sábado, 28 de febrero de 2009

AQUELLOS NARANJOS...

Aquellos naranjos guardan secretos que siempre serán tuyos y míos… Palabras que el viento no se llevó, que quedaron atrapadas en ti y en mí. Nostalgias que fueron, son y serán tuyas y mías. Lo sé y lo sabes, porque ayer cuando accidentalmente tropezamos en esta ciudad tan distante de aquellos naranjos nuestras miradas hablaron solas y nuestras sonrisas delataron el olvido ausente.

Conservas la misma magia en tu rostro, la belleza de tu físico, es como si el tiempo no pasara cerca de ti; tal vez hoy estés pensando lo mismo de mí, a diferencia de mi barba que he decidido no afeitar en estos días por si soy tentado a olvidar que el tiempo pasó por aquí. Ya conoces mis manías, no han cambiado, son de las pocas cosas que aun puedo conservar. Me pregunto qué conservas tú de aquellos días

¿Qué quién iba a pensarlo? Tú aquí, y yo aquí; tu en esa calle, yo en esa calle; tú a esa hora, minuto y segundo y yo también. Cualquiera podría pensarlo, solo tú y yo fuimos ingenuos ante la posibilidad. Saquemos cuenta, ese encuentro era lógico y calculado por el destino, tarde o temprano sucedería.

¿Qué nos llevó a tal espacio y tiempo? Distraídos los dos, como si nada hubiese cambiado; caminando los dos, tan iguales como siempre.

Cuando nos alejamos muchas cosas quedaron suspendidas en el aire. Hoy no recuerdo con exactitud cuántas, sé que tú tampoco. Y no nos esforzaremos por recordarlas. La verdad es que ambos seguiremos huyendo, es nuestra naturaleza, ninguno se detendrá primero, de hecho, ninguno lo hará.

Sé que has estado en esos lugares, que has caminado por aquel pueblo, yo lo he visitado algunas veces. Y no es que he visto el rastro de tus andares o que tus huellas no se han borrado de esos lugares, sino que nunca falta un alguien que me diga: “ella también vino hace unos días”. Me pregunto si uno de esos alguien te lo ha dicho a ti.

Ayer no nos dimos tiempo a nada, solo un “hola”, “qué sorpresa”, “cómo te ha ido”. Fingiendo estar conformes con el límite acordado, o conformes con estar fingiendo, sospecho que es miedo. ¿Acaso no fue el miedo el que nos hizo acordar aquellos límites sin mediar palabras? Sabes que es así, yo también lo sé, admitámoslo ya. Tuvimos miedo a un futuro junto, a conciliar nuestras similitudes, a seguir un solo camino, miedo a despojarnos de los miedos. Claro, ni tú ni yo lo confesamos nunca. Para entonces existían palabras muy grandes para nosotros, y al parecer todavía las hay.

Sé que nos volveremos a ver, ahora lo sé. Saquemos cuenta, es lógico. Sé que no será en el mismo espacio y tiempo que nos tropezó el ayer, después de todo, ninguno de los dos mantiene rutinas. Y sé que siempre habrá palabras más grande que los dos. Nuevamente me alegraré al verte, una vez más te diré “hola”, con el mismo tono que en los viejos tiempos, contemplaré tu linda sonrisa sin darme cuenta que sonrío; compartiremos el “cómo te ha ido”. Pero tal vez ya no lleve la barba, ya comienza a fastidiarme, seguro encontraré otra forma de recordar que el tiempo pasó por aquí.

Luego seguiremos caminando en direcciones opuestas, parecidas pero opuestas, y tal vez de nuevo nos sorprendamos 20 segundos después, volteando el uno hacia el otro y nos morderemos la tonta sonrisa al vernos descubiertos mutuamente respirando el recuerdo de aquellos naranjos e invocando los secretos que ellos nos guardan.

jueves, 26 de febrero de 2009

"COMO PAN Y MANTEQUILLA".

Anoche tuve uno de esos sueños, de los que sabes que estas soñando y quisieras despertar pero no puedes. Lo supe desde el momento en que me vi en aquella calle. La luna se mostraba sin timidez, la brisa era fría y el olor me decía que en cualquier momento llovería. Los faros proyectaban mi sombra detrás de mí. Luché por no dar un paso, pero fue inútil, me pregunto por qué en esos sueños no puedes hacer tu voluntad.

Avancé. Lentamente. Respiraba con la misma lentitud con la que avanzaba y podía calcular con exactitud los segundos previos a la lluvia. El olor se volvía cada vez más intenso. Amo ese olor, no sé por qué, no sé desde cuándo, pero o amo tanto como a la lluvia. Cuando ella cae sobre mí es como si cada gota ocultara una historia y al resbalar y caer en tierra es como si cambiara su historia por alguna mía, por una de mis peores historias y esta ya no pudiera causar ningún efecto sobre mí.

