viernes, 18 de diciembre de 2009

LA SUERTE QUE VI EN TUS OJOS... (SUEÑO NUMERO DIEZ).

Nunca estuve tan seguro de mi suerte hasta aquel momento…

Los caminos habían sido largos y estrechos, tanto que, cansado me negué a detenerme; siempre tuve miedo de pasar por tu lado sin verte, por no saber cómo ni cuándo detenerme, por entregarme tanto a la ilusión de tu encuentro, por la obsesión de mi búsqueda.

Creí en mí, en mí y mis habilidades, en mí y mi empeño; y aunque eres tú la razón de mi búsqueda, tu nombre el origen de mis desvelos y tus ojos el motivo por el que deseé tanto aquel encuentro, no pensé contar contigo, al menos no de esa forma.

Creí en la suerte, en la que podía y debía generar desde mí andar. Y me detuve, pensando que podía haber sido tarde, yo había pasado por tu lado, ciego, sin verte. Y nunca tuve miedo a la soledad, así que sentado estuve cómodo, pero tú asaltaste mi tarde, atracando a mi lado, ciego, te vi sin saberte y solo te supe al escuchar tu voz, dulce voz de mil secretos, que me dejó verte. Solo entonces percibí mi ceguera y le temí a la soldad cuando ya ella no era compañía. Miré tus ojos, mi suerte.

Caminé a tu lado, por senderos angostos, tus ojos me decía que aquel era solo el inicio, que esperabas menos de mí, menos de lo que me obligué a dar sin ti; me decían que en ti hay descanso para mis pies y que mi andar en ti era mejor que mil caminos amplios. Me contaron de una alegría natural, una que solo es posible a tu lado, que siempre quise y que a tu lado tenía sin necesidad de quererla.

No tuve temor al final, tus ojos decían que a tu lado era imposible el final; entonces lo supe, no se llega tarde a tu encuentro, no vale mi empeño para encontrarte, no depende de mi esfuerzo y no es cuestión de mi suerte. Siempre estuvo en tus manos…

Ahora que he despertado de aquel sueño sigo avanzando, y mientras lo hago descanso entregado a la suerte que vi en tus ojos…

jueves, 17 de diciembre de 2009

EL "¿DIOS?" DE LOS BUENOS DESCUIDOS...

Alberto es chofer de un auto por puesto con cupo en la línea de “H y Cabillas”. A las siete de la noche me embarqué en su auto y después de diez minutos de trayecto nos detuvimos en el semáforo antes de atravesar la autopista” Intercomunal” en dirección a la “Lara-Zulia”. En ese momento me miró y comenzó a relatarme la trágica historia que había vivido tres horas antes.

A las cuatro de la tarde ese mismo semáforo se había quedado sin electricidad causando un desorden inusual en el tráfico, Alberto se detuvo esperando el mejor momento para atravesar la autopista. Un motorizado se paró a su lado y asegura haber sentido que en ese momento algo saltó en su estomago. Aunque es un chofer hábil y con años de experiencia frente al volante, de repente, un temor extraño (así lo cuenta luego de lo vivido) lo perturbó hasta el punto en que no se atrevía a abrirse paso para avanzar. Al cabo de unos minutos vio la oportunidad de avanzar, miró a su derecha y allí continuaba el motorizado, quien también miró a Alberto. Pisó el acelerador, el motorizado avanzó al mismo ritmo a su lado, a mitad del cruce Alberto miró a la izquierda y frenó violentamente al ver un camión venírsele encima con extrema velocidad, el motorizado no pudo ver al camión pues el auto de Alberto le obstaculizaba la vista hacia la izquierda, Alberto vio como aquel pobre hombre se elevó a causa del golpe del camión y cayó a cien metros de distancia desde el punto del golpe, con su mano derecha sujeta aun en la moto y su cuerpo partido en dos partes.

Aquel cuadro despertó en Alberto una agonía que jamás había sufrido, en ese punto del relato sufrí mi propia agonía. Pensé en la familia de aquel hombre, en la desesperación al enterarse de la trágica noticia, en la crisis de los familiares al llegar a la escena y ver aquel cuadro, me pregunté si había dejado hijos huérfanos, alguna joven esposa que lo amó y odiaría la vida sin él, me pregunté muchas cosas; pensé en la fragilidad de lo que llamamos vida, en cuánto peligro nos rodea y generamos, pensé en muchas cosas… Llegué a mi destino y antes de bajar del auto, Alberto me miró y me dijo: “Dios fue bueno conmigo, el muerto pude haber sido yo”. No le respondí, ni correspondí su sonrisa, ni siquiera me despedí al bajar del auto. Estaba muy cansado para responderle, y en ese tiempo frustrado también hasta el punto de no hablar contra los dioses de nadie, dioses heredados. Aun así bajé con un sabor amargo, casi maldiciendo la idea de aquel dios.

Yo he decidido hundirme en los laberintos de mi ateísmo (un ateísmo personal). Me estorban los dioses, incluso ese que parece ser el pensamiento general y que escriben con mayúscula, que parece ser genérico y contradictorio a todo lo que la gente afirma que es. Yo he decidido (mi decisión y no invito a nadie) partir de la creencia de la no existencia del dios y divagar e una búsqueda inédita sin importar el riesgo de no conseguir nada ni a nadie.

Creo que de existir alguien (y si prestan atención podrían entender la ironía, emprender una búsqueda es ya una expresión de fe en alguien solo que sin fundamentos ni presupuestos, y menos herencias) ese alguien sin duda no podría ser un dios que por salvar la vida de un chofer de un auto descuide la e un motorizado. En ese caso prefiero pensar (y no invito a nadie a pensarlo) que circunstancias como esas no deben interpretarse ni percibirse (aquí es una percepción condicionada) a la luz de un supuesto “cuidado divino”. Lo que hace aun más despreciable a un dios controlador con una pizca de descuidos. Sí, creer en un dios controlador y someterlo a la realidad (no a esa “mariguanada” espiritual que se esfuma tras las dosis de “templos” y “servicios”, y “mariguanada” en este contexto le pertenece a Francisco Rubio) es creer en el dios de los descuidos, y peor aun es creer que esos descuido son parte el “cuidado divino”.

Y si yo llego a encontrar al final de mi búsqueda (si es que acaso esa es la suerte) que ese alguien entre sus “cualidades” se atribuye la “soberanía” de sacrificar un motorizado por un chofer de tránsito entonces lamentaré profundamente haberle encontrado. (lo sé, algunos al leer este último párrafo ruegan por el “alma” e este hereje).

miércoles, 16 de diciembre de 2009

VUELVO CON LA SERIE "¿DIOS?"... EL "¿DIOS?" TIRANO Y ADORABLE...

Él tocó a mi puerta aquella mañana y no lo sabía pero yo estaba justo aquí desarrollando una serie titulada “¿Dios?”, de la que luego publiqué algunas partes por este medio. Me buscó porque somos amigos, aunque en aquel entonces transitábamos veredas distintas, aun así nos habíamos planteado una serie de treguas que creímos necesarias.

Pasó y vi en su rostro gran aflicción. Ya había visto ese rostro, era el resultado de una mezcla mortal de confusión y frustración. Me relató aquello que le afligía, y yo lamenté todo como si la desgracia fuera propia.

Nuestra amistad nació en los pasillos de una institución teológica, meses después de la muerte de uno de sus hermanos. Para entonces yo era forastero en tierras lejanas”, vivía alquilado en una habitación para estudiantes, estaba lejos de la casa de mis padres y de todo lugar hasta entonces conocido. Dos meses después de conocernos me había pedido que viviera en su hogar, junto a él y su madre, y su proposición vino a ser como un oasis en el desierto, eran días duros para mí. Pasábamos horas discutiendo temas, leyendo libros, preguntándonos mucho sobre el mundo que conocíamos, yo apuntaba ya hacia la salida de aquel mundo mientras él se sentía incomodo ante tal posibilidad. Al cabo de un año muchas cosas cambiaron a mi favor y volví a mi independencia solitaria. Nos mantuvimos cerca, tanto como las ocupaciones nos permitían. Y mientras yo me desligaba cada vez más de los deberes de “un líder cristiano” mi amigo iba escalando los peldaños de una organización cristiana.

Luego de su relato, con un dolor que no es natural sino condicionado al igual que su argumento, concluyó diciéndome: “Creo que Dios me está pasando factura de algunas cosas pendiente o será un proceso de Dios”.

Y en ese punto mandé “mandé al diablo” aquella tregua.

-Sí que es cruel tu Dios…

Le dije, con desnuda ironía. Y allí comenzó una fructífera conversación que algún día tenía que suceder entre ambos.

Me llena de ira escuchar, leer en el facebook, recibir mensajes de amigos e incluso correos electrónicos de amigos en los que me comentan ciertas desgracias y atribuyen estas a “Dios” tratando de que tan tonto argumento los redima del dolor. Sin darse cuenta el hombre, y sin querer saberlo, se ha dibujado un “Dios” tirano, eso sí “tirano y adorable”. Que juega con la felicidad humana, que te cobra tus errores después que te acostumbras a la comodidad, que ofrece perdón pero no olvida las consecuencias, que es consuelo fácil, doloroso pero fácil, que no debe ser cuestionado pues las consecuencias podrían ser aun peores, y se fabrican mensajes con argumentos tristes como “No cuestiones el proceso de Dios en tu vida”, “A Dios no hay que entenderlo”, etc.

Yo me pregunto (¡diablos que me lo pregunto!) ¿Acaso no podemos desprender, en nuestro afán y pretensión de interpretar los infortunios, el origen de éstos de una “voluntad divina”? Es decir, podría ser que ningún dios tenga que ver con nuestras desgracias, podría pasar que éstas no sea ninguna consecuencia de nada, ¿no hay más veredas para la interpretación de nuestros sucesos? Claro que hay una pregunta más allá ¿Por qué necesitamos interpretarlos? Y creo que, en muchos casos, la respuesta a esta última pregunta responde al por qué muchos necesitan creer en una voluntad divina, en un Dios tirano y además adorarlo…

Y si el “dios” creador, y el “dios” en quien debo creer es este que me dibujan tirano y adorable pues prefiero caminar entre los laberintos de mi ateísmo arriesgándome a no encontrar la salida…

martes, 15 de diciembre de 2009

SUEÑO QUE TÚ ME SUEÑAS... (Sueño Numero Nueve).

Si un día decides volver al lugar en el que nunca has estado, y desde donde te sueño y te pierdo en cada amanecer, vas a sorprenderte al encontrarte en un lugar que no podrías reconocer, pero sabrías que lo has soñado, que lo has deseado en tu anocheceres cuando, solitaria y cansada, te preguntas mil por qué; cuando, inconforme y frustrada, te niegas a aceptar la realidad como real; cuando, ya decidida a dormir, te asomar a tu ventana con la ilusión de una espera que no pronuncias, de un encuentro que no compartes, pero que anhelas hasta morir.

Y aguarda un poco más, no despiertes aun, pues esta vez soy yo quien pretendo y logro entrar en tus sueños para dejarte una marca que no se borrará mañana cuando despiertes; pensarás en mí, confundida en tu mundo, percibiendo fantasmas de otras tierras que susurran a tu oído posibilidades; creerás en mí, así como yo te he creído, sabrás que soy aunque no esté a tu lado, amarás mi ausencia y odiarás aquello que te hace obviarme en lo cotidiano; jugarás con mi silencio, y esconderás palabras para nuevos anocheceres.

Tengo tantas por decirte, otras tantas que he escrito para ti y quiero leerte, tengo canciones que dibujan tu nombre y cuadro que cantan para ti; esta noche no me alcanzaría, pro soy paciente, después de todo he caminado mucho para llegar a este punto en el que puedo soñar con conquistar tus sueños y hacerme yo en ellos.

He comprendido que siempre habrá tiempo porque tiempo es eterno y no se agota, te diré, creo en el tiempo como lenguaje de alguien e intento aprender su lenguaje, pretendo aliarme al tiempo hasta tenerte aquí de vuelta y más allá de los sueños. Mientras tanto voy haciendo lo propio, lo único que puedo hacer mientras no estás, mientras no estoy, intento modificar, demoler, evolucionar… Es que me estorba el mundo tal cual es, cuando pienso en nuestro encuentro me estorba, no por mí, me estorba por ti… Me estorba porque no es el mundo que sueñas, y ya te he dicho: voy a construir una noche eterna, para que tu sueño sea eterno, y he entendido, hoy, mientras sueño que tú me sueñas, que para ello debo, en primer lugar, construir un mundo donde las noches sean cómodas…

lunes, 14 de diciembre de 2009

VOY A CONSTRUIR UNA NOCHE ETERNA... (Sueño Numero Ocho).

