miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿SOY CRISTIANO? (CARTA A MIS HERMANOS).

Nos preguntamos a veces qué es ser cristiano o cómo ser buenos cristianos, la cristiandad nos preocupa porque nos sentimos comprometidos, pero a veces no sabemos con qué o con quién. Podríamos pasar por esta vida tranquilos, centrados en nada, distribuidos entre pensamientos, proyectos, pasiones, y tantas cosas, abarcando tanto, creyendo alcanzar y cubrir las dimensiones básicas de la vida; podríamos incluir en nuestro punto asistir regularmente a una iglesia y al igual que con los términos que nos dirigen en nuestra simple vida ciudadana plantearnos algún esquema fácil de seguir para sentirnos buenos laicos: visitar la iglesia los domingos, ofrendar en los servicios, sonreír amablemente en el supermercado, estar al día con las noticias del mundo cristiano y reconocer los salmistas y conferencistas más nombrados en la esfera cristiana. Tal vez así podríamos evitar muchas preguntas.

Un esquema nos permite no saltar a otros terrenos, nos mantiene alejados de la tentación de entrar en las zonas de preguntas que pueden robar nuestra tranquilidad y seducirnos a recorrer veredas en busca de respuestas o de quietud; un esquema nos permite esquivar responsabilidades porque sencillamente nos ayuda a creer que no existen otras obligaciones fuera de nuestro esquema, no hay otro mundo.

Pero no resulta con algunos, no contigo, tampoco conmigo. Lo hemos intentado, negándonos a las voces de los cuestionamientos y al llamado de las dudas sobre nosotros mismos, ocultándonos de los espejos que reflejan nuestro verdadero rostro y esforzándonos por ignorar la sed que sigue ardiendo en algún lugar dentro de nosotros y que nos lleva a los limites del terreno seguro en donde hemos decidido acampar. Y chocamos una y otra vez contra la gran pregunta: qué es ser cristiano. Y de ella se desprenden mil más: ¿a qué me refiero cuándo digo que soy cristiano?, ¿qué es lo que busco en este camino?, ¿qué es lo que no busco?, ¿es acaso una excusa para mí ser cristiano?, ¿es excusa de qué, para evitar qué, para protegerme de qué?, ¿por qué decidí ser cristiano?, ¿a dónde quiero llegar con esto?, ¿a dónde no quiero llegar?, ¿debo afectar con mi cristiandad a quienes me rodean?, ¿por qué debo afectarlos?, ¿de qué forma?, ¿es el cristianismo la respuesta a lo que busco?, ¿qué es lo que busco?, ¿quién dijo que era la respuesta?, ¿por qué lo dijo?, ¿ser cristianos es seguir a Cristo?, ¿qué es el cristianismo hoy?, ¿por qué tantas expresiones para definir la cristiandad?, ¿cristianismo es sinónimo de exclusión?, ¿podría haber otra forma de seguir a Cristo fuera del cristianismo?, ¿es hoy el cristianismo lo que por tradición se ha dicho que es?, ¿son las estructuras actuales del cristianismo la idóneas para que éste sea considerado como la única forma de seguir a Cristo y abrazar la salvación?, ¿qué es la salvación?, ¿quién es Cristo?, ¿debo seguir siendo cristiano o existe alguna posibilidad de ir en la dirección correcta sin etiquetarnos?, ¿hay alguna dirección correcta?, ¿qué es lo más importante en todo esto?...

Y no terminan allí las preguntas, siguen surgiendo, haciendo escándalo en nuestras mentes, originando caos en nuestros pensamientos, llevándonos a extremos y puntos medios de forma desordenada. Hay quienes logran convivir con las preguntas, y hasta con el tormento que éstas originan, se les ve en las congregaciones, diciendo amén a las frases aparentemente bien pronunciadas, a las afirmaciones que emergen de ciertas formas de interpretación de las Escrituras, exclamando “gloria a Dios” llenos de gozo, estrechando las manos de sus hermanos, nadie imagina que están cuestionando el sermón escuchado y hasta la liturgia en curso, no se les nota la incomodidad que les causa el combate que se libra dentro de ellos.

