Dedicado a Angélica Alvarado.
Pueden pensar que estas cosas no suceden, que no hay cabida para mi relato dentro de un tiempo y espacio real. Tal vez justificarán que es una realidad dentro de una fantasía, o un invento mío. A decir verdad la memoria me falla, y no recuerdo algunos nombres y lugares. He olvidado también si fui testigo, lo viví o lo escuché.
Como ustedes, he llegado a pensar que no suceden; aunque a veces, pienso que podrían pasar. Es como una de esas ilusas tonterías que te motivan a creer y esperar un milagro. Otras veces el relato hiere, pues la espera de un milagro puede cansar el alma.
¿Podría ser que alguno de ustedes pueda entenderme? Es como si quisieras y necesitaras rendirte, es como si eso es lo único que piensas, podría liberarte, pero resulta que has visto, vivido o escuchado un milagro, y no puedes soltar ese estúpido deseo de querer creer.
Otras veces pienso que un día alguien me dirá que es real, que ha escuchado su voz y ha encontrado en ella la libertad. Y en algunos momentos siento que este relato es una parte de mi futuro que alguien vio y jugó con el tiempo para sellarlo en mi alma, y así no permitirme detenerme.
¿Suceden estas cosas? No lo sé. Alguno de ustedes tal vez me lo dirá.
Cierto o no, futuro o pasado, fantasía o realidad, en este planeta o en otro muy distante… Cuando la ciencia no estorbaba, cuando no amenazaba la esperanza con sus nefastos pronósticos ni la infundía con sus pretensiones de curarlo todo, existió un ciego. No nació ciego, en algún momento de su vida perdió la vista, no recuerda cómo ni cuándo, no existen tiempos en mi relato. Decidió no recuperarla jamás, sin importar si podría ser posible o no, él no le daría su vida al juego del destino ni extendería su mano a la esperanza. Su mayor gloria: “él era dueño de su destino, él decidía ser ciego o no”. Y su decisión ya estaba tomada.
Su único recuerdo en el mundo de la vista era un puerto, nunca estuvo allí, no en cuerpo, pero un día el sol le señaló el lugar donde sus reflejos reposaban, donde el viento nacía y moría cada día, donde el mar dejaba descansar sus olas cansadas en su lucha de alcanzar la luna.
En el instante en que su visión se ausentó decidió caminar. Algunos dicen (eso dice mi relato, pero no recuerdo haber escuchado a alguien decirlo) que se orientaba por el sonido del mar, que ese sonido solo podía ser escuchado por un ciego. Otros han comentado que se guiaba por el camino que el viento dibujaba en la nada, camino que solo podía sentir y seguir él, a quien ni los múltiples y desordenados andares del viento podían confundir en su caminata. Supongo que todo esto era cierto, tan cierto como que buscaba aquel puerto señalado por el sol, lugar desconocido por todo ojo humano.
Sus pasos cansados, su cabello teñido por los años, su piel quebrada por la arena que golpeaba su trayectoria., su alma envejecida por la desesperanza decidida. La única razón de su andar fue (o tal vez es, o quizá será) la creencia de que al llegar al puerto podría entregar su alma y apagar su espíritu, pues allí reposaban todos los elementos de la naturaleza.
Dicen que en su peregrinaje se detenía en los pueblos (no recuerdo el nombre de ninguno) y los niños, curiosos, le rodeaban asombrados de ver que la leyenda del hombre ciego era cierta, él les describía aquel lugar y éstos lograban visualizarlo. Sus palabras tenían el poder de dibujar. Ahora que lo pienso pude haber sido uno de esos niño, no lo sé, pero tengo en mi mente la imagen de aquel puerto, donde las rocas parecen tocar el cielo y cantan ante las caricias del mar, donde la luna se muestra desnuda y las estrellas susurran sus nombres mientras titilan coquetas, en donde la arena yace sumisa, no hiere, sino que anhela ser pisada por un mortal, por uno ciego.
