se habla en las Sagradas Escrituras.

Cuando el Creador, el ¿Dios? Verdadero, el que se muestra así mismo en las Escritura, el que Vive, es decir, el que no depende de nuestro raciocinio para vivir, el que Existe por sí mismo, cuando Él comisiona a Moisés para la tarea de libertar a los hijos de Israel, Moisés se preguntó y le preguntó a Él: “Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les responderé?”.

Sabía que era real quien le hablaba, porque le hablaba, pero cómo le explicaba a sus paisanos sobre la existencia de aquella voz. Es curioso porque Moisés pudo obviar ese asunto y conformarse con dibujarles la idea de un ¿Dios? “zarza ardiendo en fuego”. El dibujo pudo haber sido atractivo para los suyos. Sin embargo, Moisés sabía de dioses, e incluso tal vez de dioses con “d” mayúscula, y aquel que hablaba no se sentía ni lucía como un ¿Dios? de esos conocidos.

La respuesta de aquella voz fue la que me llamó más la atención en ese pasaje. Él respondió a Moisés: “Yo Soy El Que Soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo Soy me envió a vosotros”.

No lo envió una “zarza ardiendo en fuego parlante”, ni siquiera una voz, lo envió alguien que Es, alguien con identidad definida y no dependiente del tiempo, es decir, alguien que no depende del pasado, presente o futuro. Cuando leemos que “Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos”, no debemos pensar en que esas palabras nos revelan una formula para conocer el patrón de ¿Dios?, no se trata de sus actos, no nos dice que como Él “obró” así Él “obra” y “obrará”. Esas palabras nos hablan de Él, de su identidad que no está sujeta al tiempo.

Ningún ser humano puede afirmar “yo soy”, sin obviar que su identidad y todos los elementos que la componen cambian constantemente de acuerdo al tiempo que transcurre, y que incluso su comportamiento dependerá de su identidad. Cuando fui niño yo era como un niño porque fui niño, cuando fui joven yo era como joven porque fui joven, cuando soy adulto yo soy como adulto porque soy adulto, cuando sea anciano seré como anciano porque seré anciano. Y en cada etapa vamos cambiando, y lo que somos irá dependiendo de muchos factores que están sujetos al tiempo. El Yo Soy es un ser no dependiente ni sujeto a nada.

En este sentido hablar de quien inspiró las Escrituras, de quien se hizo hombre manifestándose en la persona de Jesucristo, es hablar del Yo Soy, llamarlo ¿Dios? sería acertado siempre y cuando estemos consciente que no es un ¿Dios? sujeto a “leyes” que ya a “lanzado al mundo”, que tampoco es un ¿Dios? comprometido “a su palabra”, es decir, no es ese pobre ¿Dios? que se hace atractivo a sí mismo queriéndose mostrar como una especia de genio. No es un ¿Dios? comprometido con un sistema al que quieren llamar “¿Dios? de orden” (luego hablaremos de ello). Llamar ¿Dios? al que Es, sería hacerlo entonces consciente y aclarándole a quienes nos escuchan hablar de Él que no es un ¿Dios? hecho por hombres y esquemas.

Por esta razón yo prefiero decir que no es un ¿Dios?, para mí es mucho más que eso que ahora llaman ¿Dios?

Si nos vamos entendiendo, entonces continuemos en esta búsqueda. La serie continua.


EL ¿DIOS? DE SISTEMAS...
A veces, cuando es necesario dentro de lo innecesario, digo que soy un ex cristiano intentando seguir a Jesucristo. Y no soy el primero ni el único que lo dice. Me sorprendió haber leído hace algunos meses un artículo escrito al respecto escrito por Claudia Lama, a quien considero mi amiga. Y siempre que digo que soy un ex cristiano intentando seguir a Jesucristo siento la motivación de recomendar el blog de mi amiga.

Lo menciono hoy porque el cristianismo ha reclamado, y así lo ha declarado, tener la razón en cuanto a toda cuestión de ¿Dios? El cristianismo se ha autodefinido como un movimiento fundado por el Cristo, teniendo en cuenta que ese Cristo es el Hijo de Dios y el movimiento dice “seguir al Cristo Hijo de Dios”. Si le preguntas a una persona que ha sido formada dentro del cristianismo por qué sigue al Cristo Hijo de Dios te responderá de la forma más natural: “porque es la salvación”.

