Durante mucho tiempo me enseñaron, y yo quise aprender, que la Biblia era la “garantía del creyente”, “la regla de fe”, una “enciclopedia de sanas doctrinas”, un “conjunto de formulas”. Según algunos, y son muchos estos algunos, el ¿Dios? que inspiró lo que llamamos Sagradas Escrituras es, al parecer, un ¿Dios? mecánico.
Repito: lo que llamamos. Aunque duela y aunque los algunos que todo lo encajonan se nieguen a entender que es importante aclarar en ciertos casos que mucho de lo que afirmamos es sencillamente lo que llamamos. ¿Estoy negando que eso que llamamos las Sagradas Escrituras ha sido inspirada por quien creó los cielos y la tierra? No, simplemente estoy diciendo que según algunos “lo que” inspiró eso que llamamos las Sagradas Escrituras fue un ¿Dios? mecánico. (Y note que digo “lo que” espero hacerme entender a continuación).
Muchos han decidido creer que esa cosa, ese “lo que” y no “el que”, lanzó un montón de leyes que se rigen por sí solas y así el ¿Dios? mecánico puede atender los cantos angelicales con títulos “tres veces santo” y no se distrae con los asuntos humanos, evitando contaminar su divinidad.
¿Quieres presentarte delante ese ¿Dios? mecánico?
Sencillo, descubre los misterios de sus formulas, asciende al nivel tres en el que serás perfecto y merecedor de su atención.
¿Quieres un favor de ese ¿Dios? mecánico?
Más sencillo aun, puedes elegir entre ayuno, clamor, vigilia o pactos. Intenta con la ley “siembra y cosecha”, esa es una forma infalible y si falla el defecto está en ti.
Pero ni se te ocurra verlo como alguien, pues está claro que no es alguien, es algo. La idea de conocer a ¿Dios? para quienes lo ven tan mecánico es impensable, ridícula e innecesaria. Es perder el tiempo. De cualquier forma en este caso no piensan en conocer sino en descubrir y la única forma de descubrirlo es otra formula: analiza sus actos, descubre el esquema “bíblico” de su actuación. Tal y como se puede conocer un objeto mecánico. Y como es el mismo ayer, hoy y por los siglos conócelo por su ayer registrado en las Sagradas Escrituras. Y es que la forma en la que percibimos a ¿Dios? define la forma como interpretamos lo que produce (pero en este caso, en el caso del ¿Dios? mecánico, lo que ha producido, ya no produce todo es consecuencia de aplicar correctamente las formulas inspiradas).
Lo que queda por decir lo diré en otras oportunidades, por ahora para culminar postearé una carta que le escribí a mi madre hace ya algún tiempo y que guarda relación con lo dicho anteriormente. A pesar del avance en el camino en estos años en algunas de las siguientes líneas, he decidido postearla sin modificaciones, (solo obviando algunas líneas de la carta) excepto los signos de interrogaciones en el caso de ¿Dios?
“…Madre, la Biblia no es la regla de fe del creyente, ni un conjunto de formulas, mecanismos o sistemas. La Biblia es el testimonio de ¿Él? Es un espejo del Verdadero. No es la garantía de cómo actuará, es su eco llamando nuestra atención, intentando pararse frente a nosotros diciéndonos: “Quiero que sepas que Yo Soy, conóceme, tengamos una relación, una real, dejemos a un lado ese asunto de lo que yo puedo hacer, dejémoslo en segundo lugar. Soy más de lo que puedo hacer, muero por ti porque te amo, me hago hombre no porque puedo hacerlo, no para impresionarte con un nacimiento virginal, sino porque Soy amor, porque quiero que me toques, que me veas llorando, caminando, porque Soy”.
…Pienso que por eso a veces nos enredamos con las supuestas contradicciones de ¿Dios?, porque queremos definir sus actos y a través de ellos conocerlo. La “fe cristiana” ha generado numerosas doctrinas y pretendemos que nuestra comprensión de lo que llamamos ¿Dios? dependa de ellas, y lo peor es que ¿Dios? parece no ajustarse a todas ellas… Así hemos ido diseñando un ¿Dios? de acuerdo a las doctrinas que surgen del intento de interpretar sus actos, por eso tantas incongruencias. Las doctrinas pretenden mantener a salvo un sistema… Y ¿Dios? sigue allí, siendo el que es. Y sigue el eco de su llamado original.
