“Te vendo mi libertad a precio de tu esclavitud”.
Esta parece ser la frase que mejor define la acción e intención de muchos que se dedican a la tarea de mostrarse liberadores en el escenario religioso. Y no me refiero solo a “liberadores” ubicados en una “izquierda de ficción” (ya he explicado que esta actitud es tan ortodoxa como lo es la ortodoxia formal o “dominante” nombrada derecha). También los que dicen ubicarse en una derecha se muestran liberadores. Ambos escenarios (derecha e izquierda) se adornan de tradiciones, crean y proclaman necesidades, se inventan reformas que guardan la esencia de sus tradiciones cambiando solo la forma de presentarlas. He aprendido a no aceptar sus nombres, sino a analizar sus estructuras, y del análisis caigo siempre en el mismo terreno, convenciéndome cada día de que no existen derecha e izquierda dentro de la religión, aunque sí polos, ubicados o agrupados en extremos opuestos (dentro del mismo escenario, por supuesto) pero unidos por un mismo hilo conductual en sus discursos. La imposición de ideas caracteriza a quienes ofrecen libertades, haciendo percibir la libertad como una criatura que clama por ser domada, por lo tanto, según todo esto para conseguir la libertad se hacen necesarios los nombres, mecanismos, esquemas. Y un nombre suele agrupar “todo lo necesario”. En este sentido si le dices a alguien “libertado al cristianismo” que no necesitas ser cristiano para ser libre, te preguntará o se preguntará “¿Entonces cómo debo llamarme?” “¿Qué debo hacer?” “¿Cuáles pasos seguir?”.
He tropezado con hombres que se jactan de no pertenecer a ninguna iglesia “evangélica”, y ahora ser “testigos de Jehová”, otros que se jactan de no ser más “católicos” y ahora ser “evangélicos”, otros que creen haberse librado de las cadenas de la religión con solo decir “no soy religioso, soy cristiano”. Y desde sus sectas proclaman tener la libertad para quienes les rodean y que ésta solo puede alcanzarse mediante la aceptación de los preceptos dentro de sus sectas. No se dan cuenta que solo cambian de formatos, que “una vida de congregación” nada tiene que ver con la libertad.
¿No se puede concebir la libertad siendo libres?
La religión, hasta las nombradas “no religiones”, ofrece libertades de bolsillos, a cambio de la entrega de los individuos a sus dogmas y preceptos. Es una libertad condicionada, por lo tanto no es libertad, así son liberadores de solo nombre, pero sus predicas delatan sus actitudes esclavizadoras. Quienes se auto nombran conservadores parecen más “obstinados” en el afán de esclavizar al individuo a su sistema, quienes se proclaman liberales se trazan el mismo objetivo y pretenden alcanzarlo con más sutileza.
Yo creo en la ruptura de sistemas como proceso para desdibujar la libertad, sin pretensiones de establecer señales en el camino. Y debo confesar que he perdido la fe en los maestros que afirman “predicar” verdades bíblicas pues al final solo te venden “dogmas biblificados”. Creo en la necesidad de una “libertad libre e inédita”, creo en la diversidad de caminos no señalados ni trazados, creo que no existe un único recurso sino herramientas, creo en la comunicación no forzada por una línea de pensamientos, sin objetivos oculto, creo en el placer puro de comunicar. Creo en las brechas que originan las críticas no doblegadas a ningún sistema. Creo necesaria la libertad, amo la libertad, pero no quisiera pretender jamás (espero librarme siempre de ese vicio) libertar a nadie. Solo espero un día mirar y sentir la alegría de observar que muchos han comprendido que la libertad es un camino sobre el cual hay que andar sin detenerse.