Aclaro, el presente artículo no tiene como objetivo atacar a ninguna de las denominaciones o representantes del cristianismo en general, sino mostrar un defecto que ya no debe ignorarse más y que deforma en el hombre la imagen del Creador y lo reduce a la posición de un ¿Dios? más. Entiendo que algunas personas en el lugar de “cristianismo” leerán con la figura de ¿Dios? en sus mentes, y sentirán que mis argumentos atacan al ¿Dios? del cristianismo. El ¿Dios? del cristianismo parece estar ligado y dependiendo del cristianismo mismo, así que atacar al cristianismo y mostrar sus defectos es ciertamente demostrar que la imagen que han dibujado de ese ¿Dios? es una distorsión “grosera” del “Yo Soy” que inspiró las Escrituras y que además se hizo hombre.

El cristianismo ha venido a ser un sistema del que se desprenden doctrinas, dogmas, o más bien doctrinas dogmaticas, ideas, principios y una serie de “artículos” más que rigen directa o indirectamente a todo aquel que se encierra dentro de ese sistema en el que nada puede ser cuestionado aun cuando todo es cuestionable. Es un sistema opresivo, una vez dentro el individuo interna una serie de argumentos prefabricados y éste siente la necesidad de mantenerse dentro del sistema para continuar con vida y agradar al ¿Dios? del sistema. Yo he llamado a ese sistema “mundo de cristal”, y en mi blog personal hablo en algunos artículos con más detalles sobre las razones por las que debe ser considerado un mundo de cristal.

El mayor de los problemas, y es el que me motiva a escribir este capítulo, es que las doctrinas, dogmas, ideas, principios y todo el conjunto de “artículos” dentro del cristianismo han sido creados para resguardar la imagen de un ¿Dios? moldeado al sistema, así el sistema se divorcia de la necesidad de encontrar al Verdadero y Único y abraza más bien la oportunidad de presentar al ¿Dios? que se han creado, cuya imagen les ayuda a mantener vivo el sistema.


La salvación es dentro del cristianismo la idea central y la herramienta más útil para el adoctrinamiento. El individuo acepta como cierto e incuestionable todo el conjunto de “artículos” creados porque estos aseguran la garantía de la salvación. El ¿Dios? del sistema es entonces un ser cuyo único valor es “salvación”. Y como los artículos vendidos dentro del cristianismo son presentados como extraídos del “corazón de su ¿Dios?” todo lo que éste ¿Dios? ha generado ha sido para cumplir su única razón de ser: la salvación.

La salvación garantiza la vida eterna. Y así ¿Dios? pasa a segundo o cualquier otro lugar. Todo cuanto el individuo debe hacer, lo debe hacer pensando en la salvación y vida eterna. Dentro de ese sistema la Escritura inspirada ha sido inspirada por supuesto por el ¿Dios? del sistema y es un laberinto que lleva a la salvación y por lo tanto a la vida eterna. Salvación y vida eterna dentro de ese sistema son elementos externos a ¿Dios? Entiendo que por esta razón la gracia se hace insuficiente o modificable. Pues de ser suficiente o de ser tal y como es el sistema perdería su sentido y su ¿Dios? también. Así la gracia, cualidad del Verdadero y Vivo, es contradictoria dentro del cristianismo.

Todo esto nos lleva a formular una pregunta: ¿Es necesario seguir a Cristo en nuestra búsqueda y necesidad de conocer al Creador? Es necesario seguirlo, y para seguirlo no es necesario “hacerse cristiano”. Es necesario seguirle entendiendo en primer lugar que seguirle es intentar conocerle, es iniciar y mantener una relación. Es necesario seguirle entendiendo en segundo lugar que Jesucristo es el “Yo Soy” que se le presentó a Moisés. Y así al someter al ¿Dios? de sistemas ante la persona de Jesucristo encontraremos que tal ¿Dios? es un ¿Dios? muerto, de ficción. Este Jesucristo, el “yo Soy” hecho hombre, nos da el sentido correcto de la Escritura e incluso de la “salvación y vida eterna” y ese sentido rompe con el empeño del ser humano de crear sistemas para alcanzar “salvación y vida eterna”. Jesucristo dice: “Escudriñad las escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna y ellas son las que dan testimonios de mi”.