Sabía lo que encontraría a unos pasos. Nada aterrador, todo lo contrario, aun así con cada paso deseaba despertar. Finalmente me detuve, frente a su casa, un relámpago detrás de la casa hizo resplandecer la noche oscura por fracciones de segundos, y tras él cayó la lluvia, una fuerte lluvia, como las que caen en noviembre. Sentí la primera gota sobre mí, la segunda, y luego miles de ellas robándose las historias que yo jamás contaría, limpiando mi alma. Y ella estaba en el frente de la casa, sentada leyendo una novela. Sentí miedo, porque sabía que era un sueño. Ella levantó su mirada y sonrió al verme, sonrió como hace mucho tiempo nadie sonríe cuando me ve.

Allí estaba yo, del otro lado del portón, empapado bajo la lluvia, viéndola sonreír, conciente de que era un sueño, queriendo disfrutarlo, pero con miedo, tratando de despertar. Ella llevó las manos hacia su boca para ocultar su risa mientras hacía con su rostro una seña de negación, como desaprobando lo que veía.

- ¡Definitivamente tu no le tienes miedo a un resfriado!- Me gritó. Y yo sonreí mientras extendía mi mano derecha hacia ella invitándola a salir. -¡No!- Gritó nuevamente, -Tenemos mucho que hacer-. Extendí mi otra mano y ella sonriendo soltó la novela sobre la mesa, se quitó sus sandalias y corriendo abrió el portón, cuando me di cuenta ella me abrazaba.

Aquel abrazó me dio ganas de olvidar que estaba soñando.

-Cada vez estás más loco- Me dijo al oído. Y luego se separó de mí para decirme que aun nos faltaba mucho por leer y debíamos tener la crítica en una semana. “Dejemos de jugar y pongámonos serios”. Al escucharla decir esto ya quería llorar, en serio que sí, sabía que soñaba, y que al despertar no la vería más y sino podía despertar al menos me hubiera gustado seguir con ella bajo la lluvia.

Quise decirle que no se preocupara por la lectura ni por la crítica, que yo he leído esa novela ya dos veces, que conocía el futuro, que pasaríamos la materia con la mayor nota, que si ella quería al otro día yo le hacía un millón de críticas a la novela. Pero en la realidad nunca hubo un discurso que la persuadiera de abandonar una labor como esta, siempre hicimos estos trabajos juntos, éramos un equipo, pero ella nunca me permitió hacer alguna de estas tareas por los dos, si se trataba de alguna obra literaria la leíamos juntos, la discutíamos capítulo por capítulo y juntos hacíamos la crítica o interpretación. Ella fue mi mejor amiga en aquellos tiempos. Compartimos mucho, me conoció mejor de lo que alguien ha podido conocerme desde entonces. Teníamos una verdadera amistad, una linda y poderosa amistad. Como diría Tom Hanks, interpretando a Forrest Gump: éramos como pan y mantequilla.

¿Por qué quería despertar si soñaba con ella?

Porque la he extrañado, la extraño cuando siento la necesidad de un abrazo sincero y espontáneo, cuando necesito a un amigo cerca, incluso cuando leo alguna obra de Rómulo Gallegos. Algunas veces he visitado aquel pueblo, pero jamás esa calle, desde que supe que abandonó aquella calle, evito pasar por allí, y a veces evito su recuerdo, incluso hablar de ella, evito la fachada de la institución donde cursé mis últimos dos años de bachillerato, donde la conocí y donde la vi por última vez.

¿Por qué lo hago? Creo que esa respuesta la mantendré en secreto, esperando que alguna lluvia de noviembre caiga sobre mí y me cambie una historia.

En el sueño, ella y yo leímos el último capítulo de Doña Bárbara (“Toda Horizontes, Toda Caminos…"). Reíamos mientras lo hacíamos. Y cuando al fin olvidé que estaba soñando, desperté. Aquí estoy quince minutos después, con el amargo sabor de la ausencia de una amiga en el alma, y al lado de mi computador una edición especial de Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, creo que la leeré por tercera vez.

viernes, 20 de febrero de 2009

DISTANCIA, REALIDAD Y OLVIDO... (CARTA ABIERTA A MI AMIGA FEBE).

Febe, en primer lugar quiero disculparme por la distancia en estos días. Distancia ha venido a ser una palabra mágica, aunque sinceramente no me ha servido de nada. Hay palabras que cuando pesan y se pronuncian muchas veces, y pueden denominar ciertas estaciones, resultan huecas y vacías. Sí, la distancia a resultado hueca y es ahora como un vacío, una trinchera en la que calo e intento esconderme de la realidad. En esta estación la realidad se ha convertido en una palabra muy útil en sí misma, tal vez útil contra mí.

Es tan inútil la distancia contra la realidad que ni lo hueco de aquella logra esconderme de lo útil de esta.

Realidad denomina hoy mis batallas perdidas. No sé por qué alguien como yo sigue preocupándose de lo que una palabra trae consigo. Si tú le has encontrado lógica a esa preocupación por la redondez de la M, tal vez podrías explicármelo. Puedo decirte que me preocupa la realidad porque aun me castiga, eso, lo que trae consigo, lo que denomina hoy, lo que es en sí misma y logra inutilizar a la distancia.

