domingo, 29 de junio de 2008

CARTA ABIERTA A UN AMIGO...ESCRITA DESDE UNA CUEVA. (CUARTA PARTE DE LA SERIE)

La razón por la que hago publica esta carta para mi amigo es porque por ser escrita desde una cueva y porque su destinatario influyó en mí y me enseñó a sobrevivir y encontrar lecciones en cuevas, considero que debe formar parte de esta serie, y sospecho que algunas de sus líneas podrían hacer resplandecer un rayito de luz a algún lector que pudiera hoy leer desde una cueva.
Creo que yo tenía nueve años de edad cuando por primera vez le vi entrar a mi hogar. No sospeché que era un buen amigo de mis padres, pero bastó un minuto para saberlo. Después de algunos años usted volvía a su tierra, la razón, por asuntos ministeriales. Sus visitas se hicieron un tanto frecuentes. Me gustaba escuchar las conversaciones entre usted y mis padres. En mi niñez lo vi como otro reverendo de la organización, solo que usted era de los más cercanos.
Pasado pocos años fuimos nosotros quienes nos alejamos de su tierra.
Y a mis dieciocho años de edad nos encontramos de nuevo. Esta vez no entraba a mi hogar, sino a mi corazón. Yo no vivía ya con mis padres. Y además de no tener nueves años, tampoco era ni la sombra lo que fui a esa edad. Me pareció extraño encontrarle, pero luego lo supe, no le encontré, ni siquiera nos encontramos, usted me buscaba y usted me encontró. Para entonces yo huía... Huía de mí mismo, de mi pasado... El pasado dolía y me obligaba a vivir en cuevas. Mi carácter había cambiado notablemente. Yo era cobarde, tímido, le temía a las multitudes y también a la soledad; mi alma llena de heridas, mi corazón detenido... No pensaba en el futuro, pues era incierto y sombrío... Me asustaba pensar en el futuro. Mis errores me acusaban, los fantasmas me abofeteaban y los fracasos se burlaban de mí. Esperé la ayuda o al menos la comprensión de algunos, en cambio recibí prejuicios y condenas. Y así aprendí a desconfiar.
Pero usted se acercó a mí. Y con la pericia de sus manos me pastoreó. Ni siquiera me obligó a salir de mi cueva, donde me sentía seguro... No hubo condiciones, no me dijo "para ayudarte debes venir a mi congregación", "debes reportarte cada domingo para poder vigilarte" "necesitas una disciplina de tantos meses"... No, nada de esto le escuché decir. Era usted quien entraba a mi cueva cada vez que debía hacerlo. Y muchas veces abandonó sus rutinas solo para asistirme. Ahora que lo pienso me doy cuenta que usted verdaderamente dejó las noventa y nueve, sin importar que yo era el que menos podía producir beneficio alguno. Nunca olvidaré aquellas palabras que de verdad causaron un efecto en mi corazón, usted me dijo: "Cuando eras niño te admiraba, por lo que hacías... y ahora sigo admirándote porque te has mantenido con vida y porque sé que podrás recuperar tu lugar".
Y así, con el tiempo, me di cuenta que podía salir... Y lo hice. Y recuperé mi posición, tal como usted me lo prometió, recuerdo cada una de sus promesas. Recuerdo todas las veces que enfrentó a colegas por mi causa y aun a dirigentes de su organización. Fue en ese tiempo que comprendí que usted había vuelto a su tierra porque Dios pensó en mí.
Hace un poco más de un año volví a perderlo de vista... No fue mi decisión, sino que he sido arrinconado a obligaciones que no me han permitido verle. Y créame, a sido un año muy duro para mí. Ciertas circunstancias me han tomado de sorpresa, sin estar listo he tenido que enfrentar ciertos cambios. He vuelto a visitar algunas cuevas, aunque esta vez no huyendo, sino buscando el eco de las enseñanzas que una vez recibí en esos lugares. Y si, aun me da por esconderme en esas cuevas, pero no de mí, sino de la gente que no debe verme llorar, que no debe observarme confundido, que no debe escuchar mis quejas; y no se trata de cuidar mi imagen, eso es lo menos que me importa, se trata de cuidarlos a ellos. Es difícil... es difícil no llorar cuando es lo único que puedes hacer... es difícil disimular tu confusión cuando en verdad no entiendes las cosas... es difícil no quejarse cuando es lo único que tienes en el corazón. Pero, a veces, es un deber.
Sin embargo, esta vez enfrento esta circunstancia como un niño... Tomado de la mano de la esperanza (ese ángel que usted me presentó una vez), luchando de vez en cuando con ángeles (dejando que éstos hieran mi muslo), soñando (con un mejor porvenir). Es cierto que a veces aparecen fantasmas aliados con mis errores y fracasos, ellos intentan burlarse de mí, pero he aprendido a vencerlos. También he aprendido a reírme del pasado, a no tomarme muy en serio. Sigo amando a la soledad, entendiendo que a veces debo dejarla ir y verla regresar. Mantengo mi servicio a Dios de la única forma que sé hacerlo, le confieso que a veces cuando lo hago debo luchar contra mí mismo. No he parado de escribir... Sigo cazando historias, escuchando a la gente. Intento ayudar a quienes me rodean.
No me sorprendió recibir su carta... Y el hecho de haya coincidido con mi madre y que ella le contara, justo en este momento, mi travesía durante este año no me parece casualidad, sé que me ha estado buscando. Pero la razón por la que escribo hoy es su pregunta al final... Usted me conoce, mejor que muchos. Usted sabe que continúa en mi corazón... Que no podría jamás sacarlo de esa lista... ¿Quién me enseñó a lidiar con las cuevas? ¿Quién fue el maestro enviado por Dios para devolverme mi niñez? Usted me vio llorar y lloró conmigo... Usted extendió su mano cuando todos la escondían. Si hoy existe esa lista es por personas como usted... Y aunque las cuevas siguen siendo frías y oscuras, es gracias al hecho de poder recordar que en esas cuevas usted pasó a ser de reverendo a amigo, y de poder recordar lecciones que solo existen porque usted estuvo en ellas junto a mí, que hoy sobrevivo.
Hay mucho aun que queda por decir, hay tantas cosas que quisiera contarle... Me gustaría poder encontrarle y gritar mis quejas y confusiones, pero sé que el momento llegará, y lo sé porque usted no podría llegar antes ni después.
Saludos a su amorosa esposa y su linda hija, amigo.

sábado, 21 de junio de 2008

HISTORIAS DE CISTERNAS,CUEVAS Y CÁRCELES (Tercera Parte).

Este post quiero dedicarlo a mi hijo Efraín, ayer cumplí 4 años de haber sido marcado con su nacimiento, ayer hace 4 años que le dio un nuevo significado a mi existencia.

