jueves, 2 de febrero de 2012

VOLVÍ A LEER MATEO 9:1-8.

No es fácil leer un libro como la biblia cuando se está inmerso en un mundo en el que todo ya se ha dicho y las verdades han sido definidas. Claro, depende desde el punto de vista del lector. Hace diez años era fácil para mí, era una ventaja saberlo todo ya, conocer “el pensamiento de dios y la intención de su pensamiento” en la “Palabra”; pero luego, cuando descubrí que el llamado “pensamiento de Dios” no era más que una idea construida y aceptada bajo el régimen llamado “tradición”, comenzó a estorbarme todo lo pre construido y pre establecido, entonces la biblia se me volvió complicada.

Dicen que estuve y algunos aseguran que todavía estoy “descarriado”, y es cierto; lo estuve cuando acepté los límites que me mantuvieron dentro de aquel redil de normas y estatutos, de tradiciones y costumbres, cuando “congregarme” bastaba pues no estaba “como muchos tenían por costumbre estar”; y también es cierto que todavía lo estoy, es que sigo andando por los caminos, lejos del redil, aunque prefiero llamarlo mi hogar, porque quiero pensar que al llegar lo sentiré mi hogar. Pero a pesar de que la biblia se me volvió algo complicado la he mantenido cerca de mí. No la considero “mi regla de fe”, es que ni siquiera considero que tengo fe. Contrario a eso reconozco y aseguro que a diario me azotan las dudas y no creo que la biblia pueda tener todas las respuestas, de hecho no se si existan las respuestas a todas mis dudas. Estar consciente de mi condición me ha ayudado, me permite estar atento en el camino y no olvidar que sigo siendo forastero.

Y hoy, en medio de mi andar, volví a leer Mateo 9:1-8.

Jesús volvió a su ciudad y le llevaron un paralítico tendido en una camilla. Es posible que muchos reconozcan la historia en este punto, en la biblia la titularon “Jesús sana a un paralítico”, pero no fue el acto principal de ese relato. Desde mi punto de vista y no “desde mi verdad” (pues no tengo verdades, sino muchas mentiras que me rodean y que son partes de lo que soy hasta ahora), el verdadero milagro no fue la sanidad del paralítico sino las palabras de Jesús.

Jesús ve al paralítico y a sus amigos y le dice al infortunado: “ten ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados”.

Mientras leía las palabras de Jesús pude ver los ojos del paralítico, del infortunado que no solo padecía una enfermedad física, sino que también llevaba dentro de sí el sentimiento de culpa, sentimiento profundo que puede matar el alma y entristecer para siempre la mirada, y cuando la culpa entristece la mirada todo lo que miras lastima, el pasado lastima porque te acusa, te condena, el presente lastima porque está encadenado y no hay alegría y el futuro porque solo te esperan días tormentosos, que azotan y siguen lastimando. Jesús vio dentro del hombre paralítico, y seamos honestos y realistas: no se necesita ser “el hijo de Dios” para saber que un paralítico, incrustado en una sociedad que señala de pecador a los infortunados y enfermos, se debe sentir culpable por su condición.

El paralítico necesitaba sanidad, es cierto. Pero más necesitaba redención, consigo, con su pasado, su presente y futuro. Necesitaba sanar su mirada. Podía sanar pero aquella sociedad lo seguiría llamando “el paralítico”, y no disfrutaría de la bendición recibida. Yo no se si Jesús tenía intención de sanarlo. Pero el narrador nos cuenta que algunos escribas decían entre ellos que Jesús “blasfemaba”. Por acercar su voz a un paralítico y decirle que el pasado no seguiría condenándolo, por eso blasfemaba; a ellos les molestaba la redención, tal vez porque bloqueaba su principal herramienta de proselitismo y esclavitud: la culpa. A los escribas no les convenía una sociedad libre de culpas, porque una sociedad libre de culpa no los necesitaría, no los respetaría, no se sentiría inferior a ellos. ¿Suena conocido? A mí sí. Yo fui parte de esa sociedad con culpa y dominada por “escribas”.

La actuación de Jesús, del Cristo, nos hace un llamado: vencer la culpa. No solo la nuestra, sino la impuesta desde las expresiones religiosas; nos invita a ser agentes liberadores, nos plantea el compromiso de “blasfemar”, de ir en contra de las técnicas de manipulación que han evolucionado. Los escribas representaban en cierta medida “la autoridad y las leyes”, pero cuando una autoridad pretende mediante sus leyes esclavizar y someter, entonces debe ser desconocida, esa es una ley, es la ley reflejada por los actos del Cristo.

Jesús confronta a los escribas y les pregunta: ¿Qué es más fácil, decir: “Los pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”?

Respondamos la pregunta. Es más fácil decir: “Los pecados te son perdonados”. La pregunta apuntaba en contra de los escribas, que pudiendo hacer lo fácil no lo hacían, porque en sus intereses no estaba el bienestar común; sus intereses estaban en armonía con el control, poder, egoísmo... Entonces Jesús no solo hizo lo fácil, sino lo difícil también: le dio la sanidad al paralítico.

Podemos hacer lo fácil, podemos esforzarnos más y hacer también lo difícil. Podemos solo sonreírle al que es azotado por el infortunio, podemos caminar un poco más y sentarnos a su lado, podemos ir más allá y conversar con él, escucharlo, pero también podemos dar un poco más y aportar a su bienestar.

No se con que intención el narrador al final dice: “La gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres”. No quiero asegurar nada, no puedo hacerlo, ya no, porque ahora solo tengo dudas; pero a mí me gusta pensar que ese versículo dice que algunos comprendieron el mensaje del Cristo, entendieron que el hombre tiene el poder de aportar al bienestar común, de construir una mejor sociedad, de mostrar bondad y combatir en contra del sometimiento y las técnicas de manipulación que enferman a la sociedad. Me gusta pensar que entendieron que se puede mirar a un paralítico, a un ciego, a una mujer adúltera, a un infortunado y sonreírle, decirle que no hay pasado que pueda condenarle porque la redención siempre está a la puerta. Y por qué no, de vez en cuando se puede ver un paralítico andando…

No hay comentarios: