lunes, 13 de junio de 2011

HEREJÍA Y UN BESO.

Exceso, fue la excusa con la que justificaron su aprensión, derroche de poder, porque cuando el conocimiento contradice el orden lógico establecido, que solo es lógico porque así se ha pronunciado legalmente, que solo es legal porque nunca ha sido contradicho y que no se contradice porque hacerlo significa la muerte, entonces el conocimiento es poder, y es exceso poseerlo y al fin de cuenta no es conocimiento sino herejía que debe purificarse con la muerte, aun siendo la misma muerte, como sentencia, una herejía contra la vida.

No le mortificó la aprensión, ni siquiera la sentencia pronunciada que se haría efectiva al amanecer frente a los ojos del pueblo, como una lección, que solo es lección porque reprime, que reprime para no enseñar sino más bien para desenseñar, que al final no es lección porque no suma al progreso ni a la evolución, sino más bien es advertencia en contra de las amenazas que apuntan de muerte a los intereses del pueblo que no es el pueblo, de la religión que no es religión, de la verdad que es una estructura de pilares viejos llamados mentiras. Lo mortificó aquel beso, dulce beso que brotó de los labios de una diosa, diosa escondida entre las mujeres del pueblo, de cabellos rizados, cuyo color bien podía confundirse con la luz del sol del mediodía, diosa de edad corta, tal vez apenas se descubría a sí misma, cuyo cuerpo era como la misma danza de la magia…
Nunca tuvo temor de morir, y era la ausencia de ese temor la que inspiraba sus palabras y el coraje de pregonar sus oraciones en contra de aquellos que se nombraban autoridad y reclamaban derecho divino, siendo en sus labios la divinidad una herramienta para dominar y una licencia para matar argumentando que muertes como la que presenciaría el pueblo al amanecer eran semillas esparcidas al viento que garantizarían la permanencia de la fe. Pero ahora lo siente, ese frío dentro de sí que estremece los huesos, esa incertidumbre que surge cuando quieres rogar por un milagro, por un verdadero milagro que sabes que no ocurrirá… Escribió con sangre en la pared, por no tener tinta, para no olvidarlo en las siguientes ocho horas: “tal vez mi incertidumbre es fe”. Nadie mataría por una verdad de la cual no se está seguro, él no estaría en esa prisión, escribiendo con sangre, sin posibilidad de ver de nuevo a aquella mujer, linda mujer, de no haber sido por una mentira hecha verdad por tradición. El mundo sería mejor si todo ser humano reconociera que es débil, que tiene incertidumbres, el mundo sería hoy más para él, mucho más que cuatro paredes de las que solo saldría para enfrentar la muerte. ¿Qué pasaría con ella? ¿Qué tal si mañana su hermosura fuera un pretexto para acusarla de bruja para seguir aleccionando al pueblo y demostrándole con dosis de muerte la autoridad divina? ¿Cómo podría volver a besar sus labios?

Con el nacimiento del sol fue escoltado a la tarima, maquillado de heridas para el espectáculo, pero la herida más grande la llevaba en su alma, un beso que le hacía apreciar la vida… Y allí de pie, a tan solo segundos de la muerte, pudo mirarla entre la multitud, y solo algunos pudieron escuchar sus palabras agonizantes: “solo el amor puede ocasionar la incertidumbre que resulta en fe”…

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