- Disculpe Señor, ¿pero cómo es que ya se va?, pensé que me acompañaría en este lugar.
- Oh no jovencito, algunas cuevas son hechas para ser habitadas solo por una persona.
- Pero está muy oscuro aquí, y no estoy acostumbrado a tanto silencio, mucho menos a la soledad.
El anciano sonrió, y luego dijo:
- ¡Pues hoy es tu día de suerte! Aprenderás a amar el silencio y la soledad desde muy joven.
- Ahora que lo menciona -Interrumpió inquieto el joven- pensé que estos lugares eran para iniciarse, he leído todas las historias de cuevas y nunca imaginé que podría encontrar a un anciano en una... ¿A recibido ud una importante misión a su edad?
- Pues permíteme decirte que las cuevas están hechas hasta para los más ancianos, nunca se termina de aprender. Es muy útil leer las historias de cuevas y escucharlas también. Sin embargo, hay lecciones que solo puedes aprender cuando tú estas en una de ellas. Pero sospecho que nuestro encuentro tiene algún propósito así que ¿por qué no te sientas en esa roca? Voy a contarte una historia de un anciano en una cueva. ¿Has escuchado de Elías?
El joven que apenas se sentaba sobre la roca señalada por el anciano se levantó violentamente al escuchar aquel nombre.
- ¿Se refiere al Elías el vidente? No hay nadie en Israel que no haya escuchado de él, dicen que es un anciano, la verdad nunca le he visto, pero soy hijo de profetas... Conozco todas sus historias... Todas sus hazañas, sus profecías... Hace pocos días hizo descender fuego del cielo ¡demostrando al pueblo que solo Jehová es Dios! Desde entonces nadie le ha visto. Hay quienes dicen que está en algún lugar del desierto probablemente recibiendo alguna revelación de Dios. No puedo imaginas cuál será su próxima misión. ¿Qué puede ser más asombroso que hacer descender fuego del cielo? Ahora lo llaman el "profeta de fuego".
- Pues hay una historia que aun no ha sido contada, una que no conoces. ¿Estas listo para escucharla?
Se sentó nuevamente sin apartar su mirada del anciano, esperando ansioso el relato del anciano.
- Presta atención:
Conocía la soledad, también el silencio. Y al igual que tu, todas las historias de cuevas contadas y escritas. En su haber, hazañas jamás realizadas por otro mortal. Las cuevas no le asustan. A estado en ellas y si es cierto que son solitarias siempre, hasta ahora, podía contar con la compañía de cuervos que le sustentaban, Ángeles que le guiaban, o con la voz de Dios, quien en esas cuevas le guiaba hacia su próxima tarea.
No conoce el miedo. Pero una tarde, caminando por el desierto, huyendo del miedo para no conocerle lo encontró de frente. Éste era oscuro, más que las noches sin lunas sobre las ásperas arenas del desierto; silencioso, tanto que lo ensordece, que no le permite escuchar ni siquiera la voz de Dios. Y ahora que lo piensa, nunca... ni en las horas más silenciosas de su vida, había notado la ausencia de la voz de Dios. También era tenebrosamente solitario. Si alguien conoce la soledad, es este anciano profeta sin hogar, sin compañero, pues no expondría a nadie más a los peligros que le podrían amenazar a causa del desempeño de su servicio. Y allí, frente al miedo, se ve obligado a internarse en él.
- ¿En el miedo?- interrumpió el joven asombrado.
- Si en el miedo, es el único refugio frente a él. Al entrar un frío golpea su alma, y éste lo desnuda. Y por primera vez se pregunta qué habría sido de él de no haber sido escogido por Dios para ser vidente. Piensa que sería interesante saberlo, no es que desee no haber sido vidente, no es que en ese momento preferiría ser un esposo y padre, un carpintero o tal vez un pastor. Bueno si es todo eso, la verdad Elías desea ser un hombre normal, temeroso de Dios, pero normal. Es decir, con una familia, con un hogar, llegar las tardes a casa y ser recibido por ana amorosa esposa que te ha preparado la cena, respirar ese olor que ya conoces, que te dice que estas en casa. Ver a un niño correr hacia ti y escucharlo decir emocionado "papi llegaste". Pero sabe que ya no podría ser, que de todos los dones recibidos, y las señales permitidas, no recibió el poder de devolver el tiempo y cambiar su destino, y a decir verdad no tuvo elección para su destino, él fue sellado, su destino trazado, y esto que le transmitía paz y satisfacción hoy le duele hasta el alma. Si está consciente de eso ¿por qué insisten estos pensamientos en llegar? De repente se da cuenta que lleva largas horas viviendo como un mortal normal. Sí, en horas no ha escuchado la voz de Dios, en horas no ha recibido Su dirección, y esto no le gusta. "No podrías vivir una vida normal", piensa con frustración ante su descubrimiento. Aun así, hoy debe ser normal. Hoy debe aprender a asirse de Dios aun cuando no está su voz, aun cuando no hay señales por realizar, y peor aun, cuando no se sabe qué deberás hacer. Hoy es un día para olvidarse de los asuntos de la nación y del llamado, para enfrentar sus propios asuntos, aquellos de los cuales se ha mantenido distante, distraído. Pero en una cueva no hay distracciones; el tiempo se detiene para ti, y esto no es negativo. No quiere decir que todos se adelantan y tu te atrasas, por el contrario, te pones en sintonía
De repente una voz quiebra el silencio "¿Qué haces aquí Elías?" Apenas puede reconocerla, es la voz de Dios. Esta vez esa voz se originó en su interior, algo que nunca había experimentado. La respuesta es fácil, así que responde: "Estoy aquí por mi nación, por ti Jehová, porque buscan mi vida para matarme, y si eso sucede quién llevará a esta nación a tus pies".
- ¡Esa es la respuesta de un profeta!- Exclamó con mucha emoción el joven.
- No hijo, es la respuesta de uno que no admite sus miedos- Corrigió el anciano, logrando apagar la emoción del muchacho que ahora refleja confusión en su rostro.
- No entiendo.
- Su miedo era precisamente no responder como un profeta, dejar de serlo. Veras, todo hombre debe enfrentar el momento del relevo, de la entrega, del final.
- ¿Le tenía miedo a la muerte?- Preguntó sin poder creerlo.
- Más que eso. A veces nos da miedo admitir que llegan nuevos tiempos y otros deben tomar las riendas. Eso significa que debes confiar en que sin tí las cosas seguirán mejorando, pues no depende de lo que tú haces, sino de quien es el que actúa a través de ti. Debes confiar en la capacidad de otros. Debes creer y aceptar que no eres imprescindible. Y lo que has sembrado en el corazón de un hombre o un pueblo, de un hijo o un discípulo, crecerá y dará frutos, y tal vez, esos frutos serán tu único aporte. Y créeme que sin duda alguna, este aporte es el más significativo de un rey, de un maestro, de un padre, de un escritor, e incluso de un profeta.
- ¿El profeta de fuego entendió eso?
El narrador sonrió, y luego respondió:
- Si lo entendió, pero no fue en ese momento. Aquella voz lo guió justo a la salida de la cueva y frente al Monte Horeb...
- ¡Un momento! - Interrumpió nuevamente - ¿Frente a Horeb?, ¿Elías estuvo en esta cueva?
- Así es, y frente a Horeb pudo sentir la presencia de Dios pasando. Y tras su paso un viento poderoso y grande rompía los montes. Y luego del viento un gran terremoto hizo temblar la tierra, y luego fuego. Por último un acontecimiento nada asombroso, un simple silbo, apacible y delicado. Solo un detalle. Un silbo que quizá no notaria de no haber sido por su estadía en la cueva. Y era en ese silbo donde se escondía la más sublime manifestación de la presencia de Dios.
Elías es invadido por una profunda paz. No sabe que pasará después. No sabe si volverá a escuchar aquella voz. Pero mientras aquel silbo se desvanece, también sus miedos. Y mientras la noche se desvanece este hombre va entendiendo que podría no haber más señales, que podría no haber más misiones, que este mismo día podría entregar su puesto a otro y aun así Dios seguiría a su lado. Que su sublime presencia no se define por el bullicio o el silencio, sino porque sencillamente Dios está comprometido consigo mismo a acompañarle siempre. Y es así como Elías está listo para abandonar la cueva.
- Me ha gustado esta historia - Comentó el joven.
- Me da gusto que así halla sido, puedes contarla al pueblo al salir de aquí, o mejor aun, puedes escribirla. Veo en tus ojos que un día serán un gran cronista. Ya debo irme, sé que tu estadía aquí será fructífera.
- Espere un momento, no sé su nombre.
El anciano tomó su manto y lo colocó sobre sus hombros, y sonriendo de espalda al joven respondió:
- Según un jovencito que conocí en una cueva me llaman el profeta de fuego.

