miércoles, 11 de junio de 2008

UNA MILLA MÁS.

Esta semana una serie de sucesos inesperados me han robado el tiempo. No he podido sentarme a escribir un post pendiente. A continuación los dejo con un relato extraido de uno de mis apuntes de hace dos años. Me gustaría postear el apunte completo pero temo que es muy largo para presentarlo en un solo post, espero que lo extraído genera reflexiones positivas en sus corazones. Saludos.

Nunca pensó que algo así pudiera sucederle. Se esforzó por ser un buen creyente, por desempeñar un excelente servicio en su congregación. Amaba a su esposa, sinceramente eso no debió haberle pasado, tal vez todo era una pesadilla, en algún momento despertaría.

La directiva de la iglesia le rodeaba, dedos se levantaban para señalarle mientras él escuchaba frases que le acusaban de traidor e impío. Un par de horas antes estaba frente a su esposa explicándole cuánto lamentaba su falla, anteriormente intentó disculparse con Dios, pero pensó que no merecía ser escuchado. Su esposa se limitó a escucharlo, en cuanto hubo terminado, ella simplemente abrió la puerta y se marchó. El silencio de su esposa lo dijo todo y él creyó entenderlo, la directiva de la congregación no callaría, la sentencia era de esperar.
Al hombre adúltero lo echaron de la congregación advirtiéndosele que evitara cualquier tipo de contacto con los miembros de la misma.
No me sorprende la decisión de la directiva, ellos son cinco creyentes con historias distintas pero atados a un mismo aspecto en su pasado: resentimiento.
Tres de los directivos eran hombres. Dos de ellos criados en el evangelio, sus padres les obligaron a vivir aislados, sin amistades fuera de la iglesia, bajo la supuesta intención de protegerlos y evitarles errores que los desviaran del camino; marcados por las actitudes paternas, en ocasiones recibieron severos castigos por sostener charlas con "malas juntas", el pecado para ellos era símbolo de destrucción, era un "sello maldito" que condenaba eternamente el alma sellada. El otro de los hombres olvidó a los dos años de convertido de dónde escapó. El daño que causó en él el pecado lo llevó a aborrecer cualquier manifestación pecaminosa, pero terminó aborreciendo al pecador también; la razón es obvia, fueron los pecados de sus padres los que lo condenaron a su fatal destino. Cualquier pecador reflejaba a la imagen de sus padres; no los perdona por los días de hambre, por los maltratos, por la falta de orientación que lo entregó a las drogas.
Las dos mujeres que conformaban la junta directiva no estaban juzgando a Carlos, sino a sus esposos. Ambas engañadas, una siendo cristiana y otra antes de serlo.
Sin embargo, Carlos camina de regreso a su casa pensando que es justo el trato recibido. Su mentalidad lo engaña, piensa que no solo merece el rechazo de su esposa y el de la directiva, Dios también debe rechazarlo. Al abrir la puerta de su casa se encuentra con una sorpresa, su esposa está sentada en la sala. La Biblia está junto a su mano derecha, lleva las mismas dos horas que la directiva estuvo juzgando a Carlos meditando en un pasaje bíblico.
María siempre fue una esposa sensata, sabía qué decir y en qué momento. Nunca fue líder en su congregación, no se le tomaba en cuenta para cargos significativos. Desde el momento en que recobró la cordura y dominó el llanto causado por la confesión de Carlos, pensó en la reacción de la directiva. Sabía que lo echarían de la iglesia. María quería dejarlo también, pero chocó con un pasaje que la obligaba a dominar su resentimiento y aunque no podía evitar ciertos pensamientos decidió controlar sus actitudes y comportamiento.
Carlos se sentó junto a ella, esperaba gritos, golpes, insultos. Esperaba recibir lo merecido. María lo miró a sus ojos, y tras una pausa le dijo:
"Desde el momento en que cometiste tu pecado heriste mi mejilla; impusiste una carga sobre mí; me causaste resentimiento, amargura y enojo, y sería fácil despojarme de esa carga si no te viera más. Desde que me confesaste tu pecado solo estoy carnalmente ligada a ti una milla, solo el tiempo que me llevaría recoger mis cosas o empacar las tuyas, solo mientras nos divorciamos. Sin embargo, correré contigo una milla más".