Yo sabía que soñaba y consciente de ello hice el esfuerzo de no despertar. Le lloré al amanecer para que se detuviera rogué a la noche para que no se marchara.

Tú estabas a mi lado, sonriendo, mordiéndote los labios para no hablar y regalarme así tu silencio y compañía… Sentada frente a mí, con mirada bondadosa, con tus manos jugando con mis dedos, como alentándolos a continuar escribiendo, como premiándolos por el recorrido hasta el momento.

Yo, sumiso, me rendía ante tu mirada; tú, sin asombro, me escuchabas hablar; te conté mis deseos, todos me llevan a ti; te revelé mis secretos, todos pronuncian tu nombre; te relaté mis historias, todas lamentan tu ausencia. Me sentí tranquilo, aunque odiando el amanecer. Te expliqué quién soy y de dónde vengo, interpreté para ti mi búsqueda, mi obsesión y mi sed, lo hice con palabras sencillas para cuidar tu fragilidad y sentí el alivio de saber que tú todo lo sabías y la alegría tímida de quien se sabe comprendido.

Me embriagué de paz, y al hacerme consciente de la paz que tú me dabas despertó mi torpeza, guardé silencio por un segundo y fue entonces cuando lo supe: soñaba contigo. Supe también a qué le temo: a perderte. Y todas las tristezas de mi historia se hicieron ridículas, es más triste tenerte en sueños y perderte al despertar que haber vivido una vida sin ti.

Por primera vez odié el silencio y me esforcé por pronunciar todas las palabras que conozco, inventé letras, construí palabras, armé frases, no tuve temor de no ser entendido, te dije “tú eres mi muerte”, “despiertas mi odio por la vida”, “he amado tu ausencia”, “mis manos sangran por ti”, “sonrío mientras respiro humos de amarguras”… Tú me mirabas, te acercaste con una promesa en tus labios, yo enmudecí queriendo escucharte, pero desperté en ese momento…

Aquí estoy, despierto, otra vez en silencio, de nuevo mis manos sangrando, una vez mas anhelando ser comprendido, resignado a seguir callando mis deseos, secretos e historias; decidió, sin opciones, a seguir solitario en mi búsqueda, mi obsesión y mi sed; caminando por las veredas que no dan tregua a mi agonía… Con una nueva meta entre mis manos: descubrir cómo se construye una noche eterna…

viernes, 11 de diciembre de 2009

NIÑA DE MIS TORMENTOS... (Sueño Numero Siete).

Así te quiero, ausente y distante de mis mundos y mundanalidad, de mi obsesión banal, de mi sed natural. Como la brisa, paseando por estas tierras sin ser vista, sin afectarse por mi dinámica, independiente de mí; como los mares, amplios y soberanos, a veces tranquilos y otras veces inquietos. Así, sonriendo libre, inventando mil sonrisas, de ellas una sola guardada para mí sería haber vivido; dibujando con letras tu libertad, esa que eres en esencia, que influyes en mí con solo pensarte, aunque estés ausente y distante; soñando en viajes, cada vez más lejos, conquistado lugares con tu presencia, transformándolos con tu aliento joven, entre encuentros donde no tengo espacios… Derrochando la magia de tu mirada, trastornándolo todo, dándole sol a las noches, árboles a los desiertos, mares a los bosques, estrellas a los días...

Yo te prefiero así, cazando palabras, sentada en nubes, con alma y corazón, rodeada de dioses; así, siendo ángel de noches largas, tan llena de esperanzas… Tú eres la niña de mis tormentos, ausente y distante. Tanto deseo yo, tropezar contigo en una esquina, tocar tu sonrisa linda, ser por un momento si quiera el destino de tu mirada, escuchar tu voz tan cerca y respirar tu aliento que envenena… Enseñarte las letras que yo guardo, que nadie sino eres tú verá jamás, contarte las historias que he soñado, que nadie sino eres tú escuchará jamás. Pero te quiero allá, feliz, por temor a que tu felicidad sea frágil, por miedo a no saber cómo…

Yo, torpe, no puedo detenerme, no puedo ignorar tantas cosas que hoy me estorban… Me mantengo lejos, moviéndome por ti, conservando de ti recuerdos de otros tiempos, murmurando sueños del mañana, para no influir tu aliento puro…

Por protegerte lo enfrento todo. El monstruo más temible lo sujetaría con mis fuerzas desgastadas, intento hacerlo… Deja que sea yo quien gaste mis días, deja que sean mis fuerzas las que se agoten, deja que envejezca entre veredas y apueste mi vida por escenarios que sirvan de espacios para tus bailes. Deja que mis días sean siglos, y que sin temerle a la muerte ofrezca mil ofrendas por una tregua hasta saberte protegida aun después de la muerte. Por protegerte me obligo a amar la ausencia, a hacerla fructífera y compañía… Por protegerte le he cambiado el sentido a la distancia y sueño a diario con un qué será de ti, niña de mis tormentos…

miércoles, 9 de diciembre de 2009

DEDICADO AL CONSEJO DE CIRUMA... TIERRA DE MUCHAS LEYENDAS...

Viví solo tres años en aquel pueblo, fueron suficientes para que se hiciera parte de mi historia, así El Consejo de Ciruma se convirtió en el ambiente donde decidí darle vida a “Rubia”, a continuación comparto con ustedes mi percepción de aquel pueblo, y una leyenda que construí con datos de las historias que aun cuentan algunos ancianos de aquellas tierras…

Es mediodía. Da igual verano o primavera; por estas tierras el sol de mediodía empaña el clima con su calor, sería casi insoportable de no ser por las ráfagas de aire fresco que nacen entre las montañas y se desprenden desde lo alto del valle, allá arriba dónde los robles lo bordean como custodiándolo. ¡Valle legendario! Escenario de tantas historias. El aire viaja danzando, viento recio y solitario, juega entre los árboles, acaricia los samanes, árboles de lluvia, cenizos y de porte asombroso; seduce a los cedros, legendarios como el valle y silba entre ellos; sigue su camino, agitando la hierba en las planicies, donde reposa el ganado. Roza el agua de los ríos, dispersa a lo ancho y largo de estas tierras, bebe del Arroyo del Cardón y su recia danza encuentra calma. Ya no es viento solitario, es brisa suave que pasea con elegancia por el valle, que busca compañía entre las calles de Piedrita y Cañaveral, y avanza hasta Rivera y Agua Santa, no se detiene hasta que llega a lo más profundo del valle: El Consejo de Ciruma, y allí se perfuma con el aroma del aceite de Cabimo.

En el año 1890 una extraña enfermedad azotó al estado Falcón, estado limítrofe con el estado Zulia. Una mancha aparecía en la piel y al cabo de dos semanas ésta se convertía en una llaga y, poco a poco, se extendía por todo el cuerpo. Las personas infectadas por esta enfermedad se iban pudriendo en vida, presentaban síntomas como fiebre y debilidad para ejercer cualquier tipo de actividad. Así, las víctimas de la enfermedad estaban condenadas a morir en un lapso de dos meses después de que la mancha se convirtiera en llaga.

Cuatro familias, decidieron abandonar el estado unidos como una sola familia, los más ancianos presentaban ya la mancha en la piel y en la familia Morles, un niño iba infectado también. Partieron en caballos, arreando sus ganados, con provisiones para un mes de camino, y la esperanza de encontrar un caserío en el estado Zulia donde poder establecerse lejos de la infección del estado abandonado. Llevaban también semillas de maíz, de auyama, y de otros alimentos, creían que, de no conseguir un caserío, podrían fundar en alguna tierra uno para las cuatro familias. Tras dos semanas caminando en medio de la selva falconiana y sin conseguir nada, el niño Santiago Morles presentaba fiebre con frecuencia y sus padres se desesperaban ante la idea de que pudiera morir en aquel peregrinaje. Los ancianos también se descomponían aceleradamente.

Encontraron un arroyo bordeado por cardones y se detuvieron para calmar la sed de los animales. Mientras las bestias se saciaban, un indio se les acercó. Se alarmaron al verlo, semidesnudo y de aspecto rudo. Cuando estuvo cerca, el temor aumentó al notar una cicatriz en su rostro que parecía dividírselo en dos. El indio parecía llevar un objetivo: sin distraerse, caminó directo hacia el niño, que estaba rodeado por sus padres y en los brazos de su madre, se abrió paso entre ellos y, ya frente a él, se inclinó a su altura. Nadie se resistió a su presencia. El indio miró el antebrazo del niño donde la mancha comenzaba a supurar.

-Esto- dijo tocando la llaga con su dedo- mal de ciudad. Hombre de ciudad mucho odio.

Luego señaló al frente del arroyo y agregó:

-Un día de camino, detrás de robles hay valle de Cabimo, yo indio Ciruma pasar por allí y ver el árbol que bota aceite, aceite untar en piel de niño. Niño sano. Aceite cura odio.

Se levantó y sin esperar una palabra ni pronunciar ninguna otra, se alejó en sentido contrario al lugar que había señalado.

La desesperación de los Morles les llevó a confiar en las palabras del indio Ciruma y, apoyados por la familia Suárez, decidieron dirigirse hacia el valle de los Cabimos. Las otras dos familias terminaron siguiéndolos también. Al día siguiente, ya al anochecer, llegaron al lugar, contemplaron el valle bordeado por los robles, en él varias docenas de Cabimos distribuidos a lo largo y ancho del valle. Era primavera, el olor del aceite que segregaba cada árbol era agradable al olfato, daba la impresión de estar dentro de un nuevo mundo. Tomaron aceite de Cabimo y lo untaron a los infectados por la enfermedad, sobre las manchas y sin frotarlo, como había indicado el indio con señas. Tres días después de que los pacientes padecieran una fiebre intensa por las noches, las llagas desaparecieron junto con la fiebre y los síntomas de la enfermedad.

Decidieron establecerse en aquel lugar y, en honor al indio, que nunca más volvieron a ver, llamaron al pequeño caserío “El Consejo de Ciruma”. Se proveían de agua del arroyo al que llamaron “El Cardón”, el mismo donde les encontró el indio. Tan pronto como se establecieron, un representante de cada familia volvió al estado Falcón exportando el aceite de Cabimo para que pudieran salvar a los pacientes que agonizaban y a los que iban siendo alcanzados por la enfermedad. Así, la fama del pequeño caserío corrió con rapidez.

martes, 8 de diciembre de 2009

POR LA CINCO DE JULIO CAMINARÉ CONTIGO...(Sueño Numero Seis).

Caminamos por la cinco de Julio… Tú sonríes. Es un acto de bondad el tuyo pues lo sabes: tu sonrisa me da reposo, tu sonrisa le da vida a mi vida que agoniza postrada ante la muerte que vive y danza.

La avenida no es la misma de aquellos años, pero aunque su aspecto ha cambiado puedo respirar el mismo aire y siento la paz que respiré cuando vivir era sencillo, cuando mi única ambición fue sujetarte de mi mano y caminar por las calles de mi adolescencia. Para entonces caminaba yo, cansado y solitario, soñando contigo, preguntándome dónde estarías mientras aprendía a amar tu ausencia, deseando construir recuerdos para que juntos riéramos del pasado, queriendo alcanzar logros para celebrar junto a ti.

Ahora, mientras sueño, estás conmigo, y sujetando tu mano, sujetándome a ti, camino y no sospecho que sea un sueño; no lo sabría de no haber despertado y estar escribiendo aun con el sabor de tu ausencia.

Te señalo cada rincón, te cuento lo que fueron esos lugares y lo que fuiste tú en cada uno de ellos. Tú sonríes como queriendo dudar, pero creyendo con certeza que te digo verdades, me miras con un “lo sé” en tu mirada que me redime del dolor de haber guardado durante tantos años palabras e historias para ti… Y cuando estoy convencido de tu existencia despierto, y aquí estoy, escribiendo historias, sellando palabras con la fe de que un día tu sonrisa y tu mirada me redimirán del dolor… Te extraño…

EL RÍO WILMARÁ... (UNA LEYENDA DE LA AGUA SANTA QUE PERCIBÍ...)

Esta leyenda la escribí como parte de un mundo construido para RUBIA…


En las montañas de Las Mercedes, al oeste del valle, nace el río Wilmará, río angosto de corrientes bravas que desciende con ímpetu, dispuesto a custodiar con su hechizo la virginidad de las montañas donde nace.