jueves, 19 de junio de 2008

HISTORIAS DE CISTERNAS,CUEVAS Y CÀRCELES (Segunda Parte).

¿Has soñado alguna vez?... Lo sé, lo sé... Es algo tonta mi pregunta. Y sé que lo sabes, es decir, que no hablo de sueños de noche, al menos no de los que tenemos dormidos e inconcientes. Estoy seguro que has soñado, porque antes de publicar este post le he orado a Dios, le he pedido que sea leído solo por soñadores. No es que me desagrade la gente no soñadora, tengo cantidades de amigos de este tipo y me agradan. Ellos me ayudan a mantenerme en equilibrio.
Creo que me he desviado un poco del asunto...
Volveré al punto...
Un soñador es aquel que estuvo en su futuro, así es, se le ha permitido estar en él solo por un momento, el tiempo necesario para saborearlo y alimentarse de esperanzas. Es aquel que no sabe estar cómodo y seguro, que no es aliado del conformismo. Pero hasta el más hábil soñador debe... (No me gusta decirlo)... debe ser internado alguna vez en una cisterna, cueva o cárcel.¿Por qué debe ser así?Hoy solo mencionaré dos razones:
1. Debe conocer de cerca y a detalles los sentimientos que intentan destruir la esperanza. Es la única forma de comprender a aquellos que no han soñado jamás y a quienes lo hicieron alguna vez pero luego se les hace imposible.
2. Estos lugares te permiten desintoxicarte, soltar el pesado equipaje de emociones y conductas que te harán más agotadora la caminata hacia el cumplimiento de tus sueños que, además, tus sueños sufrirán no una transformación, sino que podrás verlos como Dios los ha diseñado y no como tú quieres verlos.
Permítanme ilustrarles estos dos puntos con una de esas historias que leí repetidamente en aquel tiempo sin encontrar nada, pero que seguía leyendo porque si para algo hay tiempo en estos lugares es para leer.
Su nombre: Moisés. Edad: Ochenta años. Oficio: Pastor de ovejas... ovejas que no son suyas. Nacionalidad: Hebreo, bueno a decir verdad es solo un forastero en tierra ajena.Moisés no siempre fue anciano, no siempre fue pastor y no siempre fue forastero.
Pocos lo saben. Su pasado no es un asunto que quiere publicar o gritar a los cuatro vientos.
Alguna vez, cuando aquel pasado reinaba en su presente, se sintió orgulloso de lo que hoy fue. Paseaba por los jardines del palacio real del Faraón, disfrutaba de lujos inimaginables, y tenía una posición que pocos hebreos, a decir verdad, solo dos hebreos, han tenido en Egipto. Él era libre, mientras sus paisanos eran esclavos. Y estos esclavos murmuraban teorías sobre el futuro de Moisés, pues era un hebreo, y además, un príncipe. Y no hay un hebreo en Egipto que no conozca la historia de un hebreo príncipe que vivió hace cuatrocientos años antes del nacimiento de Moisés.
Él caminaba entre sus hermanos y observaba el duro trabajo que se les imponía bajo las más crueles condiciones que pudiera conocerse. Y en sus paseos llegó a escuchar las murmuraciones de sus hermanos acerca de él; fue en ese tiempo en el que descubrió lo que quería ser, cuando un sueño nació en su corazón: ser libertador de sus hermanos.Tenía las condiciones a su favor para ser un gran libertador. Y su sueño cada vez tomaba mejor forma, ideaba su plan perfecto, desde su punto de vista. Un día solicitaría una reunión extraordinaria en la que, frente al Faraón y todo su consejo, expondría argumentos irrefutables que harían inevitable el veredicto de libertad para el pueblo hebreo, lograría llevarlos al mismo nivel de los egipcios. Su pueblo depositaba sus esperanzas en Moisés. Sobre todo los más sabios y ancianos aquellos que conocían muy bien la historia y cada una de las profecías del Dios de Israel.
Moisés también tenía un carácter violento, esta era sin duda una de las cualidades más atractivas y pertinentes para el puesto que aspiraba. Solo había que esperar el tiempo y seguro ya estaba cerca; es que el protagonista de la leyenda del niño protegido por el río Nilo ya no es un niño, ahora es un hombre de cuarenta años. Pronto cuatrocientos años de esclavitud serían abolidos.
Pero allí se detuvo la historia. Y ahora Moisés camina una vez más, como en los últimos cuarenta años de su vida, en medio del desierto apacentando las ovejas de su suegro, intentando olvidar un pasado que duele, que frustra, que no le permite aceptar su presente y que por eso desea tanto olvidarlo, no es que no le agrade su esposa o su hijo, lo que sucede es que... es que sus sueños se han roto, y una vez estuvo en el futuro y hubiera sido bueno estar allí con su esposa e hijo, pero allí.
¿Cómo es que una historia que comienza como la de este hombre puede terminar asì?No le pregunten a él, Moisés tiene la respuesta, ha tenido cuarenta años para pensar en ello, pero no te daría la respuesta real, solo te diría: "Verás, maté a un egipcio por defender a mis hermanos y esos ingratos terminaron delatándome, y aquí estoy, escondido de la ira del Faraón". Pero esa es otra razón por la que no comenta su pasado, es la única forma de no tener que contestar preguntas.
Solo dos personas en Madián conocen su pasado: Su suegro, un hombre sabio, que no hace preguntas y cuyos comentarios producen sed, a Moisés le incomodan sus comentarios, pero sabe que su suegro es sabio. La otra persona es Séfora, su esposa, ella lo ama, acaricia sus frustraciones, apacigua la ira que causa no estar donde debes estar.
Él no lo sabe, porque ella es prudente, pero ella lo ama tanto que odia verlo partir cada verano con las ovejas de su padre. Y no se trata solo por la distancia que los alejará durante algunos días, sino también porque justo después del abrazo de despedida, y de verlo darle el beso de adiós al pequeño Gersón, ella puede ver en los ojos de su marido la amargura que él intenta ocultar. Es que una esposa y un buen amigo siempre saben.
Ella lo observa alejarse cada verano y solo cierra sus ojos y desde su corazón hace una petición al Dios de su padre: "Buen Dios Misericordioso, llévalo a su destino", y nuestro buen Dios sabe a qué se refiere ella.
Y allí va atravesando el desierto un pastor que debió ser libertador, un hombre que una vez fue violento, que tuvo oportunidades, que tuvo un sueño. Hoy no es más que un anciano que cometió un error y cuyo error le costó su destino; hoy es temeroso, dócil, humilde de espíritu, es paciente aunque no en el grado que debería, pues es casi un resignado, y eso no es paciencia pura, pero es estar más cerca de la paciencia que cuando se es soberbio; hoy no tiene oportunidades, no puede ser visto.
Hoy es un hombre que vive en una cueva, una muy grande, llamada Madían, pero cueva al fin. Un hombre por quien nadie daría un centavo...Nadie excepto uno... Uno que detendría el movimiento de la tierra por él, uno que apagaría el sol por él, que bajaría la luna y las estrellas a sus pies... Uno que diseñó el más hermoso sueño para él... El mismo que lo llevó por un momento al futuro... Que ha estado esperando cuarenta años para sorprenderlo y decirle: "Moisés tu sueño... Tu sueño hoy lo haré realidad, porque hoy estás listo para recibirlo". Uno que hoy a hecho arder una zarza y ha dejado escuchar una voz, una dulce y amorosa voz, solo para él. Una voz que sana cualquier herida que puede causar un desierto, una voz que disipa totalmente la frustración y cualquier sentimiento negativo, dejando solo un conocimiento acerca de ellos. Una voz que le da forma al carácter dócil, que lo moldea cual alfarero al barro.
Y al culminar el verano Séfora, con Gersón en sus brazos, ve volver a Moisés con las ovejas de su padre. Pero el que viene es un hombre diferente y al tenerlo frente a ella y mirar sus ojos lo sabe: Dios ha contestado su oración.
Ella sonríe, quizá no lo tendrá en casa tanto tiempo, tal vez deba compartirlo con el pueblo hebreo, pero ella lo ama...punto.Y Moisés en un par de días lo sabrá... Fue necesario estar en Madían... Fue necesario cambiar...

