Despierto en un lugar que desconozco, bajo un cielo de nubes azules que gradualmente se esparcen, en un atardecer de luz opaca, destellos de u sol que ya se rinde perdiéndose en el horizonte. Brisa ausente, aire denso, llovizna de los amaneceres de mi tierra, clima helado de las madrugadas de mis montañas.
La noche se muestra clara, débil, pero soberana. Solo una estrella brilla. Las calles se alegran y escucho el sonido de una guitarra melancólica. Viene de una plaza antigua que sobrevive al tiempo, emblema de lo que fue aquel lugar, hoy de grandes edificaciones. Comienza la brisa, sopla con timidez, susurra secretos de una historia, al ritmo de tu guitarra y señala tu dirección.
Voy entendiendo, camino pausadamente, inseguro, como sin querer desentonar el tiempo, como cuidando la fragilidad del presente. Llego a la plaza y descubro que ya estuve allí, entiendo que tú, de alguna forma, lo sabes.
Niños que juegan y me sonríen, me siento a tu lado y no me ves, no pregunto por qué, no pretendo saberlo. Solo me dedico a escuchar la melodía de tus manos, y mientras escucho comprendo que me sientes a tu lado y que tocas para mí.
Sigo sentado en la misma plaza, ahora yo escribo. La luz del sol baña el horizonte mientras la noche se disipa, escribo letras de melancolía que esconden tu nombre. No hay niños en la plaza, solo ancianos caminando alrededor, me detengo por un segundo, no veo a nadie a mi lado pero siento tu mirada sobre mis letras y que tú vas entendiendo que escribo para ti…
La noche se muestra clara, débil, pero soberana. Solo una estrella brilla. Las calles se alegran y escucho el sonido de una guitarra melancólica. Viene de una plaza antigua que sobrevive al tiempo, emblema de lo que fue aquel lugar, hoy de grandes edificaciones. Comienza la brisa, sopla con timidez, susurra secretos de una historia, al ritmo de tu guitarra y señala tu dirección.
Voy entendiendo, camino pausadamente, inseguro, como sin querer desentonar el tiempo, como cuidando la fragilidad del presente. Llego a la plaza y descubro que ya estuve allí, entiendo que tú, de alguna forma, lo sabes.
Niños que juegan y me sonríen, me siento a tu lado y no me ves, no pregunto por qué, no pretendo saberlo. Solo me dedico a escuchar la melodía de tus manos, y mientras escucho comprendo que me sientes a tu lado y que tocas para mí.
Sigo sentado en la misma plaza, ahora yo escribo. La luz del sol baña el horizonte mientras la noche se disipa, escribo letras de melancolía que esconden tu nombre. No hay niños en la plaza, solo ancianos caminando alrededor, me detengo por un segundo, no veo a nadie a mi lado pero siento tu mirada sobre mis letras y que tú vas entendiendo que escribo para ti…
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