No sé si pueden notarlo, pero esas palabras colocan todo en su orden. El asunto de la salvación y vida eterna que es considerado un elemento externo a ¿Dios? que debe alcanzarse mediante el cumplimiento de una serie de requisitos que forman parte de un supuesto plan es colocado aquí dentro de Jesucristo que es el Creador hecho hombre. Es decir, Jesucristo no niega que en ellas (Escrituras) está la vida eterna, aun cuando aclara “a vosotros os parece”, pero aun así afirma y concluye en que “ellas son las que dan testimonio de él”. Si en ellas hay salvación y vida eterna es porque hablan de él. Él es el tema central de la Escritura. La salvación y vida eterna es parte de su atractivo, por lo tanto la forma de hallarlas está en él, no en sistema ni en ningunos de sus “artículos”. Está en su ser, así como la gracia misma está en él y no se desprende de él.

El Creador no es un ¿Dios? de sistemas, y ni la persona de Cristo ni la Escritura inspirada fueron intentos por crear sistemas, por lo tanto aceptar que para conocerle es indispensable y extremadamente necesario “ser cristiano” es desde ese momento salir al encuentro de un ¿Dios? hecho por hombres.

ELIAS Y EL ¿DIOS? DE MUCHOS...
Durante años escuché sermones, así los llamaban con orgullo, basados en ese “pasaje bíblico” en el que Elías (a quien me vendieron como el “profeta de fuego¨) enfrenta a sacerdotes de Baal, un dios construido por hombres y que seguro sus sacerdotes nombraban con “d” mayúscula. Lo que hoy me parece curioso es que estos sermones señalaban el desempeño de Elías como protagónico y como la razón de existencia del “pasaje bíblico”, dando a entender que el ¿Dios? de ellos inspiró las Escrituras para resaltar a Elías y hacerlo un modelo para todo aquel que quiere figurar como un hombre de éxito dentro del sistema cristiano. Así se centraban en su desempeño para llegar a la definición del ¿Dios? de ellos, aun cuando yo sospecho que no tenían la menor idea de que en tales exposiciones dibujaban la imagen del ¿Dios? al que dicen servir.

Hoy, mientras recuerdo alguno de esos sermones se me hace obvio: el ¿Dios? que estos me dibujaron era uno del mismo calibre de Baal. La imagen que muchos proyectan de ¿Dios? es la de un ser amante de sacrificios, y este ¿Dios? de los sacrificios “respalda” a todo aquel que logra arrancarle las “señales y prodigios”, “señales y prodigios” son indicadores del apoyo de este ¿Dios? y el apoyo se traduce como éxito y actitudes que agradan a tal ¿Dios? Todo cuanto los servidores de este ¿Dios? interpretan lo hacen con esa fórmula barata: sacrificios + señales y prodigios= apoyo divino. De manera que la compañía de ¿Dios? y su “intervención” a “favor o en contra” son productos que resultan del esfuerzo humano.

Es obvio para mí, todo esto es un cuadro que nos permite ver el reflejo de un ¿Dios? cuyo atractivo es el “poder” y su poder está limitado a la capacidad humana, un ¿Dios? dependiente de sacrificios y esfuerzos. La imagen de este ¿Dios? es nociva para el hombre y es también útil para sus “representantes” en el intento de manipular a quienes “sedientos y cansados” se inclinan ante sus “coberturas”. Estos representantes por lo general ocultan móviles, se afanan por ser los más reconocidos, los más nombrados, “caciques” de parcelas, y utilizan la imagen de ese ¿Dios? para mantener un orden obsesivo en sus sistemas y para activar la voluntad de sus seguidores a merced de sus metas personales de “crecimiento y orden” variantes que les permite a estos “venderse” dentro del sistema como hombres de “éxito”. Nuestro Creador, tuvo cuidado de alertarnos sobre estos a través de los escritos de los apóstoles.