Tampoco es nuestro caso, de repente creemos comprender que el cristianismo puede ser una vereda en nuestra búsqueda, un canal para guiar también a otros. Y esto origina más preguntas: ¿debo aceptar el cristianismo tal y cómo se ha presentado en este siglo?, ¿debo entrar en la dinámica de deconstrucción que emerge?, ¿cuál debe ser mi propósito?, ¿cómo puedo aportar a la deconstrucción?, ¿cuáles son las estructuras que aberran actualmente al cristianismo y lo presentan más como secta que como vereda?, ¿cómo puedo hacer de la vida congregacional una dinámica más acertada en relación a los problemas sociales que hay en las comunidades a mi alrededor?, ¿es necesario hacerlo?...

Así percibimos que las preguntas no estorban, que las tormentas que producen son para proyectarnos hacia adelante, para obligarnos a avanzar y quebrar las paredes de cristales bajo las cuales acampamos, son para forzarnos a pasar los límites de la comodidad; finalmente comprendemos que no es tan cómodo el terreno donde habitamos y no pertenecemos a ese lugar, no es nuestro país, que cuando decimos que somos forastero lo somos en realidad, y ni siquiera el cristianismo nos brinda el calor de hogar que buscamos, que tal vez es la ausencia de ese calor la que propicia nuestras preguntas, que son ellas quizá señales que nos llevan a nuestro hogar. Y encontramos la forma de movernos dentro del cristianismo, en pro de un cristianismo en evolución, en movimiento, siendo agentes de cambios y revoluciones necesarias para que éste avance y más que una secta, religión o institución vaya tomando forma de escenario; a medida que avanzamos nos damos cuenta que es un avance en regresión, que es un volver al inicio, a lo que fue antes de ser distorsionado por concilios, leyes, reformas, prejuicios, intereses y doctrinas, antes de que se mezclara con doctrinas de paso, innovadoras y seductoras a sus siglos, y se creyera tales mezclas necesarias para hacer del cristianismo un movimiento trascendental; vamos comprendiendo la ironía de nuestra acción o en nuestra intención, nos sorprendemos al vernos luchando contra el progreso creyendo progresar, trayendo el pasado al presente para marcar un nuevo comienzo, miramos a nuestro alrededor y nos vemos acompañados en nuestro empeño, entendemos que no somos una raza en extinción ni solitaria, que cada día va aumentando el número de quienes despiertan dispuestos a correr el riesgo de ser tildados como herejes o separados del cuerpo de Cristo, pero centrados en un propósito: llevar el cristianismo a otra expresión, convertirlo en un escenario de búsqueda, demoler todas las estructuras que lo conceptualizan como un sistema y así provocarlo como escenario en el que actúen estructuras débiles y por lo tanto preventivas contra medidas ortodoxas que promueven exclusiones, reglamentos exclusivistas, doctrinas escapistas, contra medidas ortodoxas que sirven de nido de formulas mágicas fascinantes pero incongruentes a la realidad.

Y aquí nos encontramos, en este punto del camino, tú y yo, y tantos más. Haciendo lo que podemos, lo que sabemos hacer, escribiendo, cantando, dando conferencias, organizando eventos, dirigiendo fundaciones, moderando programas de radio o televisión; aquí nos encontramos, aportando, alimentándonos para seguir, y los encuentros van surgiendo cada día, descubriéndonos a través de redes sociales, escuchando los relatos de otros que van causando revoluciones dentro de algunas de las estructuras de lo que podemos conceptualizar como cristianismo tradicional o heredado, que van provocando cambios con distintas formas de expresiones. Leyéndonos, tropezando en plazas, en locales comerciales, en templos cristianos, compartiendo experiencias y métodos sin intención de imponer formulas o formas de acción para llevar a cabo nuestros propósitos, con la única intención de aportar, de que se tome lo que se pueda de nuestras experiencias y de tomar lo que se pueda de las de otros. Dándonos respuestas y preguntas que nos lleven a más respuestas y más preguntas para poder definir lo que en principio nos movió del lugar: qué es ser cristiano o cómo ser buenos cristianos.