lunes, 16 de junio de 2008

HISTORIAS DE CISTERNAS, CUEVAS Y CÁRCELES. (Primera Parte)

Antes de iniciar esta serie debo darle credito a una Brisa que sopla por estos lados, quien con serias preguntas me ha hecho sentarme y reflexionar por largas horas sobre el tema que les presento.

-Dios es fiel y hará de ti lo que prometió, un día comprenderás que todo esto fue necesario- Su tono paterno, sus ojos reflejaban convicción, sus grandes y fuertes manos transmitían fortaleza.
Lo vi subir al expreso que una vez màs lo alejaría de mí, y como siempre sus palabras se hospedaron en mi corazón. Incliné mi rostro y pensé “por qué ahora me cuesta tanto creerlo”. Claro yo siempre lo creí pero en este momento estaba sin recursos, sin oportunidades, las condiciones no eran favorables, metido en una cisterna y a mi criterio todo empeoraba cada vez más, mi barca hecha pedazos y mis redes rotas.
Pero esa noche llegué a casa con una firme convicción: luchar, luchar para recuperar mis creencias. Esa misma noche tomé la Biblia y busqué algún pasaje que me ayudara a entender algunos principios para poder anclar, algún relato que me inspirara, pero era como si las escrituras estuvieran selladas para mí. Era como si no podía encontrar nada nuevo, como si las hubiera leído demasiado. Aun así decidí dormir convencido de que Dios seguía siendo fiel.
Al amanecer nada cambió, ni al día siguiente, ni la semana siguiente… No hubo formulas mágicas, ni oraciones modelos, no encontré un atajo para evitar la cruel caminata por el quebrantamiento, y créanme no percibí, durante lo que pudiera llamar el proceso, como todo fue cambiando para bien. Cuando todo pasó me pregunté ¿Cómo? Y fue entonces cuando comprendí.
Por favor discúlpenme si este post no ofrece fórmulas mágicas, me gustaría tenerlas para uds; pero hay procesos en esta vida que no deben evitarse, o debo decir, a quienes se les a confiado una promesa que implica un bien colectivo se les a entregado también un boleto de entrada para la más antigua institución sobre la tierra la institución del quebrantamiento; donde el carácter ha de ser transformado paulatinamente para hacerlo congruente a la promesa recibida, donde se fabrican los sueños que ya han sido diseñados por Dios y depositados en los corazones de los hombres, a la que debes entrar sin barcas y sin redes, pues es necesario estar quietos, sin distracciones, y sin posibilidad de tomar otra opción, otro rumbo.
¿Y cómo entramos? No lo hacemos, somos arrojados. José nunca se lanzaría a aquella cisterna por decisión propia, David no se habría mudado a la cueva de Adulam, dejando la comodidad de su hogar y alejándose del lujoso palacio real, Elías no decidiría por una cueva como refugio de no haber serias razones que le obligaran, Jeremías jamás abandonaría un seguro servicio en el templo para entrar en una cárcel, y yo… yo no entregaría un futuro prometedor dentro de una organización en la que a una corta edad ya tenía bases sólidas. Pero José tuvo hermanos envidiosos que lo arrojaron en una cisterna, David un rey celoso y con temor de ser desplazado, o como diría un amigo “inquieto por la sombra que David hacía sobre él”, Elías tuvo una reina resentida por el efecto de su ministerio sobre la nación, Jeremías fue encarcelado por hombres descontentos a causa de sus palabras y yo por lideres que no aceptaron que la gracia de Dios no solo cubre los pecados, errores y fracasos del hombre sino también mantiene vigente las promesas de Dios.
Así que lo que te obliga a entrar en la institución del quebrantamiento son: la envidia, los celos, el resentimiento, el descontento y el legalismo que actúa sobre quienes quizá deberían encaminarte hacia tu bienestar y propósito. De manera que, no hay por qué guardar odio en nuestros corazones hacia quienes solo han sido utilizados por estos factores, y que, además, en sus intentos por dañarnos bajo móviles inciertos, han logrado encaminarnos al lugar donde seremos procesados para bien. De no ser así seríamos nosotros mismos quienes arrojaríamos a otros dentro de una cisterna.
En este punto seguro habrá alguien a quien las historias de cisternas, cuevas y cárceles no les agrade. Que diga "como cristianos estamos llamados a una vida plena", "debemos reclamas las bendiciones de Dios", "no fuimos creados para la pobreza ni el sufrimiento", etc. Pues en todas estas declraciones hay cierto grado de verdad, pero no se puede negar la existencia de una institución llamada quebrantamiento. Esta institución ha formado reyes, principes, profetas, y hasta a un Salvador. Y este último a quien seguimos y de donde se desprende, o debería desprenderse lo que llamamos cristianismo, no ocultó la necesidad y posibilidad de que tu y yo entremos a esa institución, antes bien, nos alertó sobre ello.

