martes, 28 de febrero de 2012

ELLA Y SU "CRISTO TE AMA"...

La tarde avanzaba lenta como mis pasos, fresca como la nostalgia que emerge desde adentro y te sumerge en los abismos de la incertidumbre. Debo confesarlo, antes le temía a la nostalgia, me escondía de la incertidumbre, yo no podía aceptar que incluso la fe es un laberinto oscuro y que mientras más nos perdemos mayor es la probabilidad de ser encontrados.

Aquella tarde el cielo mostraba con orgullo su profundidad mientras despejado reflejaba el alma de quienes ya no tienen convicciones y con desespero buscan un hogar. Yo caminaba como buscando mi hogar. Somos peregrinos, eso es cierto; nos acusan de peregrinos nuestros sentimientos, esos que se despiertan como insatisfacción frente a las realidades que heredamos. Intentamos ignorar esos sentimientos, callar la insatisfacción, pero tarde o temprano nos sorprendemos caminando una tarde lenta y fresca.

Fue mi padre quien me enseñó a caminar, a caminar con un sentido. Sus metáforas siempre grotescas; en mi niñez estaba convencido de que si Dios realmente era un Padre, tendría que ser como el mío; grabé sus metáforas en mi alma mientras crecía y con ellas fui creando fragmentos de lo que soy. Y así hice literal en mi conducta eso de que “mientras camines no serás esclavo de ningún espacio”. Estoy convencido de que aquel encuentro no hubiese sido posible de no ser por las metáforas de mi padre.

La tarde desmayó entre los brazos de la noche, y mis pasos me llevaron a la plaza concordia, la misma en la que algunos de mis buenos recuerdos pasean como fantasmas que no se resignan y no aceptan que el tiempo pasó, algunas veces cuando me siento allí escucho ecos de risas, de alegrías. Allí sentado la vi a ella esparciéndose como los otros en su grupo, a todas direcciones, y ella directo a mí. Supe que no fue suerte, y aunque sabía su intención al pretender abordarme no pude evitarlo. Me distraje con su belleza y olvidé por segundos lo que supuse de su acercamiento. Se sentó a mi lado con un tímido “hola”, y yo le respondí con otro “hola”, uno que más bien era un lamento, pues lamenté que aquel saludo no fue más que el anuncio de su intento de hacerme prosélito de sus doctrinas. Deseé que aquel saludo se convirtiera de repente en el inicio de una buena conversación. Pero al instante ella soltó un “Cristo te ama” que sonó a herramienta, a método. Y entonces ocurrió.

Vi una parte de mí en ella, por mucho tiempo en mis labios el “Cristo te ama” también fue un misil, uno disparado sin orientación, uno perdido, engañado, forzado. Yo también desperdicié en otros tiempos encuentros, cegado por la “ambición dogmática”. La miré a los ojos, y en un segundo imaginé que tal vez ella estaba allí obligada por su desesperación, por el engaño creído necesario, bajo presión, huyéndole a aquello que construyeron para domarla, quizá creía que era necesario estar allí y disparar para garantizarse la vida eterna; sí, tal vez le temía al infierno sin sospechar que muchas veces desperdiciar un encuentro ya es un infierno. Tal vez ella no entendía la grandeza del amor de un Cristo que fue libertad expresada, de un Cristo que se empeñó en exponer lo absurdo del temor, que deseó que el temor no reine más alimentándose de las doctrinas ortodoxas y sistemáticas. Tal vez ella necesitaba saber que ese amor de Cristo no condiciona, pensé que ella y su “Cristo te ama” lanzado era sólo victima de las tradiciones heredadas.

Un segundo pasó después de su “Cristo te ama” y yo le respondí, sonriendo de nuevo, con un “a ti también te ama”. Y entonces el encuentro comenzó a valer, pues una buena conversación surgió… ¿De qué hablamos? De lo único que podría hablar yo en un escenario como ese…

domingo, 26 de febrero de 2012

¿Y SI DIOS ES?

