La encontré acostada en una hamaca colgada en el porche de su casa. Me acosté a su lado quedando mis pies junto a su cabeza y los suyos junto a la mía. Sus padres salieron al porche y nos encontraron en plena batalla de cosquillas.
-¡Gusmar!- Exclamó su padre al verme- ¿Cómo estas?
- Bien, gracias y ¿ustedes qué tal?
- Estamos bien- Esta vez respondía su madre sonriendo, y luego su padre me preguntó:
- ¿Me acompañas al servicio esta noche?
- Seguro no hay rollo, pasas por mí.
Así se embarcaron en su camioneta y salieron dejándonos solos a Key y a mí. Y antes de poder reiniciar la batalla pendiente ella me miró, la forma como lo hizo anunciaba alguna tragedia.
Key es una niña de 20 años muy linda e inteligente, la conocí cuando ella tenía siete años de edad y yo trece. Sus padres son pastores en un pueblito llamado “Agua Santa”, amigos de los míos. Por mi costumbre de andar de “trotamundo” no atesoramos muchos recuerdos en común, pero si suficientes para reírnos de muchos desaciertos y reflexionar en lo poco que hemos compartido. Para mi es como una de mis hermanas. Si alguien se atreve a insinuarle que entre nosotros hay algo más que amistad ella responde: “él es como mi hermano”, y yo afirmo: “si no la hubiera conocido cuando era una “triponcita” tal vez” y ella termina golpeándome con su codo en mi estomago.
Tras aquella mirada la escuché decir:
- Me caso el 29 de este mes.
La noticia me alegró al instante, ya mi hermana menor me había comentado semanas atrás que ella pensaba casarse, no me pareció buena idea de momento, pues pensé que era muy joven para emprender tal viaje, pero igual me alegré por ella, y escucharla decírmelo personalmente me llenó de emoción por ella, la cual disimulé un poco ya que ella mantenía aquella mirada. Resultó confuso para mí por unos segundos y antes de manifestar mi confusión ella llevó sus manos a su vientre dándose tres palmaditas y fue suficiente para entender, aunque hubiera preferido que no hubiese nada que entender.
- ¿Te casas por eso?- Pregunté preocupado.
- Ya veníamos planeando casarnos hace unos cuatros meses. Tuvimos que adelantar la fecha.
Quedé en silencio por casi un minuto, sin dejar de ver sus ojos. Podía hacerle un millón de preguntas, o hacerle escuchar un sermón, reprocharle por no haber tenido cuidado y esperar hasta el matrimonio, podía decirle algo como: “has decepcionado a tus padres”, o “tu falta es un grave pecado”, pude haber hecho un “acto de confrontación” o tantas cosas más. Y la verdad, tuve deseo de hacer alguna de estas, no acabo de entender por qué, pero antes de hacerlo caí en conciencia de que seguro sus padre ya lo habían hecho, ya ella había escuchado todo el sermón al respecto, también pensé en estas alturas debió haber enfrentado la directiva de la pequeña congregación que pastorean sus padres, de seguro se le había impuesto cierta medida disciplinaria, y conozco el mecanismo y las sentencias de este tipo de directivas que muchas veces terminan alejando la esperanza de perdón y un mejor porvenir. Por la expresión en su mirada supe también que ha reflexionado mucho al respecto. Así que dejé a un lado el disimulo de mi emoción y con toda sinceridad y una gran sonrisa le dije:
- Un hijo es una bendición. Me alegro- Su mirada cambió al instante, como si hubiera estado esperando una reacción así. Al ver de nuevo el brillo en sus ojos le dije:
- Tendré que prepararte un “pollo con vegetales” para celebrar- Me reí pues siempre bromeamos con esta receta, y ella me golpeó en la cabeza con sus pies mientras reía también.
Se levantó de la hamaca y corrió al interior de la casa regresando rápidamente con un ecograma que mostraba el resultado del embarazo y una prematura foto de la criatura en formación.
- ¡Tienes diez semanas! Te falta poco ya- Dije riendo.
Ella me mostraba cada parte de la criatura de tres centímetros, presumiendo que si ya los brazos se están formando, que si lo otro, yo la escuchaba atento.
- Entonces el 29 se me casa una hermanita.
El resto de la tarde se me fue durmiendo al lado de ella, me sentía seriamente cansado por el trabajo nocturno previo al domingo. Al despertar ya sus padres habían llegado y ella me tenía una torta y un jugo de piña que disfruté.
De regreso a casa pensaba en qué sería de Key sin la corrección y apoyo de sus padres y la comprensión de sus amigos. Creo que he visto la respuesta en muchas jóvenes frustradas y abandonadas… ¿Por qué no extenderles la mano en señal de apoyo?
-¡Gusmar!- Exclamó su padre al verme- ¿Cómo estas?
- Bien, gracias y ¿ustedes qué tal?
