Dedicado a Maryurys, un ángel que roba historias a cazadores de historias…
- Déjame conocerte, no sientas temor- Dijo ella con dulzura y sinceridad. Atraída por el misterio en los ojos de él, sospechando que su silencio era el llanto de un alma herida y su sonrisa un maquillaje. Obsesionada por descubrir el origen de esas heridas, creyendo que podía curarlas con un toque.
Él la miró fijamente y su sonrisa se borró, como sintiendo una amenaza detrás de aquellas palabras.
- Disculpa, debo atender algunas cosas- Y así se excusó él. Lo dijo sin mirarla a los ojos, tal vez por temor, fingiendo distracción. Se levantó sin pronunciar una sola palabra más y abandonó la plazoleta de la facultad caminando de espalda a ella.
Ella lo observó salir y pararse frente a la parada de los buses estudiantiles.
Yo frente a ella observaba en silencio, sonriendo. Pensando que es absurdo proteger las heridas que no nos protegen, sino que nos privan de buenas experiencias; que a veces nos acostumbramos al dolor que las heridas nos producen; que inconciente o concientemente en ocasiones decidimos no renacer sino sumergirnos aun más dentro del mundo del dolor, creyendo que transitamos mas cómodamente por él porque ya conocemos sus veredas.
Pensaba también en que a veces nos resignamos a soñar con nuevos amores, sin querer despertar; que construimos logros deseados, en un mundo de fantasías que viene a constituir nuestra entera realidad; que establecemos metas por alcanzar, sin ánimo de dar el primer paso hacia las mismas.
Y ya no podía dejar de pensar, veía la silueta de aquel joven esperando su autobús y divagaba: preferimos crear personajes exitosos y audaces, leer historias de nuevas oportunidades, cualquier cosa antes de trazar nuevos intentos; a veces confundimos la soledad con el aislamiento, y otras veces rechazamos la ayuda de verdaderos ángeles que jamás sumarían daños a nuestras actitudes.
Aun así no me arriesgué a juzgarlo. Me distraje perdiéndole de vista. Miré dentro de mí y vi heridas aun abiertas para las cuales no he admitido cura. El recuerdo me señaló trayéndome la imagen de un ángel que una vez me sonrío. La memoria se unió al ataque presentándome un informe de las últimas obras que he leído, de los personajes que he creado, de las historias que he escrito, de los intentos ausentes y las oportunidades rechazadas que suman mis logros inexistentes. Al final del inventario estuve conciente de mi morbosa comodidad ante el dolor.
Cerré la obra que tenía en mis manos, la que leía antes de notar la presencia de aquella pareja frente a mí, y leí en la portada: “Los Hijos del Capitán Grant, de Julio Verne”. Entonces sonreí preguntándome desde cuando dedicaba tanto tiempo a la lectura de obras de aventuras. Levanté mi mirada y me di cuenta que ella aun estaba allí, sentada frente a mí, me regaló una cordial sonrisa que correspondí y al instante sentí que había visto esa sonrisa antes, en otro rostro. En ese momento vi al joven regresar hasta ella, no me había dado cuenta que mientras miraba dentro de mí él había dejado pasar el autobús que cubría la ruta hasta su casa decidiendo volver a la plazoleta a reencontrarse con ella que lo esperaba como segura de que volvería.
- Tal vez un restaurante sea mejor lugar para que me conozcas mientras almorzamos, ¿te parece?- Dijo él, luego de arrebatar los libros que ella sostenía en sus manos apoyándolos en sus piernas.
Ella se levantó con rapidez y lo abrazó sin decir nada, luego se separó de él y los vi caminar hasta la salida de la facultad.
“Solo es cuestión de decidir”, pensé. Busqué en el directorio de mi celular el número del ángel que una vez me sonrió. Contestó la operadora diciéndome que ella no podía atender mi llamada, que dejara un mensaje y a la brevedad posible me devolvería la llamada.
Corté sin dejar mensaje, “tal vez otro día”, me dije mientras guardaba nuevamente mi celular, y seguí leyendo el capítulo 7 de “Los Hijos del Capitán Grant”
- Déjame conocerte, no sientas temor- Dijo ella con dulzura y sinceridad. Atraída por el misterio en los ojos de él, sospechando que su silencio era el llanto de un alma herida y su sonrisa un maquillaje. Obsesionada por descubrir el origen de esas heridas, creyendo que podía curarlas con un toque.
Él la miró fijamente y su sonrisa se borró, como sintiendo una amenaza detrás de aquellas palabras.
- Disculpa, debo atender algunas cosas- Y así se excusó él. Lo dijo sin mirarla a los ojos, tal vez por temor, fingiendo distracción. Se levantó sin pronunciar una sola palabra más y abandonó la plazoleta de la facultad caminando de espalda a ella.
Ella lo observó salir y pararse frente a la parada de los buses estudiantiles.
Yo frente a ella observaba en silencio, sonriendo. Pensando que es absurdo proteger las heridas que no nos protegen, sino que nos privan de buenas experiencias; que a veces nos acostumbramos al dolor que las heridas nos producen; que inconciente o concientemente en ocasiones decidimos no renacer sino sumergirnos aun más dentro del mundo del dolor, creyendo que transitamos mas cómodamente por él porque ya conocemos sus veredas.