Camina entre la selva, esparciendo el canto que producen sus aguas cristalinas y profundas, que seduce al alma y adormece el espíritu. A sus pies, árboles frondosos que se sirven del encanto de sus aguas, aves que posan sobre ellos atraídas por el canto de la corriente, hechizadas, olvidan su destino y permanecen allí, frente al río, sobre los árboles, afinando sus sonidos con el que se esparce por la selva. Avanza bravo, potente, indomable, pretencioso y orgulloso del rojo vivo de los corales que crecen a su lado, que reflejan el color de su pasión. “Son las aguas del Wilmará las que alimentan a los corales” así decía la leyenda que les atribuía a éstos la fuerza, robada de aquellas aguas, para sostener el cielo y proteger la tierra.

Cruza hacia el sur y allí, cansado, enamorado, se rinde en los brazos de una quebrada dulce y tranquila, es la Quebrada de Agua Santa que tímida se esconde en las profundidades del sur-este del valle. Silencia al bravo río, adormece sus corrientes y así, se funden resultando en un temperamento, como si el gran río Wilmará no existiera, despistando la atención del hombre, alejándolo de las montañas donde tal vez tampoco nació.
A mitad de camino, se puede encontrar la vertiente del río Wilmará. A su alrededor, numerosos árboles de coral se extienden hasta diez metros de altura, el rojo vivo de su apariencia atrae el alma humana al igual que el sonido de las aguas descendiendo.

DEDICADO A AROA, LUGAR DONDE NACÍ...

Dedicado a Aroa, lugar donde nací, donde aprendí que la tradición debe transmitirse como arte y libertad como caminos…

En Yaracuy, Estado ubicado en el centro-occidente de Venezuela al pie del cerro Quebrada Honda, está Aroa. Pueblo modesto, escondido entre mitológicas sierras, cuna de las minas del Libertador Simón Bolívar, escenario de históricas disputas; territorio que una vez dominó el tigre, a dónde se desliza lentamente la neblina que cubre el cerro dispuesta a conquistar las noches del pueblo; testigo de la competencia entre las cuencas del río Yaracuy y del río Aroa, cuyos recorridos se extienden a una distancia de 130 kilómetros y tributan hacia la vertiente del mar Caribe. Rodeado de selvas tropicales, donde yacen grandes e imponentes árboles como caobos, jabillos, bucares, y mijaos. En Aroa se consume el café con un respiro, la caña de azúcar derrocha su fruto y las fresas adornan el camino.

Desde Aroa se aprecia El pico El Tigre, que domina con sus 1800 metros de altura a toda la Sierra de Aroa, tramo occidental de la Cordillera Central. Indiferente al inmortal invierno que lo azota, se sirve de éste para alimentar a los grandes árboles que crecen clavando las raíces en su piel, incrustándolas en el corazón del alto monte.

Cuenta la leyenda, conocida por cada habitante del Estado Yaracuy, que María Lionza fue una doncella, hija encantada de un poderoso cacique de Nirgua. El Chamán de la aldea había predicho que cuando naciera una niña de ojos extraños, ojos color verde agua, había que sacrificarla y ofrendarla al Dueño de Agua, al Gran Anaconda, porque sino vendría la ruina perpetua y la extinción de los Nívar. Pero su padre fue incapaz de hacerlo, y escondió a la niña en una cueva de la montaña, con veintidós guerreros que la vigilaban e impedían su salida.

Ella tenía prohibido verse en los espejos de agua. Pero un día una fuerza misteriosa adormeció a los guardianes y la bella joven salió de la cueva y caminó hasta el lago, descubriendo su propio reflejo. Ella estaba encantada con su visión. Así, despertó al Gran Anaconda, quien emergió de las profundidades, enamorándose de ella y atrayéndola hacia sí. En el lago, María Lionza y la poderosa serpiente, celebraron una comunión espiritual y mística. Cuando su padre descubrió la unión, intentó separarlos. Entonces, la Anaconda creció, se hizo enorme y estalló, provocando una gran inundación que arrasó la aldea y su gente. Desde ese día María Lionza se volvió la diosa protectora de las aguas dulces, los bosques y los animales salvajes. Se dice que una parte de la serpiente cayó en la Montaña de Sorte, donde nace la Serranía Interior que junto con la Cordillera Lateral conforman la Cordillera de La Costa.

En Aroa, lugar donde nací, aprendí que las leyendas y mitos son el lenguaje del “alma” de un pueblo que intenta mantener sus pasos sobre el trayecto natural de la historia… Que no se pretende con este lenguaje dominar la habilidad de creer, y tampoco sistematizar una serie de creencias (aunque el hombre empeñado en cauces se obsesiona con hacerlo), que solo se pretende transmitir tradición como arte y libertad como caminos…

lunes, 7 de diciembre de 2009

A SABANA MENDOZA, LA REAL, DE MI PARTE, COMO LA PERCIBÍ ALGÚN DÍA...

Extraído de un proyecto culminado, y en espera.

Entre las anchas y muy altas montañas que integran la Cordillera de Mendoza se abre un angosto camino, es un trayecto de doscientos setenta y cinco quilómetros desde que se hace paralelo a las montañas hasta llegar al escondido pueblo de Sabana de Mendoza. A lo largo del trayecto se puede observar a la derecha e izquierda un altivo, fiero e indómito bosque, húmedo, exageradamente verde y tenebrosamente silencioso, su aspecto se asemeja al de una selva virgen y salvaje. Virgen, por la estreches entre sus árboles, por lo inmenso de ellos y lo inhóspito a simple vista, porque imposibilita ser habitado, porque se rebela a ser conquistado, se resiste a eso que el ser humano llama progreso y que supone su sumisión ante la mano del hombre; salvaje, por su misterioso silencio, únicamente interrumpido por el silbido del viento que se pasea incomodo y limitado por los estrechos senderos que se abren en el bosque entre árboles y cerros, salvaje también por la presencia de los lobos que recorren el bosque, vigilantes de su bienestar, protectores de su misterio, guardianes de su virginidad, encargados, según una antigua leyenda, de cuidar el bosque durante la ausencia de los leones que le cedieron estas tierras a Mendoza bajo su juramento de no irrespetarla.

También se escucha, desde algunos puntos del trayecto, el correr de un río, el sonido es como la respiración agitada de una bestia mientras devora su presa después de acecharla y cazarla tenazmente: es el río León, que nace más allá de la cordillera Mendoza, un rio ancho, de aguas bravas y cristalinas, que se estrella contra las grandes rocas que obstaculizan el recorrido en su cauce y las somete a su voluntad desgastándolas, apartándolas de su camino, reduciéndolas; río antiguo y sabio, dicen que sus piedras esconden la historia primitiva de estas tierras.

Los grandes árboles van reduciéndose en tamaño y número en forma progresiva a medida que el camino se separa de las montañas. El bosque desaparece dejando la impresión de haber sido un espejismo o solo un enigmático y legendario bosque fantasma cuando el camino, cincuenta y cinco kilómetros después, choca contra la plaza de los leones, o como la llaman ahora sus habitantes: La Plaza del Centro. Es una plaza modesta, sencilla, construida por los primeros habitantes del pueblo, su apariencia conserva la frescura y el espíritu de los fundadores del pueblo, con una estatua de un león en cada una de las cuatro esquinas de la plaza que en conjunto es un monumento que representa la leyenda antigua de que estas tierras fueron un día custodiadas por los leones y éstos cedieron sus territorios al hombre, pero siguen velando por el porvenir de este lugar, dicen todavía los ancianos del pueblo que si un día el hombre irrespeta este territorio el aullido de un lobo atraerá a los leones que volverán para despojar al hombre y recuperar sus territorios.

El cielo de Sabana Mendoza es siempre nublado y, a excepción del mes de noviembre, lleno de estrellas por las noches. En noviembre las estrellas se apagan y la luna se esconde detrás de una cortina de humo difícilmente visible, la mayoría de las noches de noviembre son ruidosas e intermitentes: truenos y relámpagos se apoderan del cielo haciéndonos olvidar su habitual silencio, presumiendo, tal vez, de un furor dormido. Durante este mes, las madrugadas son conquistadas por las lluvias y la intensidad de las lluvias matutinas pueden variar según el ímpetu del carácter nocturno, solo las tardes de noviembre se iluminan un tanto más de lo normal.

Allí los hombres protegen la tierra, están conscientes de que de ella se originó la vida. Conservan creencias que han sido transmitidas por generaciones, y estas creencias obligan a la población a cuidar de la tierra, lugar donde “Dios”, el creador, se inclinó para tomar entre sus manos polvo y darle forma y aliento al hombre.

Es un pueblo predecible, el aire es denso, puede sentirse cuando se recorren las calles. Al este, un hermoso lago de agua azul sirve como lugar de recreación para los jóvenes. Desde allí se escucha el eco de los rugidos del río que nace más allá de las montañas y se abre camino a través del bosque para atravesar con la misma fuerza e ímpetu de su nacimiento la sabana paralela al pueblo y morir al pie de uno de los cerros más al este, donde sus aguas se funden con el suelo abriendo sendero debajo de él.

Las noches de enero son de luna llena y se escuchan los aullidos de los lobos que junto al ulular de los búhos transmiten un aire de concierto que hechiza. El viento parece celebrar con mayor gozo su libertad en la sabana. El cielo se llena de estrellas como en ningún otro mes. Para nosotros, en Sabana Mendoza, el cielo de enero nos recuerda que siempre hay esperanzas, que la vida es un camino que puede estar lleno de obstáculos pero no debemos detenernos…

A LA TIERRA DEL SOL AMADA, MI MARACAIBO...

Dicen que fue Alfínger, por el 1529, quien fundó nuestro terruño amado. Pero no fue Alfínger, y el nombre de nuestra tierra es un tributo a quien dio origen y sentido a todo lo que representa y lo que un día será. Fue aquel joven indio, de quien ya nadie habla, de él llevamos nosotros su sangre y su furor que irónicamente el progreso ha apagado. Indio Mara, cuyo carácter recio fue heredado de los tigres y su tenacidad de las serpientes que reinaron sobre nuestra tierra cuando aun era virgen.

Sobre Mara descansó la esperanza de un pueblo, él se negó a renunciar a su libertad, en un tiempo en el que la libertad fue verdadera, y la verdad era libre, en un tiempo en el que los caminos eran amplios. Él enfrentó a los extranjeros que pretendiendo ser dioses vieron en nuestro territorio un escenario para experimentar el poder y control.

¡Mara! ¡Indio esforzado! ¡Amante de la libertad! Indio amado por el sol, el mismo sol que hoy ama a esta tierra, tierra que aun conserva el aroma del alma de aquel joven indio.

Fue una tarde y el sol se ocultaba frente a él, por el oeste, lleno de pena. Los indios lo rodeaban y dejaban escapar un reverente “maracayó”, uniendo en la lengua primitiva de esa tierra el nombre del cacique Mara con un término que bien podía significar “origen” ó “tigre”. Susurraban incrédulos, llenos de miedo… “Maracayó”… susurraban y percibían el tiempo detenido, mientras Mara contemplaba el sol. El susurro mutó a gritos, pero Mara aun escuchaba susurros al mismo tiempo que sembraba su alma en la tierra y le pedía al sol no abandonarla… “Maracayó”… y el sol pactó con Mara, se ocultó para no llorar la muerte del cacique.

La batalla continuaba, pero para los indios ya nada importaba, así se entregaron a la suerte de los colonizadores que, asombrados por la muerte de Mara, no escucharon a los indios exclamar con reverencia el “maracayó” sino que escucharon un “Mara cayó” que hicieron propio, convirtiéndolo en una frase de victoria.

¡Mara cayó! Gritaban los extranjeros incrédulos, pero regocijados por la victoria anunciada con la muerte del cacique.

Desde aquella tarde, tarde de lamentos de admiración, tarde de un “maracayó” en labios de los indios, tarde de gritos de victorias, de un “Mara cayó” en labios de los extranjeros, se abrió una brecha en el curso natural de la historia y el hombre construyó un cauce para direccionarla de acuerdo a sus intereses de poder y control, intereses vestidos de libertades, esclavizadores. Y es así como hoy la historia escrita niega la existencia del cacique Mara, como un intento de mantener dormida el alma de aquella tierra, aquella tierra que es hoy nuestra tierra. Pero algunos, hijo mío, algunos de los hombres de esta tierra despiertan, de alguna manera despiertan, para negarse al progreso construido, para aceptar la evolución natural, para liberarse de la esclavitud heredada, y en su despertar iniciar el camino llamado libertad, camino amplío, cuyas veredas son una sola verdad… Y ese despertar será siempre, sobre esta tierra, acompañado del sol, de su calor, pues fue el sol quien juró no abandonar a la Maracaibo amada, tierra donde el cacique Mara enterró su alma libre… soberana…”

domingo, 6 de diciembre de 2009

AUNQUE ENVEJECIENDO SOY EL MISMO... (Sueño Numero Cinco).

