Uno de los relatos que más me gusta en relación al nacimiento de Cristo es el que narra Lucas en el capítulo dos de su evangelio. Ocho días después de su nacimiento José y María deciden llevar a Jesús al templo para presentarlo y hacer los sacrificios pertinentes. Ese mismo día un anciano llamado Simeón va al templo, y al ver a la pareja y su niño tomó al niño en sus brazos y exclamó:
“Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel”.
Me gusta este relato porque las palabras de Simeón desnuda el destino del niño, lo acusa de “la salvación que ha sido preparada en presencia de todos los pueblos”. Creo que sus palabras debieron despertar la curiosidad de María y José y de todos los que escucharon las palabras del anciano. María debió pensar en esas palabras durante el crecimiento del niño, en su adolescencia y juventud, y luego al verlo partir por las veredas de los pueblos y escuchar de sus obras. Tuvo que recordarlas al ver a su hijo colgando de un madero y expirando. Las palabras de Simeón nos ayudan a entender el destino de aquel niño que ahora reconocemos como el Cristo.
El niño Jesús fue la respuesta a la oración del pueblo, que clamaba por redención y lloraba por un cambio en su estructura social, que esperaba todo aquello que resumían en la expresión de “la salvación”. La vida de Cristo es acusada de salvación por este anciano, así que su vida es el ejemplo de la salvación que todo aquel que dice ser “seguidor de Cristo” está obligado a vivir. Su ejemplo de salvación debe transmitirse a través de nuestros pasos. Él en respuesta a la oración de una nación es nuestro ejemplo. Así debemos entenderlo. Y él en respuesta, él como salvación no se permitió ser limitado por las tradiciones, su desempeño socio espiritual fue indetenible; las leyes impuestas por el aparato religioso que además regía a la política tuvieron que adaptarse a él, y aquellos que le confrontaron para detenerle tuvieron que verlo actuar a favor de la sociedad y vivir la frustración de no poder detenerlo.
Jesús fue un espejismo en medio de la realidad. Porque la realidad decía que no se podía obrar un sábado y Jesús obró para el bienestar del hombre un sábado, porque la realidad decía que los sermones se dictaban en las sinagogas y Jesús expresaba sus sermones en un monte, o en la orilla del mar sentado en una barca, o mientras caminaba por las veredas de los pueblos. La realidad construida por las tradiciones, sus estructuras, sus conceptos no pudieron detener al Cristo porque él actuó siendo superior a la realidad: siendo respuesta y salvación.
Contrario a la actuación de Cristo la mayoría de los individuos que dicen ser cristianos se divorcian de la responsabilidad social, y conceptualizan la espiritualidad en separación y total contraposición a la sociedad... A veces Dios suele ser la excusa perfecta, la justificación genérica. La teología muchas veces se convierte en una herramienta útil para la dejadez. Millones de “creyentes” se aferran a argumentos fríos como “no somos de este mundo”, “todo está en las manos de Dios”, “Dios es Soberano”.
Hay incluso un apartado completo dentro de la teología para explicar la Soberanía de Dios, muchos aseguran que Dios tiene tres voluntades: su voluntad perfecta, permisiva y aquella que se remite al libre albedrío del hombre. Y éstos se dedican a desarrollar argumentos lo suficientemente amplios como para que el alma del creyente repose en alguna de esas tres voluntades divinas y justifique su indiferencia social. El creyente solo tiene que absorber la teología cristiana a su sistema de creencias, sin ni siquiera entender que es teología lo que absorbe, y de esa forma también puede callar su consciencia. Sin embargo, ¿es culpable la teología cristiana o la religión? Yo pienso que es culpable el hombre y su afán por controlarlo todo, haciendo de los instrumentos como teología y religión métodos para el proselitismo; que tanto religión como teología, incluso política, ciencia, y tantos conceptos más, nacieron como instrumentos de búsquedas; que tales conceptos expresan el deseo del hombre por encontrar una identidad, una verdad y una libertad trascendente...
Cristo no limitó su actuación ni siquiera por los esquemas de "soberanía divina"... Me gusta pensar que el anciano Simeón vio en un intstante la vida que trazaría el niño Jesús que sostuvo en sus brazos y así maravillado exclamó de gratitud...
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