¿Y si Dios es duda y oscuridad? ¿Y si él es silencio y soledad? ¿Y si Dios es valle de sombra y no sólo la compañía en el valle? ¿Y si Dios es sed? Esa misma que habló en la cruz, ese "tengo sed" que agonizaba. ¿Y si Dios es debilidad? Esa de la que hablan algunos solamente para intentar resaltarse.

¿Y si Dios es la sonrisa de la abuela que sigue viva alimentándose de tus logros y con orgullo hace de tu esfuerzo un mito entre sus compañeras mientras juegan bingo? ¿Y si Dios es la hermosa mirada de tu hijo de siete años, cuando te ve llegar ignorando que con impotencia y frustración te limitas al régimen de visita impuesto por el Estado tras tu divorcio? ¿Y si Dios también es el suspiro de la mujer que amas cuando te ve llegar? ¿Y si es el abrazo de tus padres cuando después de largos meses vuelves al pueblo?

¿Y si Dios es esa sonrisa que se te escapa un viernes por la noche cuando estás reunido con tus amigos compartiendo una pizza mientras ven una película? ¿Y si Dios es ese saludo tímido que arrojas al otro lado de la calle y que es correspondido por ella? ¿Y si Dios es ese "todo estará bien" que pronuncia tu amigo, ese "todo estará bien" tímido e inseguro pero deseado y necesitado? ¿Y si es la tranquilidad que sientes cuando es pronunciado aunque esa tranquilidad dure sólo un segundo? ¿Y si Dios es ese "te amo" que cuando lo pronuncia ella hace que la oscuridad y la luz sea un mismo elemento en los atardeceres? ¿Y si Dios es el llanto de tu hijo que recién nacido se anuncia en tu existencia?

¿Y si Dios es el abrazo de tu hijo menor, de cinco años, que un lunes en la noche te redime de todas tus culpas? ¿Y si es ese segundo que disfrutas tomando la mano de la chica que amas? ¿Y si es la espera mientras se acerca el momento que tanto soñaste? ¿Y si Dios es ese mate que compartes con tus amigos un sábado en la tarde? ¿Y si es el café que te tomas a las seis de la mañana antes de salir al trabajo mientras piensas que todo está mejorando?

¿Y si Dios es esa alegría que resplandece con vida propia cuando estás conversando con alguien que apenas conoces y te das cuenta que han recorrido las mismas veredas, sin coincidir, hasta llegar a un mismo escenario? ¿Y si Dios la melancolía que susurra en tu alma un "pronto llegarás a tu hogar"? ¿Y si Dios es esa sed de hogar y el sentimiento de peregrino que te impulsa a seguir caminando?

¿Y si Dios es un dibujo torpemente trazado por tu hija de seis años con el que intenta reflejar como te percibe y te siente a su lado? ¿Y si Dios es esa pregunta de tu amigo ateo que te desestabiliza y te hace pensar que tal vez Dios no es como piensas? ¿Y si Dios es la primera lluvia de mayo, esa que cae justo cuando llegas al pueblo de tu niñez después de meses de ausencia? ¿Y si Dios es ese soplo que apuntas contra las velas del pastel de cumpleaños, soplo que esparces con felicidad porque están todos tus amigos y toda tu familia a tu alrededor?

¿Imagina usted un sistema que se apoye en estas débiles figuras acerca de un Dios? Sin duda, no sería un sistema sino un escenario, y la fe sería entonces un clamor silencioso carente de orgullo...

sábado, 18 de febrero de 2012

UN ASALTO QUE LOGRÓ DESPERTARME...

Las siete de la noche, la luna llena anunciaba una noche tranquila y oscura. Salimos del trabajo y por ser viernes estábamos apurados por llegar cada uno a su destino para tomar las riendas de nuestro descanso y derrochar el fin de semana cada uno a su manera. Éramos tres compañeros de trabajo trasladándonos de una ciudad a otra en un transporte privado.

El auto venía fallando y apagándose, luego de quince minutos de viaje se apagó en un punto de la intercomunal entrando a la ciudad de Cabimas. Tres minutos transcurrieron, rápidos, fugaces, ni siquiera se notaron. Tres jóvenes de edades comprendidas entre dieciséis y dieciochos años, cada uno con un arma en sus manos, se acercaron al auto; dos se montaron en los asiento de atrás y uno me apuntó a mí que iba delante. Nos despojaron de nuestras pertenencias, yo conversaba con el que estaba a mi lado y le decía que estuviera tranquilo que no había necesidad de violencia pues podían llevarse lo que quisieran. Uno de los asaltantes que estaba detrás decía: “rápido, rápido, que tengo hambre…”. Amenazaron con llevarse el auto, pero notaron la falla y no quisieron arriesgarse. Fuimos astutos al lograr salvar nuestros teléfonos celulares y nuestros documentos personales (solo uno de los nuestro no pudo).

Cuando todo pasó, nos miramos las caras, vimos a los tres delincuentes alejarse. El auto encendió al instante. “¿Todo está bien?” “¿No golpearon a ninguno?” “¿No te faltaron el respeto?” (Preguntamos a la chica que iba con nosotros). Respiramos profundo. Y luego sonreímos porque salvamos la vida.

Mientras nos apuntaban y nos despojaban yo pensaba en mis hijos, pensaba en mis proyectos. En segundos me pregunté qué sería de mis hijos si esa noche un disparo hubiese acabado con mi vida. No sentí miedo, sentí agonía. Traté de mantenerlos a todos en calma y de hablar con el que me apuntaba, para que no recurrieran a la violencia y con nervios hicieran un disparo. Al llegar a casa no hice reproches. Recordé que siendo adolescente, e inmerso en las veredas ortodoxas del cristianismo heredado, fui victima de un asalto y en esa oportunidad lo primero que pensé después del trago amargo fue “cómo puede Dios permitir que estas cosas pasen”, luego pronuncié una estúpida oración de juicio en contra de los delincuentes. Pero esta vez no, todo fue diferente.

Creo que somos irresponsables al pensar que es Dios quien permite estas cosas o que es su descuido el que las propicia, creo que somos más irresponsables al responder con violencia o con ira frente a estas situaciones. Seamos honestos, asumamos nuestras culpas. ¿Qué estamos haciendo para que la sociedad sufra una transformación positiva? ¿Orando? Creo que la mejor oración es ser respuesta a la problemática social de nuestro entorno. Me sentí responsable del asalto, yo lo propicié. ¡Claro! Yo, por no hacer más de lo que creo que debo hacer para que mi entorno sea mejor. Pienso mucho en mis hijos, hace unos días conversaba con un amigo y le decía que por estar divorciado y no tenerlos todo el tiempo a mi lado siento una deuda inmensa con ellos en todo momento; quiero para ellos un mejor escenario de vida, una sociedad sin delincuencia, en la que los prejuicios religiosos no sean la constante, una sociedad humana, dispuesta al cambio para mejor, con un porvenir cada vez más claro y hermoso. Quiero que mis hijos me recuerden como alguien que hizo notar su cariño por ellos, que intentó, en congruencia con sus oportunidades, darles como herencia la tranquilidad de vivir en libertad.

Creo que se puede construir un escenario mejor si cada uno, en nuestro entorno, asumimos la responsabilidad social que nos corresponde. Si intentamos según nuestros medios y oportunidades aportar para el bienestar común, desarrollando programas sociales a favor del necesitado, del desmejorado, si nos abocamos a dignificar la vida.

No puedo concluir sin hacer un llamado a las instituciones cristianas, disculpen mi tonta ilusión de que se logre una evolución en tal institución que la desvíe o la haga transitar por el camino del bienestar social. Yo creo que si las instituciones cristianas, los templos que se hacen llamar “iglesias”, los “íconos” que se autonombran o son nombrados dentro de la esferas cristianas como “representantes del cristianismo”, si todos ellos se unen para hacer un aporte a la sociedad, para desarrollar y financiar programas de bienestar, algo grande podrá hacerse, un gran avance podrá lograrse. Creo que de esa forma se redimirían del “pecado de hacerse llamar representantes de Cristo” mientras le dan la espalda a la sociedad y sacan provecho de sus fantasías, sometiendo ideológicamente a otros… Pero mientras ellos se deciden, nosotros hagamos lo nuestro, lo propio, lo que está a nuestro alcance… Y por supuesto, reconozco que algunos grupos pequeños, algunas instituciones que van naciendo, están comprometiéndose con la sociedad y el bienestar…

No quiero hablar mucho al respecto por ahora, pero esa experiencia me hizo tomar decisiones y dar un paso adelante en los terrenos de algunos proyectos que no he culminado…

lunes, 13 de febrero de 2012

NEGRO SOBRE BLANCO IMPRESO...




Desde Caracas, la capital de mi patria Venezuela, Negro Sobre blanco lanza la primera edición de este año... A través de su periódico pretende impulsar la cultura desde todos los rincones y presentarse como escenario social... Dirigido por Richard Sabogal les presento esta edición en la que, entre otras cosas, se revela una "De esas Cartas que Jamás Envié".




Para leerlo presiona AQUÍ

viernes, 3 de febrero de 2012

LUCAS 7:11-17, UNA LECTURA LEJOS DEL REDIL.

En esta oportunidad y con mucha humildad quiero dedicar esta nota, como una expresión de cariño y gratitud, a Manuel Tovar, su esposa Miriam y su niña Gracia Libertad...

El evangelio según San Lucas relata una sorprendente historia y la biblia versión Reina-Valera, revisión 95, la titula: Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín.

Repito, es una historia sorprendente. La ocasión que se teje es digna de una buena lectura. Yo me senté cómodo, aproveché la soledad y el silencio e intenté caminar por la calles de Naín.

Una gran multitud conquistaba las calles. ¿Un evento? Sí. ¿Un buen evento? No.

Es una danza que atraviesa las calles, es la danza de la muerte. Y a su paso tributos de gemidos y lagrimas, los “¡Ay Dios mío!” que hablan de esa rebeldía que no permite la comodidad de la resignación, que indican que lo sucedido todavía tiene olor fresco, fresco pero no agradable. La víctima una viuda, que no solamente se enfrenta a diario contra la ausencia del marido, sino que ahora va sumando la partida de un hijo, por quien va danzando la muerte. El hijo que perdió era su único hijo, quedó sin familia. ¿Esperanzas? ¿Qué esperanzas podría tener? ¿Una resurrección? Ni en sueños, esas cosas han sucedido en siglos, ¿por qué sucederían ahora?

Yo voy por las calles, soy parte de la multitud que va junto a la viuda. Voy lamentando la situación, siempre he lamentado la muerte, lo lamento por el vacío que deja y que no es fácil de comprender. Hace dos años perdí a un amigo, un hermano, su partida me dejó una lección, me enseñó a valorar la muerte; cuando uno le da valor a la muerte se esfuerza por vivir con sentido, por dejar huellas, por amar con tanta intensidad y pasión que ese amor siga latiendo aun después de la muerte. Eso me lo enseñó él, que invirtió cada día en amar y en su eternidad. Pero sigue doliendo, voy caminando por Naín y voy recordando a mi amigo, sintiendo el vacío a pesar de la lección que me regaló. No sucedió un milagro, él no se levantó de entre los muertos, nunca he visto que algo así suceda, por qué sucedería hoy.

De repente pienso en las historias que escuché de profetas y ungidos por Dios que resucitaron muertos. Recuerdo la historia de Eliseo y la viuda de Sarepta. Pero, ¿podría suceder hoy? Pienso en el presente, todavía soy parte de la multitud que sigue a la viuda. Los profetas han desaparecido, no se habla de milagros, los ungidos fueron remplazados por “maestros”, “escribas”, “fariseos”. Ellos representan la autoridad y la voz de Dios. Si algún milagro va a suceder tendría que venir por medio de ellos. Pero ellos, ellos… Ellos no andan caminando por las calles buscando oportunidades para resucitar a alguien, no están interesados en dar consuelo, ni siquiera saben que existe la viuda, no van caminando con nosotros.

