A mi hijo Benjamín Sosa, de cuatro años, por él aun doy uso a la palabra fe…
Yo deposité mi fe en ti, allí está segura… Confío en la grandeza de tu inocencia, tú calmas mi ira que unida a mis miedos se roba mis noches; cierro mis ojos para ver lo tuyos, y mi desesperación reposa, es que tu mirada es como una canción suave que ha trascendido en el tiempo, como la canción con la que fui arrullado antes de saber quién soy…
Tus manos alimentan mi fe cuando me tocas, el frío que envuelve mi sangre tiembla ante el toque de tus cálidas manos… ¡Maldito frío que me condena! Frío cobarde, que frente a ti se esconde en las cavernas de mi alma…
Mi fe aumenta cuando te escucho, tu voz la fortalece, soy feliz cuando te escucho, y no lo sabes pero tu voz me hace creer en la eternidad, y sé que en ti seré eterno… ¡Es que yo confío tanto en ti! Puedo ser iluso cuando me hablas y no hay reproches…
Por ti camino sin descansar, sé que un día, en ti, mis recorridos serán más que desiertos habitados por silencios y soledades; un día harás llover para siempre en mis desiertos, y no seré más forastero porque con tu mano me llevarás a mi hogar ¡Ay como sueño con ese día! …
Por ti intento vencerme, quiero que me recuerdes como un intento de ser mejor, por ti me alejo de estos mundos que aprisionan mi fe, que me quieren en cautiverio, que se inclinan ante dioses poderosos, egoístas, mundos en los que tú no podrías ser más que un esclavo… Tú eres más que eso, tú verás más que eso… Confío en el futuro que tú verás, ¡ay si pudiera vivirlo junto a ti!
Yo disfruto cuando ríes, juego con el tiempo escuchando tu risa, desafío el dolor, sueño con otras vidas, otras que sucedieron antes, y me doy cuenta de que antes de ti no fue nada, que en ti mi nombre tiene sentido.
Yo deposité mi fe en ti, allí está segura… Confío en la grandeza de tu inocencia, tú calmas mi ira que unida a mis miedos se roba mis noches; cierro mis ojos para ver lo tuyos, y mi desesperación reposa, es que tu mirada es como una canción suave que ha trascendido en el tiempo, como la canción con la que fui arrullado antes de saber quién soy…
Tus manos alimentan mi fe cuando me tocas, el frío que envuelve mi sangre tiembla ante el toque de tus cálidas manos… ¡Maldito frío que me condena! Frío cobarde, que frente a ti se esconde en las cavernas de mi alma…
Mi fe aumenta cuando te escucho, tu voz la fortalece, soy feliz cuando te escucho, y no lo sabes pero tu voz me hace creer en la eternidad, y sé que en ti seré eterno… ¡Es que yo confío tanto en ti! Puedo ser iluso cuando me hablas y no hay reproches…
Por ti camino sin descansar, sé que un día, en ti, mis recorridos serán más que desiertos habitados por silencios y soledades; un día harás llover para siempre en mis desiertos, y no seré más forastero porque con tu mano me llevarás a mi hogar ¡Ay como sueño con ese día! …
Por ti intento vencerme, quiero que me recuerdes como un intento de ser mejor, por ti me alejo de estos mundos que aprisionan mi fe, que me quieren en cautiverio, que se inclinan ante dioses poderosos, egoístas, mundos en los que tú no podrías ser más que un esclavo… Tú eres más que eso, tú verás más que eso… Confío en el futuro que tú verás, ¡ay si pudiera vivirlo junto a ti!
Yo disfruto cuando ríes, juego con el tiempo escuchando tu risa, desafío el dolor, sueño con otras vidas, otras que sucedieron antes, y me doy cuenta de que antes de ti no fue nada, que en ti mi nombre tiene sentido.
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