Soy el mismo de aquellos días: tonto y soñador. Solo que ahora me escondo entre rutinas que se han hecho parte de un laberinto que, aunque cada día más difícil de transitar, se hace necesario transitarlo.

Voy acumulando recuerdos, contado días, pro sigo siendo el mismo, aunque a veces pierdo el tiempo y no lo noto; aunque tú ni lo sospeches ni quieras saberlo. Mis pasos son pausados, pro igual camino, no son las mismas calles pero son calles.

Respiro el mismo aire al despertar, aun cierro mis ojos algunos segundos justo después de despertar para asegurarme de que realmente he despertado. Continúo escribiendo, a diario, aunque no con la misma facilidad, pero escribo, y si vieras como me cuesta un buen final.

Si supieras dónde vivo hoy, es una copia de aquel lugar. Veredas solitarias, calles amplias, plazas alegres donde niños juegan al futbol o al beisbol, casas cuyos porches son conquistados por ancianos en los atardeceres. Tienes que enterarte que el clima de esta ciudad es el mismo, el rocío de la mañana que despertaba contigo, el mismo sol de mediodía que nos custodió (a mí mis secretos, a ti tu sonrisa), la misma brisa al anochecer. A veces me confundo, te reirías de mí, creo estar en aquel lugar mientras camino y así juego con mis recuerdos y escribo.

Nada ha cambiado en mí en cuanto a ti. Sigues lejos y esquiva sin siquiera planearlo, indiferente a mí. Nada ha cambiado, aun no tropiezo contigo para poner a prueba el valor de decirte lo que llevo, aun no te olvido. Protejo tu imagen, siempre estás sonriendo.

La misma obsesión, de la que nunca te enteraste. La misma sed. Sigo alimentando mi fe con dudas. Todavía lloro algunas noches, a veces me canso de ser yo mismo sin entender por qué.

Ya lo he dicho: me cuestan los finales. Así que con mi torpeza te lo diré: aun sueño con sujetar una tarde con mi mano izquierda para decirte que a donde yo vaya tu imagen seguirá conmigo.

Y tal vez seguiré siendo el mismo, caminando, contando días, obsesionado con un encuentro, aunque envejeciendo, acercándome con torpeza al final que ya no temo.

sábado, 5 de diciembre de 2009

AUSENCIAS PERDIDAS... (Sueño Numero Cuatro).

Despierto en un lugar que desconozco, bajo un cielo de nubes azules que gradualmente se esparcen, en un atardecer de luz opaca, destellos de u sol que ya se rinde perdiéndose en el horizonte. Brisa ausente, aire denso, llovizna de los amaneceres de mi tierra, clima helado de las madrugadas de mis montañas.

La noche se muestra clara, débil, pero soberana. Solo una estrella brilla. Las calles se alegran y escucho el sonido de una guitarra melancólica. Viene de una plaza antigua que sobrevive al tiempo, emblema de lo que fue aquel lugar, hoy de grandes edificaciones. Comienza la brisa, sopla con timidez, susurra secretos de una historia, al ritmo de tu guitarra y señala tu dirección.

Voy entendiendo, camino pausadamente, inseguro, como sin querer desentonar el tiempo, como cuidando la fragilidad del presente. Llego a la plaza y descubro que ya estuve allí, entiendo que tú, de alguna forma, lo sabes.

Niños que juegan y me sonríen, me siento a tu lado y no me ves, no pregunto por qué, no pretendo saberlo. Solo me dedico a escuchar la melodía de tus manos, y mientras escucho comprendo que me sientes a tu lado y que tocas para mí.

Sigo sentado en la misma plaza, ahora yo escribo. La luz del sol baña el horizonte mientras la noche se disipa, escribo letras de melancolía que esconden tu nombre. No hay niños en la plaza, solo ancianos caminando alrededor, me detengo por un segundo, no veo a nadie a mi lado pero siento tu mirada sobre mis letras y que tú vas entendiendo que escribo para ti…

TU EN MÍ Y YO EN TÍ (Sueño Numero Tres)

Camino solitario, cansado y en silencio sin miedo al futuro pues lo he entendido: el futuro depende de mí, el futuro es mi presente y no me escondo del presente.

No es la soledad mi enemiga, es grata compañía con quien te espero. Soledad me habla de ti, como si te conociera mejor que yo, de la dulzura que hay en tus labios, de las caricias de tus manos, de la magia de tus mil sonrisas.

No me estorba el cansancio, me mantiene en movimiento, me hace inconforme mientras es presente el no te tengo.

No me asusta el silencio, me enseña algunos secretos del tiempo, intento aprender a vivir un día en dos siglos. Silencio me dice que espacio es igual a tiempo, y trato de soltarme de mis tontas pretensiones de medir el tiempo, también el espacio. Silencio me señala un trayecto, uno que no vi antes, natural, congruente con quien tú eres, conforme a quien seremos.

Existe un tú en mí y un yo en ti, existe, tú estás en mis letras, eres un carácter fundido en cada una de ellas que da sentido a cada palabra y sospecho que en tus pensamientos soy un vacío que se hace sentir. Y mientras duermo sueño que me observas, lo haces calmada, sonriendo, tu mirada profunda lo ve todo en mí, y te encuentras a ti aquí adentro, miras tu imagen curiosa, interpretas como te siento, luego te sientas junto a mi soledad, alientas mi cansancio, escuchas mi silencio, dibujas en mis ojos otro presente y al despertar sigo caminando, solitario, cansado y en silencio, seguro de que tu presencia está en mí y yo en ti.

viernes, 4 de diciembre de 2009

A UNA CUADRA DE TUS ANDARES... (Sueño numero dos).

Es un día normal para ti. Hace frío, te distraes, juegas con la felicidad y sonríes. Estas rodeada de gente. Niños corren frente a ti, ellos corresponden a tu sonrisa, como cómplices de un recuerdo por suceder… Para ellos eres niña, así te perciben y es comprensible. Es que tu mirada refleja pureza y tu sonrisa, que me enamora, tiene la magia de la inocencia.

Le dices buenos días a un niño, tu voz es como una canción de cuna, de esas que uno no olvida, y que al escucharla despierta lo mejor de ti.

Ancianos están sentados en unas bancas, al otro lado de la calle, ellos te miran mientras caminan. Susurran algunas palabras entre ellos. Tu caminar es de otros tiempos, de esos cuando la libertad fue verdadera y la verdad inédita, ellos te miran y admiran tu andar. Y yo suspiro mientras tu andas, respiro tranquilidad, aun sabiendo el final, para mí te haces cercanas aunque no estés…

El frío aumenta allí donde tu estas, tu sigues jugando mientras caminas, yo te observo sonriendo, estoy sentado más adelante. Pero es un día normal para ti, nada a pasado. Te detienes, a una cuadra de nuestro encuentro, y yo soy tentado a avanzar…

Te das cuenta, has llegado al mismo punto cientos de veces, has querido avanzar otras tardes, sientes allí, en ese punto, el calor que yo he guardado para ti… Los niños sonríen a la espera, los ancianos se levantan de sus bancos, la brisa se detiene y el tiempo se hace eterno en un segundo. Yo podría avanzar, pero confío en los trayectos, sé que pasará un día, así que no me apresuro, sigo sonriendo, tu sientes el vacío, lo reconoces, reconoces también las veredas que has transitado, y miras hacia acá, donde yo estoy…

Observa bien, que yo aquí estoy, a veces sentado, otras caminando también, esperando un error en el tiempo prediseñado, esperando la perfección del tiempo natural, apostándole a un encuentro que cambiará tus días normales, pues yo haré de tus días una fiesta de sueños que tu deseas cuando me sientes a una cuadra de tus andares…

QUE MIENTRAS... (Sueño numero uno).

Que donde estás piensas en mí mientras te pienso y deseas ser encontrada mientras te busco. Que duermes sonriendo y sueñas conmigo mientras yo, despierto, me preparo para el encuentro. Que tus días son eternos y yo, siendo mortal, pretendo alcanzarte para contarte mis sueños.

Que tu felicidad tiene un hueco donde cabe mi nombre, nada profundo pues es corto mi nombre. Que desde allí, desde el pequeño hueco donde va mi nombre, guardas silencio un segundo de tus horas para preguntar por mí. Que miras al cielo y allí se tropiezan nuestras miradas, y cierras los ojos permitiéndome colarme en tu imaginación.

Que reclamas un recuerdo que aun no existe mientras yo intento existir en tu memoria, que lees las letras que aun no escribo. Que guardas una de tus sonrisas para mí, mientras yo juego con el tiempo y envejezco.

Que el ancho mar que nos separa esconde un camino que es de los dos, y que la luna ya se cansa de la espera. Que hay un bosque justo en medio del mar, donde las nubes reposan anhelándonos, donde las estrellas cantan nuestra canción, donde la brisa baila, y donde un día tu y yo escribiremos unidos el final de este sueño.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

ENTRE TU NOMBRE Y AQUELLAS VEREDAS...

Hoy soñé de nuevo con aquel lugar en el que mi ambición fue tropezar contigo en alguna de las veredas. Tal vez ni me recuerdes, nunca he tenido la habilidad de hacerme recordable; en cambio yo, he guardado en mí, por años, el color de tus ojos y lo he hecho parte de mi misma existencia y he protegido tu rostro en mi memoria e mi facilidad de olvidarlo todo.

En aquel tiempo fuiste tú el motivo de ms mañanas, la razón por la que mi mirada se perdía entre las veredas del lugar que hoy recuerdo con tu nombre. Yo fui naufrago que quiso llegar a tu isla, pirata que quiso hacer suya tu sonrisa, sin lograrlo, sin poder sorprenderte y obligarte a mirarme. Tú ni lo lamentas, ni siquiera lo sabes. Y algo me dice que si hoy te enteras no suspirarás, te dará igual pues no sabes quién soy.

Yo sigo soñando contigo, a veces despierto con un millón de preguntas que no acabo de pronunciar. ¿Dónde estarás? ¿Con quién sueñas? ¿Qué recuerdas? ¿Dónde vives? ¿Qué te hace sonreír? ¿Cuál es tu obsesión? ¿Habrás despertado ya? ¿Cómo defines la vida? ¿Crees en “Dios”, o en quién o qué crees? ¿Qué te atrae: la filosofía, teología o la historia? ¿Qué es para ti el amor? ¿Qué es para ti la eternidad? ¿Le temes al pasado? ¿Le temes al dolor? ¿Tienes miedo de morir?

Son tantas las preguntas y tal vez ni quieras responderlas. Sueño con tu mirada, nunca lo supiste, yo amé tu mirada, la idealicé profunda, creí que escondías huracanes detrás de ella, caos, que tu silencio guardaba palabras hoy daría todo por escucharlas. Hoy sigo creyendo tu mirada profunda, hoy intento volver a aquellas veredas, hasta juego con tu nombre y tal vz ni lo imaginas pero pondré tu nombre a mi mejor creación…

TRAYECTO NATURAL DE LA HISTORIA, CONCIENCIA HISTORICA, ESTRUCTURAS DEBILES (VISIÓN DE ESCENARIOS).

Aquí voy con esto, y pido disculpa por la manera informal en que lo presento, pero va naciendo un domingo y los domingos, borracho de hogar y fumando tranquilidad, me siento libre para meditar y plasmar esto que nace de mi necesidad de hacer más comprensible lo que he llamado hasta ahora una “visión de escenarios”, que puede generarse mediante la "conciencia histórica" de su constante aparición en el trayecto natural de la historia. Y esta compresión, comienzo a sospechar, depende de que se logre aceptar como construible a partir del contexto actual.

Apunto hacia la “muerte natural de la visión sistemática” y hacia el nacimiento de escenarios donde los bloques inmersos dentro de las estructuras de lo que hasta hoy se percibe como sistema sean más bien ambientes de supervivencia de la especie humana y las estructuras sean veredas dentro del escenario. Esta visión generaría a su vez la muerte de ideales que suponen la supremacía del más fuerte de acuerdo a su habilidad de control, generando actitudes “inhumanas”, hoy asimiladas y aceptadas como parte de la misma condición humana, ya que se han instaurado normales y necesarias también, provocando la autoridad de conceptos totalitaristas y absolutistas que marcan las definiciones del éxito y el progreso, irónicamente contrarias a nuestra evolución en sintonía con la historia. De estas definiciones que surgen de aquellos conceptos (totalitaristas y absolutistas), que se han provocado por actitudes inhumanas y son el resultado de ideales de control (todo esto un juego que crea la misma visión sistemática) se alimenta la pretensión de poder que ha venido a regir la dirección de los cauces llamados progresos. Y esta pretensión de poder la creemos ya inseparable de los bloques inmersos dentro de las estructuras más generales del sistema que afecta nuestra edad, tanto que es defendida y protegida (la pretensión de poder) sin tomar en cuenta que rebaja la cuestión humana y la hace sierva de formas sutiles de esclavitud, esclavitud que hace suponer que la libertad es un solo camino, y es el mejor camino, y por lo tanto el único, aquel más numeroso, más antiguo y de mayor alcance (creencia que depende de ideales construidos sobre la tradición como instrumento de autoridad y no como arte y carácter de la historia escrita), así se crea la negación a la facultad de cuestionar, de encontrar orígenes y medir proyecciones, predicándose dentro de cada bloque (auto nombrado el mejor y único camino) hermandad y tolerancia, como si eso pudiera llamarse hermandad y tolerancia siendo más bien exclusivismo, característica de vicios totalitaristas y absolutistas que siguen manchando la historia y aberrando nuestra condición humana, dándole un sentido cada vez más contrario a su esencia. Hoy se hace necesario un alto, y una pausa en los causes construidos a partir del trayecto natural de la historia y volver a él para tomar su dirección que es más real y humana.