“Batallas perdidas”, como la que libramos el pasado 15 de febrero y aun me enfada. Te comento que Manuel Rosales, dirigente político opositor y representante del partido Un Nuevo Tiempo, declaró ante los medios que “el triunfo de Chávez fue sin méritos y sin brillo”. Me pareció una declaración interesante y quise aplicarla a mis batallas perdidas. Tal vez él logró debilitar su enfado ante la realidad, pensando en esto quise hacerla parte de mi sistema pero, Febe, creo que cuando una palabra se hace tan pesada la única forma de vencerla y fortalecer el sistema de creencia es olvidándola.

No hay victorias sin méritos y sin brillo, el señor Rosales debería saberlo, por lo tanto si la realidad representa para mí batallas perdidas y victorias para ella no tengo méritos y brillo. Febe, lo mismo es la distancia. En un vacío no entran los méritos y no encuentras brillo, y lo que es peor: nunca dejas de caer. Es un descenso continuo y violento, tan violento que ni sientes el avance. A veces, causa risa la ironía de las palabras. Se avanza mientras caminas en la distancia, pero se avanza en retroceso, pues es una caída. ¿Puede llamarse a eso avance?

En este punto, estoy a un paso de tirar esta carta al cesto de la basura, o debo decir: enviarla a la papelera de reciclaje. Es parte del descenso, uno se niega a esos actos con los que se pretende ascender y olvidar el vacío. Ese icono en el escritorio guarda algunos de mis intentos en estos días. Allí he depositado unas treinta cartas, tal vez más, y ésta debe ser la número siete u ocho que te escribo a ti, pero será mejor olvidar los antiguos intentos y decir que es la primera carta que te escribo.

Olvido, esa podría ser la palabra que denomine los próximos días, la próxima estación. ¡Será esa palabra lo suficientemente pesada y útil como para luchar contra la realidad y librar nuevas batallas? ¿Será oportunamente vacía y hueca como para flotar en ella y ascender sobre la distancia?

Espero que olvido sirva para desconocer la posibilidad de que la realidad sea útil en sí misma, e incluso la divorcie del tiempo negándole espacio aun en él, espero que olvido ridiculice los baches de la distancia, que invite a nuevos espacios, posibilidades, experiencias, que reconcilie esfuerzos, intentos y habilite nuevas realidades.

Febe, por ahora lo dejo todo con “en primer lugar” y espero sepas disculpar la distancia de estos días, pero nuestros proyectos continúan, pues ellos no fueron factores que integraran la estación pasada, ellos no caben en olvido.

martes, 17 de febrero de 2009

NO FALTES A LA CITA... (UN LLAMADO A LA CONCIENCIA POLITICA DEL CRISTIANO EN VENEZUELA)

La historia insiste en detenerse sobre Venezuela y la autodenominada “iglesia organizada” de este país insiste en mantenerse al margen.

Tal vez noten algunos espacios vacíos entre líneas, disculpen pero es que escribo enfadado y no puedo esperar hasta mañana, ya han pasado dos días y mi enfado aumenta.

Estoy conciente de que mi apellido no es Mora o Puertas, o alguno de esos apellidos que con pretensión tonta presumen militantes y representantes de organizaciones y congregaciones numerosas, amantes de la comodidad y el prestigio.

El pasado 15 de febrero se llevó a cabo en mi país, Venezuela, un referéndum cuyo objetivo único era lograr la postulación del Señor Hugo R. Chávez F, actual presidente de la nación, como candidato “indefinido”. Tal afirmación no es el resultado de mi análisis sobre la consulta hecha al pueblo, el “mismísimo” Rodrigo Cabezas, miembro de la dirección nacional del Partido Socialista Unido de Venezuela en una entrevista hecha ante las cámaras de Venevisión a horas del medio día el pasado 16 de febrero declaró que ellos abiertamente afirmaron durante la campaña por el Sí que “el referéndum al cual se convocó al pueblo no ponía en juego el futuro del país”, y agregó que ellos lograron el objetivo trazado: asegurar la postulación del presidente para el próximo período. En este punto cabe destacar que este fue el segundo intento por parte del presidente de la república para conseguir tal propósito. De esta forma Chávez pretende seguir disfrazando su dictadura, que va en proceso de consolidarse, como una nueva y mejorada democracia, evitando así bloqueos internacionales, desprestigio ante los dirigentes aliados que comulgan, aparentemente, con la democracia, la expulsión de organismos internacionales que forman parte de su ambición y radio de acción, entre otras cosas. Y por favor, que ningún oficialista en este punto venga a decirme que no se puede hablar de dictadura cuando durante un período de diez años se ha convocado al pueblo a 15 procesos electorales y de referéndum, y que la enmienda aprobada le permitirá al pueblo seguir ejerciendo su soberanía porque ahora “no será el tiempo quien decida cuando un presidente deba irse sino el pueblo” (¡basura!). Julio Borges, dirigente representante de Primero Justicia razonó frente a las cámaras de Televen el día viernes 13 de febrero del presente año que aprobándose la enmienda Chávez conseguirá perpetuarse en el poder pues “qué partido opositor puede luchar en campaña electoral contra los recursos de PDVSA”. Borges fue elegante al declararlo de esta forma, pues no solo se trata de los recursos que tiene el actual presidente a su disposición para su próxima campaña electoral sino que además hay que mencionar lo que es tan obvio y claro en este país: que tanto los trabajadores de PDVSA como del sector público son amenazados con ser expulsados de sus cargos si se oponen contra el proceso socialista, así que desde allí comencemos a contar los votos obligados a favor de la nueva democracia para los comicios del 2012.

