domingo, 11 de marzo de 2012

HECHOS 8: 26-40, UNA LECTURA LEJOS DEL REDIL...

La primera vez que estudié “Historia Eclesiástica” fue más bien una catedra de adoctrinamiento para mí. La profesora, licenciada en teología y acreditada por la misma institución para la labor pedagógica, partió desde el presupuesto de que la iglesia “primitiva” fue la institución que el Cristo fundó, que su ministerio, su muerte y resurrección apuntó a la institución de la iglesia y a su organización, y que ésta es reconocida en la Escritura como “la esposa del cordero”. Al mismo tiempo yo veía materias como “Epístolas I”, “Escatología”, “Hermenéutica” entre otras. Todo el sistema educativo de la institución subordinada a una enorme organización de escala internacional, estaba destinado a fabricar “creyentes con una fe sólida e inquebrantable”. Así pretendieron que yo aceptara “el modelo primitivo de la iglesia” como uno impuesto por Dios, porque era descrito en las “Sagradas Escrituras”, inspiradas por el mismo Dios. Pero yo tenía un gran problema: desde mis trece años venía anidando amargura en mi corazón en contra de los presupuestos establecidos pues iba descubriendo a través de mis experiencias que ellos mentían.

El concepto de iglesia era condicionado, se reconocía que el creyente era la iglesia del Cristo, pero sino comulga las normas de una congregación local, y no se reúne en las iglesias, así nombradas en rótulos, entonces en nada es iglesia de Cristo. Se enseñaba a los “futuros teólogos” a no cuestionar, pues para aquellos hacer teología es repetir los presupuestos heredados, lo demás es herejía. Y así, mi romance con la teología de aquellos terminó; pasé a ser un “hereje”, un “contrario a la fe”, a veces “ateo”, otras veces “perdido y confundido”, “zarandeado por satanás”, “descarriado”, “indigno”, “débil”, “siervo del anticristo”, “cortado de la congregación”, y en una oportunidad hasta por escrito fui “oveja negra, rebelde y desobediente”.

Hoy estoy lejos del redil, sí, del redil de aquellos. Ellos sostienen que el Cristo es el pastor de ese redil, aunque desde acá los observo desconociendo el amor pastoral del Cristo, yendo en contra del derecho a la diversidad, de la igualdad del prójimo, desconociendo la responsabilidad con el bienestar social y la construcción de mejores escenarios para la sociedad. El asunto es que lejos del redil mi fe no está condicionada, y a pasado a ser como un grano de mostaza, pequeña, débil, dispuesta a la renovación y transformación; tan débil y endeble que con ella no puedo apuñalar al prójimo y condenarlo con pretensión a un lago de fuego o qué se yo; tan débil es mi fe que no puedo asegurar que el Cristo apuntó hacia la construcción de un sistema o institución, tan débil que puedo observar su amor como base para el progreso social, para un mejor porvenir, tan débil que no tengo aliento para contradecir lo que él en actos y palabras demostró.

Pero hoy, lejos del redil quiero leer Hechos 8: 26-40.

¿Lo has leído? Yo lo leí decenas de veces mientras mediante la historia eclesiástica se me vendía la eclesiología como sagrada, mientras se me enseñaba que sin iglesia institucionalizada en el escenario mundial el apocalipsis se hacía más inminente, mientras me decían que no importaban los errores en las estructuras de la iglesia institucionalizada, que no estaba llamado a cuestionarla, pues lo importante era ser parte de ella para “no perder la salvación alcanzada”. La hermenéutica que me enseñaban al mismo tiempo y ritmo que la historia eclesiástica sirve como pilar para las doctrinas que defienden la institución eclesiástica como elemento vital del cristiano. Así que mi lectura de Hechos 8: 26-40 estaba estigmatizada y en cierto grado viciada. Incluso, las palabras del Cristo como “sígueme” eran fórmulas hermenéuticas al servicio de la institución que no debía ser cuestionada y cuyas doctrinas debían ser respetadas porque ellas eran garantías y ayos de la salvación.