Pero un profeta ha salido a las calles, va caminando. No está en un templo esperando que lleguen las viudas a llorar sus muertos, no está interesado en sacrificios ni en control. Va por las calles, seguido de una multitud también, con él danza la vida, la esperanza, detrás de él los “¡Ay Dios mío!” tienen otro tono, de alegría, de asombro. Desde aquí veo su rostro, acaba de afligirse, se le nota en el rostro. Es que ha visto a una viuda llorando a su hijo, sin esperanza, tal vez también me ha visto a mí, lamentando la ausencia de profetas en las calles de Naín.

No lo creerán, pero Jesús, el Cristo, se detuvo frente a la viuda y le ha dicho “no llores”. ¿No llores? Sí. Y de inmediato resucitó a su hijo.

Sigo dentro de la historia, han pasado días. Hay un gran alboroto en la ciudad. La viuda cuenta una gran historia, jamás será olvidada, y yo, yo… Yo sonrío, existe uno que no anda buscando beneficios egoístas, que no está encerrado en un templo, que ha hecho de su vida un milagro para otros. Y pienso que sí hay esperanza, un mejor porvenir se asoma, tal vez pueda construirse una sociedad más calurosa, más unida.

Pero no sigo en la historia, y aquí lejos de Naín, muchos que dicen ser la autoridad y voz de Dios andan buscando beneficios propios, persiguiendo visiones de prosperidad que pretenden alcanzar mediante la esclavitud de otros. Estoy en la América Latina, donde los criollos, los de casa, los que deberían ser nuestros hermanos, se adhieren a teologías y doctrinas que no nos pertenecen y que solo sirven de armas en contra del bienestar común. Son expresiones de la colonización, y están colonizando como si fueran una nación extranjera, golpeando a los de casa. Algunos lo hacen sin saber que lo hacen, es la herencia que recibieron y no tienen la capacidad o no están interesados en desconocerla.

Viudas se van lamentando por las calles, huérfanos, divorciados, abandonados, víctimas de la pobreza heredada… Una legión de desafortunados va caminando, y los templos están repletos, muchos de los que están en los templos podrían juntar una fortuna para poner a andar un programa social a favor del bienestar, otros tantos tienen la fuerza para cumplir un trabajo comunitario significativo; pero están en los templos, dando gracias por la abundancia y rogando por los pobrecitos desdichados, y muchas de estas oraciones son solo una “lavadita de manos”, un argumento para silenciar la responsabilidad.

¿Hay esperanza? Sí. Claro que la hay. Cristo no se ha quedado en el templo. Yo sonrío, porque él viene por las veredas de la América Latina, y viene sintiendo compasión. Lo sé porque voy viendo grupos de personas a quienes el cristianismo heredado acusa de herejes, de contrarios, de minoría; éstos son despreciados pero no les importa, no pueden tocar a todas las viudas, pero hacen lo posible. Vienen dando el ejemplo, y sospecho que terminarán seduciendo a parte de la mayoría, los templos tendrán que convertirse en centros de refugio, en comedores sociales, en centros educativos, en oficinas para desarrollar programas sociales, tendrán que proclamar en los templos un evangelio congruente, un cristianismo ligado a Cristo, eso o se quedarán vacíos.

La América Latina gritará como se grita en la calles de Naín: “Dios ha visitado a su pueblo”. Será escenario de un avivamiento real, no de esas payasadas, de esos eventos que duran tres días y que solo sirve de escenario para la promoción de nombres y títulos, no de esas campañas proselitistas; será escenario de un avivamiento real, uno que dejará vacíos los templos porque nadie querrá perderse de la transformación social que estará ocurriendo en las calles… Y no estoy profetizando no declarando, no estoy adivinando el futuro, estoy leyendo el presente, lejos del redil, viendo el inicio que hace deducible y obvio un mejor porvenir…

jueves, 2 de febrero de 2012

VOLVÍ A LEER MATEO 9:1-8.

