martes, 14 de octubre de 2008

LA PARED BLANCA.

El Consejo de Ciruma, llamado por poetas antiguos “El Jardín del Zulia”… Un pueblo escondido entre los límites del Estado Falcón y el Estado Zulia, donde los ancianos siempre han sido sabios, con facultad de escuchar los elementos de la naturaleza y crear historias asombrosas…
Se dice que hace 200 años un grupo de personas en el Estado Falcón fueron azotadas por una extraña enfermedad que les quemaba la piel así que decidieron abandonar el pueblo que habitaban para no contaminar al resto de la población. Se abrieron camino entre las montañas vírgenes y se perdieron entre ellas. Cuentan los ancianos del pueblo que un día tropezaron con un indio y éste los guió a la tierra que ahora llaman El Consejo de Ciruma. Ciruma era el nombre de aquel indio, que luego de llevarlos a ese lugar les dijo que en verano un árbol brotaba un aceite milagroso que debían frotar en la piel y la enfermedad moriría. Cuando buscaron al indio para agradecerle no lo vieron más, en cambio, vieron en una montaña a lo lejos un enorme león que rugía de espalda a ellos…
Construyeron casa de barro… Llamaron al árbol “Cabimo”… Doscientos años después la población ha crecido, la enfermedad ha azotado una y otra vez a los habitantes del Consejo de Ciruma, pero en los veranos los árboles que ellos llamaron “cabimos” brotan el aceite milagroso. Aquella historia jamás fue olvidada… Las casas de barro desaparecieron, el pueblo se hizo conocido y fue disputado por los dos estados, pero finalmente fue integrado al Estado Zulia. Fue modernizado, pero los ancianos siempre defendieron el dominio de la naturaleza sobre el pueblo.
Para recordar la historia del indio construyeron una plaza en el centro del pueblo con un monumento de u indio y a sus pies un león… Y detrás del monumento levantaron una pared que siempre estuvo pintada de blanco. Por las noches los niños jugaban en la plaza mientras los padres los observaban sentado recordando que una vez jugaron allí y escucharon historias contadas por ancianos… Y cada noche siempre habían ancianos contando historias en la plaza. También se podía mirar parejas de adolescentes tomados de la mano, cruzando miradas de amor inocente, sonriendo como tontos. En esa plaza debió haber nacido la frase “enamorado como muchacho de pueblo”.
Marú y Juan jugaron en esa plaza cuando eran niños, escucharon miles de historias. Juan fue criado por su abuelo desde los siete años de edad. Su madre murió luego de dar a luz y su padre murió siete años después a causa de la enfermedad de la piel pues no logró llegar al verano. Fue su abuelo quien le enseñó a colgar su tristeza sobre la pared blanca detrás del monumento de la plaza del Indio y el León.
Las noches cuando Juan deseaba haber conocido a su madre y tener a su lado a su padre corría hacía la plaza y se ubicaba detrás de la pared mirándola fijamente reprimiendo su tristeza. Marú lo acompañó cada noche triste y lloró siempre a su lado sujetándole la mano derecha. Así ella también aprendió a consolar sus penas mirando aquella pared. La última vez que Marú acompañó a Juan tenían 16 años.
Doce años después Marú continuaba visitando la plaza del Indio y el León y clavando su mirada sobre la pared blanca. Lo hace sola porque hace doce años Juan decidió que ya no podía estar en el pueblo… Que ya no tenía nada allí… Necesitaba huir de ese lugar que solo despertaba en él tristezas… Ella deseó no haberlo escuchado esa noche y no haber callado sus protestas… Pero tuvo que aceptarlo y seguir adelante… E inventarse una vida que no creyó necesaria… Él se fue pero ella se quedó… Quiso huir con él, pero no era parte del plan… Así que solo calló… Queriendo gritar… Pero calló…Queriendo amarrar…Lo dejó ir… Porque ella amó siempre la libertad, su libertad y la libertad de él… Así que reprimió todo lo que pudo atentar contra la libertad… Y aprendió a reprimir muchas cosas más. Y así se le pasaba la vida, callada, aceptando, dejando ir.
Las noches cuando la luna menguaba, y las estrellas parecían apagarse en el negro firmamento y su alma se agitaba por no poder soportar las miles emociones reprimidas por años, ella caminaba hacia aquella pared y callada le permitía al corazón gritar… Y lloraba… Y escribía…Escribía en su alma sueños e historias… Sueños que pudo soñar junto a él en el pasado… Historias que podrían ser parte de su pasado si el presente fuera distinto, que podrían ser el futuro si el pasado fuera otro… A veces se perdía confundida, por atreverse a cruzar las líneas de sus historias y los límites de sus sueños… Y vivía un presente con el pasado que quiso y colgaba su futuro en un presente inexistente… Siempre estuvo conciente de que era un juego, uno que se juega ignorando las reglas de la realidad… Un juego peligroso al que llamamos esperanza. Ella disfrutaba jugándolo frente a aquella pared.
Nunca dejó nada sobre aquella pared… Nunca olvidó a Juan, no hizo el menor intento… La pared blanca para ella no bloqueaba sus emociones, ni le hacía olvidar, era más bien como un lienzo virgen en cada visita… Allí le daba color a la vida… Aunque era imposible olvidar el pueblo… Lejos del pueblo Juan olvidó muchas cosas… Llevaba en su mente su propia pared blanca…Y cuando algunos recuerdos de aquel lugar asaltaban su descuido se acercaba a ella y echaba detrás de su pared los recuerdos… Fue egoísta al dejarla, ella lo entendió. Él le dijo que quería conocer otros lugares, que aquel pueblo era muy pequeño y predecible para él, que quería nuevas experiencias. Juan solo intentaba engañarse, la verdad era que quería huir del dolor… Ella lo sabía. Y no prometió volver aunque quiso hacerlo, pero la pared en él también servía para echar detrás de ellas algunos deseos… Y ella no le dijo que lo esperaría, aunque quiso hacerlo, pero prefirió dibujar sus palabras en aquella pared. No hubo un beso de despedida… No hubo una carta para recordar…
Los años le enseñaron a Juan que el dolor no echa raíces en ningún lugar, que es un fantasma que burla las paredes y los límites geográficos también… Un fantasma que no le teme a la luz del día no a la oscuridad… Y nunca pudo vencerlo pero aprendió a bloquearlo de vez en cuando y persiguió quimeras para distraerse… Así pasaron doce años para él. Aberró su personalidad, se aferró a la soledad negándole la partida cuando llegaba el momento del adiós. Nunca se asomó detrás de su pared, solo pensarlo le causaba terror…Aparentó ser un hombre de éxito, pero a veces se sentía un fracasado… Detrás de la pared también podía echar algunos sentimientos…
Un día Juan deseó volver a su pueblo… Sintió que ese deseó no podía llevarlo frente a la pared y echarlo… Subió a su auto y puso sus manos en el volante… Y allí recordó que miles de veces estuvo frente al volante queriendo volver al pueblo… Pero esta vez parecía diferente…No podía luchar más contra aquel deseo. Encendió el auto con la firme determinación de ir al pueblo y pararse esa noche frente al monumento del Indio y el León… Tembló antes de avanzar… Pero temblando emprendió el viaje...Y temblando cruzó la entrada del pueblo. Era casi la medianoche, estaba agotado, no por el viaje, sino por lo que ocurría dentro de él durante las seis horas de viaje.
Se estacionó frente a la plaza y bajó del auto… Se paró frente al monumento… Y lloraba… Vio la pared detrás del monumento y recordó al abuelo, las historias… Recordó a Marú… Y tembló nuevamente. Miró a su alrededor y reconoció aquel cuadro que se hacía cada vez más familiar… Los niños jugando… Los padres observando… Los ancianos contando historias… Y la parte posterior de la pared… Donde Marú sujetaba su mano mientras lloraba junto a él. Pensó en asomarse detrás de la pared… Finalmente lo hizo… Y allí estaba ella, sentada al pie del Cabimo detrás de la pared… Llorando… Ella lo miró sin asombro, él quedó inmóvil mientras ella se preguntaba si él realmente estaba allí o una vez estaba confundida más allá del límite de la supuesta realidad… O tal vez había ganado el juego… Decidió averiguarlo…
Él lloraba mientras imágenes saltaban por encima de su pared y deseos se presentaban delante de él… Vio derrumbarse la pared en su mente… Ella decidió averiguar si él realmente estaba allí… Caminó hacia él y lo tomó de la mano derecha llevándolo a los pies del Cabimo y se sentaron frente a la pared blanca, detrás del monumento… No hubo palabras…Él lloraba como un niño…Y ella lo veía llorar…
Apoyó ligeramente su rostro en el hombro de él y solo escuchaba su llanto mirando fijamente la pared blanca colgando su futuro en un presente que empezaba a escribirse…

