- No volveré a amar nunca más. Siguió diciendome, mientras las lagrimas brotaban de sus ojos color cafè a pesar del notable esfuerzo por impedirlo.
La escuchè en silencio porque he aprendido que a veces hay que callar, en ocasiones solo necesitamos ser escuchado, hay momentos en los que las palabras estorban y endurecen aun màs al corazòn. Ya vendrà el momento de hablar. Solo la mirè fijamente a sus ojos, tomè su delicada mano y le regalè lo ùnico que tenìa para ella en ese momento, una sonrisa. Ella la aceptò secando las làgrimas de sus mejillas. Allì terminò la conversaciòn... Por ahora.
-Debo volver al trabajo- Se levantò luego de secar sus lagrìmas. -Gracìas. Y me sonriò.
-Cuenta conmigo- Respondì sinceramente. Y en ese momento su mirada la delatò. Ella querìa amar, naciò par amar. necesitaba hacerlo, necesitaba sentir que alguien la amaba. Querìa vivir para alguien y sentir que alguien vivìa para ella. A penas me dio la espalda y se volviò, se sentò de nuevo en la silla colocando su cartera en la mesa.
-Se me olvidaba algo-dijo mientras registraba su bolso y a los segundos sacò un estuche de maquillaje. Empolvò sus mejillas, delineò sus ojos y pintò sus labios.
-¿Què tal?
-Como nueva. Le respondì y sonriò de nuevo, esta vez su sonrisa se veìa tan fresca.
-La magìa del maquillaje- Comentò con picardìa.
-"La magìa del maquillaje"- repetì para mì. Volví a ver en sus ojos su deseo y vi su silueta alejarse de mi mesa y cruzar la puerta del restaurant La Paz.
Me quedè unos minutos pensando en ella y su rostro maquillado. - "La magìa del maquillaje". pensaba una y otra vez. Pensé en cómo lucía mi rostro. Mirè el rostro del mesonero que retiraba mi pago de la mesa. Observé también el rostro del joven que estaba sentado en la mesa del frente mirando desesperadamente su reloj. Pensé en la joven que minutos antes de que mi amiga se fuera se acercó a algnunas mesas vendiendo ramos de rosas mientras lucía una espléndida sonrisa.
Mientras pensaba recordé que meses atrás me monté en un transporte público para ir a mi trabajo, me senté al lado de una señora y me bastó unos segundos para notar, inevitablemente, que ella lloraba. No se si fue mi presencia o porque ya llegaba a su parada, pero inmediatamente ella sacó de su bolso su estuche mágico y en un instante su semblante cambió.
El mesonero volvió con el cambio y lo dejó en mi mesa.
-Que tenga buenas tardes- Me dijo amablemente con una sonrisa asiática. "Tal vez sea maquillada"- pensé. Tomé mi cambio y dejé una moderada propina.