Hola a todos, me senté para escribir y publicar, pero no tengo palabras. Tenía en mente escribirles sobre mi reciente viaje a Yaracuy, un estado de mi nación Venezuela, y sobre el asombro de ver a mi abuelo recorrer a pie su hacienda y supervisar los cafetales. Quería enlazarlo con la historia de Caleb y la conquista de Quiriat-Arba. En verdad tenía algo impactante para escribir que pudiera motivarles a seguir viviendo y hacer esfuerzos. Prometo que mañana o en unos días lo escribiré. Pues estas noches este tema arde en mi corazón. Sin embargo, hace cinco minutos, cuando apenas me introducía en la creación de entradas de blogger me llegó un msj de texto que me ha inquietado.
Y me hace pensar en cómo un mensaje, una noticia inesperada, cambia tus planes y puede incluso modificar el futuro que has planeado. Y esta quizá lo cambie, para bien si sé sacar lo mejor de los conflictos, lo cual estará a prueba en los próximos meses, o para mal si la desesperación y el temor a lo incierto nubla mis sentidos y pone obstáculos en mi relación con Dios.
Y claro nunca falta alguien que te diga "tanquilo todo es para bien". Pero es posible que tu has pensado lo que yo en este momento "y mientras tanto que hago sino comprendo..." Pero sé que todo volverá a la calma. Y si tengo que hablar de cómo me siento, solo puedo decir que anhelo de corazón que venga mi Señor y me recate de esta peregrinación que a veces duele. Sé que Él vendrá y me llevará algún día a mi hogar, porque siento que no pertenezco aquí. Este no es mi lugar, no es el tuyo tampoco, porque hemos sido creados para ser felices, para vivir plenamente, para sonreir, para no sentir dolor, ni enfermedad, para no sufrir. Pero mientras no estemos en nuestro hogar nada de esto será posible. Y entonces pienso no se trata de que Dios sea injusto, de que no tenga cuidado de mí o de tí. Se trata de que de alguna forma debemos vivir inconforme con nuestra vida aquí, porque solo así desearemos nuestro hogar.
Cuando niño, viví en una pequeña urbanización de la ciudad de Maracaibo. Recuerdo mi niñez como lo más pleno que he vivido. En aquel lugar quedaron mis amigos, quedaron mis años dorados, en los que los problemas me eran desconocido. En los que mi preocupación era terminar la clase del día para ir a la plaza de enfrente a jugar con los otros niños. Aquellos años sí que son inolvidables. En aquel lugar conocí a Jesús como Salvador y le dí mi corazón para que morara en él. Y en ocasiones ansío tanto volver a aquella casita en San Jacinto, ser niño otra vez. Pero hoy solo anhelo Su Venida. Quiero ver su rostro y sentir sus brazos cubriendo mi cuerpo, escucharle decir: "Ya todo pasó hijo mío, aquí estas en tu lugar, en tu hogar, junto a tu Padre, ahora, hijo, se acabó tu dolor".
¡Oh ven pronto Señor Jesús!
1 comentario:
Hola.
Gracias por el mail.
Parece que eres un verdadero hijo de Dios que anhela la comunion.
Sin embargo, Dios desea que tambien en esta tierra seamos felices. Tomando las mejores decisiones.
SAludos
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