sábado, 3 de diciembre de 2011

FRAGMENTO DEL PROLOGO DEL ENSAYO "EL ESPÍRITU SANTO Y LAS FRONTERAS DOCTRINALES"...

Ellos le rodeaban, estaban allí con él porque querían estar, puedo entender la sed en sus almas.



Tal vez muchos no entienden por qué un grupo de hombres abandonaría sus labores y empresas para seguir a otro. Pero puede que usted si lo entienda: esperanza.



Todos soñaban con un mejor porvenir, cansados de la opresión política y religiosa, de los intentos fallidos por prosperar, en lo más profundo de sus almas el deseo de prosperar era solo una distracción, una forma de tratar de ignorar la sed que a veces no puede explicarse con palabras, quizás algunos sábados sus miradas apuntaban hacia el mismo horizonte.



Un “sígueme” había sido suficiente, dejaron sus redes, sus barcas, las orillas a las que se aferraron por años, los mares que muy bien conocían, el oficio que hasta entonces fue la experiencia más cercana al sentimiento de estar en el hogar y fueron en pos de un hombre, de una voz, de una invitación. Y echaron a andar sus vidas, tentando a la suerte, sin saber con certeza si iban por el camino correcto, solo fue un impulso, como esos que pueden justificarse en el momento y que luego de un par de horas se hacen débiles, pero uno piensa “ya comencé con esto, seguiré hacia adelante un momento más a ver qué pasa”. Y ese momento ya llevaba tres años transcurriendo. Al estilo de los personajes de los relatos antiguos, personajes que eran columnas de la historia de la nación, lo dejaron todo y se arrojaron hacia el horizonte en un acto de fe desnuda, inédita, una fe en respuesta a las circunstancias, algunos dirían emocional, pero fe al fin.



Y allí estaban, sin un esquema establecido para continuar el camino, con buenas experiencias, sí, increíbles, jamás imaginadas, pero no podían concebirlas como patrones para futuros pasos; la de ellos seguía siendo una fe inocente y desnuda de artilugios, a veces envidio la fe de esos hombres, el valor de ellos para dejar un sistema seguro, barcas, redes, mares, para seguir un rumbo incierto, incierto pero con la compañía de un gran hombre, o como diría uno de ellos, del “hijo del Dios viviente”. Tal vez no se preguntaron qué sería de ellos si ese hijo del Dios viviente se ausentara, no lo creyeron necesario, pensaron que él siempre estaría para ellos y con ellos… No se equivocaron.



Él les dio la noticia, anunció su muerte…



Y allí estaba él, rodeado de ellos. Consciente de que la hora llegaba, él, cuyo “sígueme” estaba destinado a resonar como un eco por el resto de la historia humana; un grupo pequeño de una sociedad grande, es todo lo que tenía, y lo único para ofrecerles el aroma de los buenos recuerdos, la alegría en los ojos del ciego que recibió la vista, la gratitud en las lágrimas de aquella mujer que gracias a sus palabras podía creer en una segunda oportunidad, buenos recuerdos… Los observa mientras les habla, ellos tendrán sobre sus hombros la responsabilidad de ser el eco de sus palabras, de que éstas sean entendidas por otros como fueron entendidas por ellos mismos. Sus palabras en los labios de ellos no debían ser interpretadas como una carga sobre la fe genuina y sincera que se traduce en ese sentimiento de sed que mueve al ser humano hacia el horizonte y le hace levantar su mirada con esperanza...

4 comentarios:

Isa dijo...

¡Wow! Muy lindo, Gusmar. Me hiciste recordar cuando nuestro Señor antes de entregarse al sacrificio que pagaría nuestra deuda pecaminosa ante Dios, ¡se acuerda de todos los que eran suyos y los que vendríamos a ser de Él años posteriores!
Este pasaje siempre me ha conmovido.
Muy lindas tus letras. Me alegra haber venido.
¡Un saludo muy grande!!!!!

GUSMAR SOSA dijo...

Gracias Isa por visitarme!

Mónica dijo...

Muchas gracias por pasarte por mi blog. Un saludo desde España! Muacks!!

GUSMAR SOSA dijo...

Y Seguiré pasando, es muy refrescante. Saludos desde aquí, Venezuela!