Aquellos naranjos guardan secretos que siempre serán tuyos y míos… Palabras que el viento no se llevó, que quedaron atrapadas en ti y en mí. Nostalgias que fueron, son y serán tuyas y mías. Lo sé y lo sabes, porque ayer cuando accidentalmente tropezamos en esta ciudad tan distante de aquellos naranjos nuestras miradas hablaron solas y nuestras sonrisas delataron el olvido ausente.
Conservas la misma magia en tu rostro, la belleza de tu físico, es como si el tiempo no pasara cerca de ti; tal vez hoy estés pensando lo mismo de mí, a diferencia de mi barba que he decidido no afeitar en estos días por si soy tentado a olvidar que el tiempo pasó por aquí. Ya conoces mis manías, no han cambiado, son de las pocas cosas que aun puedo conservar. Me pregunto qué conservas tú de aquellos días
¿Qué quién iba a pensarlo? Tú aquí, y yo aquí; tu en esa calle, yo en esa calle; tú a esa hora, minuto y segundo y yo también. Cualquiera podría pensarlo, solo tú y yo fuimos ingenuos ante la posibilidad. Saquemos cuenta, ese encuentro era lógico y calculado por el destino, tarde o temprano sucedería.
¿Qué nos llevó a tal espacio y tiempo? Distraídos los dos, como si nada hubiese cambiado; caminando los dos, tan iguales como siempre.
Cuando nos alejamos muchas cosas quedaron suspendidas en el aire. Hoy no recuerdo con exactitud cuántas, sé que tú tampoco. Y no nos esforzaremos por recordarlas. La verdad es que ambos seguiremos huyendo, es nuestra naturaleza, ninguno se detendrá primero, de hecho, ninguno lo hará.
Sé que has estado en esos lugares, que has caminado por aquel pueblo, yo lo he visitado algunas veces. Y no es que he visto el rastro de tus andares o que tus huellas no se han borrado de esos lugares, sino que nunca falta un alguien que me diga: “ella también vino hace unos días”. Me pregunto si uno de esos alguien te lo ha dicho a ti.
Ayer no nos dimos tiempo a nada, solo un “hola”, “qué sorpresa”, “cómo te ha ido”. Fingiendo estar conformes con el límite acordado, o conformes con estar fingiendo, sospecho que es miedo. ¿Acaso no fue el miedo el que nos hizo acordar aquellos límites sin mediar palabras? Sabes que es así, yo también lo sé, admitámoslo ya. Tuvimos miedo a un futuro junto, a conciliar nuestras similitudes, a seguir un solo camino, miedo a despojarnos de los miedos. Claro, ni tú ni yo lo confesamos nunca. Para entonces existían palabras muy grandes para nosotros, y al parecer todavía las hay.
Sé que nos volveremos a ver, ahora lo sé. Saquemos cuenta, es lógico. Sé que no será en el mismo espacio y tiempo que nos tropezó el ayer, después de todo, ninguno de los dos mantiene rutinas. Y sé que siempre habrá palabras más grande que los dos. Nuevamente me alegraré al verte, una vez más te diré “hola”, con el mismo tono que en los viejos tiempos, contemplaré tu linda sonrisa sin darme cuenta que sonrío; compartiremos el “cómo te ha ido”. Pero tal vez ya no lleve la barba, ya comienza a fastidiarme, seguro encontraré otra forma de recordar que el tiempo pasó por aquí.
Luego seguiremos caminando en direcciones opuestas, parecidas pero opuestas, y tal vez de nuevo nos sorprendamos 20 segundos después, volteando el uno hacia el otro y nos morderemos la tonta sonrisa al vernos descubiertos mutuamente respirando el recuerdo de aquellos naranjos e invocando los secretos que ellos nos guardan.
Conservas la misma magia en tu rostro, la belleza de tu físico, es como si el tiempo no pasara cerca de ti; tal vez hoy estés pensando lo mismo de mí, a diferencia de mi barba que he decidido no afeitar en estos días por si soy tentado a olvidar que el tiempo pasó por aquí. Ya conoces mis manías, no han cambiado, son de las pocas cosas que aun puedo conservar. Me pregunto qué conservas tú de aquellos días
¿Qué quién iba a pensarlo? Tú aquí, y yo aquí; tu en esa calle, yo en esa calle; tú a esa hora, minuto y segundo y yo también. Cualquiera podría pensarlo, solo tú y yo fuimos ingenuos ante la posibilidad. Saquemos cuenta, ese encuentro era lógico y calculado por el destino, tarde o temprano sucedería.
¿Qué nos llevó a tal espacio y tiempo? Distraídos los dos, como si nada hubiese cambiado; caminando los dos, tan iguales como siempre.
Cuando nos alejamos muchas cosas quedaron suspendidas en el aire. Hoy no recuerdo con exactitud cuántas, sé que tú tampoco. Y no nos esforzaremos por recordarlas. La verdad es que ambos seguiremos huyendo, es nuestra naturaleza, ninguno se detendrá primero, de hecho, ninguno lo hará.
Sé que has estado en esos lugares, que has caminado por aquel pueblo, yo lo he visitado algunas veces. Y no es que he visto el rastro de tus andares o que tus huellas no se han borrado de esos lugares, sino que nunca falta un alguien que me diga: “ella también vino hace unos días”. Me pregunto si uno de esos alguien te lo ha dicho a ti.
Ayer no nos dimos tiempo a nada, solo un “hola”, “qué sorpresa”, “cómo te ha ido”. Fingiendo estar conformes con el límite acordado, o conformes con estar fingiendo, sospecho que es miedo. ¿Acaso no fue el miedo el que nos hizo acordar aquellos límites sin mediar palabras? Sabes que es así, yo también lo sé, admitámoslo ya. Tuvimos miedo a un futuro junto, a conciliar nuestras similitudes, a seguir un solo camino, miedo a despojarnos de los miedos. Claro, ni tú ni yo lo confesamos nunca. Para entonces existían palabras muy grandes para nosotros, y al parecer todavía las hay.
Sé que nos volveremos a ver, ahora lo sé. Saquemos cuenta, es lógico. Sé que no será en el mismo espacio y tiempo que nos tropezó el ayer, después de todo, ninguno de los dos mantiene rutinas. Y sé que siempre habrá palabras más grande que los dos. Nuevamente me alegraré al verte, una vez más te diré “hola”, con el mismo tono que en los viejos tiempos, contemplaré tu linda sonrisa sin darme cuenta que sonrío; compartiremos el “cómo te ha ido”. Pero tal vez ya no lleve la barba, ya comienza a fastidiarme, seguro encontraré otra forma de recordar que el tiempo pasó por aquí.
Luego seguiremos caminando en direcciones opuestas, parecidas pero opuestas, y tal vez de nuevo nos sorprendamos 20 segundos después, volteando el uno hacia el otro y nos morderemos la tonta sonrisa al vernos descubiertos mutuamente respirando el recuerdo de aquellos naranjos e invocando los secretos que ellos nos guardan.