jueves, 19 de enero de 2012

DE ESAS CARTAS QUE JAMÁS ENVIÉ...

La vida no es tan corta como la percibimos. Los sentidos suelen engañarnos y nuestra percepción es viciada por conceptos o sentimientos… O sentimientos que construyen conceptos, o conceptos que originan sentimientos… No es tan corta, tal vez, pero transitarla es complicada.

El tiempo parece fugaz porque cuando despertamos parece tarde, hemos avanzado mucho en el trayecto de la vida; sin embargo, el tiempo siempre es tiempo, no es que transcurre, sino que transcurrimos nosotros en el espacio y a través del tiempo.

Pero algunas veces te detienes por cansancio y otras porque has entendido que debes hacerlo. Lo cierto es que al detenerte miras alrededor y notas todo el cambio fuera de ti: la gente ha envejecido, rostros nuevos te rodean, han cambiado las estructuras físicas, los eventos históricos. Te das cuenta del degaste de las paredes, hay muchos cambios; solo un mínimo sigue siendo igual.

Miras tu rostro en el espejo y lo ves. No es tu rostro, en él hay estragos del tiempo transcurrido… Es allí, dentro de tus ojos, del otro lado de ese par de ventanas que dan al alma.

Basta enumerar los recuerdos, pasear con ellos, sentir el espesor del pasado que te acompaña desde la última vez que te detuviste frente al espejo; son muchos recuerdos, no han podido transcurrir en una vida fugaz, es mucho el andar sobre el tiempo. Y si despiertas dispuesto a reconocer cada recuerdo contra los que luchaste por suprimir terminarás susurrándote a ti mismo frente al espejo: “no es tan corta la vida, he perdido tanto tiempo…”

Es un lamento, son las ganas de recuperar los pasos dados, pasos con los que frente al espejo se construye el pasado, todo ha podido ser tan distinto, pero ya nada puede hacerse, solo queda el camino por recorrer… Sí, podríamos evitar lamentarnos más adelante, es todo lo que podemos hacer… Y ese todo puede ser suficiente.

¿Se puede reconstruir el pasado? Yo creo que sí, el pasado siempre va cobrando y entregando vida, mientras avanzamos él va avanzando. Y si nos detenemos allí se detendrá, junto a nosotros, sentándose al lado nuestro, sonriendo si sonreímos, llorando si lloramos. Dispuesto a alimentarse de nuestras quejas o gratitud. Y al levantarnos, se levantará también.

Hoy les escribo esperanzado en que esta carta en sus manos y recorrida con sus ojos les permita entender que vivir es agonizar a diario, es despertar cada momento y mirar hacia adentro para extenderse al horizonte; que vivir es escucharse a uno mismo lamentándose y reír, y con la risa burlar los fantasmas que distrajeron el llanto… Que el pasado soy yo y son ustedes, que también soy presente y futuro, que también ustedes son presente y futuro… Nunca fugaces… Sino tan extensos como el camino, ese camino que llamamos vida… Y que al final del camino, cuando fundidos con el horizonte, vuelvan sus rostros para mirar el trayecto recorrido sonrían porque entendieron la vida, porque vivieron la vida…

2 comentarios:

Patricia Gorjón dijo...

Tienes toda la razón del mundo.
Si hay algo que hacer en este mundo, es aprovechar minuto a minuto la oportunidad que tenemos de dibujar la vida a nuestro antojo!
Y si dejamos pasar pequeños paréntesis en el tiempo, podemos rectificar y hacer lo que un día dejamos pasar.
Genial tu carta (:
espero que la mía, de nuevo te guste!
http://www.allalifee.blogspot.com/

GUSMAR SOSA dijo...

Así es, y tal vez encontremos un poco de eternidad en cada minuto!