jueves, 17 de diciembre de 2009

EL "¿DIOS?" DE LOS BUENOS DESCUIDOS...

Alberto es chofer de un auto por puesto con cupo en la línea de “H y Cabillas”. A las siete de la noche me embarqué en su auto y después de diez minutos de trayecto nos detuvimos en el semáforo antes de atravesar la autopista” Intercomunal” en dirección a la “Lara-Zulia”. En ese momento me miró y comenzó a relatarme la trágica historia que había vivido tres horas antes.

A las cuatro de la tarde ese mismo semáforo se había quedado sin electricidad causando un desorden inusual en el tráfico, Alberto se detuvo esperando el mejor momento para atravesar la autopista. Un motorizado se paró a su lado y asegura haber sentido que en ese momento algo saltó en su estomago. Aunque es un chofer hábil y con años de experiencia frente al volante, de repente, un temor extraño (así lo cuenta luego de lo vivido) lo perturbó hasta el punto en que no se atrevía a abrirse paso para avanzar. Al cabo de unos minutos vio la oportunidad de avanzar, miró a su derecha y allí continuaba el motorizado, quien también miró a Alberto. Pisó el acelerador, el motorizado avanzó al mismo ritmo a su lado, a mitad del cruce Alberto miró a la izquierda y frenó violentamente al ver un camión venírsele encima con extrema velocidad, el motorizado no pudo ver al camión pues el auto de Alberto le obstaculizaba la vista hacia la izquierda, Alberto vio como aquel pobre hombre se elevó a causa del golpe del camión y cayó a cien metros de distancia desde el punto del golpe, con su mano derecha sujeta aun en la moto y su cuerpo partido en dos partes.

Aquel cuadro despertó en Alberto una agonía que jamás había sufrido, en ese punto del relato sufrí mi propia agonía. Pensé en la familia de aquel hombre, en la desesperación al enterarse de la trágica noticia, en la crisis de los familiares al llegar a la escena y ver aquel cuadro, me pregunté si había dejado hijos huérfanos, alguna joven esposa que lo amó y odiaría la vida sin él, me pregunté muchas cosas; pensé en la fragilidad de lo que llamamos vida, en cuánto peligro nos rodea y generamos, pensé en muchas cosas… Llegué a mi destino y antes de bajar del auto, Alberto me miró y me dijo: “Dios fue bueno conmigo, el muerto pude haber sido yo”. No le respondí, ni correspondí su sonrisa, ni siquiera me despedí al bajar del auto. Estaba muy cansado para responderle, y en ese tiempo frustrado también hasta el punto de no hablar contra los dioses de nadie, dioses heredados. Aun así bajé con un sabor amargo, casi maldiciendo la idea de aquel dios.

Yo he decidido hundirme en los laberintos de mi ateísmo (un ateísmo personal). Me estorban los dioses, incluso ese que parece ser el pensamiento general y que escriben con mayúscula, que parece ser genérico y contradictorio a todo lo que la gente afirma que es. Yo he decidido (mi decisión y no invito a nadie) partir de la creencia de la no existencia del dios y divagar e una búsqueda inédita sin importar el riesgo de no conseguir nada ni a nadie.

Creo que de existir alguien (y si prestan atención podrían entender la ironía, emprender una búsqueda es ya una expresión de fe en alguien solo que sin fundamentos ni presupuestos, y menos herencias) ese alguien sin duda no podría ser un dios que por salvar la vida de un chofer de un auto descuide la e un motorizado. En ese caso prefiero pensar (y no invito a nadie a pensarlo) que circunstancias como esas no deben interpretarse ni percibirse (aquí es una percepción condicionada) a la luz de un supuesto “cuidado divino”. Lo que hace aun más despreciable a un dios controlador con una pizca de descuidos. Sí, creer en un dios controlador y someterlo a la realidad (no a esa “mariguanada” espiritual que se esfuma tras las dosis de “templos” y “servicios”, y “mariguanada” en este contexto le pertenece a Francisco Rubio) es creer en el dios de los descuidos, y peor aun es creer que esos descuido son parte el “cuidado divino”.

Y si yo llego a encontrar al final de mi búsqueda (si es que acaso esa es la suerte) que ese alguien entre sus “cualidades” se atribuye la “soberanía” de sacrificar un motorizado por un chofer de tránsito entonces lamentaré profundamente haberle encontrado. (lo sé, algunos al leer este último párrafo ruegan por el “alma” e este hereje).

2 comentarios:

Unknown dijo...

Yo tampoco creo en el dios de los descuidos.
Yo creo en el Dios de la Biblia. Y en el que inspiró el Salmo 139, donde está la historia de todos.
Acabo de descubrir tu blog. Lo he comenzado a leer porque soy cubana y me atrae sobremanera la historia que está escribiendo tu país.
Quiero saber si son capaces de mantener la democracia por encima de todo.

咪叩~ dijo...

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