El siguiente post tiene como propósito introducir a una serie de artículos que estaré publicando algunos días bajo el titulo de UN MUNDO DE CRISTAL.
Tenia 18 años de edad, seis meses desempleado. Estaba a miles de miles kilómetros lejos de la casa de mis padres. Vivía alquilado solo en una habitación para estudiante, sin un centavo en mis bolsillos, sin alimentos para los próximos días y abandonado por los que, seis meses antes, decían ser mis amigos.
Era victima de una depresión de miserable pero tan viciado y esclavizado que esa mañana caminé a la avenida cumaná y esperé un taxi. Estaba parado con mi Biblia “Reina-Valera”, edición de bolsillo y tapa de cuero debajo de mi brazo derecho. Con un notable esfuerzo para oprimir el llanto le dije al taxista que me llevara al auditorio de la Facultad de Ingeniería en la avenida universidad aclarándole que solo tenía mi Biblia para pagarle. Diez minutos después bajé del taxi y entré al auditorio en el que nos reuníamos bajo el nombre de “Iglesia Cristiana Amor y Esperanza”. Entré sin Biblia y sin ánimo, con una extraña sensación que para entonces no podía describir ni entender: las cadenas que me sujetaban a un mundo de cristal, artificial y ficticio, empezaban a estorbar.
Dos años después tomé el mismo taxi, lo supe porque vi en el tablero del auto como un amuleto de buena suerte la Biblia con la que le había pagado, sin estar consciente eso era para mí en aquel entonces solo que yo la llevaba debajo de mi brazo derecho y no en el tablero de un auto.
Tenia 18 años de edad, seis meses desempleado. Estaba a miles de miles kilómetros lejos de la casa de mis padres. Vivía alquilado solo en una habitación para estudiante, sin un centavo en mis bolsillos, sin alimentos para los próximos días y abandonado por los que, seis meses antes, decían ser mis amigos.
Era victima de una depresión de miserable pero tan viciado y esclavizado que esa mañana caminé a la avenida cumaná y esperé un taxi. Estaba parado con mi Biblia “Reina-Valera”, edición de bolsillo y tapa de cuero debajo de mi brazo derecho. Con un notable esfuerzo para oprimir el llanto le dije al taxista que me llevara al auditorio de la Facultad de Ingeniería en la avenida universidad aclarándole que solo tenía mi Biblia para pagarle. Diez minutos después bajé del taxi y entré al auditorio en el que nos reuníamos bajo el nombre de “Iglesia Cristiana Amor y Esperanza”. Entré sin Biblia y sin ánimo, con una extraña sensación que para entonces no podía describir ni entender: las cadenas que me sujetaban a un mundo de cristal, artificial y ficticio, empezaban a estorbar.
Dos años después tomé el mismo taxi, lo supe porque vi en el tablero del auto como un amuleto de buena suerte la Biblia con la que le había pagado, sin estar consciente eso era para mí en aquel entonces solo que yo la llevaba debajo de mi brazo derecho y no en el tablero de un auto.
7 comentarios:
interesante tu anécdota Guzmar,pase a visitarte te dejo un abrazo
Gracias Zafiro, saludos.
y seguro que nadie te dijo nunca que se iba a romber!!
espero más historias chamito.
Uf!!!! Nadie me lo dijo, y vienen màs, màs que historias vienen algunas afirmaciones, espero que no sean mal interpretadas, aunque ya ni modo!!un Abrazo!
Seguire leyendo
Gracias jenny, espero sirva de algo, de algo positivo y no sea tomado como golpes al vacio.
:)
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