En los siguientes días y por un tiempo determinado estaré compartiendo con uds algunas historias que nos ayudarán a comprender mucho sobre cisternas, cuevas y cárceles, sobre barcas destrozadas y redes rotas, sobre la más importante institución, la institución del quebrantamiento.

miércoles, 11 de junio de 2008

UNA MILLA MÁS.

Esta semana una serie de sucesos inesperados me han robado el tiempo. No he podido sentarme a escribir un post pendiente. A continuación los dejo con un relato extraido de uno de mis apuntes de hace dos años. Me gustaría postear el apunte completo pero temo que es muy largo para presentarlo en un solo post, espero que lo extraído genera reflexiones positivas en sus corazones. Saludos.

Nunca pensó que algo así pudiera sucederle. Se esforzó por ser un buen creyente, por desempeñar un excelente servicio en su congregación. Amaba a su esposa, sinceramente eso no debió haberle pasado, tal vez todo era una pesadilla, en algún momento despertaría.

La directiva de la iglesia le rodeaba, dedos se levantaban para señalarle mientras él escuchaba frases que le acusaban de traidor e impío. Un par de horas antes estaba frente a su esposa explicándole cuánto lamentaba su falla, anteriormente intentó disculparse con Dios, pero pensó que no merecía ser escuchado. Su esposa se limitó a escucharlo, en cuanto hubo terminado, ella simplemente abrió la puerta y se marchó. El silencio de su esposa lo dijo todo y él creyó entenderlo, la directiva de la congregación no callaría, la sentencia era de esperar.
Al hombre adúltero lo echaron de la congregación advirtiéndosele que evitara cualquier tipo de contacto con los miembros de la misma.
No me sorprende la decisión de la directiva, ellos son cinco creyentes con historias distintas pero atados a un mismo aspecto en su pasado: resentimiento.
Tres de los directivos eran hombres. Dos de ellos criados en el evangelio, sus padres les obligaron a vivir aislados, sin amistades fuera de la iglesia, bajo la supuesta intención de protegerlos y evitarles errores que los desviaran del camino; marcados por las actitudes paternas, en ocasiones recibieron severos castigos por sostener charlas con "malas juntas", el pecado para ellos era símbolo de destrucción, era un "sello maldito" que condenaba eternamente el alma sellada. El otro de los hombres olvidó a los dos años de convertido de dónde escapó. El daño que causó en él el pecado lo llevó a aborrecer cualquier manifestación pecaminosa, pero terminó aborreciendo al pecador también; la razón es obvia, fueron los pecados de sus padres los que lo condenaron a su fatal destino. Cualquier pecador reflejaba a la imagen de sus padres; no los perdona por los días de hambre, por los maltratos, por la falta de orientación que lo entregó a las drogas.
Las dos mujeres que conformaban la junta directiva no estaban juzgando a Carlos, sino a sus esposos. Ambas engañadas, una siendo cristiana y otra antes de serlo.
Sin embargo, Carlos camina de regreso a su casa pensando que es justo el trato recibido. Su mentalidad lo engaña, piensa que no solo merece el rechazo de su esposa y el de la directiva, Dios también debe rechazarlo. Al abrir la puerta de su casa se encuentra con una sorpresa, su esposa está sentada en la sala. La Biblia está junto a su mano derecha, lleva las mismas dos horas que la directiva estuvo juzgando a Carlos meditando en un pasaje bíblico.
María siempre fue una esposa sensata, sabía qué decir y en qué momento. Nunca fue líder en su congregación, no se le tomaba en cuenta para cargos significativos. Desde el momento en que recobró la cordura y dominó el llanto causado por la confesión de Carlos, pensó en la reacción de la directiva. Sabía que lo echarían de la iglesia. María quería dejarlo también, pero chocó con un pasaje que la obligaba a dominar su resentimiento y aunque no podía evitar ciertos pensamientos decidió controlar sus actitudes y comportamiento.
Carlos se sentó junto a ella, esperaba gritos, golpes, insultos. Esperaba recibir lo merecido. María lo miró a sus ojos, y tras una pausa le dijo:
"Desde el momento en que cometiste tu pecado heriste mi mejilla; impusiste una carga sobre mí; me causaste resentimiento, amargura y enojo, y sería fácil despojarme de esa carga si no te viera más. Desde que me confesaste tu pecado solo estoy carnalmente ligada a ti una milla, solo el tiempo que me llevaría recoger mis cosas o empacar las tuyas, solo mientras nos divorciamos. Sin embargo, correré contigo una milla más".

María decidió perdonar a Carlos, a pesar de que el pecado de su marido era una ofensa para ella. No solo lo perdonó sino que no lo abandonó. Ella tomó esta decisión porque encontró una verdad bíblica que la obligaba a eso, y es su responsabilidad permitir que esa verdad se adueñara de su actitud.
Hay una responsabilidad que trasciende los sentimientos y emociones, una responsabilidad que demanda sobriedad en todo momento. Esa responsabilidad atenta contra la forma natural en la que respondemos a las ofensas, en contra de nuestro orgullo, pero garantiza el cumplimiento del propósito divino en nuestras vidas. Garantiza un ministerio de vida y no de muerte, garantiza la extinción del resentimiento.

lunes, 9 de junio de 2008

HABLANDO DE PROMESAS.

A razón del post anterior publicado el viernes 6 de junio titulado UNA PROMESA ES SOLO EL INICIO he decidido hoy extraer una porción de un manuscrito que escribí hace dos años, y cuyo tema se relaciona con el post anterior, para presentarlo como una continuación. El manuscrito lo he llamado EL SENDERO DE UNA PROMESA, aun no lo he publicado ni lo he presentado a un editor, pues espero el mejor momento. Espero que esta porción sea de bendición para ustedes.


