-Acompañame, por favor-. Me dijo apenas abrí la puerta al escuchar su toque.
Sus ojos estaban humedecidos. Sus labios temblaban al hablarme. Reconocí su emoción de inmediato. Parecía ira, pero era dolor.
Salí y nos dirigimos a la plaza cerca de mi casa. En el camino no soltó una sola palabra, y yo no me atreví a preguntar. Siempre he sostenido que en ocasiones el silencio es la mejor palabra.
Llegamos a la plaza. Me senté en uno de los banquillos esperando que él también lo hiciera. En cambio me dio la espalda y metió su mano izquierda en uno de los bolsillos de su pantalon. Sacó una caja de cigarros y un encendedor. Encendió un cigarro.
-Pensé que habías dejado ese tonto hábito-. Comenté sonriendo.
Él dio un giro hacía mí y absorbió una buena porción de nicotina, como si de ella dependieran sus fuerzas.
-¡Ella me engañó!-. Dijo ignorando mi comentario.
Su naríz humeaba, por un momento sentí que estaba frente a un dragón pues sus ojos también parecían encendidos en llamas. Su ira fue proyectada a mi alma a través de su mirada. Aquel fuerte sentimiento me levantó del banquillo impulsivamente.
"Esto no puede ser", pensé indignado como si aquella traición hubiera sido en mi contra.
La llama en sus ojos se fue apagando lenta y dolorosamente por las lágrimas que salían de ellos.
¿Cómo pudo pasar esto?, me pregunté. ¿Por qué? ¿Qué hago? ¿Qué le digo?
Mi amigo había recuperado su matrimonio dos meses atrás. Cinco años de matrimonio fueron quebrados por malas decisiones tomadas por él en torno a ciertas inversiones que lo llevaron a la ruina, quedó tragicamente endeudado. Su esposa le pidió que se fuera de su lado y esto fue lo que realmente lo llevó a una depresión mortal. Buscó abrigo en el alcohol y el cigarrillo. Junto a otros intenté ayudarlo, poco a poco fue venciendo sus temores, emociones negativas, restauró su sistema de creencias, recuperó la esperanza. Nuevas puertas se abrieron para él. Y cuando logró nuevamente el equilibrio, su esposa lo buscó para una reconciliación. Me alegré al saberlo, pero él se mostraba atemorizado. Se había bloqueado ante tal posibilidad. Con un poco de ayuda creyó en la reconciliación y dos meses después tocó a mi puerta para darme esta lamentable y devastadora noticia.
Allí estaba frente a mí, fumando, destruido, llorando. Buscando un por qué, anclando otra vez en sus temores. Y yo enmudecido. Sabiendo que ya era hora de romper el silencio, pero inseguro de mis palabras. Sin embargo, las solté. Y él las escuchó.
-Gracias-. Me dijo con una calma que me asustó. -Debo irme-. Agregó.
-¿Qué harás?-.
-Dejame averiguarlo-. Respondió con una sonrisa forzada.
Aquella mañana lo observé alejarse sin sospechar que sería la última vez que lo vería. A los pocos días intenté localizarlo. Sus esposa me dijo que aquella mañana no volvió. Nadie supo más de él, ni sus padres ni sus hermanas. Y no hay una noche en la que no le ruegue a Dios por su bienestar.
Hoy a pasado un año y quisiera creer que mi amigo conservó sus ganas de vivir. Que ha recuperado el brillo en sus ojos. Que su corazón late con la fuerza de la esperanza. Que sonríe sin esfuerzo... Y por qué no, que ha encontrado un nuevo amor, o tal vez su verdadero amor.
Si tropiezas con uno con esta histria en sus hombros tal vez sea él. Te ruego le digas que espero volver a verle. Que guardo una colección de libros y películas para intercambiar con él. Que sigo creyendo en las palabras que un día Dios habló acerca de él. Que tengo un montón de historias que compartir, como en aquellos días, cuando hospedado en mi casa, platicabamos hasta amanecer.
Y si tu, mi brother, llegas a leerme, espero que vuelvas a tocar a mi puerta. Quisiera pedirte disculpas por haberte hecho volver a ella, en aquel entones pensé que era lo correcto. Quiero verte de nuevo jugar con mis hijos, ellos a veces preguntan por tí. Quiero escucharte hablar de proyectos, de ilusiones, debatir contigo puntos de vistas respecto a pasajes bíblicos, sobre actitudes. Que me cuentes de nuevo la historia de aquel 31 de diciembre cuando tenías nueve años.
Quiero caminar contigo otra vez a aquella plaza, a la plaza de nuestra niñez. De donde hace un año te ví partir.
Sus ojos estaban humedecidos. Sus labios temblaban al hablarme. Reconocí su emoción de inmediato. Parecía ira, pero era dolor.
