martes, 8 de diciembre de 2009

EL RÍO WILMARÁ... (UNA LEYENDA DE LA AGUA SANTA QUE PERCIBÍ...)

Esta leyenda la escribí como parte de un mundo construido para RUBIA…


En las montañas de Las Mercedes, al oeste del valle, nace el río Wilmará, río angosto de corrientes bravas que desciende con ímpetu, dispuesto a custodiar con su hechizo la virginidad de las montañas donde nace.

Camina entre la selva, esparciendo el canto que producen sus aguas cristalinas y profundas, que seduce al alma y adormece el espíritu. A sus pies, árboles frondosos que se sirven del encanto de sus aguas, aves que posan sobre ellos atraídas por el canto de la corriente, hechizadas, olvidan su destino y permanecen allí, frente al río, sobre los árboles, afinando sus sonidos con el que se esparce por la selva. Avanza bravo, potente, indomable, pretencioso y orgulloso del rojo vivo de los corales que crecen a su lado, que reflejan el color de su pasión. “Son las aguas del Wilmará las que alimentan a los corales” así decía la leyenda que les atribuía a éstos la fuerza, robada de aquellas aguas, para sostener el cielo y proteger la tierra.

Cruza hacia el sur y allí, cansado, enamorado, se rinde en los brazos de una quebrada dulce y tranquila, es la Quebrada de Agua Santa que tímida se esconde en las profundidades del sur-este del valle. Silencia al bravo río, adormece sus corrientes y así, se funden resultando en un temperamento, como si el gran río Wilmará no existiera, despistando la atención del hombre, alejándolo de las montañas donde tal vez tampoco nació.
A mitad de camino, se puede encontrar la vertiente del río Wilmará. A su alrededor, numerosos árboles de coral se extienden hasta diez metros de altura, el rojo vivo de su apariencia atrae el alma humana al igual que el sonido de las aguas descendiendo.

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