Aun la recuerdo. Fue parte de mi adolescencia. Creo que fue mi primera novia… Siempre digo “creo” porque aquello fue especial.
Yo tenía doce años cuando la conocí. Sin embargo, siempre estuvimos cerca. Mi padre conocía a su madre y a su familia desde la infancia. Cuando yo era niño lo acompañé muchas veces a casa de su abuela, llegué a ver a su madre, a su hermana, a sus primos, pero nunca la vi a ella.
Siempre nos preguntamos el por qué no nos encontramos antes, “cosas de la vida”, pensaba yo.
Fue una tarde, mi primer día de clases en el bachillerato, su primer día de clases también. La vi y sus ojos me enamoraron al instante, eran verdes, como un bosque virgen. El reflejo de sus ojos era una extraña y atractiva mezcla de alegría y tristeza.
No recuerdo bajo que circunstancias me acerqué a ella, pero supongo que fue un encuentro casual en los pasillos de aquella institución, pues yo era muy tímido como para forzar un encuentro u hacer una de esas “aperturas” que uno va aprendiendo con los años. Su olor me atrajo también, siempre perfumada, ella amaba los perfumes...
Recuerdo también que usaba un anillo en su mano derecha, luego supe que le fascinaba usarlo en su dedo pulgar, de haberla conocido años después eso me hubiese bastado para deducir los rasgos predominantes de su personalidad.
Su sonrisa era inocente, sincera…Cuando sonreía no fingía, no era una sonrisa forzada, de esas que uno aprende a usar para maquillar el rostro y esconder tantas cosas. Y aunque ella tenía motivos para no sonreír cuando lo hacía iluminaba mi alma. Durante meses caminamos juntos por las calles y la vereda que nos llevaba a clases. Recuerdo muy bien el camino, su mano unida a la mía, un tanto más pequeña, sus dedos más cortos que los míos… Fueron pocos los abrazos, pero suficientes, tanto para recordarlos sonriendo.
La vi llorar también algunas veces, tenía motivos para hacerlo. Sus quejas eran justas, yo deseaba poder cambiar sus penas, pero hay dolores que solo pueden curar con las caricias de un padre, y el suyo estaba ausente. Yo solo quería hacerla feliz, y aunque no sabía cómo, hice mi mejor intento. A veces me pregunto si mi intento fue tan suficiente como sus abrazos.
Me gustaba su timbre de voz, escucharla era como escuchar al mar. Podía reconocerla con mis ojos cerrados por el timbre de su voz, aun podría hacerlo.
En aquel tiempo era muy inexperto como para asegurar que la amaba, aun así lo aseguré. Hoy 14 años después lo sigo asegurando: la amé. No puedo definir todavía si fuimos novios o buenos amigos, pienso que fue un romance especial, de esos que se vive una vez, solo cuando se es inocente e inexperto.
Vagamente recuerdo las visitas, fueron pocas, en casa de su abuela. Un día de diciembre, en una de las visitas ella me entregó una carta y me hizo prometerle que la leería al llegar a casa… Ese día me regaló un abrazo. Tan pronto terminó la visita quise correr para llegar rápido a casa y leer su carta. La conservé por muchos años. Después de ese diciembre vino una mudanza, cambio de institución educativa… Ella también se mudó. Luego vino otra mudanza y otra, y otra más… Y en una de ellas dejé la ciudad que fue nuestra. Cuando finalmente mis padres decidieron que no habría más mudanzas yo quedé con la costumbre de estar en constante movimiento. En una de mis mudanzas perdí la carta, pero aun recuerdo mucho de lo que allí decía, y también la carita pintada al final de la carta.
He llegado a soñar muchas veces con la casa de su abuela, con aquella ciudad. He soñado con el camino que juntos caminamos hacia el “Eduardo Blanco”, en mis sueños camino solo. A ella no la había visto en los sueños, pero he reclamado su rostro en mis recuerdos. Y me río de mí mismo por no haberla besado nunca.
