jueves, 12 de noviembre de 2009

CAOS DE NOVIEMBRE... GENERADO POR CAROLINA GARCIA...

Carolina García me ha preguntado en algunas oportunidades “¿De dónde sacas tantas palabras?”. Hoy cito su pregunta sin ánimo de alardear, y tal vez puedan entenderlo más adelante. Antes bien, siento la necesidad de alabar, al mismo extremo en el que ya adoro, su capacidad de elaborar preguntas. Son certeras sus preguntas y ya que nunca he podido entregarme a la suerte del idealismo, no puedo afirmar que conozco el propósito de su pregunta.

Sé que algunas preguntas surgen naturales, como respuestas tal vez; también sé que alguien que puede lanzar preguntas sin blancos, y con ellas generar caos, es alguien que ha caminado mucho, y que si bien puede desearlo, se niega a detenerse; es alguien que ha entendido que la libertad no se somete a estacionamientos, que es tan “incompleta contantemente” como es “continua la construcción y comprensión” del ser; es alguien que observa, que realmente observa, que lee más allá de las palabras pues sabe que las palabras son solo figuras, dibujos con los que alguien pretende mostrar la realidad propia. Hablo de esa realidad de adentro, verdadera y no colectiva aunque se vende a la interacción. Así comprendo hoy a quien representa el nombre Carolina García, quien a generado este caos que pretendo explicar, dar a conocer, compartir como respuesta a su favor porque creo en la necesidad de compartir lo propio, en este caso mi caos. Necesidad propia que no se pretende necesidad de nadie más, así como un niño sonríe no por regalar una sonrisa, no porque pensó en los beneficios de una sonrisa, sino porque simplemente (aquí lo simple viene a ser sublime) te mira y desea, siente y necesita sonreír (yo amo la sonrisa que de mis hijos: Efraín y Benjamín).

¿De dónde surgen mis palabras? Tomaré prestada la expresión que una amiga me lanzó ayer sin anestesia como producto de una de esas conversaciones que uno no puede permitirse olvidar (De lo que les hablaré luego en otro artículo). Surgen de “un hueco hondo, un vacío cuyas dimensiones desconozco”, que no sé ubicar, porque la palabra alma ya me parece inútil; surgen de un choque entre las creencias que “heredé sin opciones” (sistema de creencia completo, no me refiero solo a “creencias religiosas”, no solo las estructuras heredadas de una religión es creencias, también lo es la concepción de amor, vida, etc.) contra la “realidad de adentro” que desnudan las creencias heredadas haciéndolas temblar de puro frío. Surgen de la pena de no poder, por no saber aun definir mi realidad, de la pena de verme inútil, de la vergüenza de saberme desconocido en cada choque, surgen de ese deseo natural, al que uno muchas veces se opone, deseo de encontrar lo que aun uno no sabe nombrar; surgen de la frustración que comprendida y aceptada motiva y enciende.

Y escribo cada palabra que surge para darle figura a mi búsqueda, para no perderme de la perdida dentro de este laberinto. Es contrario a un desahogo, es más que vaciarme; es adentrarme en el vacío, es ser un desahogo, es llenarme de miedos para tener el valor de huir de la estabilidad que desestabiliza la esencia del ser, es decir, del uno ser. Le temo, entre un millón de cosas más, a la comodidad y a las bases que afirman en un solo lugar el crecimiento, así nombrado pero que refleja descenso, contra evolución, avance que retrasa. Escribo cada palabra que surge porque tengo la absurda y despreciable idea de que un día podré agotar las palabras para un mejor entendimiento.

Yo creo en el caos como comienzo, y mientras escribo me siento inmerso en la tempestad de inutilidades, devastado por la tormenta de ineficacias. No tengo nada que alardear, antes bien, a veces, cuando caigo en la tentación de leer lo escrito, a veces, me doy cuenta de lo hondo del hueco hondo, y de lo incalculable que son las dimensiones del vacío que no sé calcular.

2 comentarios:

Soledad Arrieta dijo...

Está muy bueno tu blog.
Este artículo ya te lo comenté en Poetas Anónimos.
Me quedo.
Cariños!

Carolina García dijo...

Gusmar, me siento inmerecidamente aludida en un escrito en el que dejas ver de manera genuina lo que es buscar. ¿No te referirás a otra Carolina García que no soy yo?. ¡Me pasa muy seguido!

Con la pregunta a la que inicias tu texto sólo quería comunicar, tal vez de una forma no tan directa, mi admiración por tu persistente escritura. Escribes mucho, con "fiebre de entusiasmo" y de temas que en ocasiones son tan difíciles de poner en palabras. De verdad, sin metáfora, bien literal: yo soy de muy pocas palabras. Precisamente recurro al texto, a lo escrito, a lo "poético" por ese sentimiento de carencia. Pero con todo, lo escrito no deja de ser un desafío y debo buscar palabras. Me esfuerzo, no es algo que fluya muy fácil.

No pregunté con la intención de tener una respuesta, pero te agradezco mucho que hayas tomado el tiempo para compartir tu reflexión, que ya le nombras "caos"; nos enriqueces nuevamente con tu propio recorrido.

Ahhh y debo insistir: ¡yo no fui! ¡yo no generé este caos! Que no, que no; mucho tiene que ver cómo escuchaste, cómo miras y cómo anda tu diálogo interno para que una pregunta casi-ociosa fuera significativa. ¡Yo no fui!

¿De dónde surgen las palabras para nombrar lo que enunciamos? Me parece que más allá de la experiencia de cada quien, las palabras surgen de lo que hemos construido, de lo que somos, de la manera en que nos hemos vinculado hacia los demás, hacia lo demás, entre nosotros mismos. Somos a través del lenguaje. ¿Y cómo nace lo que somos? En parte, creo que somos en tanto nos fue dado el existir, en tanto somos creados; pero también somos en tanto nos construimos en el mismo trayecto.
Así que en tus muchas palabras, de contenidos y diálogos intensos, dejas ver por una rendijita de la blogósfera esa inmensidad que te habita.

Ese vacío al que te refieres ¿no es darle cara al silencio para escuchar la voz más interna, el lenguaje inscrito en el propio cuerpo, los poros, la respiración?. Ya vez, sigo de cobarde con más preguntas.

Seguimos...

Un abrazo