Juro que ando de tregua con los “dioses” construidos con letras forzadas… Aun así sin muchas armas y sin tanta violencia les comparto esto:
Él se cansó de correr. Tres años, intentando, luchando, queriendo. Tres años huyendo.
A la edad de nueve años tropecé con él, por accidente, en alguna de las veredas de San Jacinto. Él tendría unos dieciséis años y para entonces su nombre ya producía temor en quienes escuchaban rumores de su presencia. Nació en hogar sumido en pobreza, sufrió el abandono de sus padres, saboreó el amargo sabor de las necesidades, del hambre, del frío… Pero a temprana edad tomó una decisión, no viviría de esa forma el resto de su vida, él sería respetado, sería importante. Su decisión no tuvo la compañía de buenos consejos, de orientación, ni siquiera tuvo compañía. Y así a los dieciséis años él había logrado su meta.
Recuerdo una vez haber visto a mi padre sentado junto a él en la placita del catorce, intentó hacerle entender que un día se cansaría de la vida que llevaba, pero pasaron muchos años para que así fuera. Delinquió tanto que le pesó, un día quiso cambiar, sintió el peso de sus fechorías, no fue algún evento en especial, no se trató de una experiencia cercana a la muerte, sencillamente despertó, de alguna manera despertó. E intentó saldar las cuentas pendientes. Creyó haberlo hecho. Se convenció de ello. Todos hablaban del cambio, y su nombre se convirtió en símbolo de esperanza, se comentaba sobre su esfuerzo, se le tomaba como ejemplo… Pero un día alguien le avisó que no todos habían olvidado…
Tomó lo que pudo y huyó, dejó atrás sus logros, su avance, su barrio, su familia. El instinto de sobrevivir lo llevó a huir y pasaron tres años. Volvió a casa, sabiendo que no todos habían olvidado. Y fue recibido por su familia con dolor, le rogaron que se fuera para mantenerse a salvo, pero él consciente de que allí quien no había olvidado lo mataría decidió quedarse. “Me cansé de correr”, dijo. Esa misma tarde recibió una llamada alertándole para que no pasara la noche en casa de su madre… Esa noche la “justicia” cruzó violentamente la sala de su casa, lo encontraron sentado, él los miró, tomaron un arma e hicieron dos tiros al aire, luego colocaron el arma junto a él, ignorando los gritos de su madre y hermanas, él se tiró en el piso sabiendo que el momento era inevitable y frente a su familia fue asesinado por quienes se hacían llamar “justicia”.
He escuchado muchas interpretaciones sobre lo sucedido. Muchos dicen que a la final recogió lo que sembró e incluso citan muchos “versos bíblicos”, en sus interpretaciones afirman que “dios” finalmente cobró justicia… Yo no entiendo la obsesión de muchos por hacer un “dios” a cargo de estos eventos… Yo veo que hay vicios dentro de la justicia humana (y vaya que no caigo en detalles porque sería delicado hacerlo tan públicamente), y que estos vicios causan situaciones como esas, que lógicamente ocurren porque es la forma viciada del hombre actual, yo veo que es doloroso que un hombre que intentó cubrir sus fallas, que trató de enderezar sus pasos terminara asesinado por quienes más bien debieron elogiar y sentirse satisfechos por el cambio (sí en un mundo perfecto eso habría sucedido). Pero no puedo ver a un “dios yo me la desquito” en este cuadro, no puedo aceptarlo, así quieran demostrarlo a través de mil “versos bíblicos” traducidos e interpretados y además sacralizados a conveniencias históricas… Yo veo que él pudo incluso seguir huyendo y evitar su fin, no fue un “dios yo me la desquito” quien lo alcanzó, sencillamente él se cansó de correr… Si existiera un “dios” detrás de este suceso, si ese “dios” fuera el “eterno y verdadero” sería un dios despreciable, sería lamentable para la humanidad estar en sus manos…
Él se cansó de correr. Tres años, intentando, luchando, queriendo. Tres años huyendo.
A la edad de nueve años tropecé con él, por accidente, en alguna de las veredas de San Jacinto. Él tendría unos dieciséis años y para entonces su nombre ya producía temor en quienes escuchaban rumores de su presencia. Nació en hogar sumido en pobreza, sufrió el abandono de sus padres, saboreó el amargo sabor de las necesidades, del hambre, del frío… Pero a temprana edad tomó una decisión, no viviría de esa forma el resto de su vida, él sería respetado, sería importante. Su decisión no tuvo la compañía de buenos consejos, de orientación, ni siquiera tuvo compañía. Y así a los dieciséis años él había logrado su meta.
Recuerdo una vez haber visto a mi padre sentado junto a él en la placita del catorce, intentó hacerle entender que un día se cansaría de la vida que llevaba, pero pasaron muchos años para que así fuera. Delinquió tanto que le pesó, un día quiso cambiar, sintió el peso de sus fechorías, no fue algún evento en especial, no se trató de una experiencia cercana a la muerte, sencillamente despertó, de alguna manera despertó. E intentó saldar las cuentas pendientes. Creyó haberlo hecho. Se convenció de ello. Todos hablaban del cambio, y su nombre se convirtió en símbolo de esperanza, se comentaba sobre su esfuerzo, se le tomaba como ejemplo… Pero un día alguien le avisó que no todos habían olvidado…
Tomó lo que pudo y huyó, dejó atrás sus logros, su avance, su barrio, su familia. El instinto de sobrevivir lo llevó a huir y pasaron tres años. Volvió a casa, sabiendo que no todos habían olvidado. Y fue recibido por su familia con dolor, le rogaron que se fuera para mantenerse a salvo, pero él consciente de que allí quien no había olvidado lo mataría decidió quedarse. “Me cansé de correr”, dijo. Esa misma tarde recibió una llamada alertándole para que no pasara la noche en casa de su madre… Esa noche la “justicia” cruzó violentamente la sala de su casa, lo encontraron sentado, él los miró, tomaron un arma e hicieron dos tiros al aire, luego colocaron el arma junto a él, ignorando los gritos de su madre y hermanas, él se tiró en el piso sabiendo que el momento era inevitable y frente a su familia fue asesinado por quienes se hacían llamar “justicia”.
He escuchado muchas interpretaciones sobre lo sucedido. Muchos dicen que a la final recogió lo que sembró e incluso citan muchos “versos bíblicos”, en sus interpretaciones afirman que “dios” finalmente cobró justicia… Yo no entiendo la obsesión de muchos por hacer un “dios” a cargo de estos eventos… Yo veo que hay vicios dentro de la justicia humana (y vaya que no caigo en detalles porque sería delicado hacerlo tan públicamente), y que estos vicios causan situaciones como esas, que lógicamente ocurren porque es la forma viciada del hombre actual, yo veo que es doloroso que un hombre que intentó cubrir sus fallas, que trató de enderezar sus pasos terminara asesinado por quienes más bien debieron elogiar y sentirse satisfechos por el cambio (sí en un mundo perfecto eso habría sucedido). Pero no puedo ver a un “dios yo me la desquito” en este cuadro, no puedo aceptarlo, así quieran demostrarlo a través de mil “versos bíblicos” traducidos e interpretados y además sacralizados a conveniencias históricas… Yo veo que él pudo incluso seguir huyendo y evitar su fin, no fue un “dios yo me la desquito” quien lo alcanzó, sencillamente él se cansó de correr… Si existiera un “dios” detrás de este suceso, si ese “dios” fuera el “eterno y verdadero” sería un dios despreciable, sería lamentable para la humanidad estar en sus manos…
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