El Señor Rodrigo Cabezas, al igual que los lambe botas representantes nacionales del oficialismo en todas sus expresiones, han querido disfrazar la realidad. ¿Qué no se jugó el futuro de Venezuela?

Ya lo he dicho, nuestro presidente ha logrado un avance más a su favor para despejar la vía hacia la perpetuidad (aun cuando en su discurso desde el Balcón del Pueblo quiso desviar nuestra atención con su retórica ridícula gritando a todo pulmón y con cara de diablo: ¡Perpetua es la patria, perpetuo es el ser de la patria, y el ser de la patria es el socialismo del siglo 21!). Y con su logro nosotros nos ganamos la “bendición” de que él continúe clavándonos su tesis socialista con la que, mientras se jacta de instaurar un nuevo modelo inédito que sirve de modelo para los pueblos latinoamericanos, la calidad de vida del venezolano, opositor u oficialista, desmejora en la misma proporción en la que él y sus ministros se enriquecen y amplían sus poderes.

Ahora bien, si todo esto fuera poco para que la “iglesia organizada” decidiera actuar en medio de este rollo histórico y despierte su “conciencia política” nuestro presidente (autoridad impuesta por Dios, el ungido de Jehová para nuestra nación, la encarnación de los propósitos divinos para este tiempo en relación a Venezuela, en quien se da el cumplimiento de los designios divinos previamente profetizados por grandes apellidos como Botello, Rasqui, etc) insiste en deformar la imagen de Cristo ante la sociedad, pretendiendo hacer de su “Cristo Redentor” (a quien menciona al mismo tiempo en que muestra un crucifijo en su mano) una especia de plastilina que moldea de acuerdo a su discurso. Así ha vendido la idea de que su Cristo Redentor fue el primer socialista, idea que se vende como pan caliente entre las veredas de los cristianos de congregaciones. De esta forma enmarca las intenciones, actos y palabras de Cristo dentro del modelo político que promueve y que, reitera en cada cadena nacional, sus bases están en la bendita revolución cubana. Y ha gritado en muchas ocasiones a todo pulmón que donde su Cristo Redentor falló él alcanzará la victoria. Recurre a pasajes bíblicos para sustentar su tesis y hasta desacredita los esfuerzos de la oposición venezolana afirmando que su Cristo Redentor les negaría la entrada a su reino a estos opositores “burgueses”, “riquillos de cuna”, pues en el reino de su Cristo no hay lugar para los ricos. Y estas palabras son aceptadas como verdaderas por el pueblo, y lo más triste: por el pueblo cristiano.

Si bien mi enfado es provocado por el descaro del presidente de esta nación y su novedoso socialismo del siglo 21, debo admitir que aumenta exageradamente al ver la “no actuación” de las diferentes organizaciones (que merecen un post completo dirigido al análisis de sus posiciones) que en mi país dicen representar al pueblo cristiano (¡A mi no me representan estos amantes de la comodidad). La posición de estos amantes del prestigio y la comodidad se escuda detrás del “no traer la abominación desoladora al altar”. (Quisiera que alguien me explique esto y qué tiene que ver con actuar patrióticamente). Los líderes de estas organizaciones y representantes de iglesias numerosas afiliadas a las mismas no actúan porque no quieren ser catalogados como “políticos”, éstos promueven desde el púlpito (y no especulo, he estado en los servicios de un gran número de congregaciones durante estos dos meses y el discurso ante el tema es el mismo) que el creyente es “cristiano” no “político”. Yo me pregunto ¿el creyente no es afectado por la política? ¿El amor de Dios que “inunda” nuestro corazón no nos permite amar a nuestra nación y a nuestros hijos y luchar por un mejor futuro social y político para ellos? ¿Nacemos de nuevo y somos despojados literalmente de nuestra nacionalidad y encerrados en una esfera intocable por el acontecer político que afecta a la nación donde hemos nacido “dos veces”?

Millones de laicos reciben el mensaje de no ir en contra del gobierno nacional porque es la autoridad puesta por Dios para nuestra nación, ¿Esa es la educación política más profunda que se puede y debe impartir en los templos?