El hombre caminó por largos años, quisiera precisar la cantidad de años pero no existe la forma de saberlo. En algún momento decidió creer que aquel lugar no existía… Ese día, se detuvo cuando el sol amarillo abría paso para la noche, y estaba allí, en el puerto. Lo supo porque una voz tocó sus ojos, y sus ojos se abrieron, la vista volvió. Frente a él estaba ella, no quiso observar nada más, ella era el puerto, era la luna desnuda, en sus labios se escondía el nombre de cada estrella; él creyó ser una de esas grandes rocas que tocaban el cielo y cantaban cuando la voz de ella lo tocó. Sobre ella caían los reflejos del sol, en ella nacía y moría el viento que lo guiaba, sobre ella reposaban las olas del mar. Así, el que una vez fue ciego, le entregó su alma para reposar, y su espíritu, pero no se apagó, sino que se encendió y su cabello soltó el color de los años, las heridas de la arena en su piel cicatrizaron, y huyó la vejez de la desesperanza en su alma.
Lo he dicho ya, pueden pensar que estas cosas no suceden, yo he caminado por largos años, sigo ciego pues así lo he decidido, en mi mente esta la imagen de aquel puerto (no sé si lo vi, o escuché su relato), he caminado creyendo poder entregar mi alma y hundir mi espíritu hasta que se apague… Pero hoy he decidido creer que ese puerto no existió, no existe y no existirá…
Pueden pensar que estas cosas no suceden, que no hay cabida para mi relato dentro de un tiempo y espacio real. Tal vez justificarán que es una realidad dentro de una fantasía, o un invento mío. A decir verdad la memoria me falla, y no recuerdo algunos nombres y lugares. He olvidado también si fui testigo, lo viví o lo escuché.
Como ustedes, he llegado a pensar que no suceden; aunque a veces, pienso que podrían pasar. Es como una de esas ilusas tonterías que te motivan a creer y esperar un milagro. Otras veces el relato hiere, pues la espera de un milagro puede cansar el alma.
¿Podría ser que alguno de ustedes pueda entenderme? Es como si quisieras y necesitaras rendirte, es como si eso es lo único que piensas, podría liberarte, pero resulta que has visto, vivido o escuchado un milagro, y no puedes soltar ese estúpido deseo de querer creer.
Otras veces pienso que un día alguien me dirá que es real, que ha escuchado su voz y ha encontrado en ella la libertad. Y en algunos momentos siento que este relato es una parte de mi futuro que alguien vio y jugó con el tiempo para sellarlo en mi alma, y así no permitirme detenerme.
¿Suceden estas cosas? No lo sé. Alguno de ustedes tal vez me lo dirá.
Cierto o no, futuro o pasado, fantasía o realidad, en este planeta o en otro muy distante… Cuando la ciencia no estorbaba, cuando no amenazaba la esperanza con sus nefastos pronósticos ni la infundía con sus pretensiones de curarlo todo, existió un ciego. No nació ciego, en algún momento de su vida perdió la vista, no recuerda cómo ni cuándo, no existen tiempos en mi relato. Decidió no recuperarla jamás, sin importar si podría ser posible o no, él no le daría su vida al juego del destino ni extendería su mano a la esperanza. Su mayor gloria: “él era dueño de su destino, él decidía ser ciego o no”. Y su decisión ya estaba tomada.
Su único recuerdo en el mundo de la vista era un puerto, nunca estuvo allí, no en cuerpo, pero un día el sol le señaló el lugar donde sus reflejos reposaban, donde el viento nacía y moría cada día, donde el mar dejaba descansar sus olas cansadas en su lucha de alcanzar la luna.
En el instante en que su visión se ausentó decidió caminar. Algunos dicen (eso dice mi relato, pero no recuerdo haber escuchado a alguien decirlo) que se orientaba por el sonido del mar, que ese sonido solo podía ser escuchado por un ciego. Otros han comentado que se guiaba por el camino que el viento dibujaba en la nada, camino que solo podía sentir y seguir él, a quien ni los múltiples y desordenados andares del viento podían confundir en su caminata. Supongo que todo esto era cierto, tan cierto como que buscaba aquel puerto señalado por el sol, lugar desconocido por todo ojo humano.
Sus pasos cansados, su cabello teñido por los años, su piel quebrada por la arena que golpeaba su trayectoria., su alma envejecida por la desesperanza decidida. La única razón de su andar fue (o tal vez es, o quizá será) la creencia de que al llegar al puerto podría entregar su alma y apagar su espíritu, pues allí reposaban todos los elementos de la naturaleza.