Según todo este ideal enfermizo y absurdo el fuego que cayó del cielo fue un producto del sacrificio de Elías al exponer su vida al riesgo de retar a los sacerdotes de Baal quienes eran apoyados por el régimen político de turno, sumado al cuidado que tuvo en la construcción y estética del altar donde presentó el sacrificio. Toman cada detalle para simbolizar aspectos que se deben tener en cuenta en el proceso de sacrificio. El argumento supone que un solo error, un descuido, una piedra mal puesta, un paso en falso del profeta Elías y no habría descendido fuego sobre el altar. Y ese mismo argumento es aplicado a los “pasajes bíblicos” en los que el Dios Real y Verdadero se presenta a sí mismo. Ya lo he dicho antes: “todo cuanto interpretan lo hacen con esa formula barata: sacrificios + señales y prodigios= apoyo divino”. Así predican con tono altanero que la sanidad del ciego Bartimeo fue el producto de su sacrificio al enfrentar a la multitud que servía de obstáculo entre él y el Cristo; de igual forma aseguran que la mujer del flujo de sangre “recibió” su milagro gracias a su osadía de tocar el manto de Cristo que suponía un gran sacrificio; para ellos el leproso que se le acercó a Jesús en Marcos 1: 40-42 logró desprenderle a ¿Dios? su sanidad mediante un mecanismo que supone su sacrificio: “Rogó e hincó la rodilla”, y he escuchado a muchos vender este modelo como una formula infalible para obtener “favores” de ¿Dios? siempre con la aclaratoria de que si falla es un problema de actitud humana o “no rogaste lo suficiente ni estuviste con tu rodilla hincada el tiempo necesario”, sencillamente “el poder” de ¿Dios?, el más grande atractivo de este ¿Dios?, depende del esfuerzo humano. Lo que reduce automáticamente, a mi parecer, tal atractivo a un chiste.

Ahora bien, si un Dios es dependiente del esfuerzo humano, si un Dios necesita de sacrificios para destellar poder entonces a quien se dirigió Elías no fue un Dios, pues quien consumió el altar con fuego lo hizo porque así lo había decidido ya, sin importar lo que Elías hizo o pudo haber hecho, ya Él había decidido hacerlo. Note usted mismo que en ese relato el llamado “profeta de fuego” conversa con nuestro creador y en su conversación u oración afirma haber actuado de esa forma porque Él (quien hizo descender fuego) así lo había ordenado. Su actuación no puede tomarse como un mecanismo o sacrificio, había recibido instrucciones y esto garantizaba que su actuación tendría resultado positivo, así que actuó confiado, el anuncio de los resultados pudo haberle inspirado la confianza y seguridad de que no correría peligro. Elías no tiene merito alguno en esta historia en la que quien la inspiró intenta mostrarse a sí mismo. La compañía de nuestro Creador no se mide por lo que llamamos “intervención”, o “prodigios y señales”, ya que lo que podríamos llamar “no intervención” sería ya una forma de intervenir si ya hemos presupuesto la realidad de su existencia. De insistir en que eso que llaman poder es parte de su atractivo tendríamos que concluir en que actúa por sí mismo y no actúa por sí mismo también, y su no actuación sería ya una forma de actuar.

Si Elías nos visitara hoy y escuchara hablar de ese ¿Dios? dependiente de los sacrificios y esfuerzo sin duda diría: “Ya conozco a ese ¿Dios?, en mis tiempos lo llamaban Baal, es un ¿Dios? muerto, hecho por hombres”.

¿REALMENTE ES ASUNTO DE DIOS?
Fue lamentable lo que ocurrió, y fue exactamente hoy cinco de septiembre entre las ocho y nueve de la mañana. La doña de aproximadamente sesenta años de edad decidió ir en autobús a Punto Gorda, un pequeño municipio de la Costa Oriental de Lago, ubicado a cuarenta y cinco minutos del Consejo de Ciruma, pueblito en el que ella vivía; en realidad habría ido en carrito por puesto y entonces habría evitado cruzar la intercomunal, el asunto es que no habían carritos en la parada así que se sentó en la plaza un rato y pasó el autobús y se embarcó. La doña no iba sola, pero la sobrina que iba a acompañarla se quedó dormida y ella no quiso esperar a que se hiciera más tarde porque le urgía ver a su hermana que yacía postrada en cama desde hacía días.