Yo creo que la historia esta reclamando que la conciencia política del cristiano en Venezuela despierte, por mi parte, y la de un grupo de personas que conozco y que desde anoche venimos hablando e ideando alguna forma de proyectar nuestras ideas, no pienso ni pensamos evadir más el tema, ni callar ante los “líderes religiosos” que nos rodean, la historia nos ha dejado una nueva cita, tenemos cuatro años para no seguir al margen y ser recordados como cristianos patriotas nacidos dos veces en Venezuela.

(Continua…)

jueves, 12 de febrero de 2009

ALUCINANDO...

¿Sabes, Beatriz? En estos días he estado viendo de nueva esas películas que siempre me han gustado. Lo hago para distraerme un poco. Hace algunas horas vi “A Beautiful Mind” y me he puesto a pensar una cosa. (Espera un momento, me sirvo una taza de café y te cuento…)

Bien, me estoy imaginando que despierto una mañana en mi habitación y hay un hombre sentado frente a mí, con sus piernas cruzadas, una grabadora en su mano derecha, usa lentes y aspecto de medio siglo. De súbito me altero e intento levantarme pero me doy cuenta de que mis brazos y pies están atados a la cama y me siento muy débil. El hombre frente a mí trata de explicarme lo que entiendo como que estoy en un manicomio, descubro que estoy atado porque en las últimas semanas en estado inconciente he mostrado un comportamiento suicida, que mi debilidad es producto del medicamento con el que me han estado sedando.

¿Puedes imaginarlo? ¡Esa! ¡Tu reacción! Creo que sería la mía. Muy levemente sonreiría, tal vez por cinco segundos, más bien sería una media sonrisa mientras mis ojos recorren el lugar con la velocidad con la que un relámpago resplandece en la noche oscura. Sonreiría por la incomprensión de lo que creo estar viendo y escuchando. Trataría de razonar pensando que es una de esos sueños en los que sabes que estas soñando y quieres despertar pero no puedes. Anoche tuve uno de esos sueños, me levanté de la cama, quería leer pero mis ojos eran inútiles, miré hacia atrás y allí estaba mi cuerpo en la cama, desperté aterrado, Beatriz. ¿Has tenido un sueño así? Me doy cuenta que no estoy soñando (vuelvo a lo que estoy imaginando) y pienso “no puede ser”. Mis ojos muestran mi total desesperación y no puedo controlar mis emociones, lucho contra los amarres ignorando el esfuerzo del médico por hacerme comprender mi estado con sus palabras.

Entre los millones de pensamientos que atraviesan mi mente creo que posiblemente me han secuestrado, ¡o espera!, tal vez alguien me está jugando una broma. Sí, en cualquier momento un grupo de amigos entrará riendo a carcajadas y todo volverá a la normalidad. Me detengo a imaginar en quiénes podrían ser. El medico continúa hablando pero lo estoy ignorando mientras pienso en esto. Es inútil, no tengo amigos que podrían hacerlo, me sorprendo al darme cuenta que en los últimos dos años he estado lejos de las pocas personas que puedo considerar amigos. (La próxima taza de café que tome le agregaré un poco más de azúcar, es que últimamente estoy tomando mucho café y muy fuerte, creo que me altera un poco, o como decimos por acá “me pone eléctrico” y tiene que ver con mi insomnio de estas noches, ¿No te afecta el sueño el café?)

Continuemos. Hago un gran esfuerzo por guardar la compostura, le pido al extraño que me suelte, él le ordena a dos enfermeros (o eso parecen) que suelten los amarres luego de hacerme prometer que no intentaré ningún acto violento y advirtiéndome que de lo contrario los enfermeros procederían a inyectarme un sedante. (Déjame servirme otro cafecito, de todas maneras no tengo sueño, qué más da).

Me siento en una orilla de la cama y me llevo las manos a la cabeza, no siento cabello, pero eso en este momento es lo que menos me importa. El médico me explica que desde mi niñez tiendo a crear alucinaciones que sustituyo por la realidad. Mi primera alucinación, según él, fue una niña a quien llamé Rebeca. Tan pronto el medico menciona el nombre reacciono, “ella es real”, pienso. Y los recuerdos inundan mi mente, era la niña que por las tardes iba a casa, reíamos juntos, a veces ella paseaba en su bicicleta en la placita y yo la veía dar vueltas y vueltas. Mis padres la conocieron, ellos me daban permiso para jugar con ella. El medico se acerca a mí, moviendo su silla, y me obliga a mirarlo a los ojos sospechando mis pensamientos, lo miro perturbado, “Rebeca no es real, tus padres te seguían el juego pensando que era cosa de niños”, me dice con un tono fuerte. “Viviste mudándote, de ciudad en ciudad, a causa del trabajo de tus padres, esto fue aumentando tu necesidad de refugiarte en un mundo estable, pero imaginado”. Continúa diciéndome que a la edad de 20 años las alucinaciones se hicieron más frecuentes y alarmantes, y que en varias oportunidades mis padres quisieron ayudarme, pero yo insistía en cambiar de lugar, y vivir como un solitario. Lo interrumpo y le digo que no es posible, que a mis 20 no estaba solo, que me independicé a los 17, que es cierto que me mudaba de una ciudad a otra y lo hacía solo, pero que a los 20 yo… El médico me interrumpe como si ya hubiere escuchado lo que sigue, ciento de veces. “Nunca estuviste casado”, dice él. Yo quedo en silencio. Miro a mi alrededor y observo, más consciente, no hay ventanas, no hay computador, nada más que una cama sobre la cual estoy sentado, un extraño que dice ser medico sentado en una silla negra con rueditas y dos enfermeros cuyo aspecto les hace parecer fabricados en un gimnasio.