María decidió perdonar a Carlos, a pesar de que el pecado de su marido era una ofensa para ella. No solo lo perdonó sino que no lo abandonó. Ella tomó esta decisión porque encontró una verdad bíblica que la obligaba a eso, y es su responsabilidad permitir que esa verdad se adueñara de su actitud.
Hay una responsabilidad que trasciende los sentimientos y emociones, una responsabilidad que demanda sobriedad en todo momento. Esa responsabilidad atenta contra la forma natural en la que respondemos a las ofensas, en contra de nuestro orgullo, pero garantiza el cumplimiento del propósito divino en nuestras vidas. Garantiza un ministerio de vida y no de muerte, garantiza la extinción del resentimiento.

10 comentarios:

Patricia Fiorella dijo...

Por favor tienes que hacer un libro para tener todos estos escritos a mano, wooo que tremenda historia y como es nuestra reaccion ante hechos como este...me haz dejado pensando y aùn en nuestro caminar cristiano muchas veces tomamos las cosas de esa forma natural cuando en realidad deberiamos marcar la diferencia aùn en contra de nuestro orgullo como tu bien lo dices para el cumplimiento del propósito divino en nuestras vidas. Un fuerte abrazo y por favor sigue subiendo mas escritos saludos

GUSMAR SOSA dijo...

Hola Patty, y he visto muchas cosas aun mas fuerte que estas!!!yo mismo he tenido que estar en medio de una directiva que me juzga y sanciona porque les parezco "ecumenico", por simplemente tener amigos que son lideres catolicos y almorzar con ellos, conversar con ellos, etc. Es asombroso pero cierto,jajajaja. Saludos.

Keila dijo...

¡Qué historia! Pero estamos en el mismo pensamiento, Gusmar. A esto inexplicable se le llama "gracia". Lo mismo hizo Jesús por nosotros, perdonar y amar a pesar de nuestras ofensas. Sigue escribiendo.

Claudia L. dijo...

Interesante historia Gusmar.

"No me sorprende la decisión de la directiva, ellos son cinco creyentes con historias distintas pero atados a un mismo aspecto en su pasado: resentimiento".

Fascinante planteamiento el del resentimiento que lleva a estos hombres y mujeres a ser jueces inflexibles.

Sí, es una responsabilidad para con la vida, perdonar como hemos sido perdonados, no dar lugar al resentimiento.

Saludos.

GUSMAR SOSA dijo...

HolA Keila, así es, gracia es sinonimo de inexplicable, y es nuestro llamado reflejar la gracia depositada en nuestros corazones,saludos.

GUSMAR SOSA dijo...

Hola Claudia, escribí una vez una critica titulada NO SOMOS JUECES. Porque no lo somos, porque no estamos llamados a eso, es una crencia falsa y antibiblíca, solo que lideres tuercen las escrituras a conveniencia, pero ya Dios dará los veredictos, y gracias a Él por su mirada de amor. Saludos.

Susana dijo...

sinceramente me has dejado sin palabras, siempre he tenido en mi mente eso de "quien esté libre de pecado que tire la primera piedra..." un saludo y gracias por pasar por mi blog, su

GUSMAR SOSA dijo...

Hola Susana, es un placer pasar por tu blogs, seguiré visitandolo, me parece interesante. Saludos.

Varo dijo...

Así es la extinción del resentimiento como lo mencionas. Que es lo más difícil. No es fácil perdonar humillaciones en relación a lo que tu pareja cometió. Pero tampoco es imposible. Teniendo amor todo se perdona.

Saludos

GUSMAR SOSA dijo...

Concuerdo contigo, el amor cubre multitudes de faltas varo, saludos.