El autobús la dejó en la parada de Punta Gorda y del otro lado de la intercomunal estaban algunos sobrinos suyos atendiendo un puesto de comida, ella cruzó la calle sin que ellos pudieran notar su presencia al otro lado hasta que escucharon un impacto y al mirar hacía la avenida vieron el cuerpo de su tía, la doña Rosa, rebotar sobre la calle de asfalto… De inmediato corrieron hasta el cuerpo, una ambulancia del cuerpo de bomberos pasaba por el lugar en ese momento así que sin perder tiempo fue trasladada al hospital de Cabimas al que entró con vida murmurando algunas palabras sin sentido, y al cabo de unos minutos murió.

Diez minutos después de su muerte yo estaba sentado en la Plaza Las Banderas del Consejo de Ciruma, estaba allí porque había decidido caminar un rato por el pueblo y sentarme en ese lugar para pensar en mis próximas decisiones, frente a mí una señora abrazaba a otra y la escuché claramente cuando dijo “tía Rosa murió”. Minutos después supe que se trataba de la doña, madre de un par de amigos míos. Al anochecer supe que ya habían traído el cuerpo al pueblo y fui al hogar de la familia Gutiérrez para apoyarles en su dolor. Al llegar encontré en el patio a todos sentados alrededor de un hombre con una Biblia en su mano, que decía ser pastor cristiano, el tipo sonreía como un loco, y decía cosas como que “los ángeles estaban de fiesta en los cielos por la muerte de la doña” y que él también “se alegraba porque ella estaba en su verdadero hogar”. Pensé en qué diablos podía haber fumado aquel hombre para tener los cojones de pararse frente a los familiares dolidos y decir que habían ángeles haciendo parranda por la misma razón que ellos aquí en la tierra lloraban y querían morir también. Pero lo que me llevó al borde de mi cólera silente fue la frase con la que terminó su discurso antes de hacer su “oración por la fortaleza de los familiares de la doña”, él dijo: “la muerte de la doña Rosa es asunto de Dios”.

Allí está mi problema con quienes se hacen llamar representantes del cristianismo, o “embajadores de Cristo”, allí está mi problema con estas sectas que se hacen llamar cristianas o que no sé si lo son, no soy experto en cristianismo, pero sé que si eso es cristianismo entonces es un asco, un insulto a la esperanza de una mejor expresión humana. Allí está mi problema con los “conceptos heredados que definen al Dios cristiano”, y me jode más la paciencia el hecho de que insistan en llamar a tal concepto “Dios verdadero”. Intentan interpretar lo que desconocen con un “es asunto de Dios”, intentan callar el dolor y reprimirlo con un “es asunto de Dios”, ¿por qué es asunto de Dios? ¿Acaso solo lo dicen porque no pueden entenderlo? ¿Es Dios la respuesta fácil a lo desconocido? ¿Es Dios una respuesta elaborada, prefabricada, todo uso? Hubo un terremoto en Haití: Asunto de Dios; un accidente en las minas de Chile: Asunto de Dios; un fallo en el veredicto a favor de la injusticia: Asunto de Dios. ¿Qué Dios es ese? Tal vez uno que merece mi desprecio, si en realidad existiera.

Yo sigo mi búsqueda, realmente no puedo aceptar a ese Dios prefabricado por religiones, por pensadores que se limitan a respuestas tan dañinas y tontas como “asunto de Dios”. No aceptaré jamás la existencia de un Dios que solo es una herramienta genérica para el hombre, ni siquiera si me ofrece mil cielos con parrandas de ángeles, ni siquiera si me amenaza con mil infiernos de lagos de fuegos que nunca se apagan.