- Estamos bien- Esta vez respondía su madre sonriendo, y luego su padre me preguntó:
- ¿Me acompañas al servicio esta noche?
- Seguro no hay rollo, pasas por mí.
Así se embarcaron en su camioneta y salieron dejándonos solos a Key y a mí. Y antes de poder reiniciar la batalla pendiente ella me miró, la forma como lo hizo anunciaba alguna tragedia.
Key es una niña de 20 años muy linda e inteligente, la conocí cuando ella tenía siete años de edad y yo trece. Sus padres son pastores en un pueblito llamado “Agua Santa”, amigos de los míos. Por mi costumbre de andar de “trotamundo” no atesoramos muchos recuerdos en común, pero si suficientes para reírnos de muchos desaciertos y reflexionar en lo poco que hemos compartido. Para mi es como una de mis hermanas. Si alguien se atreve a insinuarle que entre nosotros hay algo más que amistad ella responde: “él es como mi hermano”, y yo afirmo: “si no la hubiera conocido cuando era una “triponcita” tal vez” y ella termina golpeándome con su codo en mi estomago.
Tras aquella mirada la escuché decir:
- Me caso el 29 de este mes.
La noticia me alegró al instante, ya mi hermana menor me había comentado semanas atrás que ella pensaba casarse, no me pareció buena idea de momento, pues pensé que era muy joven para emprender tal viaje, pero igual me alegré por ella, y escucharla decírmelo personalmente me llenó de emoción por ella, la cual disimulé un poco ya que ella mantenía aquella mirada. Resultó confuso para mí por unos segundos y antes de manifestar mi confusión ella llevó sus manos a su vientre dándose tres palmaditas y fue suficiente para entender, aunque hubiera preferido que no hubiese nada que entender.
- ¿Te casas por eso?- Pregunté preocupado.
- Ya veníamos planeando casarnos hace unos cuatros meses. Tuvimos que adelantar la fecha.
Quedé en silencio por casi un minuto, sin dejar de ver sus ojos. Podía hacerle un millón de preguntas, o hacerle escuchar un sermón, reprocharle por no haber tenido cuidado y esperar hasta el matrimonio, podía decirle algo como: “has decepcionado a tus padres”, o “tu falta es un grave pecado”, pude haber hecho un “acto de confrontación” o tantas cosas más. Y la verdad, tuve deseo de hacer alguna de estas, no acabo de entender por qué, pero antes de hacerlo caí en conciencia de que seguro sus padre ya lo habían hecho, ya ella había escuchado todo el sermón al respecto, también pensé en estas alturas debió haber enfrentado la directiva de la pequeña congregación que pastorean sus padres, de seguro se le había impuesto cierta medida disciplinaria, y conozco el mecanismo y las sentencias de este tipo de directivas que muchas veces terminan alejando la esperanza de perdón y un mejor porvenir. Por la expresión en su mirada supe también que ha reflexionado mucho al respecto. Así que dejé a un lado el disimulo de mi emoción y con toda sinceridad y una gran sonrisa le dije:
- Un hijo es una bendición. Me alegro- Su mirada cambió al instante, como si hubiera estado esperando una reacción así. Al ver de nuevo el brillo en sus ojos le dije:
- Tendré que prepararte un “pollo con vegetales” para celebrar- Me reí pues siempre bromeamos con esta receta, y ella me golpeó en la cabeza con sus pies mientras reía también.
Se levantó de la hamaca y corrió al interior de la casa regresando rápidamente con un ecograma que mostraba el resultado del embarazo y una prematura foto de la criatura en formación.
- ¡Tienes diez semanas! Te falta poco ya- Dije riendo.
Ella me mostraba cada parte de la criatura de tres centímetros, presumiendo que si ya los brazos se están formando, que si lo otro, yo la escuchaba atento.
- Entonces el 29 se me casa una hermanita.
El resto de la tarde se me fue durmiendo al lado de ella, me sentía seriamente cansado por el trabajo nocturno previo al domingo. Al despertar ya sus padres habían llegado y ella me tenía una torta y un jugo de piña que disfruté.
De regreso a casa pensaba en qué sería de Key sin la corrección y apoyo de sus padres y la comprensión de sus amigos. Creo que he visto la respuesta en muchas jóvenes frustradas y abandonadas… ¿Por qué no extenderles la mano en señal de apoyo?
2 comentarios:
esto es la gracia: no tirar la primera piedra, sinó mostrar compasión y amor.... sí, es gracia de Dios, la que tiene por nosotros, que muchas veces no sabemos transmitir a los demás...
Una lección.
Gracias!
febe*
Hola Febe, a mí mismo me ha costado toda una travesía entenderlo, por eso en el relato comento: "...Y la verdad, tuve deseo de hacer alguna de estas, no acabo de entender por qué, pero antes de hacerlo caí en conciencia de que seguro sus padre ya lo habían hecho..."
Porque a veces olvidamos la gracias y necesitamos detenernos y reflexionar. Saludos.
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