Tengo dos hijos”, pronuncio estas palabras pausadamente y con mucho miedo, él solo me mira con lástima y no son necesarias las palabras. En mi mente dibujo los rostros de mis dos hijos, “tengo dos hijos”, repito en voz baja como si repitiéndolo pudiera ser verdad, “tengo dos hijos”, repito una, dos, tres, diez, veinte veces. Me levanto de la cama, los dos enfermeros se cuadran para sujetarme, pero se detienen por una seña del médico. Camino hacia el rincón de la habitación y de espalda al médico grito: “Tengo dos hijos”. Él se acerca a mí, coloca sus manos sobre mis hombros, yo estoy llorando porque casi estoy convencido que no es cierto, que lo mejor que he creído tener no es realidad, que los nombres Efraín y Benjamín son inventos míos.

Esto es un error, no debo estar aquí, usted se ha equivocado de sujeto”. Le digo al médico con total desesperación… “Tengo números de teléfonos, usted debería llamar”. Busco debajo de la cama para ver si encuentro mi celular… “Puedo darle la dirección de las personas que conozco, por favor búsquelas y usted verá que está equivocado”.

Lo hemos hablado antes, hijo” Me dice. “No son reales esos números, no existen esos nombres, Gusmar, haz un esfuerzo, llevas aquí dos años… Trata de recordar, durante este tiempo has desarrollado un mecanismo de defensa para proteger ese mundo que solo existe en tu mente, bloqueas cualquier recuerdo que te lleve a la realidad…” Entonces una frase cruza mi pensamiento “la pared blanca”. El medico parece leer mi pensamiento y asiente, “la pared blanca” me dice él esta vez. Me explica que así lo ha denominado él, que durante mucho tiempo intenta un juego psicológico en el que en mi mente me dirige a saltar sobre ese muro de recuerdos donde están depositados los más dolorosos, aquellos que me alejaron de la realidad, que causaron mi insatisfacción. Sigo en el rincón, y recuerdo los sueños, “estoy soñando”, pienso. Volteo hacia la cama esperando ver mi cuerpo allí listo para despertar, pero es la maldita realidad, soy un loco.

Pero un momento, miro al medico, le pido que vayamos a su oficina, que me preste su computador y le mostraré que llevo un año publicando mis escritos en un blog, que tengo hasta seguidores, que he hecho verdaderas amistades a través del blog. “Enrique, Keila, Isa…” y sigo mencionando cada uno de los nombres que sencillamente me he inventado. “Beatriz, Ava…” La lista es larga y él espera pacientemente hasta que menciono el último. “Supongo que también quieres que visite sus blogs…” Me dice. Ya mi desesperación es tan fuerte que estoy calmado, y reflexiono, trato, me siento en la cama, miro a los enfermeros, luego cuelgo mi mirada sobre la pared frente a mi, es blanca… Sigo llorando, “mis hijos, son reales”, pienso, y mi mirada se pierde, yo también.

Beatriz, ¿Imaginas que en unos minutos me quede dormido y mañana despierte para descubrir que esto que he imaginado es más bien un recuerdo detrás de la pared? ¿Puedes entender por qué, a veces, prefiero no dormir? Dime Beatriz, ¿ya aprendiste a vencer el insomnio? La noche sigue fría y oscura, creo que haré más café.

miércoles, 11 de febrero de 2009

TARDES SOLEADAS EN CABIMAS.

A continuación les presento un post escrito para participar en el concurso presentado por El Mosquitero:

En Cabimas todas las tardes son soleadas. ¡Ocurren tantas cosas sobre esta tierra!

Salgo a caminar todas las tardes y créanme podría contarles miles de historias. Me siento en un banco frente a una universidad y veo jóvenes llenos de esperanzas y sueños, buscando un mejor porvenir, caminando hacia el futuro, dispuestos a pagar el precio necesario para mejorar sus condiciones. Camino entre las veredas de alguna urbanización y puedo observar a algunos ancianos sentados en el frente de sus casas, intentando vaciar sus nostalgias, llenos de historias que contarían mil veces. Entro a algún restauran y veo mujeres esperando, mujeres que inspirarían al más torpe poeta. Me detengo en alguna plaza y miro a los niños jugando, dueños del mundo, cuyas miradas pueden hacerte sentir pequeño; ellos podrían enseñarte a vivir, he intentado entender sus lecciones más de una vez, solo para descubrir que ya no soy un niño.

