viernes, 3 de febrero de 2012

LUCAS 7:11-17, UNA LECTURA LEJOS DEL REDIL.

En esta oportunidad y con mucha humildad quiero dedicar esta nota, como una expresión de cariño y gratitud, a Manuel Tovar, su esposa Miriam y su niña Gracia Libertad...

El evangelio según San Lucas relata una sorprendente historia y la biblia versión Reina-Valera, revisión 95, la titula: Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín.

Repito, es una historia sorprendente. La ocasión que se teje es digna de una buena lectura. Yo me senté cómodo, aproveché la soledad y el silencio e intenté caminar por la calles de Naín.

Una gran multitud conquistaba las calles. ¿Un evento? Sí. ¿Un buen evento? No.

Es una danza que atraviesa las calles, es la danza de la muerte. Y a su paso tributos de gemidos y lagrimas, los “¡Ay Dios mío!” que hablan de esa rebeldía que no permite la comodidad de la resignación, que indican que lo sucedido todavía tiene olor fresco, fresco pero no agradable. La víctima una viuda, que no solamente se enfrenta a diario contra la ausencia del marido, sino que ahora va sumando la partida de un hijo, por quien va danzando la muerte. El hijo que perdió era su único hijo, quedó sin familia. ¿Esperanzas? ¿Qué esperanzas podría tener? ¿Una resurrección? Ni en sueños, esas cosas han sucedido en siglos, ¿por qué sucederían ahora?

Yo voy por las calles, soy parte de la multitud que va junto a la viuda. Voy lamentando la situación, siempre he lamentado la muerte, lo lamento por el vacío que deja y que no es fácil de comprender. Hace dos años perdí a un amigo, un hermano, su partida me dejó una lección, me enseñó a valorar la muerte; cuando uno le da valor a la muerte se esfuerza por vivir con sentido, por dejar huellas, por amar con tanta intensidad y pasión que ese amor siga latiendo aun después de la muerte. Eso me lo enseñó él, que invirtió cada día en amar y en su eternidad. Pero sigue doliendo, voy caminando por Naín y voy recordando a mi amigo, sintiendo el vacío a pesar de la lección que me regaló. No sucedió un milagro, él no se levantó de entre los muertos, nunca he visto que algo así suceda, por qué sucedería hoy.

De repente pienso en las historias que escuché de profetas y ungidos por Dios que resucitaron muertos. Recuerdo la historia de Eliseo y la viuda de Sarepta. Pero, ¿podría suceder hoy? Pienso en el presente, todavía soy parte de la multitud que sigue a la viuda. Los profetas han desaparecido, no se habla de milagros, los ungidos fueron remplazados por “maestros”, “escribas”, “fariseos”. Ellos representan la autoridad y la voz de Dios. Si algún milagro va a suceder tendría que venir por medio de ellos. Pero ellos, ellos… Ellos no andan caminando por las calles buscando oportunidades para resucitar a alguien, no están interesados en dar consuelo, ni siquiera saben que existe la viuda, no van caminando con nosotros.

Pero un profeta ha salido a las calles, va caminando. No está en un templo esperando que lleguen las viudas a llorar sus muertos, no está interesado en sacrificios ni en control. Va por las calles, seguido de una multitud también, con él danza la vida, la esperanza, detrás de él los “¡Ay Dios mío!” tienen otro tono, de alegría, de asombro. Desde aquí veo su rostro, acaba de afligirse, se le nota en el rostro. Es que ha visto a una viuda llorando a su hijo, sin esperanza, tal vez también me ha visto a mí, lamentando la ausencia de profetas en las calles de Naín.

No lo creerán, pero Jesús, el Cristo, se detuvo frente a la viuda y le ha dicho “no llores”. ¿No llores? Sí. Y de inmediato resucitó a su hijo.

Sigo dentro de la historia, han pasado días. Hay un gran alboroto en la ciudad. La viuda cuenta una gran historia, jamás será olvidada, y yo, yo… Yo sonrío, existe uno que no anda buscando beneficios egoístas, que no está encerrado en un templo, que ha hecho de su vida un milagro para otros. Y pienso que sí hay esperanza, un mejor porvenir se asoma, tal vez pueda construirse una sociedad más calurosa, más unida.

Pero no sigo en la historia, y aquí lejos de Naín, muchos que dicen ser la autoridad y voz de Dios andan buscando beneficios propios, persiguiendo visiones de prosperidad que pretenden alcanzar mediante la esclavitud de otros. Estoy en la América Latina, donde los criollos, los de casa, los que deberían ser nuestros hermanos, se adhieren a teologías y doctrinas que no nos pertenecen y que solo sirven de armas en contra del bienestar común. Son expresiones de la colonización, y están colonizando como si fueran una nación extranjera, golpeando a los de casa. Algunos lo hacen sin saber que lo hacen, es la herencia que recibieron y no tienen la capacidad o no están interesados en desconocerla.

Viudas se van lamentando por las calles, huérfanos, divorciados, abandonados, víctimas de la pobreza heredada… Una legión de desafortunados va caminando, y los templos están repletos, muchos de los que están en los templos podrían juntar una fortuna para poner a andar un programa social a favor del bienestar, otros tantos tienen la fuerza para cumplir un trabajo comunitario significativo; pero están en los templos, dando gracias por la abundancia y rogando por los pobrecitos desdichados, y muchas de estas oraciones son solo una “lavadita de manos”, un argumento para silenciar la responsabilidad.

¿Hay esperanza? Sí. Claro que la hay. Cristo no se ha quedado en el templo. Yo sonrío, porque él viene por las veredas de la América Latina, y viene sintiendo compasión. Lo sé porque voy viendo grupos de personas a quienes el cristianismo heredado acusa de herejes, de contrarios, de minoría; éstos son despreciados pero no les importa, no pueden tocar a todas las viudas, pero hacen lo posible. Vienen dando el ejemplo, y sospecho que terminarán seduciendo a parte de la mayoría, los templos tendrán que convertirse en centros de refugio, en comedores sociales, en centros educativos, en oficinas para desarrollar programas sociales, tendrán que proclamar en los templos un evangelio congruente, un cristianismo ligado a Cristo, eso o se quedarán vacíos.

La América Latina gritará como se grita en la calles de Naín: “Dios ha visitado a su pueblo”. Será escenario de un avivamiento real, no de esas payasadas, de esos eventos que duran tres días y que solo sirve de escenario para la promoción de nombres y títulos, no de esas campañas proselitistas; será escenario de un avivamiento real, uno que dejará vacíos los templos porque nadie querrá perderse de la transformación social que estará ocurriendo en las calles… Y no estoy profetizando no declarando, no estoy adivinando el futuro, estoy leyendo el presente, lejos del redil, viendo el inicio que hace deducible y obvio un mejor porvenir…

2 comentarios:

Isa dijo...

¡Qué hermoso post!y que me viene muy bien al caso. ¡Cristo no se ha quedado en el templo! Algo muy cierto que he podido ratificar en toda esta semana. Y como dices tú: "vine a recorrer con nostalgia estas veredas" y aquí estoy haciendo lo mismo. Gracias por este hermoso post.
Bendiciones!!!!!

GUSMAR SOSA dijo...

Saludos Isa, gracias por pasar. Un abrazo desde aquí a toda la familia.