Soy el mismo de aquellos días: tonto y soñador. Solo que ahora me escondo entre rutinas que se han hecho parte de un laberinto que, aunque cada día más difícil de transitar, se hace necesario transitarlo.
Voy acumulando recuerdos, contado días, pro sigo siendo el mismo, aunque a veces pierdo el tiempo y no lo noto; aunque tú ni lo sospeches ni quieras saberlo. Mis pasos son pausados, pro igual camino, no son las mismas calles pero son calles.
Respiro el mismo aire al despertar, aun cierro mis ojos algunos segundos justo después de despertar para asegurarme de que realmente he despertado. Continúo escribiendo, a diario, aunque no con la misma facilidad, pero escribo, y si vieras como me cuesta un buen final.
Si supieras dónde vivo hoy, es una copia de aquel lugar. Veredas solitarias, calles amplias, plazas alegres donde niños juegan al futbol o al beisbol, casas cuyos porches son conquistados por ancianos en los atardeceres. Tienes que enterarte que el clima de esta ciudad es el mismo, el rocío de la mañana que despertaba contigo, el mismo sol de mediodía que nos custodió (a mí mis secretos, a ti tu sonrisa), la misma brisa al anochecer. A veces me confundo, te reirías de mí, creo estar en aquel lugar mientras camino y así juego con mis recuerdos y escribo.
Nada ha cambiado en mí en cuanto a ti. Sigues lejos y esquiva sin siquiera planearlo, indiferente a mí. Nada ha cambiado, aun no tropiezo contigo para poner a prueba el valor de decirte lo que llevo, aun no te olvido. Protejo tu imagen, siempre estás sonriendo.
La misma obsesión, de la que nunca te enteraste. La misma sed. Sigo alimentando mi fe con dudas. Todavía lloro algunas noches, a veces me canso de ser yo mismo sin entender por qué.
Ya lo he dicho: me cuestan los finales. Así que con mi torpeza te lo diré: aun sueño con sujetar una tarde con mi mano izquierda para decirte que a donde yo vaya tu imagen seguirá conmigo.
Y tal vez seguiré siendo el mismo, caminando, contando días, obsesionado con un encuentro, aunque envejeciendo, acercándome con torpeza al final que ya no temo.
Voy acumulando recuerdos, contado días, pro sigo siendo el mismo, aunque a veces pierdo el tiempo y no lo noto; aunque tú ni lo sospeches ni quieras saberlo. Mis pasos son pausados, pro igual camino, no son las mismas calles pero son calles.
Respiro el mismo aire al despertar, aun cierro mis ojos algunos segundos justo después de despertar para asegurarme de que realmente he despertado. Continúo escribiendo, a diario, aunque no con la misma facilidad, pero escribo, y si vieras como me cuesta un buen final.
Si supieras dónde vivo hoy, es una copia de aquel lugar. Veredas solitarias, calles amplias, plazas alegres donde niños juegan al futbol o al beisbol, casas cuyos porches son conquistados por ancianos en los atardeceres. Tienes que enterarte que el clima de esta ciudad es el mismo, el rocío de la mañana que despertaba contigo, el mismo sol de mediodía que nos custodió (a mí mis secretos, a ti tu sonrisa), la misma brisa al anochecer. A veces me confundo, te reirías de mí, creo estar en aquel lugar mientras camino y así juego con mis recuerdos y escribo.
Nada ha cambiado en mí en cuanto a ti. Sigues lejos y esquiva sin siquiera planearlo, indiferente a mí. Nada ha cambiado, aun no tropiezo contigo para poner a prueba el valor de decirte lo que llevo, aun no te olvido. Protejo tu imagen, siempre estás sonriendo.
La misma obsesión, de la que nunca te enteraste. La misma sed. Sigo alimentando mi fe con dudas. Todavía lloro algunas noches, a veces me canso de ser yo mismo sin entender por qué.
Ya lo he dicho: me cuestan los finales. Así que con mi torpeza te lo diré: aun sueño con sujetar una tarde con mi mano izquierda para decirte que a donde yo vaya tu imagen seguirá conmigo.
Y tal vez seguiré siendo el mismo, caminando, contando días, obsesionado con un encuentro, aunque envejeciendo, acercándome con torpeza al final que ya no temo.
1 comentario:
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