Las tardes de esta ciudad son millonarias en historias. Solo necesitas tener los ojos bien abiertos y encontrarás una. Yo he retratado al joven, al anciano, a la mujer y al niño, he pintado las calles, sus logros, desaciertos, fortunas y tristezas.

Hoy, como todas las tardes, salí a caminar, no sé si son cosas mías pero el sol se muestra más inclemente que nunca y no veo alguna nube que se atreva a cubrirlo por un segundo. Me senté aquí, frente a ese lago, después de haber mirado tímidamente sus aguas. No pude sostener la mirada sobre él ni diez segundos y no fue el reflejo del sol que me ha segado, es solo que mi rostro, visto en las aguas, ha golpeado mi alma. Vi mis ojos cansados de buscar lo que un día encontré, y tal vez me siento anciano pues quiero vaciar mis nostalgias.

Me gustaría escribir sobre mí y no sé cómo empezar. Quizá, no soy lo suficientemente anciano como para saber hacerlo, y no camino hacia ningún porvenir porque no soy joven y tampoco pertenezco a esta ciudad de tardes soleadas. Creo que hace algún tiempo olvidé de dónde soy, y no sé cómo vivir; definitivamente, ya no soy un niño. Quisiera serlo, sí un niño, para correr. Si lo fuera, me levantaría ahora mismo de aquí y correría sin detenerme, cruzaría cada vereda sin distraerme con la cara de los ancianos, arrancaría una rosa de cualquier jardín y seguiría corriendo. Me detendría frente a ella, frente a la niña más linda que vi alguna vez, cuyos ojos son mágicos, extendería mi mano y le entregaría la rosa y permitiría, una vez más y esta vez para siempre, que sus ojos embriagaran mi alma.

Allí comenzó mi historia, en sus ojos. No sé cómo ni de dónde, pero estuvo frente a mí. Su magia me hizo creer que yo podría vencer las trampas de mi mente, que solo debía desearlo, y con su hechizo se haría realidad. Fui un niño por un momento, aposté por un porvenir, tuve el valor de ser tonto, por un instante creí haber nacido aquí, en Cabimas.


Pero el tiempo pasó, demostrándome lo que siempre supe, que no fui hecho para estas cosas. Que a veces es mejor sentarse a escribir bajo el sol de la tarde, en algún banco frente a un lago y no atreverse a soñar que se puede ser niño de nuevo y que podrías correr hasta donde una niña de ojos mágicos podría hechizar tu alma con su mirada. Aunque aquí, sentado, recibiendo los últimos rayos del sol por esta tarde, deseo en lo más profundo de mí seguir buscando lo que un día encontré. Ya se aproxima la noche, es hora de volver, pues las noches en Cabimas son muy oscuras y frías.

martes, 10 de febrero de 2009

EL HOMBRE DEL CIGARRILLO.

Me senté en aquel banco con mis vicios. Para entonces era líder de un grupo familiar con un plazo de tres meses para multiplicar mi grupo y cumplir así con la meta que me había impuesto el supervisor de mi zona. Para cumplir con la meta debía alcanzar el número de 24 recién convertidos dispuestos a bautizarse y la capacitación de mi escudero para su ascenso al liderazgo. El primer líder de la zona en alcanzar la meta impuesta sería promovido como supervisor de zona. Y el supervisor cuya zona alcanzara el mayor número de grupos familiares multiplicados sería promovido a su vez a pastor de distrito.

Comenzaba el trimestre y se acercaba el primer día de planificación en el que debía presentar a mi equipo de trabajo el plan que nos permitiría llegar a la meta y ese día también era mi deber hacer el nombramiento de mi escudero, el anfitrión, el tesorero y los dos diáconos. La planificación incluiría actividades espirituales con el equipo de trabajo (ayunos, cadenas de oraciones, evangelismo, etc.)

En aquel tiempo no estaba consciente pero hoy puedo definir mi vicio: “ambición”. Yo deseaba ser promovido solo para alcanzar una posición respetable dentro de mi círculo, no por el servicio que podía prestar desde allí, sino para estar por encima de los líderes. Esto empañó completamente mi visión del evangelio y del evangelismo. Lo primero era para mí una plataforma para desarrollar y demostrar mis habilidades y lo segundo era el mecanismo para mantenerme dentro de esa plataforma. Así, ayuno, oración y mi tarea de discipular eran simples herramientas que me mantenían activo y dentro del círculo. Las almas (además de “piedras en mi corona”) eran los peldaños de la escalera hacia los próximos niveles.

¡Cuán dañinos pueden ser los vicios del alma!