Dios, dios, diosito, papa dios...
No me molesta que la gente hable de dios como si fuera su compadre, o su juguete o su genio o lo que la gente quiera creer sobre su dios; no es mi problema si le atribuyen el origen de todo y ponen en sus manos el final, ni siquiera me interesa si le construyen un hogar en el cielo y sueñan con pasar una eternidad batiendo las manos para alimentarle el ego mientras aquí se alimentan su propio ego catalogándose así mismos como adoradores y reclamando “adoración en tercer grado” para ellos por ser adoradores…


En realidad ha dejado de importarme las contradicciones del mismo cristianismo o de sus militantes, o autonombrados representantes, he dicho que dentro de la “comunidad cristiana” existen o le dan existencia a innumerable dioses o tal vez mil caras a su dios, pero ha dejado de ser mi rollo, evito estos temas con fanáticos que están dispuestos a matar justificándose con un “es mi deber mantener y defender mi posición”, la verdad fui así en un tiempo, así que por qué voy ahora a menospreciar o intentar herir con mis razonamientos a quienes son como alguna vez fui yo; y no es que tenga miedo a sus argumentos, solo me aburren…

¿Por qué hoy y por qué esto? Tres sucesos ayer me motivaron: el primero fue una agradable conversación con un escritor de un texto de teología que considero bueno y básico, para mi sorpresa milita dentro de una organización cristiana que tiende a mostrarse ortodoxa en términos generales, este hombre es además profesor de una importante institución teológica dentro de esa organización, y me asombró, realmente me asombró el hecho de que pudiéramos entendernos en el mismo lenguaje y coincidir en algunos planteamientos, esta conversación me recordó que es inevitable la evolución de la búsqueda del hombre por encima del progreso del cristianismo u otras religiones (argumento que he llegado ha plantear en mi blog en artículos etiquetados como “mundo de cristal”, léase si se quiere entender mejor la expresión “evolución de la búsqueda por encima del progreso…”), y encendió esta conversación mi pasión por estos temas; el segundo suceso fue observar la reacción de algunas personas ante una imagen publicada en el blog de Anyul Led Rivas, consideradas por algunos una blasfemia contra Cristo, me recordó como estos temas a veces encienden incluso mi buen humor. El tercer suceso no encendió ni pasión ni humor, sino ira. Recibí una “exhortación” por escribir dios en minúscula, y la explicación por la que debía corregir mi error… bueno se resume en una expresión “fue una mierda”…

Milité dentro del cristianismo creyendo en dios, bueno en Dios (¿notan la diferencia?). Un dios con mayúscula porque me decían que así debía escribirse porque enorme es su poder, porque enorme es su misericordia, porque enorme es su amor y todo lo suyo es enorme, incluso el precio que hace pagar a quienes deciden rechazar su enorme amor, haciéndose enorme la obligación de amarle… Disculpen la ironía aquellos que puedan sentirse ofendido por ello, ¿pero no es contradictorio el hecho de que por amor amenace a amarle al precio de una condenación eterna en un infierno inimaginable? Puede existir un ser así e incluso ser llamado Dios (con mayúscula y todo)… ¿hace esta “cualidad suya” (amor que amenaza) de la palabra Dios una palabra respetable y digna de adoración? Entonces me miran con odio cuando digo que no puedo creer en un Dios así, y que además me importa poco escribirlo con mayúscula o minúscula… Creo que esto da mucho para pensar si estamos dispuestos a pensar; creo que aquel que siga dispuesto a hablar de dioses y de sus amores, incluso aquel que piensa que el dios cristiano, dibujado por el cristianismo en progreso a través de los siglos, es un dios de amor infinito está en el deber de pensar, de cuestionar, de comparar los argumentos con los que construye a su dios y lo presenta al mundo, está en el deber de hacerlo digno de ser mayúsculo, respetable, adorable… No me vengan con amenazas de infiernos para obligarme a otorgarle mi respeto… Es tonto pensar que librarse de la etiqueta cristiana y que según argumentos tan tontos como los de un dios enorme y contradictorio hacerse acreedor de la etiqueta ateo es sinónimo de condenación eterna… Es tiempo de pensar…

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