sábado, 24 de enero de 2009

EL HOMBRE DEL SUR.

Dedicado a mí amigo Enrique Crespo y su novia Abigail, brother, pronto nos vemos en el sur.

El sur tenía un nombre muy sencillo, era un espacio simple por lo tanto ofrecía una vida simple. Un lugar corriente, muy tranquilo para uno con espíritu “rebelde”.Esperó el momento oportuno, la excusa oportuna y partió… Directo al norte, sin pensar mucho en lo que dejaba detrás, es un equipaje muy pesado para un viaje tan largo.

Muchas veces cuando viajamos creemos llevar lo necesario, solo nos damos cuenta de ese error al buscar en el norte lo que solo existe en el sur. Entonces descubrimos que hay viajes que nunca debemos hacer. Pero si ya hemos partido no nos queda otra opción que la de sacar lo mejor del lugar donde estamos… Eso creemos, pero… ¿por qué no pensar en el regreso? Es parte de la maldición del norte, el orgullo de mantener la posición obstinada de encontrar el porvenir donde no es nuestro lugar.

Lo conocí en el norte, él en su cuadra y yo en la mía. El destino y sus trampas nos hicieron tropezar.

Hay trampas de las que no podemos escapar cuando pertenecemos al sur, hay lecciones que no podemos evadir aun cuando podemos no aceptar. Hoy he pensado mucho en ello, he recordado a aquel hombre del sur y he envidiado su valor, pues se necesita valor para aceptar las lecciones y volver al sur. Nunca nadie lo había hecho.

Al llegar al norte sintió haber alcanzado su primer logro, el norte es un lugar de independencia y eso es un logro que solo alcanzan los fuertes, eso creía yo. Aquí se confunde la libertad con la independencia, se confunden los valores, es decir, insistimos en devaluar lo que en verdad importa y así, poco a poco la brisa del norte va incrustando su polvillo en el corazón hasta revestirlo y hacerlo de piedra. Cuando el corazón se hace de piedra nos creemos superiores al ver las emociones enmudecidas.

Algunas noches la brisa del sur se cuela por las ventanas y acaricia el alma, entonces miramos la luna y ella nos habla con su reflejo. Esas noches recordamos aquel lugar a donde pertenecemos, pero ya no parece simple, vemos las aguas de los lagos donde reposa la luz de sol y al verlas podemos ver también nuestro rostro reflejado en ellas y es como si el sol brillara desde nuestra alma. Miramos los cerros que bordean el sur, y es asombrosa la pretensión de tocar el cielo.

Extraño el sur, hoy más que nunca lo extraño. Ese lugar donde las mujeres saben amar e incluso saben esperar a quien se ha ido dejando como única prenda una promesa, mujeres cuyas caricias pueden sanar las heridas más profundas del hombre y donde el hombre solo puede vivir para ellas, pues ellas lo son todo. Extraño esa tierra donde ves a los niños jugar y puedes ser uno de ellos. Hoy deseo ser un niño, para jugar libre, aun libre de la independencia. Tal vez sentiste eso aquella noche, amigo mío, tal vez por eso volviste, para ser de nuevo un niño. Es que aquí, lejos del sur, puedes ser todo lo que quieras pero nunca un niño. Aquí las sonrisas son maquillajes.

Él se cansó de las mentiras, de vivir amarrado a horarios absurdos, de no ser él mismo, se cansó de extrañar lo que podía tener, de desear tener al lado a su gran amor cuando aquel deseo una vez fue concedido, mucho antes de ser un deseo. Llega un momento en el que es ridículo estar lejos de lo cercano, si lo has sentido entonces eres del sur. Te das cuenta de que solo te separa una decisión y te preguntas cómo es que una palabra tan sencilla puede ocasionar una batalla tan difícil de ganar. Hoy me lo he preguntado.

Él se cansó de los ruidos del norte, esos que no te permiten escuchar tu alma, que te impiden soñar, es irónico, un sueño te lleva al norte y ese mismo sueño te roba la capacidad de soñar.

Pero él regresó, una noche la brisa del sur acarició su corazón y le pareció escondía la voz de aquella mujer, recordó su promesa de volver y así quiso acercarse a la brisa que jugaba con sus andares. Aquella noche, desde mi cuadra, lo vi partir y aquí estoy debajo de este árbol donde él se detuvo justo antes de que desapareciera ante mi vista y me pregunto qué hago aquí tan lejos del sur, este no es mi lugar.

Si debo sacar lo mejor de tu visita al norte diré que mostraste el camino al sur, si debo sacar lo mejor de mi visita escribiré entonces en este árbol que en la vida lo que vale es el amor, tan simple como eso, así es el sur.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy tierno Gusmar, que bello relato. De seguro los homenajeados se sentiran contentos de leerlo.
Yo ando en el norte, ya lo sabes, por aqui nos seguimos viendo.
Un abrazo.

Cien gotas de amor dijo...

esos ruidos que no te permiten escuchar tu alma, que te impiden soñar ... simplemente maravilloso !!!

Un beso,

Laura

Anónimo dijo...

:D
Sí mi amigo, así es el sur.
Mi muy estimado, estoy realmente lleno de emoción al leer este hermoso ensayo que tan bien capta las sensaciones y emociones que un hombre esté donde esté, siente por aquel lugar que es propio.

Aunque estoy físicamente en el Sur, sólo que siento que estoy en un viaje hacia mi Sur que aún no concluye. Qui´zas para alguien como yo el Sur no tiene fronteras ni lo controla una brújula...

Lo bueno es que cuando te acercas comienzas a sentir el aroma de la viñas y lo aromos. Y eso ya lo siento. El Eucalipto y los campos que al amanecer extienden esa brisa fresca llena de colores y aromas. Y tienes razón, aquí las sonrisas no está hechas de maquillaje.

Y brother, también espero que nos encontremos en el sur :). Muchas gracias, me honras con tus letras.

Un abrazo fuerte mi amigo. Aby te envía cariños.

Abigail dijo...

Que bien describes a la mujer sureña, una de las cosas que hacía antes que llegara él, era esperar y esperar al hombre que amo. Hoy esta acá y no pasa un día que no le demuestro mi amor....
Gracias, tus palabras me hicieron recordar algunos momentos no gratos, pero que hasta hoy me han ayudado a descubrir que no hay nada mas hermoso que amar y ser amada...

Abigail Andrades