Siempre
fui un desastre, al principio de mis diez años ya quería ser un adolescente; en
mi adolescencia quise ser adulto, después de mis veinticinco años añoré la
adolescencia y quise volver a esos días, y hoy, a mis treinta y un poquito más,
quiero ser niño de nuevo. Lo comento para justificar el desorden en mi memoria
y mis problemas con las fechas y lugares. A veces me preguntan que desde cuándo
estoy separado y yo no sé qué contestar; a veces me preguntan que desde cuándo
estoy en Cabimas y hago una pausa para intentar recordar a qué edad llegué
aquí. A veces sueño que estoy perdido entre calles que conozco bien, en mi
sueño siento la necesidad de ir a mi hogar y no sé si debo ir a Quebrada Honda,
a Aroa, a Maracaibo, si de repente sería mejor aventurarme a Sabana de Mendoza,
al Consejo de Ciruma, volver a Cabimas, a veces, en mi sueño, me quedo
paralizado y al despertar siento la agonía de estar perdido aun. Algunas veces
en mis sueños sencillamente me quedo vagando por las calles porque no sé en qué
tiempo estoy y a dónde pertenezco. ¿Necesito un psicólogo que me escuche y
diagnostique mi condición? ¡Lo he pensado!
Un
desastre, es lo que soy. A veces quiero tener mejor memoria, envidio a quien
puede recordar las fechas importantes en su trayectoria, tengo un amigo (Joel
López, quien seguro leerá esta nota), él puede recordar fechas exactas sin problemas.
Y no es que yo no he vivido momentos importantes y satisfactorios… ¡He vivido
momentos que valen eternidades! Pero el problema es que soy un desastre y no
tengo memoria. Tengo amigos que pueden
recordar nombres, escucho a veces a algunos decir cosas como: “yo supe a mis
cinco años de edad que sería cantante, a esa edad ya sentía la música arder en
mí…”. Los escucho y me asombro, entonces me pregunto “¿y yo? ¿A qué edad sentí
las letras causando caos en mí?”. No lo recuerdo, pero sé que escribí un relato
en mi niñez y aunque nunca lo guardé y no recuerdo de qué trataba ese primer
relato, hay algo que no puedo olvidar: sentí satisfacción al escribirlo, tanta
que no quería entregarlo a la maestra en el colegio porque sentía que era mío y
sólo yo podía entenderlo. No sé cuántos relatos escribí después de ese, tal vez
es bueno no recordar de qué trataba, cómo estaba escrito, cuál era su forma y
fondo, pues quizás de recordarlo lo habría menospreciado en algún momento.
Porque a veces somos duros con lo que hemos sido… Recuerdo que mucho tiempo después volví a
sentir satisfacción al escribir un bosquejo basado en la historia relatada en
el evangelio según San Mateo 9:9. También recuerdo un relato que escribí una
tarde en la facultad de humanidades de la Universidad del Zulia, el relato era
para una linda chica de la facultad, a quien no volví a ver y no me alcanzó el
tiempo para entregarle el relato. Y así, tengo recuerdos vagos de momentos en
los que me reconocí prisionero de letras.
¡Pero en
el año 2008 sucedió un milagro! No recuerdo el orden, pero tropecé en un mismo
mes con Beatriz Perdomo, Isabel Fernández y Keila Ochoa. ¡Fue un milagro! Keila
Ochoa resultó ser una escritora talentosa y de pluma fértil, una bendición.
Llegué a su página y después de leer una leyenda de su novela “Palomas”, le
envié un correo. Keila respondió mi correo dándome unos consejos y además me
sugirió que abriera un blog y me dedicara a escribir tan seguido como pudiera,
que expusiera mis letras a la crítica, que las soportara y creciera con ellas.
Abrí un blog: “La vida no es corta”. Isabel y Beatriz me dieron la bienvenida a
la blogósfera, visitaban mi blog continuamente y me dejaban comentarios y
sugerencias en cada artículo publicado. Keila también aparecía y dejaba sus
huellas, luego se sumó Patricia Ibarra, Nelly Escotto, Celeste del Rosario,
Alejandro Vázquez, Anyul Led Rivas, Luisanna Jaimes, Roysa Socorro, Michel
Ibarra, etc. Poco a poco aprendí a leer mejor, a escuchar mejor, me sentí en
confianza y abrazado por un círculo de personas amables y agudas. Se sumó
Enrique Crespo, Claudia Lama, Claudia González, Carolina García, Febe Mendoza,
Zafiro, Salma Hassan. Y muchas personas más.
En el año
2008 encontré en un blog un ejercicio, un escenario para crecer y una solución
a mi mala memoria y mi deseo de poder recordar fechas exactas de publicaciones
y días importantes, y allí, en mi blog, está todo registrado. Allí hay huellas
de mi romance loco con el cristianismo, de mis despechos, de mis alegrías, de
mis melancolías, de mis nostalgias, de mis manías con algunos meses, de mis
amistades; allí, en “La vida no es corta”, están registradas las fechas de mis
logros e incluso de los fracasos más significativos, esos que me han permitido
aprender con consciencia.
Sigo en mi
afán de publicar de distintas maneras, he logrado pequeñas metas,
progresivamente, como la publicación de mi relato La fe de mi padre, la próxima
y cercana publicación de Rubia, la nominación entre finalistas y ganadores de
algunos concursos, y la formulación de proyectos que me permiten definir mejor
los pasos que siguen.
El día de
ayer publiqué en formato digital y para descargas gratuitas una colección de
treinta relatos bajo el titulo “Relatos de abril pronunciados en noviembre,
relatos cortos escritos con mi mano izquierda”. La publicación de ese volumen, que reúne treinta relatos de los que he
publicado desde el 2008 hasta abril del 2012, es una expresión de nostalgia, es
un grito de mi melancolía, es un intento de dejar otra huella en mi blog, otra
huella que me permita mañana mirar al pasado y sonreír. Algunos de esos treinta
relatos ya han sido comentados en mi blog por estas personas que mencioné
anteriormente; otros de esos treinta han
sido comentados por ti, que estás leyendo ésta nota, tal vez encuentres relatos
que no alcanzaste a leer en mi blog. Algunos hablan de alegrías, otros de
tristezas, de despechos o de romances, otros hablan de sueños y unos de
pesadillas… Algunos fueron escritos durante el amanecer, otros fueron escritos
en las noches más oscuras; estoy seguro que muchos de ustedes sabrán cuáles
fueron escritos durante una tarde soleada, en una plaza, durante un viaje, en
la montaña de mi abuelo, en el pueblo de mis padres, en una banca de alguna
iglesia, caminando por las calles de una ciudad…
Si aun no
lo has descargado te invito a hacerlo, y recíbelo como un regalo por la
compañía durante estos años, meses, días u horas. Recíbelo como un regalo por
los años que vendrán, o por los que seguirán incrustados en nuestros recuerdos,
con fechas o sin fechas, con imágenes o sin imágenes… Creo, y tal vez con eso
justifico ahora el desastre que soy, que vale la pena recordar al menos el sentimiento
que brota de un encuentro, y no importa
si hay distancia entre lo dos, que las letras sigan acercándonos…
Para descargarlo presiona AQUÍ, y luego sigue los pasos...
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