No es fácil leer un libro como la biblia cuando se está inmerso en un mundo en el que todo ya se ha dicho y las verdades han sido definidas. Claro, depende desde el punto de vista del lector. Hace diez años era fácil para mí, era una ventaja saberlo todo ya, conocer “el pensamiento de dios y la intención de su pensamiento” en la “Palabra”; pero luego, cuando descubrí que el llamado “pensamiento de Dios” no era más que una idea construida y aceptada bajo el régimen llamado “tradición”, comenzó a estorbarme todo lo pre construido y pre establecido, entonces la biblia se me volvió complicada.

Dicen que estuve y algunos aseguran que todavía estoy “descarriado”, y es cierto; lo estuve cuando acepté los límites que me mantuvieron dentro de aquel redil de normas y estatutos, de tradiciones y costumbres, cuando “congregarme” bastaba pues no estaba “como muchos tenían por costumbre estar”; y también es cierto que todavía lo estoy, es que sigo andando por los caminos, lejos del redil, aunque prefiero llamarlo mi hogar, porque quiero pensar que al llegar lo sentiré mi hogar. Pero a pesar de que la biblia se me volvió algo complicado la he mantenido cerca de mí. No la considero “mi regla de fe”, es que ni siquiera considero que tengo fe. Contrario a eso reconozco y aseguro que a diario me azotan las dudas y no creo que la biblia pueda tener todas las respuestas, de hecho no se si existan las respuestas a todas mis dudas. Estar consciente de mi condición me ha ayudado, me permite estar atento en el camino y no olvidar que sigo siendo forastero.

Y hoy, en medio de mi andar, volví a leer Mateo 9:1-8.

Jesús volvió a su ciudad y le llevaron un paralítico tendido en una camilla. Es posible que muchos reconozcan la historia en este punto, en la biblia la titularon “Jesús sana a un paralítico”, pero no fue el acto principal de ese relato. Desde mi punto de vista y no “desde mi verdad” (pues no tengo verdades, sino muchas mentiras que me rodean y que son partes de lo que soy hasta ahora), el verdadero milagro no fue la sanidad del paralítico sino las palabras de Jesús.

Jesús ve al paralítico y a sus amigos y le dice al infortunado: “ten ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados”.

Mientras leía las palabras de Jesús pude ver los ojos del paralítico, del infortunado que no solo padecía una enfermedad física, sino que también llevaba dentro de sí el sentimiento de culpa, sentimiento profundo que puede matar el alma y entristecer para siempre la mirada, y cuando la culpa entristece la mirada todo lo que miras lastima, el pasado lastima porque te acusa, te condena, el presente lastima porque está encadenado y no hay alegría y el futuro porque solo te esperan días tormentosos, que azotan y siguen lastimando. Jesús vio dentro del hombre paralítico, y seamos honestos y realistas: no se necesita ser “el hijo de Dios” para saber que un paralítico, incrustado en una sociedad que señala de pecador a los infortunados y enfermos, se debe sentir culpable por su condición.

El paralítico necesitaba sanidad, es cierto. Pero más necesitaba redención, consigo, con su pasado, su presente y futuro. Necesitaba sanar su mirada. Podía sanar pero aquella sociedad lo seguiría llamando “el paralítico”, y no disfrutaría de la bendición recibida. Yo no se si Jesús tenía intención de sanarlo. Pero el narrador nos cuenta que algunos escribas decían entre ellos que Jesús “blasfemaba”. Por acercar su voz a un paralítico y decirle que el pasado no seguiría condenándolo, por eso blasfemaba; a ellos les molestaba la redención, tal vez porque bloqueaba su principal herramienta de proselitismo y esclavitud: la culpa. A los escribas no les convenía una sociedad libre de culpas, porque una sociedad libre de culpa no los necesitaría, no los respetaría, no se sentiría inferior a ellos. ¿Suena conocido? A mí sí. Yo fui parte de esa sociedad con culpa y dominada por “escribas”.