Catorce años han pasado y anoche soñé que iniciaba sesión en mi facebook y encontré una solicitud de amigos, la acepté y eché un vistazo a su perfil y vi su foto, vi de nuevo aquel bosque virgen y esa mezcla de alegría y tristeza, en mi sueño conseguí su Messenger y la agregué, y chateamos un rato para ponernos al día… Pero desperté y pensé “esas cosas solo suceden en sueños”.
Hoy me pregunto si sus penas desaparecieron, si está bien, si tal vez encontró a alguien que le dio los besos que yo no le di, y si ese alguien recibe esos abrazos que hoy recuerdo sonriendo. Me pregunto dónde estará, si permanece en nuestra ciudad y si algún día coincidiremos en algún lugar para reírnos juntos de aquel romance especial, me pregunto si aun lo recuerda. Y mientras escribo este post me pregunto también si ella pasará algún día por aquí y lo leerá. Si podrá darse cuenta que hablo de ella.
Si pasas por aquí, quiero que sepas que aun no puedo asegurar si fuimos novios o no, pero algo puedo decirte con certeza: fuiste mi primer amor… Y hoy deseo que la vida no se halla complicado para ti, y que estés bien… Tal vez un día nos sentemos juntos a tomar un café, o compartir un almuerzo mientras logramos ponernos al día…
Yo tenía doce años cuando la conocí. Sin embargo, siempre estuvimos cerca. Mi padre conocía a su madre y a su familia desde la infancia. Cuando yo era niño lo acompañé muchas veces a casa de su abuela, llegué a ver a su madre, a su hermana, a sus primos, pero nunca la vi a ella.
Siempre nos preguntamos el por qué no nos encontramos antes, “cosas de la vida”, pensaba yo.
Fue una tarde, mi primer día de clases en el bachillerato, su primer día de clases también. La vi y sus ojos me enamoraron al instante, eran verdes, como un bosque virgen. El reflejo de sus ojos era una extraña y atractiva mezcla de alegría y tristeza.
No recuerdo bajo que circunstancias me acerqué a ella, pero supongo que fue un encuentro casual en los pasillos de aquella institución, pues yo era muy tímido como para forzar un encuentro u hacer una de esas “aperturas” que uno va aprendiendo con los años. Su olor me atrajo también, siempre perfumada, ella amaba los perfumes...
Recuerdo también que usaba un anillo en su mano derecha, luego supe que le fascinaba usarlo en su dedo pulgar, de haberla conocido años después eso me hubiese bastado para deducir los rasgos predominantes de su personalidad.
Su sonrisa era inocente, sincera…Cuando sonreía no fingía, no era una sonrisa forzada, de esas que uno aprende a usar para maquillar el rostro y esconder tantas cosas. Y aunque ella tenía motivos para no sonreír cuando lo hacía iluminaba mi alma. Durante meses caminamos juntos por las calles y la vereda que nos llevaba a clases. Recuerdo muy bien el camino, su mano unida a la mía, un tanto más pequeña, sus dedos más cortos que los míos… Fueron pocos los abrazos, pero suficientes, tanto para recordarlos sonriendo.
La vi llorar también algunas veces, tenía motivos para hacerlo. Sus quejas eran justas, yo deseaba poder cambiar sus penas, pero hay dolores que solo pueden curar con las caricias de un padre, y el suyo estaba ausente. Yo solo quería hacerla feliz, y aunque no sabía cómo, hice mi mejor intento. A veces me pregunto si mi intento fue tan suficiente como sus abrazos.
Me gustaba su timbre de voz, escucharla era como escuchar al mar. Podía reconocerla con mis ojos cerrados por el timbre de su voz, aun podría hacerlo.
En aquel tiempo era muy inexperto como para asegurar que la amaba, aun así lo aseguré. Hoy 14 años después lo sigo asegurando: la amé. No puedo definir todavía si fuimos novios o buenos amigos, pienso que fue un romance especial, de esos que se vive una vez, solo cuando se es inocente e inexperto.
