Decidimos caminar porque el día era perfecto, tomé su mano pensando que no debería hacerlo pero deseándolo con el corazón.
Apenas sintió el toque de mis manos sus tiernos dedos se abrieron dejando espacio a los míos, y nuestras manos se enlazaron, mi alma se aferró a la suya y su corazón al mío. No eran solo dos manos enlazadas sino dos soledades, dos silencios, dos vidas llenas de nada.
Nos miramos y sonreímos, como dos niños. Yo, con mil argumentos; ella, con un millón de preguntas. Pero callamos, el día era perfecto para callar.
Aquel sendero que recorrí tantas veces, extraño para ella, despertaba mis miedos, agitando su tranquilidad. Quise detenerme, pero escogí la debilidad por ella y supe que no me arrepentiría al mirar sus lindos ojos brillar como la luna llena de mis noches oscuras y solitarias. Ella era feliz, y yo comprendí que mi felicidad estaba en ella.
Su alegría y sencillez, su dulzura y esperanza se adueñaban de mí. Quise resistirme, ella vencerme, pero ambos nos rendimos, el día era perfecto para rendirse.
Sin pensarlo me até a su libertad, solo ese día podía pasar, solo ella podía lograrlo, y ella lo sabía. Y entonces habló con dulzura, y su voz fue mi melodía, mi corazón latió al ritmo de su voz, y volví a vivir.
Quiero seguir vivo.
Apenas sintió el toque de mis manos sus tiernos dedos se abrieron dejando espacio a los míos, y nuestras manos se enlazaron, mi alma se aferró a la suya y su corazón al mío. No eran solo dos manos enlazadas sino dos soledades, dos silencios, dos vidas llenas de nada.
Nos miramos y sonreímos, como dos niños. Yo, con mil argumentos; ella, con un millón de preguntas. Pero callamos, el día era perfecto para callar.
Aquel sendero que recorrí tantas veces, extraño para ella, despertaba mis miedos, agitando su tranquilidad. Quise detenerme, pero escogí la debilidad por ella y supe que no me arrepentiría al mirar sus lindos ojos brillar como la luna llena de mis noches oscuras y solitarias. Ella era feliz, y yo comprendí que mi felicidad estaba en ella.
Su alegría y sencillez, su dulzura y esperanza se adueñaban de mí. Quise resistirme, ella vencerme, pero ambos nos rendimos, el día era perfecto para rendirse.
Sin pensarlo me até a su libertad, solo ese día podía pasar, solo ella podía lograrlo, y ella lo sabía. Y entonces habló con dulzura, y su voz fue mi melodía, mi corazón latió al ritmo de su voz, y volví a vivir.
Quiero seguir vivo.
5 comentarios:
hermoso relato Gusmar. El valor del amor, sólo por el amor.
un abrazo, amigo.
Sencillamente hermoso.
Hola Seda, el amor la fuerza que debería movernos siempre.
Roysa! Una alegria verte. Hermoso, aunque los días perfectos no debrían ser tan escasos.
gracias jamas imagine que sentias todo eso Tf
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