Pensaba también en que a veces nos resignamos a soñar con nuevos amores, sin querer despertar; que construimos logros deseados, en un mundo de fantasías que viene a constituir nuestra entera realidad; que establecemos metas por alcanzar, sin ánimo de dar el primer paso hacia las mismas.
Y ya no podía dejar de pensar, veía la silueta de aquel joven esperando su autobús y divagaba: preferimos crear personajes exitosos y audaces, leer historias de nuevas oportunidades, cualquier cosa antes de trazar nuevos intentos; a veces confundimos la soledad con el aislamiento, y otras veces rechazamos la ayuda de verdaderos ángeles que jamás sumarían daños a nuestras actitudes.
Aun así no me arriesgué a juzgarlo. Me distraje perdiéndole de vista. Miré dentro de mí y vi heridas aun abiertas para las cuales no he admitido cura. El recuerdo me señaló trayéndome la imagen de un ángel que una vez me sonrío. La memoria se unió al ataque presentándome un informe de las últimas obras que he leído, de los personajes que he creado, de las historias que he escrito, de los intentos ausentes y las oportunidades rechazadas que suman mis logros inexistentes. Al final del inventario estuve conciente de mi morbosa comodidad ante el dolor.
Cerré la obra que tenía en mis manos, la que leía antes de notar la presencia de aquella pareja frente a mí, y leí en la portada: “Los Hijos del Capitán Grant, de Julio Verne”. Entonces sonreí preguntándome desde cuando dedicaba tanto tiempo a la lectura de obras de aventuras. Levanté mi mirada y me di cuenta que ella aun estaba allí, sentada frente a mí, me regaló una cordial sonrisa que correspondí y al instante sentí que había visto esa sonrisa antes, en otro rostro. En ese momento vi al joven regresar hasta ella, no me había dado cuenta que mientras miraba dentro de mí él había dejado pasar el autobús que cubría la ruta hasta su casa decidiendo volver a la plazoleta a reencontrarse con ella que lo esperaba como segura de que volvería.
- Tal vez un restaurante sea mejor lugar para que me conozcas mientras almorzamos, ¿te parece?- Dijo él, luego de arrebatar los libros que ella sostenía en sus manos apoyándolos en sus piernas.
Ella se levantó con rapidez y lo abrazó sin decir nada, luego se separó de él y los vi caminar hasta la salida de la facultad.
“Solo es cuestión de decidir”, pensé. Busqué en el directorio de mi celular el número del ángel que una vez me sonrió. Contestó la operadora diciéndome que ella no podía atender mi llamada, que dejara un mensaje y a la brevedad posible me devolvería la llamada.
Corté sin dejar mensaje, “tal vez otro día”, me dije mientras guardaba nuevamente mi celular, y seguí leyendo el capítulo 7 de “Los Hijos del Capitán Grant”
12 comentarios:
No dejes pasar mucho tiempo, vuelve a llamar a ese angel que te sonrió en breve..
Besos y una cálida sonrisa
Bella historia...
Y es verdad no dejes pasar el tiempo.
Aaa y no Gusmar lo que yo subi es de Pablo Neruda.
Un beso!!
Vaya! quedè emocionada con la historia y con saber si alguna vez volviste a intentar llamar.
Que bonita historia!
Estimado.
Haz como el jóven, no tomes ese bus sin darte el tiempo de volver a aquel banco donde te espera aquella sonrisa de angel.
No hay peor trámite que el que no se hace, dicen por aquí en Chile.
La vida no es corta, tienes razón, pero los minutos pasan rápido.
Un gran observador/escritor como usted mi amigo no necesita que le diga "tome ese celular" ;)
Un abrazo fraterno.
Gracias por la calidad sonrisa, a veces los ángeles se visten también de sirena... ¿Cierto? Saludos.
Hola Lulú, gracias, y muy bueno lo que subiste, espero más... Abrazos.
Hola Jessi, siempre un placer recibir tus comentarios, bueno prometo una continuación, dame un tiempito. ¿Si? Saludos.
Enrique, primo, sé que es así, y si ud lo dice tal creencia obtiene más solidez, ya te daré noticias. Ah y la compañera de radio gustosa iría a chile para el entrenamiento...
Saludos brother.
¡Cuánta verdad encierran tus palabras! Es absurdo proteger las heridas que no nos protegen.
César es una gran persona y creo que tú también; sí, él me ha hecho postear, pero vosotros me haceis pensar, y mucho con vuestros comentarios y vuestro cariño.
Mil besos Gusmar, mil!!!
Dios!!!!!!!!!!!!!! cuánto diera por ser la que invita a tus ganas y alimenta tus deseos de llamar a mi celular........ tambien se que es bueno soñar............ mataría, hurtaría, me vendería, pecaría, gritaría, por robarte ese impulso.......... pero.......... bueno......... saludos para que te digo que me emocionó la lectura si lo sabes......que bello post.............estoy hablando mucho........... cuidate principe.....
Hola Reina, pues espero que sigas posteando!!! Gracias por pasar.
Hola Gata, gracias por pasar también, ella es una niña muy linda, todo un ángel.
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