Esta parece ser la frase que mejor define la acción e intención de muchos que se dedican a la tarea de mostrarse liberadores en el escenario religioso. Y no me refiero solo a “liberadores” ubicados en una “izquierda de ficción” (ya he explicado que esta actitud es tan ortodoxa como lo es la ortodoxia formal o “dominante” nombrada derecha). También los que dicen ubicarse en una derecha se muestran liberadores. Ambos escenarios (derecha e izquierda) se adornan de tradiciones, crean y proclaman necesidades, se inventan reformas que guardan la esencia de sus tradiciones cambiando solo la forma de presentarlas. He aprendido a no aceptar sus nombres, sino a analizar sus estructuras, y del análisis caigo siempre en el mismo terreno, convenciéndome cada día de que no existen derecha e izquierda dentro de la religión, aunque sí polos, ubicados o agrupados en extremos opuestos (dentro del mismo escenario, por supuesto) pero unidos por un mismo hilo conductual en sus discursos. La imposición de ideas caracteriza a quienes ofrecen libertades, haciendo percibir la libertad como una criatura que clama por ser domada, por lo tanto, según todo esto para conseguir la libertad se hacen necesarios los nombres, mecanismos, esquemas. Y un nombre suele agrupar “todo lo necesario”. En este sentido si le dices a alguien “libertado al cristianismo” que no necesitas ser cristiano para ser libre, te preguntará o se preguntará “¿Entonces cómo debo llamarme?” “¿Qué debo hacer?” “¿Cuáles pasos seguir?”.
He tropezado con hombres que se jactan de no pertenecer a ninguna iglesia “evangélica”, y ahora ser “testigos de Jehová”, otros que se jactan de no ser más “católicos” y ahora ser “evangélicos”, otros que creen haberse librado de las cadenas de la religión con solo decir “no soy religioso, soy cristiano”. Y desde sus sectas proclaman tener la libertad para quienes les rodean y que ésta solo puede alcanzarse mediante la aceptación de los preceptos dentro de sus sectas. No se dan cuenta que solo cambian de formatos, que “una vida de congregación” nada tiene que ver con la libertad.
¿No se puede concebir la libertad siendo libres?
La religión, hasta las nombradas “no religiones”, ofrece libertades de bolsillos, a cambio de la entrega de los individuos a sus dogmas y preceptos. Es una libertad condicionada, por lo tanto no es libertad, así son liberadores de solo nombre, pero sus predicas delatan sus actitudes esclavizadoras. Quienes se auto nombran conservadores parecen más “obstinados” en el afán de esclavizar al individuo a su sistema, quienes se proclaman liberales se trazan el mismo objetivo y pretenden alcanzarlo con más sutileza.
Yo creo en la ruptura de sistemas como proceso para desdibujar la libertad, sin pretensiones de establecer señales en el camino. Y debo confesar que he perdido la fe en los maestros que afirman “predicar” verdades bíblicas pues al final solo te venden “dogmas biblificados”. Creo en la necesidad de una “libertad libre e inédita”, creo en la diversidad de caminos no señalados ni trazados, creo que no existe un único recurso sino herramientas, creo en la comunicación no forzada por una línea de pensamientos, sin objetivos oculto, creo en el placer puro de comunicar. Creo en las brechas que originan las críticas no doblegadas a ningún sistema. Creo necesaria la libertad, amo la libertad, pero no quisiera pretender jamás (espero librarme siempre de ese vicio) libertar a nadie. Solo espero un día mirar y sentir la alegría de observar que muchos han comprendido que la libertad es un camino sobre el cual hay que andar sin detenerse.
3 comentarios:
Qué tema Gusmar... la libertad creo que es una utopía. Creo que todos somos esclavos, en mayor o en menor medida. Lamentablemente hay gente que tiene que vivir una esclavitud mucho más intensa y mucho más consciente de la cual nosotros, indirecta e involuntariamente, somos cómplices, aunque nos duela.
Super interesante lo que escribiste. Da para reflexionar muchísimo.
Cariños!
bienvenido a la familia de los que dejamos de creer en los sistemas religiosos.
un abrazo grande.
Y hablando de libertad...¡Conoceréis la verdad, y la Verdad os hará libres!
Hay piñata en el manantial para ti.
Saludos y felicidades de antemano aunque ya pasó la fecha (17 de noviembre)
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