La actuación de Jesús, del Cristo, nos hace un llamado: vencer la culpa. No solo la nuestra, sino la impuesta desde las expresiones religiosas; nos invita a ser agentes liberadores, nos plantea el compromiso de “blasfemar”, de ir en contra de las técnicas de manipulación que han evolucionado. Los escribas representaban en cierta medida “la autoridad y las leyes”, pero cuando una autoridad pretende mediante sus leyes esclavizar y someter, entonces debe ser desconocida, esa es una ley, es la ley reflejada por los actos del Cristo.

Jesús confronta a los escribas y les pregunta: ¿Qué es más fácil, decir: “Los pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”?

Respondamos la pregunta. Es más fácil decir: “Los pecados te son perdonados”. La pregunta apuntaba en contra de los escribas, que pudiendo hacer lo fácil no lo hacían, porque en sus intereses no estaba el bienestar común; sus intereses estaban en armonía con el control, poder, egoísmo... Entonces Jesús no solo hizo lo fácil, sino lo difícil también: le dio la sanidad al paralítico.

Podemos hacer lo fácil, podemos esforzarnos más y hacer también lo difícil. Podemos solo sonreírle al que es azotado por el infortunio, podemos caminar un poco más y sentarnos a su lado, podemos ir más allá y conversar con él, escucharlo, pero también podemos dar un poco más y aportar a su bienestar.

No se con que intención el narrador al final dice: “La gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres”. No quiero asegurar nada, no puedo hacerlo, ya no, porque ahora solo tengo dudas; pero a mí me gusta pensar que ese versículo dice que algunos comprendieron el mensaje del Cristo, entendieron que el hombre tiene el poder de aportar al bienestar común, de construir una mejor sociedad, de mostrar bondad y combatir en contra del sometimiento y las técnicas de manipulación que enferman a la sociedad. Me gusta pensar que entendieron que se puede mirar a un paralítico, a un ciego, a una mujer adúltera, a un infortunado y sonreírle, decirle que no hay pasado que pueda condenarle porque la redención siempre está a la puerta. Y por qué no, de vez en cuando se puede ver un paralítico andando…

miércoles, 1 de febrero de 2012

CAMINANDO TODAVÍA...

Voy caminando todavía… Dijiste que nunca encontraría ese lugar, que no existe, que no tengo reposo, que no tengo un hogar…

Recuerdo que sonreíste, acusando de locura mis anhelos, menospreciando mis esfuerzos, porque aseguraste que lejos de ti no existen cielos…

Y yo regresaría, rogando por el agua que brota de tus cadenas, porque fuera de tus fronteras no encontraría más caminos, y sin fuerzas quedarían mis piernas…

Pero sigo caminando, a pesar de tus pronósticos… Aunque sin encontrar todavía la respuesta a mi dónde, sin embargo, camino con un montón de paisajes en mi memoria, sabiendo que los mundos son más extensos de lo que dijiste y que la libertad no es una bestia condicionada y tampoco depende de tus cadenas para sonreír.

Sobreviví, a pesar de tus pronósticos... Y no solo sobreviví, sino que aprendí a caminar sin caminos, por las trincheras que tú tanto temes, porque le temes a las verdades cuando dices que solo hay una y es tu verdad.

Aprendí que en cada noche oscura existen sombras que no lastiman, que solo quieren respirar y darnos vidas... Aprendí a jugar con mis dudas y a conversar con mis demonios…

Y sigo caminando, según tus pronósticos, a estas alturas, yo estaría de regreso a tu esclavitud, pero sigo en dirección contraria, cada vez más lejos... desafiando tus lógicas, caminando hacia donde dijiste que no podría, y puedes declarar lo que quieras en mi contra pues ya he vencido tus ficciones…

Encontraré mi lugar, atento voy despierto, tal vez se esconde detrás del amanecer o quizás se extiende a lo largo de una noche. Quizás un día me guíe el sonido de las risas de mil fantasmas, o el llanto de alegría de los recuerdos… Y desde allá extenderé mi mano, saludando la ironía con la que me hablaste y la sonrisa con la que quisiste infundirle temor a mi mirada…