Hoy puedo entender que la cristiandad me lleva a asumir un compromiso con la sociedad, a actuar a favor de los desfavorecidos, a acompañar a los favorecidos, a no esconderme con mis inquietudes y preguntas, sino a caminar con ellas y con la sociedad, porque ser cristiano se resume en la vida de Cristo y sus palabras, y la vida de Cristo fue una expresión de amor hacia quienes le rodearon, una expresión de amor hacia quienes le escuchaban, hacia aquellos que simpatizaban con sus palabras y también hacia quienes le adversaban, la vida de Cristo fue un mensaje, desnudo de dogmas y doctrinas, un mensaje simple y sencillo, fácil de entender, un mensaje que recorrió aldeas y capitales, entregado a ricos y pobres, su vida fue un empeño por exaltar el amor que hay dentro del hombre y así hacernos entender que tal vez ser cristiano es no darle importancia a ser cristiano, que imitarle no es interpretar su vida para sistematizarla y crear métodos y esquemas, que si un día la etiqueta “cristianismo” es abolida, olvidada, menospreciada, aun así queda su vida simple, su vida entregada, su vida que a través de nuestros pasos y acciones puede seguir recorriendo aldeas y capitales, llegando a ricos y pobres, exaltando el amor que hay dentro nuestro y que puede llevar a la sociedad a un nivel más humano, y por lo tanto más divino, porque él, siendo humano, nos mostró que la divinidad puede ser expresada desde nuestra condición, pero para eso es necesario olvidar los adornos que hasta ahora hemos creído que embellecen la acción de Cristo y que tristemente hemos llamado cristianismo. He dicho muchas veces en reuniones y conversaciones con amigos que tal vez un día la palabra “cristianismo” se extinguirá de nuestro vocabulario y será recordada como el título de un movimiento que abarcó siglos y progresó en la historia, he preguntado qué pasaría si sucediera en nuestro tiempo, ¿cómo lo asimilaríamos?, ¿se acabaría nuestro empeño por hacer lo que hemos definido como obra de Cristo?, ¿sería el fin de Cristo?, ¿es igual Cristo y cristianismo?, ¿es mayor cristianismo que Cristo?, ¿la vigencia de las palabras de Cristo y su trascendencia en el tiempo dependen del cristianismo?, ¿qué pasaría si surge otra etiqueta para todo lo que está enclaustrado dentro de la palabra cristianismo?, ¿es la fe en Cristo lo mismo que la fe cristiana?, ¿debemos considerarlo así? Hoy, recuerdo la pregunta de Cristo, y hace eco en mi alma “¿quién dice la gente que soy yo?”, hoy podría responder: “unos dicen que eres cristianismo, otros que fundamentalismo u ortodoxia…”. Pero él luego preguntó “¿y vosotros quién decís que soy yo?”. La intención de Cristo fue que sus discípulos entendieran que seguirle a él, que imitarlo a él, que conceptualizarlo a él, es una dinámica, es algo personal, es un asunto entre Cristo y yo, entre Cristo y tú, aun dentro del cristianismo no es un asunto entre el cristianismo, tú y Cristo, y por esta razón el cristianismo es solo un escenario, dentro del cual podemos y debemos preguntarnos “¿quién digo yo que es el Cristo?”.

Yo abrí la ventana hacia el mundo de las preguntas y ahora no puedo cerrarla, camino sobre terrenos inciertos, como diría el salmista “en valle de sombra de muerte…”, porque cada pregunta amenaza mi fe, la arrincona contra la espada y la pared, porque cada pregunta va dándole muerte a las creencias que contradicen el mensaje de Cristo, que aberran su vida en mí, valle de muerte en el que yacen cadáveres que hablan de los años en los que viví un cristianismo de límites, de métodos. Camino sin miedo ya, entendiendo que es la fe la que nos mueve y nos lleva por estos terrenos, camino seguro de que no es camino solitario, que muchos transitan por estos valles, y transito acompañado de buenos recuerdos, recuerdos de rostros amigos, recuerdos de nombres gratos, de esfuerzos compartidos, camino con esperanza, de un mejor porvenir, con esperanza de nuevos encuentros y de conocer otros nombres, con la ilusión de compartir mi esfuerzo con otras personas…

1 comentario:

Jaaziel dijo...

Que magnífica batería de preguntas!
Estupendo post, de los que dejan pensando
Saludos