sábado, 6 de noviembre de 2010

¿SOY CRISTIANO? (OTRA CARTA QUE VA PARA MIS HERMANOS)

Fui un buen predicador a mis nueve años, era más fácil comprender y expresar la fe, recuerdo con claridad, y creo que jamás podré olvidar, la mañana en la que por cuenta propia tomé la Biblia de mi padre y leí Mateo 9:9. Mi padre me encontró temprano en el escritorio leyendo y me preguntó si quería predicar esa noche en la congregación, le dije que sí, sin pensar en que mis palabras podrían comprometer lo que otros pudieran pensar sobre mí al escuchar la forma en la que entendía la fe y el cristianismo, sin sacar cuenta de los daños que podía causar a la audiencia y su concepción de la fe, Cristo y cristianismo; ni siquiera me interesaba el cristianismo, para entonces yo solo conocía el evangelio y era sencillo también, fácil de comprender y de expresar, solo era buenas nuevas y Mateo 9:9 hablaba de buenas nuevas, hablaba de evangelio, no de cristianismo, no de fe cristiana.

Recuerdo aquella noche, no necesité un bosquejo para guiar mis palabras, no había nada difícil de recordar sobre lo que había leído. En escena habían dos hombres: Jesús y Mateo, no necesitaba saber si uno era una expresión de la deidad o no, si el otro era considerado traidor por los judíos. Uno pasó y vio al otro y le dijo: Sígueme. Y ese fue mi mensaje aquella noche de mis nueve años, la que dio inicio a mi temprana y corta carrera de predicador. Aquel pasaje no decía nada sobre el cristianismo, “sígueme” no incluía a mis nueve años firmar un contrato que me comprometiera con normativas, doctrinas, dogmas, tradiciones ni nada; “sígueme” no incluía defender a muerte una ideología por llamarse “cristiana”; “sígueme” era ir detrás de uno que siendo maestro estuvo dispuesto a educar a una sociedad mientras también revelaba señales para transitar la ruta hacia un encuentro con aquel a quien llamó “Padre”. “Sígueme” era observarlo, escucharlo e imitar su actuación, anhelar su carácter compasivo, su amor al prójimo, era ser parte de una revolución que nada tiene que ver con política aunque puede reformarla, que nada tiene que ver con religión aunque puede convertirla en vereda, que nada tiene que ver con sistemas aunque puede convertirlos en escenario favorables al hombre…

Tan sencillo era seguirle, tan claro y desnudo de misterio fue el llamado, que aquel hombre “se levantó y le siguió”. Sin preguntar cuál sería su título ahora, sin recibir un manual de doctrinas a seguir, sígueme era seguir a Jesús, hombre o divino, profeta o curandero, como fuera, él siguió a uno que le llamó. Ya no tengo nueve años, estoy ya a la puerta de mis treinta, y todo ha cambiado, cuando me paro en un escenario me da miedo hablar, aunque termino hablando, pero pienso en cómo la gente ha abrazado las palabras de Cristo y su actuación, y las liturgias reflejan el cómo, siento que la gente no quiere las palabras sencillas de Cristo, quiere interpretaciones complicadas, métodos fantásticos aunque ridículos, veo que la gente no quiere escuchar que Cristo es mayor que cristianismo, veo que adoran al cristianismo y hasta se jactan de su progreso sin siquiera entenderlo… Y lamento que la única forma de volver al mensaje sencillo, de ser de nuevo un niño que predica, es demoliendo primero las estructuras de este monstruo que opaca la obra sencilla para encontrar el camino de regreso, la ruta.

Recuerdo que a mis nueve años, en otra oportunidad fui invitado por un pastor a predicar en su congregación, luego del mensaje me llevó a cenar y mientras comía me explicó que le gustaban más las epístolas por los postulados doctrinales, usó palabras que a mi edad no podía comprender, y luego me preguntó qué libros de la Biblia me gustaban más, le respondí que los evangelios porque reflejaban la vida de un hombre entregado al prójimo. Hoy sonrío mientras recuerdo mi niñez, y doy gracias por el hecho de que hace diez años desperté de nuevo y vi la grandeza de un Cristo que caminó entre la gente con un “sígueme” libre de adornos inútiles, pero ya no me alcanza con despertar yo, con seguirlo yo, y es que a mi alrededor está el prójimo, que ha dejado también o tal vez no ha tenido la oportunidad de entender la sencillez de aquellas palabras. No sé si soy cristiano, pero a estas alturas del camino me preocupa que el cristianismo sea hoy un sistema cuya estructura se levanta contra la obra de Cristo y seduce al hombre a otras rutas, y estoy dispuesto junto a ustedes a demoler sus estructuras y construir sobre sus bases estructuras que lo definan como escenario de búsqueda y no como destino...

1 comentario:

mensajes claro dijo...

Es verdad la vida es muy corta , Pero demostrar nuestros sentimiento solo dependen de nosotros para ser felices o infelices.