sábado, 5 de noviembre de 2011

BARTIMEO EL CIEGO Y LA MULTITUD...

Escuché durante mi niñez, adolescencia y juventud tal vez más de cien sermones basados en la historia de Bartimeo el ciego, también algunos cantos que hacían referencia a esa historia, aún recuerdo uno que durante esta semana ha estado rondando en mi memoria, este comenzaba así: “como Bartimeo sentado al camino, pensó, espero que pase Jesús por aquí”, y terminaba con una frase que me conmovía: “tú eres pan del cielo, agua de la vida, y la peña herida que sacia mi sed”.

La variante en cada sermón siempre fue la fe, predicadores fogosos exhortaban “al pueblo de Dios” a imitar la fe del ciego que movido por su necesidad degastó su voz gritando "maestro, hijo de David, ten misericordia de mí”, venció los obstáculos del camino, el prejuicio de la sociedad, sin ayuda y con una multitud en contra suya logró llamar la atención del maestro para escucharlo preguntar “qué quieres que te haga”. Con sus sermones exponían la necesidad de un “pueblo fuerte”, capaz de “vencer al mundo”, “merecedor de estar en la presencia del maestro y ganar sus favores”, estos argumentos definían la teología que aprendí: “la gracia es el premio al esfuerzo del creyente por encontrar y permanecer en la presencia del Cristo”, “el Cristo solo puede estar rodeado de vencedores”, así que “ser el pueblo escogido por Dios equivale a permanecer en una burbuja en la que no se admiten perdedores y que está separada del mundo y sus pasiones”, y “sus pasiones” se interpreta como “sus problemas”, “sus políticas”, etc. “Somos mejores que todo eso”. Y con estos sermones solo lograban reproducir la misma sociedad que obstaculizó el avance del ciego hasta la presencia del Cristo.

Lo que estos predicadores exponían con afán era exactamente la misma teología, o más bien la ideología de aquellos que rodearon al Cristo en su paseo por Jericó. Hoy pienso que aquellos predicadores se equivocaron al comparar “al pueblo escogido” con Bartimeo y sigue siendo un error. Hay todo un sistema que dice estar “en pos del maestro”, que dice seguirle, y tal vez sea cierto, pero en términos generales ese sistema que hoy “rodea al maestro” sigue siendo el mismo sistema que lo rodeó en las legendarias calles de Jericó, sistema que obstaculiza la visión de quienes desean encontrarlo, sistema que descansa sobre estructuras fuertes y argumentos que aunque son pronunciados con “palabras liberales” han sido construidos con ideales dogmáticos. Los gritos de Bartimeo, su desesperación y esfuerzo por llegar hasta la presencia del Cristo no habla de una fe que debe ser imitada, más bien grita una denuncia que debe ser escuchada… ¿Hasta cuándo el cristianismo será un sistema adornado con doctrinas y burocracias equivalentes a ideologías imperialistas? ¿Hasta cuándo se auto proclamará escalera a un cielo solo para fuertes y dignos? Es incongruente la imagen del cristianismo hoy a la imagen del Cristo de ayer. Es ridículo decir “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” mientras el sistema cristiano, diciendo ser embajador del Cristo, no abre paso entre la multitud para preguntar a los que están en desventaja “qué quieres que te haga”.

Alguien me preguntó ayer si acaso yo proponía que el cristianismo o cualquier sistema religioso que reclame al Cristo como fundador y emblema se conviertan en una Organización No Gubernamental, mi respuesta es que, a mí parecer, en eso se han convertido: en una incongruente, contradictoria, contraproducente e infructífera ONG. En un reflejo de un sistema político individualista, sinónimo de sectarismo, que en definición es atractivo pero en acción deja mucho que desear. El Cristo que paseó por Jericó, el que escuchó los gritos del ciego, no se preocupó por definirse, por construir un “imperio ideológico”, por presentar estructuras que le hicieran trascender como sistema, él modeló todo lo que hoy los sistemas solo definen. Estamos a tiempo, el cristianismo pudiera derribar los muros que lo separan del “resto del mundo”, que solo sirven de excusas para justificar su indiferencia, de argumentos para redimir su apatía ante los problemas sociales que han surgido desde el espacio que ha debido ocupar.

La Biblia dice que Bartimeo siguió a Jesús por el camino, me gusta pensar que siguiéndole, habiendo recuperado la vista, caminaba con esperanza, no con esperanza para él y sus anhelos, tal vez sus ojos brillaban de alegría, cada día siguiendo al maestro era una aventura nueva, un capítulo nuevo a favor de la sociedad. Quizá pensaba “a dónde sea que vaya hoy el Cristo habrá alimento, bienestar, felicidad”. Si el cristianismo siguiera los pasos del Cristo, si con osadía dejara sus excusas teológicas a un lado y modelando las actitudes del Cristo emergiera desde los campos trascendentales de la sociedad, muchos mirarían con esperanza también su renacimiento pensando “donde quiera que emerja habrá alimento, bienestar, felicidad”. Una nueva y mejor sociedad es posible, un mejor orden social es posible y por qué no: una mejor expresión del cristianismo es posible. Una en la que Bartimeo no deba esforzarse para ser escuchado, una expresión que infecte de amor y de conciencia social las estructuras fuertes de los sistemas políticos, educativos, económicos y religiosos. Que haga inclinar la condición humana ante el bien común. Así lo hizo el Cristo, bofeteando el rostro de la indiferencia y el orgullo al pedirle a dos de sus discípulos traerle a Bartimeo ante su presencia… Si esa historia es cierta y si ese hombre fue Dios quiero llegar hasta su presencia y decirle “contrario a todo lo que me rodeó, a todo lo que escuché, lo que vi y lo que no pude ver, tú si eres pan del cielo, agua de la vida, y la peña herida que sacia mi sed”.

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