Cuánto tiempo esperando respuestas, qué necesarias son. Miramos al cielo consciente de la existencia divina, consciente de que una palabra del Creador y todo cambiará, no sospechamos que hay un error en la forma como percibimos esto.

Cuando Dios rompe el silencio y vemos el cielo abrirse para nosotros estamos listos para ver nuestros temores huir, y desaparecer la insatisfacción, pero pasan los días y nada ha cambiado.
Cuando un capítulo se cierra señala el inicio de otro.

Una promesa divina es solo el inicio de una serie de circunstancias que nos capacitarán para disfrutar de su cumplimiento.

Cuando Dios comunica una promesa sólo está haciendo eso, comunicando; no significa que acaba de tomar tal decisión.

Su promesa es parte del plan que ha elaborado hace siglos. Antes de nuestro nacimiento Él tomó la decisión que ahora te comunica como una promesa. No hay razón para pensar que de plano las circunstancias se tornarán a tu favor. Dios quiere afectar tu ser interior, quiere darte un ancla para que estés firme en medio de la tempestad, darte una razón para avanzar y estar sobrio.

La promesa de Dios no debe afectar tus emociones, más bien tu actitud, tu noción de la vida. Cuando permites que esta afecte solo tus emociones, pondrás tus manos en el timón y querrás observar como las aguas reposan y los vientos cesan; pero cuando permites que sea tu actitud la afectada, pondrás tus manos en el timón y estarás listo para timonear tu alma en medio de la tempestad.

El cansado pescador estará mucho tiempo con sus manos en el timón esperando que la tempestad se calme, pero pronto se dará cuenta de la necesidad de timonear. Casi al final de su vida, después de llevar años timoneando, seguro del conocimiento adquirido a lo largo de la vida y llevado de la mano por aquel que le prometió una vez hacerlo pescador de hombres, escribió:

"Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magnificas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina".
(2 P. 1:4; NVI).

Años antes ni él mismo, imaginó que escribiría estas palabras, no estaba familiarizado con ese léxico, no tenía el conocimiento necesario. Sus palabras y actitudes se limitaban al contexto en el que se desenvolvía; ahora ha entendido que una promesa es solo el inicio, y que hay un sendero entre la promesa y su cumplimiento, yo lo he llamado: el sendero de la promesa, sendero por el cual podemos escapar de la corrupción del mundo, sendero en el que nos despojamos de los malos deseos que originan tal corrupción; ese sendero, al llevarnos al cumplimiento de las promesas, nos lleva también al propósito de tales promesas: permitirnos tener parte en la naturaleza divina.

El pescador conocido como Simón, caminó por el sendero de la promesa; al principio desorientado, pero luego se convirtió en un guía para quienes iniciaban su recorrido por el sendero. Como quien llega a una ciudad sin conocerla y decide tomar un autobús, sin saber a donde se dirige, sólo para contemplar algunas calles, y luego se da cuenta que está perdido y no sabe a dónde regresar; pero basta algunos meses en la ciudad para conocer los puntos estratégicos y ubicarse... algunos años después está listo para orientar a otros que llegan a la ciudad y pasearlos por todos los rincones de la misma.

Mientras caminas por este sendero conocerás la razón por la cual las cosas a tu alrededor no cambian por sí sola, aprenderás a generar el cambio partiendo de tu cambio, aprenderás las lecciones básicas que te capacitarán para recibir el cumplimiento de la promesa que Dios te regaló.

No sé en que punto del sendero te encuentras, pero si te has detenido, o haz sido forzado a detenerte por las circunstancias adversas, y llevas tiempo pensando que no vale la pena continuar; puedo decirte que si vale la pena, pues si recibiste una promesa, haz recibido un cupón para su cumplimiento.

Al final del sendero encontrarás no solo tu promesa cumplida, también el conocimiento pleno de la razón de ésta, y ese conocimiento estará ligado a tus decisiones, a tu comportamiento, a tu voluntad; tus prioridades serán otras, las mismas de tu Creador, tus intereses serán otros, los mismos de tu Creador. Tus sentimientos, tu carácter, tu ética, serán fieles réplicas de los aspectos de la condición divina; tus percepciones serán el resultado del conocimiento de Dios.
Entonces contemplarás el sendero desde el final y te aseguro que compartirás la reflexión que quizá ya muchos han formulado:

"¿Quién iba a pensar que una promesa, sería solo el inicio?”

viernes, 6 de junio de 2008

UNA PROMESA ES SOLO EL INICIO...