Un hombre se sentó a mi lado. Traía un cigarrillo en su mano. Lo miré solo por un momento porque me fastidió el olor del cigarrillo, su aspecto me decía que tenía entre 40 y 50 años de edad. Notó mi incomodidad por el humo, pidió disculpas y de inmediato se presentó como profesor de la Universidad a unas cuadras de la plaza, me dijo que acostumbraba a sentarse allí unos minutos después de dar algunas cátedras.

- “Es un ritual de cinco años”, dijo sonriendo.

Yo estaba demasiado ocupado pensando en mi plan de trabajo como para desarrollar una conversación con un hombre de tal vez 50 años y además vicioso. Él insistía en conversar y después de señalar que yo era muy joven me preguntó si estudiaba. Le contesté que sí, sin mirarlo, que hacía el segundo semestre de ciencias pedagógicas en la mención de orientación (fui específico para evitar otra pregunta). Guardó silencio unos segundos y luego escuché de sus labios una pregunta que no esperaba de un hombre con un cigarrillo en la mano:

- “¿Sabes que el hombre necesita salvación y para ello Dios envió a su Hijo Jesucristo?”.

No respondí a su pregunta, de hecho, me levanté de inmediato y solo le dije: “discúlpeme pero tengo muchas cosas por hacer”. Seguí mi camino pensando en “qué clase de cristiano era ese que pretendía evangelizarme con un vicio en su manos”.

Hoy puedo responder que sin duda alguna era una clase de cristiano mucho mejor de lo que yo era. Hoy prefiero morir de cáncer en los pulmones y no tener el alma empañada por aquel vicio. Y creo que otros preferirían ser fastidiados con el humo de un cigarrillo y no recibir la formación que, influenciado por mis vicios, podía ofrecerles.

sábado, 7 de febrero de 2009

CARTA ABIERTA A MI AMIGA GLENDIS...

Soy aquel que una vez fue el muchacho que conociste. ¿Te acuerdas?

El que pensó podía ser el rey del mundo. Cuyas decisiones no pesó jamás en la balanza de la razón y siempre avanzó confiando en las fuerzas que creyó tener.

Llevaba sobre mis hombros las cargas que no debía llevar. ¿Recuerdas que no podía estar tranquilo en un solo lugar? Yo ya no sonrío al recordarlo.

Estaba lleno de proyectos y vacío de vida.

Pretendía volar hasta el nivel más alto, como si esto fuera fundamental. Rodeado siempre de gente pero desnudo de compañía. Viviendo la vida como si ésta fuera corta, como si fuera solo un impulso.

Seguro me recuerdas corriendo en todo momento, sin ánimo de detenerme a mirar los ojos, sin tiempo de escuchar el alma. Descansando en constantes compromisos, empeñado en convertir la noche en día. Queriendo ser amo del tiempo. Huyéndole a la quietud, bailando con la distracción

¿Recuerdas que perseguía estrellas fugaces cuando solo debía contemplarlas? Creí que podía vivir a base de fórmulas.

Me escondía del silencio y temblaba ante la soledad. Claro, era un secreto; yo no hablaba de mis debilidades, podía perder la competencia. ¡Guardé tantos secretos! Se hacen pesados con el tiempo, y a veces tienes que aprender a soltarlos y otras veces la misma vida te obliga a soltarlos, o más bien a vomitarlos. Es horrible el sabor que queda de ellos, pero el tiempo también lo va borrando.

¡Y pensar que le tuve miedo! Sí, le temía al tiempo, y hoy sonrío con él. Me ha enseñado buenos juegos. Que irónico, antes no tenía tiempo para los juegos y hoy me empeño en ser de nuevo un niño.

Hoy soy tan diferente, y no digo que mejor o peor, tampoco sé a ciencia cierta si es bueno o malo no ser el mismo, tal vez mañana pueda saberlo. Ahora me conformo con ver las estrellas fugaces pasar, entendí una noche que ellas no existen para ser perseguidas. Creerás que ahora soy un tonto, pero a veces, cierro mis ojos y pido un deseo. Un día te hablaré de mis deseos, tal vez nos reiremos juntos. Sí, ahora suelo reír, es decir, reír de verdad.

Ya no vivo tan deprisa, me cansé de correr. Y cuando solo caminas te das cuenta que hay muchas cosas que solo puedes disfrutar caminando, como la compañía de verdaderos amigos, la brisa de la mañana en estos días de extraño invierno, como la sombra de un árbol bajo el sol de mediodía, como la sonrisa de un niño que sin conocerte te la regala.

Ahora me sobra el día, puedo tomar un café a las seis de la mañana, puedo sentarme a desayunar en cualquier kiosco cuando así lo quiero, y escuchar a un anciano hablar sus nostalgias mientras lee el diario. Ahora hasta me alcanza para cazar historias, y la noche es noche, me alcanza para mirar la luna…

Hay tantas cosas que pudiera decirte, por ahora creo que esto es suficiente. Solo fue un asalto de nostalgias, pues ahora el tiempo me alcanza para sentirlas… Seguro un día de estos nos vemos… Solo quería advertirte que ya no pretendo ser el rey del mundo…