Hasta ahora entiendo que se perciba utópico mi planteamiento de restar espacio a la forma como se generan hasta ahora sistemas, estructuras y bloques que rigen nuestra interacción humana, sobre todo al manifestar que apunto hacia la “muerte natural de la visión sistemática”, pero puedo decir que esta visión puede afectar nuestro aquí y ahora, y puedo decirlo sin el temor tonto de sentirme utópico e idealista. Me confieso atado, en otros tiempos, a este temor, me confieso aun fatalista al mismo tiempo que prisionero de esperanzas, me confieso aun amante del futuro sabiendo o creyendo saber que el futuro es una manifestación del tiempo nunca tangible, carente de “destino” como estado lugar, y tal vez estos son mis errores, pero me mantienen en movimiento y en constante búsqueda, así que no los menosprecio ni me menosprecio por ellos.

He visto que una edad se construye a sí misma (en unidad con el hombre) sobre las bases de la última (a manera de oposición a la edad que muere) y que esta última viene a generar los conceptos y supuestos que alimentarán a la naciente y allí creo que está el punto de encuentro de las edades y la unidad de la historia misma con el hombre y su cualidad evolutiva (ya que estos encuentros vienen a ser como eslabones en su evolución, la de hombre e historia como unidad). Por eso creo necesaria una “conciencia histórica” (no como facultad de la historia separada del hombre, sino de la historia en el hombre mientras el hombre se sumerge en la historia) y que esta sirva de instrumento a la visión de escenarios como sustituta de la visión de sistemas. Y creo que esta conciencia histórica y la posible pretensión de esta visión como planteamiento recuperable por la edad próxima para la construcción de sí misma va ubicándola dentro del contexto actual mirado desde “el futuro” (mi pecado, mi error), así como también asimilar la necesidad de estructuras débiles y de generar espacios para sus orígenes es el punto que amenaza con romper con la utopía dentro de mi planteamiento. Sin embargo, sigo insatisfecho con su inserción en el contexto actual limitada a una mirada desde una edad próxima, es decir, asimilar la necesidad no garantiza la acción a favor de lo que he definido como estructura débiles que vendrían a establecer la visión de escenarios. ¿Cómo generar las estructuras débiles? Considero que llegar a la respuesta sería causar un leve estallido que ubicaría aun más esta propuesta dentro del contexto actual. De manera que me siento en la necesidad no de construir o generar estructuras débiles, sino de hacerlas percibir construible y generables.

En este punto es donde intento constantemente la apertura del dialogo referente al tema, dialogo abierto, arrojando proposiciones e intentando mantenerme al margen de la ambición progresista para adecuarme más bien al ritmo evolutivo. Así que voy proponiendo la ruptura de la percepción del éxito evolutivo basado en la proliferación de un solo escenario y el proselitismo como gasolina del motor evolutivo, es decir, propongo que, mientras siga viva la visión de sistema se intente percibir el éxito evolutivo ligado a una cualidad de mantener el respeto y la valorización del hombre sin someter respeto y valor del hombre a creencias (incluso sistemáticas). Entiendo que, a simple vista, esto hace débil la pretensión de hacer imperante la visión de escenarios y que esta ahogue la de sistemas, pero ya lo he dicho antes: “confío en el trayecto natural de la historia” y en la utilidad de los caracteres naturales que ha arrojado “segundos” antes de sufrir “orígenes de progresos”. Yo creo necesariamente adaptable esta visión incluso a los bloques inmersos dentro de la visión sistemática, y lo creo necesario porque a través de esa débil cualidad de introducirse al servicio de los bloques sistemáticos se puede originar (como naturalmente está sucediendo en muchos bloques en el intento de recuperarse el trayecto) el estallido de las ambiciones totalitaristas y absolutistas, que someten a esclavitudes nombradas libertades; y creo que ese proceso natural (la inserción de la debilidad dentro de las estructuras de la visión actual) evita daños sobre la cuestión humana a manera que la evolución histórica va imponiendo su ritmo y la visión de escenario va instaurándose desde la visión actual, alineándonos al proceso natural (“evolucionista” “¿evolutista?”) romperemos con el vicio progresista y todos sus componentes que desvían al hombre del trayecto natural y que adormece su conciencia histórica. De esta forma planteo la muerte de “la visión sistemática” como un proceso natural en el que el hombre recupera su sintonía con la historia.

Por ahora me conformo con estas dos proposiciones: “la ruptura de la percepción del éxito evolutivo basado en la proliferación de un solo escenario y el proselitismo como gasolina del motor evolutivo”. Que llevan a la construcción de estructuras débiles para erigir escenarios donde hay sistemas. Por ahora lo creo suficiente para desligar mi planteamiento de la seducción utópica. Aun me quedan muchas proposiciones, pero intento avanzar sin afán, trato de aprender de la historia y mantenerme consiente de ella y mi unidad con ella, así que seguiré “arrojando” (termino que, bajo este contexto, agradezco a Carolina García) mi confianza en el ritmo natural de la historia y me permitiré por ahora un pecado poético (sí, tal vez otro de mis errores) para decir que “pretendo escuchar su canción y bailar junto a ella su ritmo”•

martes, 1 de diciembre de 2009

DI MI VIDA POR ENCONTRARTE...

Sigo caminando, con el mismo cansancio que no me permite detenerme, tengo miedo de morir sin encontrarte. Ya vez, el silencio no me ha robado el fatalismo que me estorba para encontrar quietud y darle descanso a mis pies.


Intenté distraerme, pero fue inútil, cada sendero que tomo me lleva a reconocer que tú estas ausente y que nada soy sin ti, hasta he sentido que me alejo en mi empeño de encontrarte y me pregunto cómo hacer para recuperar los vestigios de aquel camino que me señaló alguna vez tu sonrisa.


Verás, aun conservo recuerdos que no sé dónde ubicar pues, si bien el pasado me habla e ti, no hay en ese espacio muerto un cuadro exacto de los dos, no existe un alguna vez fuimos que yo pueda describir, y no me fio en un futuro escrito pues encuentro frágil el futuro tanto que siento miedo de que mi andar sea un obstáculo en nuestro encuentro, o lo sea también el detenerme.


Sigo siendo tan inútil como lo fui antes de mi silencio, pero tonto aun que me atrevo a hablar de nuevo. Y aquí estoy, inútil y tonto, lanzando palabras sin peso, livianas, que puedan ser llevadas por el viento a cualquier dirección, que puedan ser pronunciadas por cualquier edad y en cualquier lugar, palabras fáciles de recordar por la historia, pues si acaso sobrevives a mis tiempos, o si llego a adelantar mis pasos fustigados por el cansancio, puedas algunas vez escuchar que yo, inútil y tonto, cansado y sediento, necesitado de ti, di mi vida por encontrarte…

DE NOCHE DUERMEN MIS DÍAS...

Quiero romper el silencio hoy. Y que se lean mis palabras como un grito desesperado.
He tratado de esconderme entre estructuras y distraerme entre las telarañas de la historia. He deseado un mejor escenario, y descifrar el trayecto que señala el futuro para marcar un comienzo. En mis pretensiones he querido beber agua de un río inédito para pagar mi sed.


Pero en mis intentos anochece, y hasta hoy no he hablado de mis noches. No sabes aun de las batallas que libro en cada anochecer, no sabes que te busco a ti, que anhelo tu compañía en mi empeño, que sueño con lo fácil que sería junto a ti. Sueño, de noche, con un mundo nuestro, donde tú me tocas con tus manos y me enseñas lo dulce de la vida, un mundo donde tú eres suficiente, porque así te creo: todo lo abarcas, todo lo llenas.


Un mundo en el que tú borras las fronteras que pudieran de nuevo separarnos y construyes una isla en cada mar, tú pintas en nuestro cielo nubes que señalan tu silueta. Y yo le doy nombre a nuestro mundo: tu nombre. Y lo pronuncio en silencio y lo protejo como un secreto, tuyo y mío. Sueño con ese mundo en el que tus ojos son mi sol, tu sonrisa mi luna, tu mirada mi horizonte: amplio, interminable. Y junto a ti espero mil amaneceres.


Si me vieras cada noche, soy un niño que grita, que llora, que se alegra. Si vinieras una noche, yo no querría crecer al amanecer…

UNA PARTE DE LA HISTORIA, VISTA A TRAVÉS DE UN DOMINGO EN MI HOGAR...

La religión protestante fue, en el primer tercio del siglo XIX, un instrumento para consolidar el ideal liberador que surgió durante los años de luchas independentistas. Tras siglos de coloniaje, de progreso construido a favor de los colonizadores, los extranjeros que pretendieron conquistar las tierras que llamaron nuevo mundo sintieron nuevamente el furor de la evolución de la historia natural, furor despertado en el hombre latino, furor que surgía de la sed por libertad, de sendero propio, de búsqueda inédita, sed que aunque puede distraerse y apagarse termina dejándose sentir en el alma y según la cantidad de años apagada así mismo es la fuerza con la que mueve al hombre. Se levantó el hombre contra la esclavitud política, contra la manipulación de ideas, contra la religión como instrumento de un progreso cuyas estructuras desfavorecían al mismo hombre. Un huracán de conflictos arrasó contra el orden impuesto tras siglos de coloniaje y se pretendió encontrar independencia a través de la renovación de las estructuras que conformaban el sistema imperante.

Fue un proceso lento, y entre otras estructuras se creyó necesaria la renovación de la religión, una religión propia se hacía necesaria, un instrumento que permitiera la búsqueda del Dios sin que ésta sirviera de tropiezo al ideal liberador y que a su vez fuera un arma contra la religión católica que había venido a ser un sistema religioso al servicio del poder y control social de una política que rebajaba la posición del hombre latino, pues hasta el momento solo había logrado cercenar la libertad. Se encontró en la religión protestante un aliado. Así los independentistas adoptaron y esparcieron a un ritmo lento la fe protestante y más lentamente se fue clavando de raíz en la región latinoamericana, sin embargo, los años de campaña independentista no vieron el éxito de la pretensión de sus precursores a través de la religión. Pero en el primer tercio del siglo XIX ya echaba raíces en varios países y en los países que adoptaron el protestantismo se notó el debilitamiento, desde la religión, de las bases del sistema opresor que aun no desaparecía del todo. Se redescubrió que la interpretación y práctica de la fe que ofrecía el protestantismo era adecuada para el movimiento liberador y se retomó, como instrumento afianzando, las estrategias desde el control social y el poder económico. Así se logró separar la religión católica del Estado en los países liberales, y esto resultó en independencia educativa, la educación ya no era controlada por la religión sino por el estado, la secularización de la religión, el despojo de su poder monolítico, redujo su alcance.

La religión católica se apresuró a mutar para encontrar un lugar dentro del nuevo escenario latinoamericano y redujo, más obligada que por decisión propia, su ambición de poder y control social. El vacío que dejó su mutación fue abarcado por la nueva religión protestante.

Sin embargo, la religión protestante no era del todo inédita, y otras regiones aprovecharon el escenario para incrustarse también en el nuevo mundo y desarrollar una nueva forma de coloniaje que daría vida, mediante una no muy lenta mutación del joven sistema liberador, a un nuevo sistema opresor que se conocería como imperialismo. La nueva religión serviría de vehículo, y éstas regiones y sus ideales fueron aceptados sin oposición, al principio, como aliadas del nuevo sistema liberador. De esta forma, la pretensión de la religión como un camino más amplio, originada en los años de independencia, y la urgencia de una ruptura violenta con la religión católica tomada en serio en los años de expansión liberadora, llevó al hombre a cometer los mismos errores sistemáticos, esta vez a favor del nuevo ideal.