Violento, caprichoso y solitario... Así es el mar, y él es un reflejo del mar. Tal vez por eso lo adoptó como refugio, quizá por eso optó por aquel oficio.
Las tempestades peligrosas, una persona corriente se mantendría fuera del alcance de una tempestad; pero incomprensiblemente era en esos momentos en que encontraba su paz, al menos eso creía él. En medio de una tempestad tienes que ignorar tus frustraciones, no hay tiempo para lamentarse por las malas decisiones, no puedes darte el lujo de quejarte por tu condición, debes concentrarte en sobrevivir, en mantenerte a flote. Y aunque en medio del mar el frío de la noche puede herir tu alma nadie lo sabrá, solo serán la noche, el mar y tu. Cuando las noches son tranquilas puedes llorar tus frustraciones, lamentar tus decisiones y darte el lujo e quejarte por tu condición, y aún así, seguirán siendo la noche, el mar y tu.
Violento, caprichoso y solitario... No es su carácter, solo una armadura, un mecanismo de defensa ante los duros e inmisericordes golpes de la vida. Y pronto olvidas tu verdadero carácter, abandonas tus sueños y te dejas llevar, te dejas llevar por el vaiven de las olas del mar. Entonces un día cualquiera, después de no sé cuánto tiempo en el mar, las preguntas llegan sin ser formuladas: ¿Quién soy? ¿Por qué sigo vivo?
Pero prefieres evadir las respuestas. Él las ha evadido. Lo hace porque a veces las preguntas no son tan sencillas de responder, ameritan tiempo de meditación, enfrentar recuerdos que ahora dañan y golpean tu armadura, y soñar, recuperar tus sueños más bien, y esto es un trance doloroso. Mientras menos perdamos el tiempo respondiendo preguntastan profundas más tiempo tendremos para llegar a ser mejores en nuestro oficio. Lo sé, porque llegué a ser un buen cocinero, y hasta un hábil organiador de eventos. Pero mientras más nos especializamos en nuestro oficio más nos alejamos de nuestra profesión, o nuestro llamado si así prefieres decirlo.
Una vez mi padre me dijo: "Nací para servir a Dios a través del pastorado, si un día decido hacer otra cosa puede que prospere pero mi vida perdería sentido...viviría en ruinas". Y la vida me a dicho que eso puedes disimularlo, puedes sonreir con tus labios y estar llorando por dentro. Pero alguien que una vez tuvo claro su propósito de vida no puede alejarse de ello para siempre, y este pescador está a tan solo horas de recuperar los sueños de su juventud.
Él no lo sospechó cuando aquel fanático y muy famoso predicador llegó a la orilla del mar seguido por una gran multitud. Lo observó detalladamente mientras éste se le acercaba lentamente. Jesús le pide al pescador que le preste su barca pra usarla como escenario y dirigirse a la multitud. Pudo habrse negado, tal vezestuvo tentado a hacerlo. ¿Por qué no lo hizo? Porque aun cuando quieras alejarte de tu destino hay una pequeña parte de ti que nunca muere, puede ser apagada por los recios vientos de la tempestad, pero solo por un tiempo. Esta pequeña parte de ti puede detectar cuando una oportunidad está a la puerta y al sentir las suaves y seductoras caricias del destino esa pequeña parte que has estado reprimiendo se hace cargo de tu voluntad.
Un simple "si puedes usar mi barca" fue suficiente para desencadenar una serie de eventos que lo llevaría a transitar el sendero de una promesa.
Jesús sube a la barca y comienza a pronunciar palabras que daban vida, para algunos eran solo palabras, una charla motivacional, una presentación de nuevas filosofías, un sermón de un fanático que de seguro ya tiene su muerte anunciada por contradecir a la tradición... Pero Simón, el pescador violento, caprichoso y solitario, siente que aquellas son palabras de vida. Palabras que responden las inquietudes más intranquilas del alma, palabras que dan respuesta a su ¿Quien soy realmente? ¿Para qué he nacido? El sermón culmina y Jesús mirá a Simón directo al alma, él siente como la mirada de este hombre penetra a traves de sus ojos y entonces escucha no una petición, sino una orden: "Vuelve mar adentro y echa la red al mar".
Dos compañeros de Simón que están en la barca se miran y sonríen, "si, este hombre es un buen orador pero desconoce sobre la pesca". Pero Simón no ha bajado su mirada y por un momento ha decidido desconocer todo lo que ha aprendido ore su oficio, así que responde: "Maestro, aun cuando hermos estado toda la noche trabajando sin obtener ningún fruto y estas no son horas para echar la red, hoy he escuchado tus palabrasy no sé qué entendió esta multitud, pero yo... yo he conocido que en tus palabras hay vida... Así que en tu nombre bogaré mar adentroy por la palabra que has dicho echaré la red al mar".
Sus dos compañeros no pueden creer lo que han escuchado "Perdimos a Simón", piensan. Pero Simón solo ha decidido creer que aquel hombre que ha podido dominar la tempestad en su alma, que ha echo latir de nuevo su corazón y encendido esa pequeña parte que estaba apagada, ese hombre seguro puede hacer fructíficar el trabajo perdido de toda una noche. Simón supo que quien era él estaba escondido en el corazón de Jesús y cuál era su destino ligado a Su mano. Sus compañero vieron por primera vez al verdadero Simón, el Simón que dejaba caer su armadura para delante de Jesús hacer la declaración más importante de su vida.
He escuchado muchos conferencistas motivacionales y leído algunos libros al respecto, una gran mayoría afirma que para una acción como esta se necesita valor y una buena actitud. Con el debido respeto señores, este pescador no tení ni lo uno ni lo otro, solo tenía el alma cansada y sus fuerzas degastadas. ¿Desalentador? Por el contrario, esperanzador.
Me tranquiliza saber que Dios hizo ilustre un hombre cuyo nombre era "dolor" y reflejaba su condición, un hombre cargado de dolor que elevó una humilde oración nacida de la desesperación suplicando el favor divino. Me emociona saber que el hombre que luchó con un ángel obtuvo su heroíca victoria porque lloró y gimió (en algún lugar del libro de Oseas encuentras la verdadera lucha de Jacob con el ángel), y quel llanto nació de estar cansado de huir... Historias como estas abundan en la Biblia, de hombres que creyeron en Él cuando ya no tenía nada en qué creer, que se apoyaron en él cuando ya no tenían en qué apoyarse. Me enamora aber que él a estadoen mis peores momentos y no le a importado el hecho de que no tengo nada para ofrecerle, aun así susurra a mi oído: "echa la red al mar". No es el momento ideal, todo está en mi contra, no tengo la actitud apropiada... "echa la red al mar".
Y Simón echa la red al mar. Como consecuencia: una pesca milagrosa. Esperen aun hay más... Simón sonríe, lo hace desde el corazón, como hacía mucho no sonreía. Jesús le mira nuevamente y conociendo el temor de su corazón, temor de no tener claro su destino y pasar el resto de su vida pescando, le dice: "No temas, desde hoy te haré pescador de hombres". Este día Simón ha pescado una promesa, y una promesa es tan solo el inicio...

domingo, 1 de junio de 2008

MARACAIBO, TIERRA DEL SOL AMADA.

Llevo semanas escribiendo este post para presentarlo hoy. Tengo un montón de borradores sobre la mesa. Ninguno me gustan. No me gustan porque siento que están lejos de la esencia que quiero transmitir. Hace días Patricia Fiorella, administradora del blogs Como Viendo al Invisible me dio un consejito que apliqué y nació la versión que aquí les presento, pero antes me siento obligado a invitarles a visitar ese blogs, cuyos post me inspiran y los considero interesantes. Y Gracias Patty por tus consejitos.

Ocho años habían pasado desde la primera que vez transité con asombro aquel majestuoso puente, rumbo a la tierra del sol amada, sin sospechar que aquella ciudad se convertiría en mi santuario. Es cierto, solo tenía cinco años de edad, pero créanme, aun recuerdo como captaba aquellas imágenes a través de mi vista y se incrustaron en mi corazón. Pilares tan altos que podían tocar el cielo, una suave brisa que acariciaba mi rostro y aguas, aguas tranquilas que se unían con el firmamento en el horizonte; los rayos del sol chocaban contra las aguas de aquel lago que me regaló un especial resplandor como bienvenida.

Cruzaba el puente Rafael Urdaneta, al que conocería luego como el puente sobre el lago, cuya estructura es de 8.678 m de longitud y está conformado por cinco tramos de 235 m cada uno, este permite el pase por encima del famoso lago de Maracaibo, que ocupa un área de 13.000 Km2 y es considerado uno de los más grandes del mundo. La razón por la que nos dirigíamos a la ciudad de Maracaibo está ligada con el servicio ministerial de mis padres. Ellos son ministros acreditados por una organización que los mantuvo en movimiento mis primeros cinco años de vida por tres estados del país y cinco ciudades distintas. El año 1986 mi padre solicitó ser trasladado a esta ciudad donde él nació y donde vivían su madre y sus hermanos. Y allí viví mis mejores años.