Madre hemos intentado conocer a ¿Dios? mediante los planes que hemos creído descubrir, hemos deformado la imagen de ese ¿Dios?, hemos generado otros ¿Dios?...”
Repito: lo que llamamos. Aunque duela y aunque los algunos que todo lo encajonan se nieguen a entender que es importante aclarar en ciertos casos que mucho de lo que afirmamos es sencillamente lo que llamamos. ¿Estoy negando que eso que llamamos las Sagradas Escrituras ha sido inspirada por quien creó los cielos y la tierra? No, simplemente estoy diciendo que según algunos “lo que” inspiró eso que llamamos las Sagradas Escrituras fue un ¿Dios? mecánico. (Y note que digo “lo que” espero hacerme entender a continuación).
Muchos han decidido creer que esa cosa, ese “lo que” y no “el que”, lanzó un montón de leyes que se rigen por sí solas y así el ¿Dios? mecánico puede atender los cantos angelicales con títulos “tres veces santo” y no se distrae con los asuntos humanos, evitando contaminar su divinidad.
¿Quieres presentarte delante ese ¿Dios? mecánico?
Sencillo, descubre los misterios de sus formulas, asciende al nivel tres en el que serás perfecto y merecedor de su atención.
¿Quieres un favor de ese ¿Dios? mecánico?
Más sencillo aun, puedes elegir entre ayuno, clamor, vigilia o pactos. Intenta con la ley “siembra y cosecha”, esa es una forma infalible y si falla el defecto está en ti.
Pero ni se te ocurra verlo como alguien, pues está claro que no es alguien, es algo. La idea de conocer a ¿Dios? para quienes lo ven tan mecánico es impensable, ridícula e innecesaria. Es perder el tiempo. De cualquier forma en este caso no piensan en conocer sino en descubrir y la única forma de descubrirlo es otra formula: analiza sus actos, descubre el esquema “bíblico” de su actuación. Tal y como se puede conocer un objeto mecánico. Y como es el mismo ayer, hoy y por los siglos conócelo por su ayer registrado en las Sagradas Escrituras. Y es que la forma en la que percibimos a ¿Dios? define la forma como interpretamos lo que produce (pero en este caso, en el caso del ¿Dios? mecánico, lo que ha producido, ya no produce todo es consecuencia de aplicar correctamente las formulas inspiradas).
Lo que queda por decir lo diré en otras oportunidades, por ahora para culminar postearé una carta que le escribí a mi madre hace ya algún tiempo y que guarda relación con lo dicho anteriormente. A pesar del avance en el camino en estos años en algunas de las siguientes líneas, he decidido postearla sin modificaciones, (solo obviando algunas líneas de la carta) excepto los signos de interrogaciones en el caso de ¿Dios?
“…Madre, la Biblia no es la regla de fe del creyente, ni un conjunto de formulas, mecanismos o sistemas. La Biblia es el testimonio de ¿Él? Es un espejo del Verdadero. No es la garantía de cómo actuará, es su eco llamando nuestra atención, intentando pararse frente a nosotros diciéndonos: “Quiero que sepas que Yo Soy, conóceme, tengamos una relación, una real, dejemos a un lado ese asunto de lo que yo puedo hacer, dejémoslo en segundo lugar. Soy más de lo que puedo hacer, muero por ti porque te amo, me hago hombre no porque puedo hacerlo, no para impresionarte con un nacimiento virginal, sino porque Soy amor, porque quiero que me toques, que me veas llorando, caminando, porque Soy”.
…Pienso que por eso a veces nos enredamos con las supuestas contradicciones de ¿Dios?, porque queremos definir sus actos y a través de ellos conocerlo. La “fe cristiana” ha generado numerosas doctrinas y pretendemos que nuestra comprensión de lo que llamamos ¿Dios? dependa de ellas, y lo peor es que ¿Dios? parece no ajustarse a todas ellas… Así hemos ido diseñando un ¿Dios? de acuerdo a las doctrinas que surgen del intento de interpretar sus actos, por eso tantas incongruencias. Las doctrinas pretenden mantener a salvo un sistema… Y ¿Dios? sigue allí, siendo el que es. Y sigue el eco de su llamado original.
Madre hemos intentado conocer a ¿Dios? mediante los planes que hemos creído descubrir, hemos deformado la imagen de ese ¿Dios?, hemos generado otros ¿Dios?...”
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