Vagamente recuerdo las visitas, fueron pocas, en casa de su abuela. Un día de diciembre, en una de las visitas ella me entregó una carta y me hizo prometerle que la leería al llegar a casa… Ese día me regaló un abrazo. Tan pronto terminó la visita quise correr para llegar rápido a casa y leer su carta. La conservé por muchos años. Después de ese diciembre vino una mudanza, cambio de institución educativa… Ella también se mudó. Luego vino otra mudanza y otra, y otra más… Y en una de ellas dejé la ciudad que fue nuestra. Cuando finalmente mis padres decidieron que no habría más mudanzas yo quedé con la costumbre de estar en constante movimiento. En una de mis mudanzas perdí la carta, pero aun recuerdo mucho de lo que allí decía, y también la carita pintada al final de la carta.
He llegado a soñar muchas veces con la casa de su abuela, con aquella ciudad. He soñado con el camino que juntos caminamos hacia el “Eduardo Blanco”, en mis sueños camino solo. A ella no la había visto en los sueños, pero he reclamado su rostro en mis recuerdos. Y me río de mí mismo por no haberla besado nunca.
Catorce años han pasado y anoche soñé que iniciaba sesión en mi facebook y encontré una solicitud de amigos, la acepté y eché un vistazo a su perfil y vi su foto, vi de nuevo aquel bosque virgen y esa mezcla de alegría y tristeza, en mi sueño conseguí su Messenger y la agregué, y chateamos un rato para ponernos al día… Pero desperté y pensé “esas cosas solo suceden en sueños”.
Hoy me pregunto si sus penas desaparecieron, si está bien, si tal vez encontró a alguien que le dio los besos que yo no le di, y si ese alguien recibe esos abrazos que hoy recuerdo sonriendo. Me pregunto dónde estará, si permanece en nuestra ciudad y si algún día coincidiremos en algún lugar para reírnos juntos de aquel romance especial, me pregunto si aun lo recuerda. Y mientras escribo este post me pregunto también si ella pasará algún día por aquí y lo leerá. Si podrá darse cuenta que hablo de ella.
Si pasas por aquí, quiero que sepas que aun no puedo asegurar si fuimos novios o no, pero algo puedo decirte con certeza: fuiste mi primer amor… Y hoy deseo que la vida no se halla complicado para ti, y que estés bien… Tal vez un día nos sentemos juntos a tomar un café, o compartir un almuerzo mientras logramos ponernos al día…
7 comentarios:
Tal vez el primer amor sea el único donde la base es la inocencia.
Buen recuerdo.
Un saludo de Chile.
Hola! pues tienes mucha razòn... Saludos.
Ciertamente mi estimado Gusmar, pueden pasar años, puedes hacer tu vida, tener hijos, irte a otro país, etc., pero el primer amor jamás se olvida, aunque te hayas enamorado después.
Me pasaba muchas veces lo mismo que tú, recordando a "mi primer amor" y al igual que tú me hacía todas esas interrogantes que te haces tú. Pero llegó el día en que realmente me lo topé, y me puedes creer que fuí capaz de preguntarle si se acordaba de nuestra inocente y linda experiencia y me dijo:"Siempre me acuerdo de tí, siempre estarás ahi", UUUUFFFF, casi me dió un infarto, jajajaja pero de felicidad y aunque él se casó, igual me recordaba. Esas cosas te quedan para siempre en el corazón y es lindo. Si que nos dijimos buena suerte junto a un abrazo y nunca lo volví a ver.
Bueno, creo que ella sí te recuerda. Saludos y Bendiciones para tí.
Claudia
Hola Claudia!!!
Valla experiencia la que cuentas!!! Saludos.
Vaya, con el dia nublado de hoy esto me acaba de matar,que recuerdos....
Como siempre, reflejada en lo que escribes querido amigo.
Hola, que bien beatriz, espero que estes disfrutando el día...
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