Ha sido la batalla humana de todos los siglos: la imposición de sistemas liberales que se originan por la opresión de sistemas conservadores. Y a sido vicio de todos los siglos que el sistema liberador, siendo joven aun, mute a conservador mediante una ortodoxia sutil y le de continuidad a la batalla de todos los siglos. La aparición, nada accidental, de sistemas liberadores revelan los intentos de la historia por dejar ver su trayecto natural y la mutación de estos sistemas a opresores reflejan los causes que parten desde su trayecto natural y que son nombrados progresos aun cuando sus estructuras desmienten sus nombramientos. Hoy ambos sistemas religiosos han logrado sobrevivir en el escenario de la historia latinoamericana y dentro de la dinámica de sistemas libradores contra sistemas opresores, y para ello han establecido treguas dentro de sí mismo en relación a sus pretensiones y posiciones, han usado instrumentos y canonizado palabras que llegan a integrar una ortodoxia propia, limitando la sed de búsqueda del hombre.

Yo veo la historia así como al tiempo, intocable y que todo lo abarca, y la percibo como una forma de expresión de un lenguaje, y soy tentado a creer en la historia como instrumento de búsqueda y comprensión de ese alguien a quien los sistemas religiosos, católicos o protestantes, llaman Dios. Y sé que es imposible un siglo sin sistemas pero historia y tiempo, la lucha de la evolución contra el progreso manipulado, nos han dejado ver algunas de las estructuras que deben ser las bases de un sistema natural y a favor de la cuestión humana, que sea útil y no contrario al hombre y su búsqueda. Y de esta manera pienso que un sistema ha de ser débil, sujeto a la evolución natural, sin pretensión de inmortalizarse como cauce sino más bien abierto a la necesidad de cambios; también debe plantarse como un escenario de dialogo, lo que supone exaltar como cualidad la tolerancia que la ortodoxia intenta silenciar; ha de hacerse percibir como un camino amplio, de innumerables veredas, despojado de pretensiones de poder y control, en el que política, religión y demás subsistemas sean veredas de libertad y no métodos de progresos esclavizadores, yo insisto hasta el cansancio, es tiempo de generar estructuras débiles a fin de hacer morir “el sistema” e iniciar la era de “los escenarios”.

jueves, 26 de noviembre de 2009

VARIOS PARRAFOS ESCRITOS VARIOS DOMINGOS EN UN MISMO HOGAR

Estos párrafos que quiero compartir con ustedes los he extraído de mis notas escritas algunos domingos en mi hogar, cada uno ha generado una reflexión, y pretendo unificar cada reflexión para presentar de una forma más entendible mi idea de una nueva forma de hacer sistemas al servicio del hombre… Ya estuve tentado a desarrollar más la idea, pero no quiero extenderme. En mi “obsesión” he introducido muchas de estas ideas en un nuevo proyecto que intento culminar. Gracias por el tiempo que dedican a la lectura de mis intentos de comunicación y encuentros…


“…La historia se escribe con tinta propia, tuerce, genera, produce, esparce. Se revela a la quietud, evoluciona, avanza, arrincona. El hombre, diminuto entre las garras de la historia, es llevado por los vientos que soplan desde más allá de la misma tierra, desde más allá de la naturaleza, intenta sobrevivir, intenta no desaparecer, y mientras el hombre avanza dentro del tiempo inminente, se enfrenta contra las garras de la historia y va caducando dentro del tiempo. No es la evolución enemiga del hombre, es el hombre su propio enemigo y sin saberlo quizá, en su pretensión de control y poder, hace del progreso un instrumento, de la evolución un desvío y de su propia humanidad un objetivo. Y así la historia, que ya ha dado sus pasos muere para seguir renaciendo, y el hombre enemigo de sí mismo convierte la historia en método”.

“…Ha sido la batalla humana de todos los siglos la imposición de sistemas liberales que se originan por la opresión de sistemas conservadores. Y a sido vicio de todos los siglos que el sistema liberador, siendo joven aun, mute a conservador mediante una ortodoxia sutil y le de continuidad a la batalla de todos los siglos. La aparición, nada accidental, de sistemas liberadores revelan los intentos de la historia por dejar ver su trayecto natural y la mutación de estos sistemas a opresores reflejan los causes que parten desde su trayecto natural y que son nombrados progresos aun cuando sus estructuras desmienten sus nombramientos”.

“…Yo veo la historia así como al tiempo, intocable y que todo lo abarca, y la percibo como una forma de expresión de un lenguaje, y soy tentado a creer en la historia como instrumento de búsqueda y comprensión de ese “alguien” a quien los sistemas religiosos, católicos o protestantes, llaman “Dios”. Y sé que es imposible un siglo sin sistemas pero historia y tiempo, y la lucha de la evolución natural de la historia contra el progreso manipulado, nos han dejado ver algunas de las estructuras que deben ser las bases de un sistema natural y a favor de la cuestión humana, que sea útil y no contrario al hombre y su búsqueda”.

“…Y de esta manera pienso que un sistema ha de ser débil, sujeto a la evolución natural, sin pretensión de inmortalizarse como cauce sino más bien abierto a la necesidad de cambios; también debe plantarse como un escenario de dialogo, lo que supone exaltar como cualidad la tolerancia que la ortodoxia intenta silenciar; ha de hacerse percibir como un camino amplio, de innumerables veredas, despojado de pretensiones de poder y control, en el que política, religión y demás subsistemas sean veredas de libertad y no métodos de progresos esclavizadores”.

lunes, 23 de noviembre de 2009

OTRO DOMINGO, OTRA REFLEXIÓN...

Pienso en aquellos años, cuando la “vida congregacional” era para mí una tradición y un requisito. Una tradición vestida de autoridad, incuestionable, insustituible; un requisito para una “salvación” producto de la sistematización de instrumentos sin “autoridad trascendente” y que solo puede ser “comprendida” cuando elementos como “vida congregacional” pasan a ser vicios de “fácil consumo”. (Pues la autoridad que poseen esos instrumentos, que la necesidad de sistematizar ha hecho trascendentes, en realidad caduca en relación a espacio y tiempo y su utilidad evoluciona ajustándose a los cambios y su posición en el espacio sujetos al tiempo). Así, en aquellos años, la llamada, reclamada, pregonada “vida congregacional” era un instrumento para otros que, adictos también pero en calidad de “distribuidores”, aprovechaban sus “posiciones” y para mí era un producto necesario para “regocijarme en esclavitud”.

Es complicado a veces explicarlo, pues hay términos que “cristianizados” parecen “generalizar” al ser utilizados. Sin embargo, creo que una vida congregacional puede llegar a ser productiva, pero no creo en ello como una tradición que debe ser heredada y mucho menos impuesta como herencia (y mucho menos creo en una “vida congregacional” que para imponerse como herencia es parte de un juego de intereses o apunta hacia un interés mayor que el mismo hombre). Creo en su utilidad más allá de las estructuras ficticias de la “religión organizada” (este termino no es mío, pero lo he tomado de quien lo utiliza, en mi afán de hacerme entender sin que se me perciba enemigo de alguna secta específica, a usted que sabe quién es muchas gracias sus “treguas” y “sutilidad” con la “religión organizada” seguro será fructífera).

Creo en una vida congregacional espontánea, no generada, no producida, no hecha “necesaria”, no al servicio de un sistema (aquí me detengo para aclarar también que si bien esta vida congregacional puede ser una “estructura débil” de un sistema, debe estar al servicio del hombre y no del sistema, de hecho para hacerse débil le es estrictamente necesario estar al servicio del hombre y así adaptarse o aceptarse en medio de los cambios necesarios).

Creo en una vida congregacional desvinculada de intereses políticos o religiosos (o de una política religiosa, esto tomando en cuenta la política como herramienta para conseguir poder y control dentro de la religión). Creo en una vida congregacional que no se rinde a rótulos, que nace en el encuentro, que dirige hacia la evolución mucho más que hacia el progreso (he visto que “progreso” es un término utilizado para apuntar o subrayar el resultado de la “mano del hombre” de acuerdo a sus intereses en relación a lo que se proyecta, mientras que la evolución viene a denotar todo aquello que es avance natural, desprendido de intereses prediseñados, si bien la evolución natural de una cuestión puede ser interpretada a favor de un progreso especifico y de todos los intereses que visten tal progreso, también es cierto que el mismo trayecto que va trazando la evolución natural irá desmintiendo las interpretaciones a favor de algún progreso especifico; la historia ya nos ha hablado de ello y confío en la utilidad natural de la historia que asegura que así seguirá siendo ).

Creo en una vida congregacional que no es el producto de “libertades de bolsillos”, que no es vehículo que conduce por un camino prediseñado y heredado y que ha sido señalado por la misma manía de convertir la tradición en autoridad (hago énfasis en “la misma manía”, no me refiero al hombre que se beneficia de esta manía, me refiero al vicio que lo mueve, muchas veces heredado y no percibido por él mismo). Creo en una vida congregacional que así como no es producto de “libertades de bolsillos” tampoco es nido donde se reparten esos folletos o historietas (“las libertades de bolsillos” llamo yo al resultado de la argumentación e interpretación de hechos históricos mediante métodos sistemáticos dirigidos por intereses diseñados o concluidos antes de recurrir a tales hecho históricos, por lo tanto en el camino de la argumentación e interpretación se someterá el análisis a lo ya concluido y no habrá intereses de extraer conclusiones para establecer un supuesto y a partir de allí continuar el estudio de otros aspectos de la Historia). Creo en una vida congregacional que no estorba, que no causa dependencia, que no cercena libertad y verdad (ambos unidos como un solo término), que no la coacciona, que no la condiciona.

Creo en una vida congregacional que no se somete a un sistema; que no dibuja estrictamente la reunión dentro de un local y mucho menos el cumplimiento de prerrequisitos que sin ellos no puede hablarse del dibujo que es descrito por ese término. Creo que cuando tropiezo con un amigo o amiga y nos permitimos dentro de las dos rutinas encontradas un minuto o dos horas para sonreírnos, para “actualizarnos”, para desarrollar ideas en común o contrarias, le damos vida a la cuestión congregacional productiva; creo que cuando chateo a través de cualquier red social con alguien y “discutimos” sobre puntos de igual interés o de interés opuesto le damos vida a la cuestión congregacional, respetando la libertad suprema, por lo tanto desvistiéndonos del “interés maniático” de convertir al otro a mi interés. He sentido muchas veces un mejor calor bajo esa forma congregacional y he visto mayor utilidad en ella que en lo que fue en aquellos años para mí “vida congregacional”.

Creo que la mejor vida congregacional que experimento es esa que respiro cuando estoy en mi hogar.

sábado, 14 de noviembre de 2009

OTRA MÁS: REFLEXIÓN DE UN DOMINGO EN MI HOGAR...

“Te vendo mi libertad a precio de tu esclavitud”.
Esta parece ser la frase que mejor define la acción e intención de muchos que se dedican a la tarea de mostrarse liberadores en el escenario religioso. Y no me refiero solo a “liberadores” ubicados en una “izquierda de ficción” (ya he explicado que esta actitud es tan ortodoxa como lo es la ortodoxia formal o “dominante” nombrada derecha). También los que dicen ubicarse en una derecha se muestran liberadores. Ambos escenarios (derecha e izquierda) se adornan de tradiciones, crean y proclaman necesidades, se inventan reformas que guardan la esencia de sus tradiciones cambiando solo la forma de presentarlas. He aprendido a no aceptar sus nombres, sino a analizar sus estructuras, y del análisis caigo siempre en el mismo terreno, convenciéndome cada día de que no existen derecha e izquierda dentro de la religión, aunque sí polos, ubicados o agrupados en extremos opuestos (dentro del mismo escenario, por supuesto) pero unidos por un mismo hilo conductual en sus discursos. La imposición de ideas caracteriza a quienes ofrecen libertades, haciendo percibir la libertad como una criatura que clama por ser domada, por lo tanto, según todo esto para conseguir la libertad se hacen necesarios los nombres, mecanismos, esquemas. Y un nombre suele agrupar “todo lo necesario”. En este sentido si le dices a alguien “libertado al cristianismo” que no necesitas ser cristiano para ser libre, te preguntará o se preguntará “¿Entonces cómo debo llamarme?” “¿Qué debo hacer?” “¿Cuáles pasos seguir?”.

He tropezado con hombres que se jactan de no pertenecer a ninguna iglesia “evangélica”, y ahora ser “testigos de Jehová”, otros que se jactan de no ser más “católicos” y ahora ser “evangélicos”, otros que creen haberse librado de las cadenas de la religión con solo decir “no soy religioso, soy cristiano”. Y desde sus sectas proclaman tener la libertad para quienes les rodean y que ésta solo puede alcanzarse mediante la aceptación de los preceptos dentro de sus sectas. No se dan cuenta que solo cambian de formatos, que “una vida de congregación” nada tiene que ver con la libertad.

