El pasado se agita, se hace presente, y no hablo de metáforas. Mi pasado regresa, sí, regresa aunque pudieran decirme que no es regreso sino estuvo en este tiempo, pero ¿acaso no fue tiempo presente el pasado? Vuelve para echarme en cara que es poderoso y bondadoso, que puede ofrecer oportunidades, rompiendo así con toda interpretación prediseñada en mí respecto a él.
Antes del hoy, lo pensé enemigo, ya saben esa maldita manía tonta y sin frutos de lamentar los fracasos, las perdidas, los desaciertos, las distancias, los olvidos, los silencios forzados, aparentemente indestructibles. Sin embargo, aquí está el pasado, manifestándose a través de reencuentros accidentales, de encrucijadas repetidas, de proyectos antes desechados, negándose ahora a la desidia, asomándose por medio de oportunidades que habían dejado de ser deseadas.
La fuerza parece resurgir orientando los deseos que habían dormido aparentando morir. La frustración se quita sus mascaras para mostrarse desnuda, nombrándose motivación, que ahoga, que desespera, que te obliga a contemplar el camino que antes quiso ser ignorado.
Hoy, frente a mí, el pasado expone sus principios, con retorica hermosa, con una prosa pensada imposible y anhelada. Se hace maestro, exige silencio para ser escuchado, entendido, inevitablemente obedecido. Le da sentido a la soledad que ya debe marcharse. Habla un lenguaje que antes no comprendí y me enseña que solo a través del tiempo se desarrolla el arte de comprender sin palabras, que solo a través del tiempo se aprende a observar. Así voy ubicándome, mientras escucho al pasado decir que no se pude vivir sin pasado, que las marcas que uno llama heridas pueden y deben ser interpretadas como indicadores, que suelen ser útiles, que lo que fue no dejará de ser jamás, pues será siempre nombrado pasado, que existió la posibilidad de su no existencia antes de su origen, que de no haber existido sería innecesario al presente, pero que “haber sido” lo hace estrictamente necesario y de necesaria y estricta interpretación a favor de.
Y es juventud aceptar el pasado, su poder y su bondad, es juventud aprender su lenguaje, es juventud callar los lamentos… juventud, sin duda divino tesoro, y es cierto que te vas, pero no siempre es para no volver.
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