Crecí asistiendo a una pequeña congregación pastoreada por mis padres. Discutía con mi maestra de escuela dominical para que me permitiera estar en la clase de adultos, me gustaba la forma en que mi padre presentaba cada historia bíblica y hacía las aplicaciones pertinentes, aun me gusta como lo hace. Los sábados acompañaba a mi madre al Instituto Bíblico José Castillo Mora, en el que desempeñó como directora por muchos años. Mamá impartía diversas cátedras, las de libros históricos, hermenéutica y homilética siempre fueron mis favoritas.

Vivimos en el sector 14, vereda 02 de la urbanización La Marina, mejor conocida como "San Jacinto".

En Maracaibo cultivé mis primeras amistades, Rebeca, la niña que vivía a tres casa de la mía, ella iba todas las tardes a jugar con mis hermanas. Con el pasar de los años fuimos buenos amigos. Rebeca es hoy una seguidora de Jesús y una excelente psicóloga; también a Joel, un niño cuyos padres eran líderes en una congregación, hoy Joel es un sabio pastor de jóvenes, líder y vocalista de una banda cristiana de rock alternativo. David y James forman parte de su banda, uno guitarrista otro bajista. Los morochos Elkin y Saady forman parte de un grupo de adoración de una notable e importante congregación de la ciudad. José Colina desempeñó durante tres años el cargo de Pastor Distrital de una organización juvenil del país. Conocí muchos colegas de mis padres, con algunos de ellos aún mantengo contacto, y más que ministros de una organización, los considero amigos. La Licenciada Doris Ching nos cuidaba cuando mis padres viajaban a alguna convención, por medio de ella conocí a Clidde Marchelly, su sobrino. Clidde y yo nos convertimos en amigos y compañeros de proyectos con el tiempo, hoy es periodista de un importante diario del estado Zulia y un talentoso Maestro de la Palabra. Necesitaría todo un post para nombrarlos a todos.

Mi abuela vivía a unas dos cuadras de la casa, en el mismo sector. Recuerdo que apenas llegaba de la escuela corría hacía allá y la encontraba en la sala sentada en su mecedora:

-En la nevera está tu Toddy. Me decía sonriendo. Daría lo que fuera por volver a encontrarla en su mecedora y beber de nuevo un Toddy preparado por ella.

Maracaibo, amé esa ciudad, aunque nací en un pueblito llamado Ároa del Estado Yaracuy, un pueblo hermoso y famoso por situarse allí las minas del Libertador, me considero de Maracaibo. Conocí cada rincón de la ciudad. Y fue allí, a mis nueve años, que conocí a Jesús, a mi Salvador, fue una mañana como todas en Maracaibo, iluminada por los rayos del sol, bajo un cielo desnudo e inalcanzable, envuelta por el calor del sol, sol que está ligado a esta ciudad, que posa toda su atención sobre ella. Un año después preparé mi primer sermón y ese mismo miércoles en la noche mi padre me presentaba ante la congregación de Fuente de Vida como el predicador de la noche. Fue un día especial, jamás podría olvidarlo. Luego de esa noche estuve tres años predicando una vez por semana en diferentes congregaciones del estado Zulia, servicios de niños, escuelas dominicales, servicios evangelísticos, hospitales, clínicas, etc. Fueron años determinantes para mi futuro y en los que pude saborear el gusto de estar en sintonía con el propósito para el que Dios me había destinado.

A mis doce años conocí a una chica cuyos ojos eran ojos eran del color de un bosque virgen, su cabello sensible a la brisa de la tarde, era linda. Nunca nos explicamos como no coincidimos antes, pues sus padres y mi padre estaban vinculados por una amistad desde la juventud. Yo frecuentaba la casa de su abuela con mi padre, pero nunca la vi allí. La conocí al inicio de mi primer año de bachillerato. Creo que fue mi primera novia, digo que creo porque trayendo aquella relación al contexto actual no podría decir que fue mi novia. Aquello fue un lindo e inocente romance. María Eugenia es su nombre, vivimos buenos momentos, no sé qué sucede en estos días, pero aquello que vivimos en nuestra adolescencia fueron buenos momentos, no fue necesario nada más.

La tierra del sol amada fue el escenario de mi niñez, la puerta a mi adolescencia, mi mundo. Llegué a cruzar aquel puente muchas veces para alejarme de la ciudad, para asistir actividades, para viajes de vacaciones, cualquiera que fuera la razón, cruzarlo de regreso a mi ciudad siempre fue más emocionante.

Fue una noche de Abril del año 1994 cuando mi padre llegó luego de una reunión con los dirigentes de la organización y nos trajo una noticia devastadora: solo nos quedaban dos meses en la ciudad. Papá intentó hacernos entender a mis hermanas y a mí pero era imposible entenderlo. Fue nuestro primer gran desacuerdo con nuestros padres, fue mi primer conflicto serio. Al pasar los dos meses, una tarde de Junio, cruzábamos el puente sobre el lago lejos de la ciudad de Maracaibo.

Tenía trece años cuando por primera vez sentí el miedo que produce un cambio inesperado y violento, la incertidumbre de un futuro incierto y el veneno de la desesperanza. Trece años cuando cruzar el puente de sobre lago fue un acto doloroso. La lluvia caía, el lago que me recibió calmado me despedía inquieto, tan inquieto como mi alma, observé los pilares del puente, ellos no tocaban el cielo. Aquella triste tarde junio, mientras cruzaba el puente, pronuncié una promesa, una promesa que nació de la melancolía, del dolor, una promesa bautizada por las lágrimas de un adolescente que decía adiós a todo lo que tenía. Prometí que volvería, no como seguro lo haría, no de vacaciones, no para visitar, volvería para quedarme.

Han pasado los años, y en oportunidades me he reunido con muchas de aquellas amistades, mantengo contacto telefónicos con otros. Comparto ideas con algunos frecuentemente. Hace un par de años atrás encontré a María Eugenia, estuve en su casa. Fue bueno aquel encuentro. Reímos al ver cómo han cambiado las cosas entre parejas de adolescentes en estos años, compartimos recuerdos, y descubrimos que aquel lindo e inocente romance no había terminado, seguíamos siendo amigos adolescentes.

Cada día que ha pasado me ha llevado más cerca de mi destino, hoy tengo cosas que jamás pensé tenerlas. No estoy en Maracaibo, pero hay un montón de razones para seguir aquí. Mis padres no están en esta ciudad, yo decidí anclar un tiempo, un buen tiempo. Hoy tengo responsabilidades que me atan a este lugar. A este lugar también pertenecen un puñado de buenos recuerdos, me rodean amistades que son de alto valor también. Pero en estos días recordé que una vez hice una promesa, y hoy que han pasado trece años, de haber cruzado con dolor aquel majestuoso puente, debo decir que aún pienso cumplirla... Tierra del sol amada, mi Maracaibo, un día me verás cruzar el puente que me unirá a ti para siempre.