Dicen que en su peregrinaje se detenía en los pueblos (no recuerdo el nombre de ninguno) y los niños, curiosos, le rodeaban asombrados de ver que la leyenda del hombre ciego era cierta, él les describía aquel lugar y éstos lograban visualizarlo. Sus palabras tenían el poder de dibujar. Ahora que lo pienso pude haber sido uno de esos niño, no lo sé, pero tengo en mi mente la imagen de aquel puerto, donde las rocas parecen tocar el cielo y cantan ante las caricias del mar, donde la luna se muestra desnuda y las estrellas susurran sus nombres mientras titilan coquetas, en donde la arena yace sumisa, no hiere, sino que anhela ser pisada por un mortal, por uno ciego.
El hombre caminó por largos años, quisiera precisar la cantidad de años pero no existe la forma de saberlo. En algún momento decidió creer que aquel lugar no existía… Ese día, se detuvo cuando el sol amarillo abría paso para la noche, y estaba allí, en el puerto. Lo supo porque una voz tocó sus ojos, y sus ojos se abrieron, la vista volvió. Frente a él estaba ella, no quiso observar nada más, ella era el puerto, era la luna desnuda, en sus labios se escondía el nombre de cada estrella; él creyó ser una de esas grandes rocas que tocaban el cielo y cantaban cuando la voz de ella lo tocó. Sobre ella caían los reflejos del sol, en ella nacía y moría el viento que lo guiaba, sobre ella reposaban las olas del mar. Así, el que una vez fue ciego, le entregó su alma para reposar, y su espíritu, pero no se apagó, sino que se encendió y su cabello soltó el color de los años, las heridas de la arena en su piel cicatrizaron, y huyó la vejez de la desesperanza en su alma.
Lo he dicho ya, pueden pensar que estas cosas no suceden, yo he caminado por largos años, sigo ciego pues así lo he decidido, en mi mente esta la imagen de aquel puerto (no sé si lo vi, o escuché su relato), he caminado creyendo poder entregar mi alma y hundir mi espíritu hasta que se apague… Pero hoy he decidido creer que ese puerto no existió, no existe y no existirá…
7 comentarios:
"si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero decís: 'vemos', y vuestro pecado permanece"
mi abrazo
s
Eres muy sabio brother...Saludos.
Que Dios te bendiga a ti, a todos los amig@s_herma@s ... ¡FELIZ NAVIDAD! Reina, para ti y tus queridos sobrinos, etc etc JOJOJOJOH. .... Jesús nos bendice reina, con este lindo cariño que se siente y que te agradezco muchísimo por vuestra amistad.
Sólo así podremos decir verdadera y hondamente: ¡Feliz Navidad! ... No podía aceptar el misterio de la Navidad: Un Dios que irrumpe en cada hogar Oh Dios, Padre de todos, que en esta Navidad santa y admirable nos has mostrado un amor sin medida.
En Navidad, nos damos cuenta de cuán grande es el amor de Dios al hombre. ... A vosotros y a vuestros seres queridos los deseo que este tiempo traiga alegría a todos por esta fechas tan preciosa... paséenlo súper bailando con todos tus seres queridos, y un venidero Año Nuevo lleno de Esperanza, Paz, amistad y Amor..
Felizzz navidad y prospero año nuevo.... De lado por que el amor de Dios no se compara con nada... FELIZ NAVIDAD...BAY
se nota qué has estado leyendo últimamente... :) Has logrado transmitir la misma sensación que 'él' en tu relato...
ves? por eso preferiría que no llegara el sábado y se notara la diferencia!!! :D
Sigo sin desearte 'aún' feliz navidad... siempre tendré 6 horas de ventaja!!!
Hasta prontito.
Hola Lunatica, espero tengas feliz nochebuena tambièn, te cuidas y disfruta, DTB.
Febe, ya veo que pospones los buenos deseos, jajajaja. Y si, estoy haciendo la tarea, y no subestimes lo del sabado que a mi me dejò un buen sabor en el alma el artìculo.
gusmar querido, la sabiduría no es mía, es una cita del evangelio de s juan
mis felicidades estos días
s
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