Salí y nos dirigimos a la plaza cerca de mi casa. En el camino no soltó una sola palabra, y yo no me atreví a preguntar. Siempre he sostenido que en ocasiones el silencio es la mejor palabra.
Llegamos a la plaza. Me senté en uno de los banquillos esperando que él también lo hiciera. En cambio me dio la espalda y metió su mano izquierda en uno de los bolsillos de su pantalon. Sacó una caja de cigarros y un encendedor. Encendió un cigarro.
-Pensé que habías dejado ese tonto hábito-. Comenté sonriendo.
Él dio un giro hacía mí y absorbió una buena porción de nicotina, como si de ella dependieran sus fuerzas.
-¡Ella me engañó!-. Dijo ignorando mi comentario.
Su naríz humeaba, por un momento sentí que estaba frente a un dragón pues sus ojos también parecían encendidos en llamas. Su ira fue proyectada a mi alma a través de su mirada. Aquel fuerte sentimiento me levantó del banquillo impulsivamente.
"Esto no puede ser", pensé indignado como si aquella traición hubiera sido en mi contra.
La llama en sus ojos se fue apagando lenta y dolorosamente por las lágrimas que salían de ellos.
¿Cómo pudo pasar esto?, me pregunté. ¿Por qué? ¿Qué hago? ¿Qué le digo?
Mi amigo había recuperado su matrimonio dos meses atrás. Cinco años de matrimonio fueron quebrados por malas decisiones tomadas por él en torno a ciertas inversiones que lo llevaron a la ruina, quedó tragicamente endeudado. Su esposa le pidió que se fuera de su lado y esto fue lo que realmente lo llevó a una depresión mortal. Buscó abrigo en el alcohol y el cigarrillo. Junto a otros intenté ayudarlo, poco a poco fue venciendo sus temores, emociones negativas, restauró su sistema de creencias, recuperó la esperanza. Nuevas puertas se abrieron para él. Y cuando logró nuevamente el equilibrio, su esposa lo buscó para una reconciliación. Me alegré al saberlo, pero él se mostraba atemorizado. Se había bloqueado ante tal posibilidad. Con un poco de ayuda creyó en la reconciliación y dos meses después tocó a mi puerta para darme esta lamentable y devastadora noticia.
Allí estaba frente a mí, fumando, destruido, llorando. Buscando un por qué, anclando otra vez en sus temores. Y yo enmudecido. Sabiendo que ya era hora de romper el silencio, pero inseguro de mis palabras. Sin embargo, las solté. Y él las escuchó.
-Gracias-. Me dijo con una calma que me asustó. -Debo irme-. Agregó.
-¿Qué harás?-.
-Dejame averiguarlo-. Respondió con una sonrisa forzada.
Aquella mañana lo observé alejarse sin sospechar que sería la última vez que lo vería. A los pocos días intenté localizarlo. Sus esposa me dijo que aquella mañana no volvió. Nadie supo más de él, ni sus padres ni sus hermanas. Y no hay una noche en la que no le ruegue a Dios por su bienestar.
Hoy a pasado un año y quisiera creer que mi amigo conservó sus ganas de vivir. Que ha recuperado el brillo en sus ojos. Que su corazón late con la fuerza de la esperanza. Que sonríe sin esfuerzo... Y por qué no, que ha encontrado un nuevo amor, o tal vez su verdadero amor.
Si tropiezas con uno con esta histria en sus hombros tal vez sea él. Te ruego le digas que espero volver a verle. Que guardo una colección de libros y películas para intercambiar con él. Que sigo creyendo en las palabras que un día Dios habló acerca de él. Que tengo un montón de historias que compartir, como en aquellos días, cuando hospedado en mi casa, platicabamos hasta amanecer.
Y si tu, mi brother, llegas a leerme, espero que vuelvas a tocar a mi puerta. Quisiera pedirte disculpas por haberte hecho volver a ella, en aquel entones pensé que era lo correcto. Quiero verte de nuevo jugar con mis hijos, ellos a veces preguntan por tí. Quiero escucharte hablar de proyectos, de ilusiones, debatir contigo puntos de vistas respecto a pasajes bíblicos, sobre actitudes. Que me cuentes de nuevo la historia de aquel 31 de diciembre cuando tenías nueve años.
Quiero caminar contigo otra vez a aquella plaza, a la plaza de nuestra niñez. De donde hace un año te ví partir.
7 comentarios:
Me uno a tu esperanza y a tus oraciones.
Gracias.
De verdad deseo que tu amigo este bien,y que el reecuentro de ustedes sea mas pronto de lo que piensas.Conmovedor post.
Saludos.
Gracias por tus deseo. Yo espero que así sea.
Me uno también. Saludos.
Ay, se me rompe el corazón al leerte. Mi oración es que tu amigo regrese.
Gracias Claudia, también a ti Keila. Sé que tarde o temprano lo hará.
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