¿No se puede concebir la libertad siendo libres?

La religión, hasta las nombradas “no religiones”, ofrece libertades de bolsillos, a cambio de la entrega de los individuos a sus dogmas y preceptos. Es una libertad condicionada, por lo tanto no es libertad, así son liberadores de solo nombre, pero sus predicas delatan sus actitudes esclavizadoras. Quienes se auto nombran conservadores parecen más “obstinados” en el afán de esclavizar al individuo a su sistema, quienes se proclaman liberales se trazan el mismo objetivo y pretenden alcanzarlo con más sutileza.

Yo creo en la ruptura de sistemas como proceso para desdibujar la libertad, sin pretensiones de establecer señales en el camino. Y debo confesar que he perdido la fe en los maestros que afirman “predicar” verdades bíblicas pues al final solo te venden “dogmas biblificados”. Creo en la necesidad de una “libertad libre e inédita”, creo en la diversidad de caminos no señalados ni trazados, creo que no existe un único recurso sino herramientas, creo en la comunicación no forzada por una línea de pensamientos, sin objetivos oculto, creo en el placer puro de comunicar. Creo en las brechas que originan las críticas no doblegadas a ningún sistema. Creo necesaria la libertad, amo la libertad, pero no quisiera pretender jamás (espero librarme siempre de ese vicio) libertar a nadie. Solo espero un día mirar y sentir la alegría de observar que muchos han comprendido que la libertad es un camino sobre el cual hay que andar sin detenerse.

viernes, 13 de noviembre de 2009

SECRETOS DE UN RECUERDO EN NOVIEMBRE, DESPERTADO POR RUTH M.

Debo agradecer a Ruth M, conversar con ella es sumergirse en un mundo de lluvias donde siempre podría ser noviembre… Gracias.


Para muchos, Paula Sosa fue una mujer, hasta cierta edad, movida por rencores; de carácter recio, de ojos cargados de cansancios, de pocas palabras y escasas sonrisas. Su mirada la recuerdan perdida y a la vez centrada en un abismo en el que suponían se odiaba a sí misma, la creían presa de remordimientos a causa de lo que han llamado “sus errores del pasado”. Para algunos fue una mujer vestida de una coraza impenetrable; nadie habla de sus abrazos y besos, muchos aseguran no haberlos recibido nunca. Recuerdan sus esfuerzos como respuestas en versiones de los “qué más da” de la vida.



Aun así, muchos hablan aun de ella, en reuniones familiares, en encuentros casuales, en las veredas del sector catorce de San Jacinto, en los cerros de Yaracuy, hasta en el Consejo de Ciruma se ha hablado de ella… En muchos lugares su nombre aun sigue sonando. Escucho de ella relatos como si hablaran de un mito. Y escucho en silencio cuando hablan de ella, y en silencio lloro, guardando un secreto: mi recuerdo de ella, de Paula Sosa, mi abuela. Secreto que llega a doler aun más en noviembre, que siempre por alguna razón despierta con más fuerza. Del que no hablo con frecuencia por no saber cómo expresarlo. Pero hoy quiero intentarlo, no para librarme de las lágrimas pues no me pesan, me hace bien llorarla, sentir su ausencia, me redime, no sé de qué, pero mientras lloro su ausencia me siento redimido y vuelvo a ser niño. Algunas veces creo ver sus ojos, sé que los veo, aquí adentro los veo, contemplo en ellos la ternura con la que siempre me miró esperando mucho de mí.


Yo la recuerdo anciana, sentada en su silla mecedora, sonriendo a cada mirada mía; levantándose lentamente para recibirme con un abrazo y un beso y susurrarme al oído un “tu eres mi nieto”, que podía repetir mil veces y mil veces hoy lo entiendo de forma diferente; la recuerdo caminando luego al refrigerador, sacando un vaso de “toddy” con el que a diario expresaba de forma sencilla su amor. La recuerdo con su “espero no hayas almorzado” en sus labios mientras servía la mesa y se sentaba frente a mí para verme almorzar, como si todo su mundo girara en ese instante (¡cómo redimen estas lágrimas!). La recuerdo contando historias, con una elocuencia que siempre le envidio, sin palabras que estorbaran, dibujando la vida, señalando caminos.


Paula Sosa caminaba en las mañanas, todos hablan de ello, dicen que era por su salud, pero sus caminos eran sin rutinas, y lo hacía porque buscaba, observaba, vivía mientras caminaba, escuchaba mientras lo hacía, se reconocía a sí misma. Sus esfuerzos fueron siempre intentos de brillar fuerte, para seguir viva en su ausencia, ella amó la eternidad, descubrió que uno se hace eterno a través del recuerdo, como también supo siempre que es vicio humano recordar los esfuerzos y no interpretarlos.


Paula Sosa se volcó sobre mí, con métodos propios, cuando yo solo era un niño, ella confió en la capacidad del ser de buscar y encontrar dentro de los recuerdos, su confianza ha dado frutos en mí. Ella creía en los sueños, aunque nadie la recuerda soñando, desprendió los sueños de sí misma, soñaba con el futuro, y nosotros, quienes le recordamos, quienes hablamos de ella, éramos el futuro.

























jueves, 12 de noviembre de 2009

CAOS DE NOVIEMBRE... GENERADO POR CAROLINA GARCIA...

Carolina García me ha preguntado en algunas oportunidades “¿De dónde sacas tantas palabras?”. Hoy cito su pregunta sin ánimo de alardear, y tal vez puedan entenderlo más adelante. Antes bien, siento la necesidad de alabar, al mismo extremo en el que ya adoro, su capacidad de elaborar preguntas. Son certeras sus preguntas y ya que nunca he podido entregarme a la suerte del idealismo, no puedo afirmar que conozco el propósito de su pregunta.

Sé que algunas preguntas surgen naturales, como respuestas tal vez; también sé que alguien que puede lanzar preguntas sin blancos, y con ellas generar caos, es alguien que ha caminado mucho, y que si bien puede desearlo, se niega a detenerse; es alguien que ha entendido que la libertad no se somete a estacionamientos, que es tan “incompleta contantemente” como es “continua la construcción y comprensión” del ser; es alguien que observa, que realmente observa, que lee más allá de las palabras pues sabe que las palabras son solo figuras, dibujos con los que alguien pretende mostrar la realidad propia. Hablo de esa realidad de adentro, verdadera y no colectiva aunque se vende a la interacción. Así comprendo hoy a quien representa el nombre Carolina García, quien a generado este caos que pretendo explicar, dar a conocer, compartir como respuesta a su favor porque creo en la necesidad de compartir lo propio, en este caso mi caos. Necesidad propia que no se pretende necesidad de nadie más, así como un niño sonríe no por regalar una sonrisa, no porque pensó en los beneficios de una sonrisa, sino porque simplemente (aquí lo simple viene a ser sublime) te mira y desea, siente y necesita sonreír (yo amo la sonrisa que de mis hijos: Efraín y Benjamín).

¿De dónde surgen mis palabras? Tomaré prestada la expresión que una amiga me lanzó ayer sin anestesia como producto de una de esas conversaciones que uno no puede permitirse olvidar (De lo que les hablaré luego en otro artículo). Surgen de “un hueco hondo, un vacío cuyas dimensiones desconozco”, que no sé ubicar, porque la palabra alma ya me parece inútil; surgen de un choque entre las creencias que “heredé sin opciones” (sistema de creencia completo, no me refiero solo a “creencias religiosas”, no solo las estructuras heredadas de una religión es creencias, también lo es la concepción de amor, vida, etc.) contra la “realidad de adentro” que desnudan las creencias heredadas haciéndolas temblar de puro frío. Surgen de la pena de no poder, por no saber aun definir mi realidad, de la pena de verme inútil, de la vergüenza de saberme desconocido en cada choque, surgen de ese deseo natural, al que uno muchas veces se opone, deseo de encontrar lo que aun uno no sabe nombrar; surgen de la frustración que comprendida y aceptada motiva y enciende.

Y escribo cada palabra que surge para darle figura a mi búsqueda, para no perderme de la perdida dentro de este laberinto. Es contrario a un desahogo, es más que vaciarme; es adentrarme en el vacío, es ser un desahogo, es llenarme de miedos para tener el valor de huir de la estabilidad que desestabiliza la esencia del ser, es decir, del uno ser. Le temo, entre un millón de cosas más, a la comodidad y a las bases que afirman en un solo lugar el crecimiento, así nombrado pero que refleja descenso, contra evolución, avance que retrasa. Escribo cada palabra que surge porque tengo la absurda y despreciable idea de que un día podré agotar las palabras para un mejor entendimiento.

Yo creo en el caos como comienzo, y mientras escribo me siento inmerso en la tempestad de inutilidades, devastado por la tormenta de ineficacias. No tengo nada que alardear, antes bien, a veces, cuando caigo en la tentación de leer lo escrito, a veces, me doy cuenta de lo hondo del hueco hondo, y de lo incalculable que son las dimensiones del vacío que no sé calcular.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

PASADO EN NOVIEMBRE...

Mientras alguien dijo sobre la juventud que se iba para no volver, la mía parece asaltarme y atracar en mis costas cuyas arenas comienzan a esparcirse hacia todas direcciones, despertadas por los fueres vientos de orígenes legendarios, a veces desconocidos, pero que invitan al reencuentro, de caminos no trazados.

El pasado se agita, se hace presente, y no hablo de metáforas. Mi pasado regresa, sí, regresa aunque pudieran decirme que no es regreso sino estuvo en este tiempo, pero ¿acaso no fue tiempo presente el pasado? Vuelve para echarme en cara que es poderoso y bondadoso, que puede ofrecer oportunidades, rompiendo así con toda interpretación prediseñada en mí respecto a él.

Antes del hoy, lo pensé enemigo, ya saben esa maldita manía tonta y sin frutos de lamentar los fracasos, las perdidas, los desaciertos, las distancias, los olvidos, los silencios forzados, aparentemente indestructibles. Sin embargo, aquí está el pasado, manifestándose a través de reencuentros accidentales, de encrucijadas repetidas, de proyectos antes desechados, negándose ahora a la desidia, asomándose por medio de oportunidades que habían dejado de ser deseadas.

La fuerza parece resurgir orientando los deseos que habían dormido aparentando morir. La frustración se quita sus mascaras para mostrarse desnuda, nombrándose motivación, que ahoga, que desespera, que te obliga a contemplar el camino que antes quiso ser ignorado.

Hoy, frente a mí, el pasado expone sus principios, con retorica hermosa, con una prosa pensada imposible y anhelada. Se hace maestro, exige silencio para ser escuchado, entendido, inevitablemente obedecido. Le da sentido a la soledad que ya debe marcharse. Habla un lenguaje que antes no comprendí y me enseña que solo a través del tiempo se desarrolla el arte de comprender sin palabras, que solo a través del tiempo se aprende a observar. Así voy ubicándome, mientras escucho al pasado decir que no se pude vivir sin pasado, que las marcas que uno llama heridas pueden y deben ser interpretadas como indicadores, que suelen ser útiles, que lo que fue no dejará de ser jamás, pues será siempre nombrado pasado, que existió la posibilidad de su no existencia antes de su origen, que de no haber existido sería innecesario al presente, pero que “haber sido” lo hace estrictamente necesario y de necesaria y estricta interpretación a favor de.

Y es juventud aceptar el pasado, su poder y su bondad, es juventud aprender su lenguaje, es juventud callar los lamentos… juventud, sin duda divino tesoro, y es cierto que te vas, pero no siempre es para no volver.

RELATO DE NOVIEMBRE...

En noviembre suelo caminar más de lo común. Despierto temprano y temprano estoy sobre las calles que parecen más largas y sin final en este mes. No lo hago por mi salud, aunque deberá; lo hago por mis manos que, aunque cansadas por las letras nocturnas, despiertan con sed de uvas historias; lo hago por mis ojos que, aunque trasnochados por el sueño corto, despiertan queriendo observar.

La primera mañana de este noviembre, después de tanto caminar, llegué a una plaza y decidí sentarme en uno de sus bancos. Ella daba vueltas alrededor de la plaza con un ritmo de diosa de otros tiempos. Sin poder evitarlo la observé en su recorrido, preguntándome cómo pudo aprender tan sublime andar, queriendo descubrir todo lo que escondía su ritmo. Sus ojos eran del color del mismo cielo, despejado, suave, azul. Su cuerpo hablaba de belleza, de esa que es espontánea, natural, belleza que no puede imitar el esfuerzo. Su piel me hizo recordar la niebla que cubre los cerros del centro de este occidente perdido y arrinconado. La perdí de vista mientras me sumergía entre los recuerdos de aquellos días alegres los pies del abuelo que una vez sembró en mí historias que siempre cuento.