Me pregunto hoy, débil de fe y enfermo de dudas, qué era aquel “sígueme” pronunciado por el Cristo. “Sígueme” tal vez era un “huye”, “escapa”, “ven por este camino que es libertad”, “sacúdete las enfermedades del sistema”, “no le temas a las etiquetas”. Cristo se convirtió en la opción no oficial de su época, se convirtió en el camino contrario a las normas y la institución, el Cristo fue el “hereje” (sólo que ese término aun no era empleado), se convirtió en el “pastor de los descarriados”. “Sígueme” fue un desafío, porque así es la libertad, es un constante desafío. Y sé que la hermenéutica ortodoxa abusa del “sígueme” para apuntar hacia el camino a la institucionalidad de la iglesia. ¿Pero entonces cómo explicarían la aparente contradicción entre el “sígueme” y el “ve en paz” pronunciados por el mismo Cristo? En una frase el Cristo parece adherirlos a él y en otra parece arrojarlos en sentido contrario a él. Esta aparente contradicción es una burla a la hermenéutica ortodoxa. (Y a veces me gusta pensar que el Cristo lanzó esas burlas desde su presente hasta nuestro futuro para demoler las pretensiones dogmáticas). Y esta aparente contradicción nos dice que su “sígueme” no era una especie de condición, sino una opción contraria a la oficial, a esa que se sostenía sobre pilares fuertes, tan fuertes que resultaban en opresión al pueblo.

Ir en paz es igual a seguirle, y sólo se puede ir en paz cuando contemplamos su rostro frente a nosotros, rostro que nos habla de bienestar y libertad. ¿Cómo contemplamos el rostro del Cristo? Alguien me dijo en estos días que el Cristo no está en medio nuestro porque no ha salido por CNN, sin embargo, el Cristo está caminando por las calles de la América Latina, está extendiendo su mano a través de individuos que se han arrojado a las calles para construir un mejor porvenir, a través de grupos que no tienen interés en que se les reconozca como “camino oficial” o “interpretación oficial” sino que más bien están interesados en que se conozca el ejemplo del Cristo y sus palabras y actos como una canción para el bienestar.

La historia relatada en el libro de hechos es otra burla a la hermenéutica ortodoxa y su pretensión proselitista. Felipe recibe instrucciones que lo acercan a un etíope, y no a cualquiera, sino a un funcionario de la reina. El etíope iba a Jerusalén a adorar y según el pasaje iba sediento e interesado en comprender las Escrituras. Felipe le explica, responde a sus preguntas, le habla del Cristo y lo bautiza. Pero no tuvo tiempo de señalarle a dónde ir, no pudo apuntarle la dirección de una iglesia, no le habló de la “necesidad de congregarse para su salvación o crecimiento”, al parecer no era prioritario el tema pues mientras pudo haberlo hecho y no lo hizo, y al parecer a quien lo envió a esa misión tampoco le interesó pues antes de que pudiera hablarle al respecto fue arrebatado y el etíope no lo vio más. Y lo último que se dice del etíope es que “siguió su camino con gozo”.

No dejo de pensar desde hace tres días en el etíope, en su camino de búsqueda, tropezando con un Felipe cuya vida no estaba vendida a ningún sistema. Tuvo suerte el etíope, en nuestro tiempo la opción de seguir su camino gozoso habría sido condicionada... Es como el "ve en paz" del Cristo... ¿A dónde apuntaba su "ve en paz"? ¿A dónde señala su "ve"? ¿Y su "sígueme" en congruencia con el "ve", a dónde nos enviaría?

También me dijeron hace días que me seduce la teoría del caos, que promuevo la anarquía. Me han dicho tantas cosas, y no estoy en la obligación ni me preocupa en lo más mínimo excusarme o dar explicaciones a quienes las exigen con arrogancia. Sin embargo, más que el caos y la anarquía me seduce el Cristo y su libertad, me seduce la idea de que congregarse sea mucho más que vendernos a un sistema que pudre el alma humana y origina actitudes inhumanas, actitudes fronterizas, separatistas, dogmáticas, egoístas. Me seduce más la opción de seguir nuestros caminos con gozo, de ir en paz, de seguir a un Cristo que en nada se parece al que me venden muchas instituciones. ¿Me seduce la llamada “iglesia primitiva”? Mucho más que las expresiones actuales de “iglesia”, pero no la veo como un modelo impuesto, sino como una respuesta al contexto, basada en la actuación y las palabras del Cristo. Creo que nuevas respuestas deben surgir, respuestas a nuestra época, al contexto, respuestas a los problemas hoy, respuestas basadas en las palabras y actuación del Cristo.

Pero ¿se puede institucionalizar? Siempre y cuando la institución sea un reflejo del Cristo y no una construcción que opaca el esfuerzo renovador y en beneficio del hombre, que hizo el Cristo, siempre y cuando la institución siga el ejemplo de ser el sentido contrario a la opresión en todas sus expresiones, incluso en su expresión eclesiástica... De cualquier forma es sólo mi opinión, tal vez otros tienen mejores respuestas...

3 comentarios:

mat dijo...

Muy reflexivo tu post, gracias.

GUSMAR SOSA dijo...

Saludos, gracias por leer.

Aneida Toyo dijo...


DTB, ME GUSTA LEERTE.
PREGUNTO
¿y como cabe ahi este versiculo:
<>
HEBREOS 10:25 ?