8 comentarios:

Patricia Ibarra dijo...

Que bella historia!!
Se me salieron las lagrimas, como siempre, un escrito muy digno de ti.
Creo que en cierta parte de mi existe una "Maru" Que calla, que le gusta ver feliz y en libertad a los seres que amamos.
Bueno me voy regocijada, por este encuentro con la bella literatura, que siempre haces y compartes.
Cuidate mucho.
un fuerte, pero fuerte abrazo, y gracias por sacar de mi el mas bello sentimiento que existe, al leer tus letras.
bye

GUSMAR SOSA dijo...

Hola Lulu, y yo encuentro mucho de Juan en mí, espero un día atreverme a mirar detrás de la pared... Tal vez lo haga, ya que me he dado cuenta que puedo ser sorprendido.Saludos.

David López-Cepero dijo...

La esperanza se asoma entre los bellos renglones de tu relato... Y en medio de ellos aparecen verdades como esta:

"El dolor no echa raíces en ningún lugar, que es un fantasma que burla las paredes y los límites geográficos también… Un fantasma que no le teme a la luz del día…"

Esto sí que es de colección :)

Ánimo amigo, que la paciente espera siempre tiene su recompensa.

Anónimo dijo...

Ves todo lo que puede hacer una pared?...
Gracias por escribir este cuento amigo mio.
Muchos saludos.

GUSMAR SOSA dijo...

Amèn peregrino, y sè que es asì. Por eso digo amèn, no es un amèn a ciegas, Saludos.

GUSMAR SOSA dijo...

Hola Beatriz, como siempre tu magia pasando por aquì refrescando mi alma con esa suave brisa que nace en las noches...Saludos.

Claudia Gonzalez Cañas dijo...

Para mí una mezcla de historia y cuento. Conmovedora y sensible pero con toques de realismo.

Pasé por varios pasajes en mi mente. Lo sigues consiguiendo amigo.

Claudia

GUSMAR SOSA dijo...

Me alegro, me gusta que consigas algo tuyo en mis cuentos, Cuidate.