Ella me asaltó con un ataque no esperado por mi derecha y la descubrí sentada a mi lado, respirando lento. Con su toalla acariciaba su rostro de diosa y su voz le dio un matiz diferente a la mañana.

-¿Cuál es tu signo?

Preguntó, sin aviso y sin mirarme, ocupada en las trenzas de sus tenis, con una seguridad en sí misma que se reflejaba en su voz y en sus movimientos agraciados.

Y yo que nunca le h entregado mi suerte a los astros ni a nada que no pueda entender m quedé por un segundo sin respuesta.

-¿Mi signo? El de interrogación.

“¡qué tonto soy!”, pensé al escucharme responder.

-Interesante.

Dijo ella, esta vez mirándome con el cielo de sus ojos.

-Atormentador.

Respondí yo, de nuevo sin pensar antes de hacerlo. (¿Por qué no puedo usar mejores palabras frente a una chica de ritmo de diosa de otros tiempos?).

-Lo sé, es una tormenta que no se puede esquivar.

Quedé sorprendido al escucharla. M enamoré de su “lo sé”, me enamoré como un niño se enamora y sale todas las mañanas a observar a la niña que ama mientras ella pasea en su bici alrededor de la plaza disimulando no verlo. Sentí que realmente ella sabía de lo que hablaba, hasta pensé aquella mañana que yo sería l tema de una historia escrita por ella. Vi en ella esa misma sed que me llevó a caminar. Tuve cuidado de no tener cuidado en mis próximas palabras y me entregué, tal vez por primera vez en muchos años, a la suerte de lo desconocido. Sentí alivio mientras me expresaba sin miedo a no ser entendido. Me vaciaba de las palabras no exactas, algunas tan tontas como “libertad”, “verdad”, “cansancio”. Olvidé por qué me senté en ese lugar, olvidé preguntarle su nombre y si volvería allí al amanecer. Ella parecía tan distraída como yo; mientras conversábamos sentía que escribíamos sobre un mismo papel y con la misma tinta y prisa de quien no se permite olvidar una palabra y no quiere dejar escapar una sola idea, al mismo tiempo parecíamos compartir la lectura de un libro sagrado, de esos que o puedes dejar de leer, de los que si nunca lees no habrías vivido.

La vi marcharse, ella sonreía como quien se sabe observado y lo ha deseado.

Su andar, lo supe, su andar de diosa es de quien ha comprendido que la libertad es un camino y la verdad es libertad.

martes, 10 de noviembre de 2009

OTRA REFLEXIÓN DE UN DOMINGO EN MI HOGAR...

Intento volver a los poemas, pero será la “maldición de noviembre” que no me permite distraerme de estos asuntos.

Constantemente recibo y escucho comentarios de personas que parecen no interpretarme bien, me perciben defensor de algo inexistente, y en sus comentarios, incluso interpretaciones de mí, parten de estructuras tan inexistentes como lo es aquello de lo que me perciben defensor. No pertenezco a ningún grupo, y no podría, al igual que muchos (sí, sé que son muchos) no encajo dentro de algún sistema, y no deseo hacerlo.

No tengo palabras constantes, no puedo adherirme a una forma o estilo de léxico, no confío en palabras establecidas porque detrás de cada palabra hay una estructura que debe ser analizada y por lo general miente en relación a la palabra que lo define, o tal vez miente la palabra en relación a aquello que es definido. Vivo en un laberinto de palabras, eso sí, moviéndome entre estructuras, huyendo tal vez constantemente al mismo ritmo que me voy descubriendo. Le temo al dogmatismo, al que se impone y al que soy tentado imponer. Creo en una libertad aun no encontrada, que me obliga a redefinirla, que me niega su figura como lugar y me habla de caminos que no se cansan; creo en una verdad que no defino, que me obliga a pensar que la verdad es indefinible, que no se puede nombrar, que una vez que se encuentra en una aparente totalidad deja de ser verdad para convertirse en pequeñas mentiras sin un valor real. Creo en la escasez de las palabras, y en ocasiones, en lo innecesario de ellas, en la ineficacia de ellas. No entiendo las formulas porque se contradicen, porque se aplican a contextos permanentes para ser útiles, contextos que no existen pues tiempo y espacio no se detienen y considero que eso merece atención.

Creo en el lenguaje y la comunicación como vehículos que conducen más no como instrumentos de opresión, como medio de imposición. Amo el arte, no el propio pues carezco de habilidades, pero amo y creo en el arte, en el que nace de la interpretación de la belleza, en el que surge espontáneamente y con el único propósito de ser lenguaje y comunicar, de brindar belleza. No creo en el arte que pretende ser instrumento de sistemas, ya su origen miente, no es arte, es banalidad, esclavitud en sí que pretende esclavizar. Yo amo el arte espontaneo, verdadero, puro, infinito en todo lo que ofrece, así como es la verdad que no sé describir. Creo que un artista no se nombra a sí mismo e intenta apartarse de su creación al momento de crear, que llega a despreciarse en cierta medida frente a su obra y ese desprecio de “sí” frente “a” genera amor “hacia”.

Creo en la sed, en la sed desnuda, en la sed natural. Esa que te mueve, que busca, que es como tiempo y espacio, que te distrae de pretender tanto, que te cuida de pretender poco, que no te conforma a nada. Creo en las interrogantes, pienso que se generan a sí mismas cuando uno se niega a sí mismo, creo que las interrogantes trazan un camino que no se sospecha y que no se deben asesinar con presupuestos, que las interrogantes son útiles contra toda herencia, que permiten hacer “camino al andar”, creo en esas interrogantes que asaltan, que atracan en la tranquilidad y causan erupción de la existencia, en esas que surgen sin vicios. Odio los vicios, tanto que en oportunidades he llegado a odiarme a mí mismo, odio los vicios que tienen su origen en la ambición, los que tienen su cuna en las comodidades.

Respeto la historia, la que no se somete sino que se refleja a sí misma, acepto que sea frágil y modificable, pero confío en su poder de sacudirse de toda interpretación y del mismo caos que le genera la retórica. Aprecio la retórica como arte. La exposición de argumentos me aburre, pero intento prestar atención. Me decepcionan, me cansan más allá del mismo cansancio, los argumentos no propios, sin orígenes, sin el aval de la experiencia, sin la disciplina de la búsqueda verdadera, sin el toque suave del arte puro. Admiro la existencia y lo que ella proclama. Admiro los objetos y de dónde provienen y a dónde conducen.

Entiendo que como yo muchos perciben, muchos aman, muchos odian. Comprendo que podemos encontrarnos en el punto de algunas creencias, pero definitivamente no me uniría a nadie como defensor de lo que percibo, de lo que amo y de lo que odio, porque entonces podría pasar que deje de prestarle atención al tiempo y espacio…

lunes, 9 de noviembre de 2009

REFLEXIÓN DE UN DOMINGO EN MI HOGAR...

No soy liberal ni liberador. No pretendo influir en el despertar de nadie, o sumar a su estado dormido. Entiendo que muchos al leerme o escucharme juzguen mi acción como un intento de “convertir a otros”. No es mi intención.

Solo puede ser libre quien desee serlo, se desea ser libre cuando se entiende la opresión de la que no solo se es esclavo, sino muchas veces libertado, digamos, atado libremente. Existe una esclavitud que regocija, una que se fundamenta en una serie de conceptos y ficciones que visten de conocimiento la ignorancia y altera la capacidad que tiene el ser de percibir sus ataduras. Ayuda mucho a esta esclavitud la compañía, yugos grupales, cadenas corporales. Cuando el ser, estando oprimido, atado (dormido), se siente en compañía, habiéndose modificado los conceptos que estructuran la libertad, surgen sentimientos que silencian la sed por verdadera libertad, convirtiéndose la compañía en un consuelo que refuerza la conformidad a la opresión.

Yo comparto sin pretensión de darme a entender, sino de ser entendido, de ser entendido por quien no necesita entender, por quien no necesita leerme, así lo que comparto, escrito o pronunciado, pueda traducirse en un encuentro. Ya no quiero cargar sobre mis hombres con el peso del despertar de nadie (hubo un tiempo en el que si quise llevarlo, peso que es producto de la ortodoxia que heredé de la derecha, y que al salir de la derecha, siendo de izquierda, queriendo ser librador, llevé también, con otros nombres quizá. Hoy no encajo ni en una derecha ni en una izquierda y no pretendo hacerlo, como tampoco pretendo seguir llevando el peso de “liberar” ni con ese ni con ningún otro nombre).

No es “algo lindo” que alguien despierte a causa de lo escrito por uno o hablado por uno, es más bien lamentable que el ser humano siga cultivando dependencia en cualquiera de sus expresiones, dependencia que esclaviza, que se traduce en comodidad y pereza.

¿Qué pasa cuando alguien cree despertar a causa de uno? Sencillo, su intento de mantenerse despierto seguirá dependiendo de uno, antes de saberlo renunciará a la habilidad natural que tiene el ser de generar su propia libertad. Al mismo tiempo se atraviesa por el riesgo de sucumbir ante la tentación de crear un imperio propio, un sistema, de ser esclavizador con el método de vender libertades a precio de fortunas.

Hoy, en este trayecto, creo más en lo encuentros, aclaro que “creo” no es que tengo fe en ellos como método, sino que al momento de compartir por medio de las palabras escritas o de las palabras pronunciadas lo hago para tropezar con gente despierta, que sepa ya de lo que hablo, o sino lo sabe, que esté en la búsqueda constante de lo que yo digo buscar, y que su busca no se adhiera en ninguna manera a la dependencia. Mi pretensión no es una utopía, por medio de los senderos de las palabras escritas y habladas he tropezado con personas que buscan, otras han tropezado conmigo. De allí surge una amistad, sin ser la amistad una dependencia, pues la amistad verdadera no buscar servirse, no es el objetivo de una amistad. Cuando sucede, cuando dentro de la amistad uno parece servirse del otro, el servicio es accidental, no buscado ni generado. No hay yugos en la amistad. Yo creo en la amistad pretendida por quien despierta, así creo en el encuentro entre unos con otros, por medio de los senderos que uno se hace para buscar, creo que es más productivo que el sometimiento constante o cualquier otro grado de dependencia. Yo creo que quien al leerme o escucharme piensa que empieza a entender algo es porque ya lo había entendido antes de tropezar conmigo, así que si en verdad ha sucedido así su búsqueda seguirá continua e independiente.
Querer liberar, pienso, es ya una actitud ortodoxa. Así los llamados de izquierdas los interpreto como otra manifestación de la ortodoxia, de hecho la izquierda dentro de un sistema defiende el mismo sistema, reformando, rediseñando los conceptos y estructuras a favor del grupo que intenta imponerse sobre el grupo que ha estado impuesto sobre ellos. Los conservadores también pretenden liberar en su empeño de “atraer”, “convertir” encerrar a otros en sus círculos. ¿Qué ofrecen liberales y ortodoxos? Con otros conceptos pretenden lo mismo, tienen el mismo propósito, ofrecen el mismo sistema. Entre derecha e izquierda, liberales y ortodoxos, dentro del cristianismo, no hay una verdadera ruptura, ambas desean constantemente imponerse como sistemas, trazarse como esquemas, generar dependencia.

La dependencia es el alimento de todo sistema, se nutre de la dependencia, cuando un liberal u ortodoxo predica libertad ridiculizando la dependencia a un sistema de creencias establecido, lo hace para causar la necesidad de independencia hacia ese sistema de creencia y atrayendo al individuo hacia la dependencia del sistema de creencia propia. Es irónico que la ortodoxia se crea a sí misma como sistema real basándose en una serie de ficciones, así crea un “sistema mundano” como enemigo contra quien luchar y a su vez de quien alimentarse, luego, se desprende de la ortodoxia un grupo llamado liberal que ha aprendido las “mañas” de la ortodoxia y que al parecer no tiene interés de “cambiar sus actitudes” y se declara a sí mismo amigo del “sistema mundano” y libertador del mismo a través de sus “ideologías” apunta contra la ortodoxia como enemigo contra el cual luchar y a su vez de quien alimentarse, pero tanto uno como el otro son parte del mismo sistema, así que ofrecen la misma opción: la opción de hacer sentir el regocijo de la esclavitud.

Creo que despertar equivale a no generar dependencia, creo que las criticas de uno que ha despertado deben estar libres de la pretensión de venderse a sí mismo como opción, como libertador.